Conclusiones

Encarará una de sus crisis más profundas el capitalismo. Su continuidad se ha garantizado aun presente la tendencia a la baja en la tasa de ganancia, lo cual presupone todo proceso de acumulación. Las guerras mundiales del siglo xx se enmarcaron en estas crisis y sus resultados coadyuvaron a que superaran sus problemas generados por la sobreproducción, los cambios en la composición orgánica del capital y la reorganización de las fuerzas productivas. Consecuencia de ello fue el periodo de oro que caracterizó al capitalismo después de la Segunda Guerra Mundial.

El neoliberalismo mostró que la lucha de clases giró a favor de los privilegiados, lo que afectó, en regiones como América Latina, la producción industrial y los mercados internos. Los procesos que el neoliberalismo echó a andar desde los años setenta, respuesta de algunas fracciones burguesas ante la crisis de la era dorada, han sido insuficientes para la acumulación. Esto se manifiesta en los problemas que el capitalismo tiene a nivel global para sostener una tasa de ganancia capaz de dar continuidad a los ciclos de producción capitalista y a una acumulación sostenida y creciente. Esto es lo que anuncia una crisis.

Debido a su naturaleza social e histórica, el capitalismo no puede escindirse de sus condiciones materiales más fundamentales: depende de la relación del hombre con la naturaleza y de la fuerza de trabajo viviente. Esto último lo describió Jaime Osorio (2016) como un biopoder en el mundo del capital. No puede entenderse la producción capitalista fuera de su determinación natural. La pandemia por coronavirus, que en estos momentos atraviesa el planeta, aunada a los problemas de este modo de producción en uno de sus periodos más salvajes, harán que la producción y el crecimiento económico caigan a nivel global —algo que ya está sucediendo—. Es posible que lo venidero sea un proceso muy parecido a la recuperación de las economías y de la vida cotidiana en un entorno de posguerra.

Hoy hay temor, y la subjetividad se expresa a través de los espacios y entornos que las relaciones sociales han fomentado en un ambiente de incertidumbre. ¿Cada país experimenta bajo distintas formas y afrontamientos, ante un acontecimiento que tiene sus raíces en la naturaleza, el proceso que dará inicio a una transición del capitalismo? Es difícil saberlo. ¿Podría pasar lo contrario?, ¿el neoliberalismo cobrará más fuerza?, ¿las posturas conservadoras en ascenso se legitimarán ante los resultados globales de la pandemia?, ¿el capitalismo superará las consecuencias, nuevamente, con políticas de mercado abierto, globalización de capitales, minimización del Estado, si es que aún queda algo por minimizarle que no sea su brazo policiaco y militar, y priorización de la financiarización de las economías? Si es verdad que se arriba a una crisis económica que ya no podrá sostener la acumulación bajo esos términos, es complicado que las respuestas sean positivas. Es posible esperar que los Estados reorganicen la correlación de clases para superar el atolladero que se está generando por tales dificultades. Por ahora resulta imposible imaginar la multiplicidad de respuestas que los países darán a lo que venga después.

Desde las subjetividades en este entorno global que genera sus dimensiones micro, se construirá una memoria colectiva que —por primera ocasión en la historia— tendrá un carácter global y de humanidad. Prácticamente todo el mundo experimenta la enfermedad aunque no la padezca, y eso es gracias a la intersubjetividad generada por los medios de comunicación sostenidos por el internet. Como hito fundacional, ello nos transformará en partícipes de un mundo diferente. Tal memoria no será uniforme, ya que se constituye desde las experiencias cotidianas que cada país, cultura, región, colectivo e identidad recrean en los momentos que atraviesan; sin embargo, será una memoria resultante de una experiencia global común.

Lo anterior no lo hicieron las guerras mundiales, porque estaban en libros de historia que narraban acontecimientos de países alejados y no en la experiencia emocional. Los problemas de la naturaleza relativos a los seres humanos pueden convertirse en fundamento para encontrar, como sostuvo Marx en sus escritos filosóficos de juventud, un sentido universal de humanidad. No hay agente que no sea naturaleza. Esta se manifiesta en la fragilidad, el temor a la muerte, el sentido de existencia y la identidad arraigada en un espacio natural acechado por peligros inminentes. La fuerte carga emocional generada por la actual pandemia será el sustento histórico y social de los procesos sinápticos, que producirán una memoria perdurable de lo acontecido en quienes la están atravesando. Su fuerza es tal, que la transmisión de dicha memoria pasará a muchas generaciones. Seguirá presente su carga emocional, florecerá más vívida que otros acontecimientos porque permanecerá en todos: en nuestros hijos y en aquellos a quienes procreen.

¿Qué relación guardan esos procesos de subjetividad con los descritos en este libro? El capitalismo creó las condiciones históricas que permitieron hacer de esta una pandemia. Los medios de transporte y la necesidad del intercambio constante de información, a través de la interacción en un planeta interconectado por las necesidades que imprime la división internacional del trabajo, coadyuvó, sin duda, a su pronta propagación. No se discutirá, analizará o describirá la condición biológica que hizo de esta enfermedad una pandemia, pero parece ser que los factores sociales fueron trascendentales para que el fenómeno se presentara como lo está haciendo ahora.

Más allá de la relación anterior, los Estados y los grandes dueños del mundo —los propietarios de los medios de producción y del valor generado por la fuerza de trabajo—, deberán afrontar los efectos de la pandemia en la acumulación del capital. Esto reorganizará las relaciones sociales de producción, sin saber a qué niveles con exactitud, pero deberá ser a tal grado que sea suficiente para echar a andar las economías locales y la mundial. El sector productivo, especialmente la industria de materias primas y de mercancías que ocupan un lugar en el espacio físico, requerirá tener un nuevo rol en los mercados locales. Ello establecerá una relación distinta entre tal mercado y el sector financiero.

Como en todo proceso de recuperación económica y de contrarresto de la tendencia decreciente en la tasa de ganancia, la vida cotidiana, las subjetividades e identidades que en esos entornos de interacción acaecen se verán definidas por los mecanismos atisbados en los capítulos anteriores. Mas no se deben ensombrecer los resultados de una crisis económica con los efectos de un fenómeno natural y social como el aquí mencionado. El capitalismo ya iba en camino a una nueva crisis y los conflictos políticos mundiales entre los distintos proyectos nacionalistas y los globalistas, imbricados en expresiones subjetivadas de xenofobia y diatribas ideológicas contra las izquierdas, son síntomas de procesos materiales y determinaciones que muestran la reorganización de los procesos de acumulación.

Las identidades acaecen en entornos de interacción conformados por las fuerzas que guían el devenir del capitalismo. El significado de quiénes somos y hacia dónde llegaremos estará acompañado por la memoria de esa línea divisoria entre un antes y un después. Es posible que las subjetividades generen formas de acción dirigidas a la transformación y que surjan nuevos procesos ideológicos que justifiquen una nueva aceptación del capitalismo. Como especulación, el temor y aislamiento producidos por la pandemia inducirán una recuperación de la confianza perdida a las instituciones, debido a que estas han cobijado a la población ante la desventura —aunque en los hechos no exista ese cuidado—. Regresar al trabajo, recuperar la actividad económica y la tranquilidad provista por el libre consumo, puede hacernos creer que es bueno estar vivos en esta sociedad.

Se ha argumentado que no es posible llevar a cabo un análisis histórico sin considerar la subjetividad y sus elementos como determinaciones importantes. El estudio político puede prescindir de aquellos en sus análisis, como acontece en algunas escuelas de la ciencia política; no obstante, desde el enfoque marxista —aunque los más economicistas han decidido hacer análisis político prescindiendo del joven Marx y de aquel del fetichismo de la mercancía, de la ideología y del que hizo largos estudios culturales— es necesario retomar los temas que se han presentado en este libro para explicar mejor el poder, la dominación, el Estado, la lucha de clases y, por supuesto, la revolución.

Toda relación política está enclavada en la cotidianidad. En la reproducción de la vida, como se ha expuesto ya, acontecen fenómenos que configuran las identidades que ordenan las acciones de los agentes subsumidos a la explotación capitalista. Eso desarrolla estructuras que el Estado concreta en instituciones y organizaciones que le permiten dar continuidad a una sociedad dividida en clases. Las creencias sobre la organización, la colectivización, los partidos políticos, la democracia o los regímenes autoritarios se sustentan en las experiencias que el ser humano tiene en sus entornos de interacción. Allí se construyen los significados de lo bueno y lo malo, así como de lo que no es tan malo pero resulta incómodo. Las políticas sociales con fines clientelares que condicionan la emisión del voto y profundizan las medidas que dan sentido a las formas de acumulación, requieren de significados que las recubran y se sustenten sobre las necesidades más básicas de la población.

Para finalizar, debe puntualizarse que no hemos argumentado que toda subjetividad e identidad son resultado del capitalismo. Lo expuesto son procesos característicos de este ya considerados por Marx: la ideología, la alienación, el fetichismo y, someramente, la conciencia de clase. Se ha integrado el interaccionismo simbólico en la interpretación para sostener las ideas que han llevado a asegurar que hay subjetividades enraizadas en la memoria colectiva, las identidades y la emocionalidad que la vida cotidiana supone como parte de entornos de interacción construidos en las sociedades capitalistas. Con ello no se afirma que toda identidad es capitalista o que toda subjetividad es, en términos puros, el resultado de las relaciones que tanto caracterizan al capitalismo.

El capitalismo muestra una complejidad muy amplia, que es posible estudiar con metodologías cualitativas si se acepta que hay toda una serie de fenómenos subjetivos que le son concomitantes y son parte de sus determinaciones como un todo. Hay que acercarse a la gente, sus vidas, sus esperanzas y sus sueños en un mundo que fetichiza las relaciones de producción haciéndole ver lo bueno que es tener un salario; pero también a su sufrimiento y desánimo debido a los fracasos que la reproducción de la fuerza de trabajo no logra superar.

Una psicología política adscrita al materialismo asumirá que es en lo anterior donde la dominación se consolida. Es decir, es en lo más cercano a la vida de las personas donde, a fin de cuentas, el cambio o la continuidad son posibles. Deben analizarse los problemas clásicos —el Estado— pero bajar hacia la gente e ir a su subjetividad para comprenderla mejor. Es insuficiente una metodología que escinda los entornos micro de los agentes de sus demarcaciones más pesadas. Es imprescindible una interacción constante entre la ciencia política, la economía marxista y la psicología social para que esto no suceda. Asimismo, es necesario construir equipos multidisciplinarios que permitan atender el trabajo de campo así como elevar el análisis a las condiciones macro e históricas en las cuales acontece. No es viable estudiar cómo los grandes acontecimientos políticos afectan la vida diaria de las personas si sólo se enuncian. Estos deben ser integrados en las explicaciones que el individuo haga, pues debe reconocerse que desde los espacios de la gente se constituye lo político.