I. La reconfiguración territorial metropolitana. Un proceso evolutivo interpretado desde la noción de la entelequia social urbana, Eduardo Sousa González

https://doi.org/10.52501/cc.063.01


Eduardo Sousa González


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I. La reconfiguración territorial metropolitana. Un proceso evolutivo interpretado desde la noción de la entelequia social urbana

Eduardo Sousa González*

DOI: https://doi.org/10.52501/cc.063.01

Resumen

Este capítulo tiene por objetivo avanzar en el conocimiento sobre la configuración y la reconfiguración del espacio urbano, mediante la utilización de una metodología deductiva, tomando como base el concepto propuesto de entelequia social urbana. Dicho concepto está subsumido en tres nociones que la definen: a) la antropoemia social urbana, b) la antropofagia social urbana y c) la noción ex nihilo. Con esto se pretende contar con una base teórica que permita el entendimiento de por qué y cómo el sujeto urbano desarrolla una dependencia adictiva por lo urbano que involucra precisamente los satisfactores y las prerrogativas vinculadas a la ciudad. Se exploran en la primera parte, desde la teoría, estos conceptos mencionados; en la segunda sección, como forma de contrastación preliminar hipotética, se examina la zona metropolitana de Monterrey en el periodo del año 1940-2022, para concluir con una reflexión contextual en el marco de los escenarios espaciales del crecimiento expansivo, control y planeación pronosticados para lo urbano, a fin de proponer finalmente un esbozo metodológico denominado modelo esquemático de planeación de alteridad, en particular para el ámbito de la esfera metropolitana del sur global.

Palabras clave: entelequia social urbana, antropoemia, antropofagia, ex nihilo.

Introducción: contexto metodológico

En el ámbito interno del espacio urbano, llámese ciudades o ciudades metropolitanas, en México como país, así como en el sur global y seguramente en el mundo conocido, ha quedado demostrada en investigaciones recientes del autor de este escrito (Sousa, 2022a y 2022b) la existencia de variables intervinientes fundamentales vinculadas a lo económico, lo territorial, lo político, lo social y otros, las cuales son factores que se encuentran asociados directamente a lo urbano y que tienden a regularlo, estimularlo y a conducirlo hacia procesos territoriales evolutivos transformacionales sui géneris en un espacio-tiempo diferencial.

A esas transformaciones territoriales de características particulares, que se asocian al crecimiento expansivo de orientación espacial-adyacente en los diferentes usos del suelo contenidos en su perímetro, los cuales en la contemporaneidad producen otros espacios diferenciados no sólo de mayor dimensión territorial, sino también de su especialidad funcional y sus particularidades específicas según las características de su locus typicus de ubicación (físicas, topográficas, económicas, sociales y otras), las llamamos zonas metropolitanas.

Son espacios territoriales de alta complejidad estructural para la disposición, la orientación de crecimiento y la dosificación de los diferentes y variados usos del suelo que las forman; aún más, dichas ciudades metropolitanas, entre otras muchas cosas, se caracterizan por desarrollar y consolidar un dinamismo demográfico galopante, el cual repercute en impactos progresivos que muchas veces son negativos sobre la expansión y la delimitación de sus fronteras perimetrales territoriales, lo cual genera diversos contornos espaciales en el proceso de su transformación y conduce la ciudad hacia una metamorfosis paulatina que va mutando: de un espacio urbano de características monocéntricas a uno totalmente diferente basado en un policentrismo de crecimiento horizontal, diversificado, incontrolado y negativamente proclive.

Lo anterior en virtud en la diversificación de los diferentes satisfactores y de las prerrogativas que se ofrecen para la disposición de los sujetos que las habitan, los cuales estarían enmarcados en una mayor multiplicidad de la red básica infraestructural, de equipamientos de salud, asistencial, de servicios estatales y municipales, lúdicos, conectividad, tecnologías de información y comunicación y otros muchos más; tiende a convertirlas en un importante polo de atracción:

  1. Para la actividad económica en los sectores secundario y terciario.
  2. Para la inmigración de individuos desde el ámbito nacional, regional e incluso local adyacente.

Desde esta visión y con las principales variables que intervienen y que han sido mencionadas en el párrafo inicial de este escrito y en otras investigaciones recientes del autor de esta investigación (Sousa, 2011a, 2011b, 2018, 2022a y 2022b), se han identificado siete componentes fundamentales:

  1. El componente vinculado a lo económico: relacionado precisamente con la especialización funcional del locus typicus y lo que deriva en el empleo, la derrama económica hacia los pobladores y otros.
  2. El componente político: asociado al órgano de gobierno transversal: federal, estatal y local.
  3. El componente social y demográfico: relacionado con los grupos sociales de referencia: su cultura, su idiosincrasia, sus procesos identitarios, sus regionalismos y sus especificidades con relación al crecimiento numérico de su población.
  4. El componente territorial: que es el elemento fundamental que da soporte espacial a todas las actividades cotidianas y económicas de la sociedad ahí radicada (Zárate, 2003: pp. 134-179; Vinuesa y Vidal, 1991: pp. 121-150).
  5. El componente ambiental: vinculado con la sostenibilidad, sustentabilidad y la conservación del ecosistema del lugar.
  6. El componente exógeno, el cual está ligado al grado de desarrollo del lugar (Dos Santos, 2004: p. 85) y a la mundialización que en la contemporaneidad ha adquirido una relevancia sin precedente, en virtud de los fenómenos sanitarios pandémicos que todavía en el año 2023 no se acaban.
  7. El componente endógeno: el cual está referido a las particularidades propias del territorio de exploración: territoriales, topográficas, hídricas, de especialización económica en el sector secundario y terciario, sociales, culturales, identitarias y otras más.

En este sentido, la evidencia documental y empírica indica para estos espacios urbanos de concentración poblacional que, en cuanto al planeamiento territorial de los diferentes usos del suelo, su orientación del centro metropolitano hacia la periferia y su dosificación espacial en el área de influencia no han constituido un instrumental herramental estratégico de aplicación operativa que incida positivamente en su equilibrio, en la dosificación y en la orientación de los diferentes usos del suelo en el territorio urbano, así como tampoco han sobresalido aquellas políticas públicas (Sousa, 2020) espaciales emanadas transversalmente de los gobiernos (federal, estatal y local) que hayan coadyuvado en el control de su expansividad territorial.

Por una deficiencia en el proceso metodológico de su elaboración, de su aplicación, de su incorporación en la agendada de gobierno, de su seguimiento en los procesos transformacionales espaciales del lugar y de su eficiencia, su eficacia y su efectividad (eee), la población tiende a dispersarse horizontal y multidireccionalmente, lo cual genera, como se menciona al inicio, diversos contornos en el locus typicus de referencia en un espacio-tiempo diferencial (véanse los mapas 2 y 3).

En virtud de esto, y con el objetivo particular de avanzar en el conocimiento sobre estas caracterizaciones del espacio urbano, se ha desarrollado aquí la aplicación de una metodología deductiva (Hernández, 2010), tomando como base la propuesta conceptual que involucra la noción de la entelequia social urbana,1 la cual pretende ser la plataforma para entender por qué y cómo el sujeto urbano desarrolla esa dependencia adictiva por lo urbano, que involucra precisamente los satisfactores y las prerrogativas vinculadas a la ciudad. Por esta razón se pronostica para la esfera de lo urbano, llámese ciudad o ciudad metropolitana, un crecimiento expansivo territorial ad perpetuam y, quizá en un tiempo no muy lejano, la conversión futura en una sociedad de característica autófaga (Jappe, 2019: p. 19).

En la primera parte de la investigación se profundiza en el referente teórico contextual, circunscribiéndolo al concepto propuesto, que es base de esta investigación: el de la entelequia social urbana, el cual está subsumido en tres nociones que la definen: a) la antropoemia social urbana (Levi-Strauss, 2011), b) la antropofagia social urbana (Levi-Strauss, 2011) y c) la noción conceptual ex nihilo (Castoriadis, 2001; 1981), aplicada a todos los sujetos urbanos. En la segunda parte, en el marco de estas nociones arriba mencionadas y como proceso inicial para una contrastación hipotética, se explora la zona metropolitana de Monterrey en el periodo del año 1940-2022, para concluir con una reflexión contextual.

Referente teórico contextual

El espacio urbano como parte individual de todo espacio territorial transversal: mundo, nación, estado, municipio, localidad y otros, representa hoy día, en la mayoría del espacio conocido, un locus typicus de características sui géneris, el cual ha evolucionado cotidianamente a lo largo de una línea de tiempo que se ha expresado direccionalmente en las transversalidades mencionadas, en una especificidad de dinámicas territoriales totalmente diferenciadas.

Esto a partir de tres procesos generalistas plenamente identificados que han dado como resultado a la sociedad urbana contemporánea en la que ahora nos corresponde coexistir y que debemos enfrentar en la cotidianeidad. Según Martínez (2013: p. 39), que cita a Lefebvre, estos procesos evolucionistas arriba mencionados están relacionados directamente con tres conceptos que los circunscriben en una generalización transversa:

  1. La necesidad.
  2. El trabajo.
  3. El placer.

Sin pretender ser exhaustivo en este asunto histórico-evolutivo de las ciudades en la esfera global, solamente cabe mencionar que desde esta perspectiva lefebvriana particular, estos tres procesos generalistas estarían vinculados con una visión particular de la forma en que las ciudades han evolucionado; esto es, con un derrotero hacia la consolidación de una sociedad urbana cada vez más fortalecida, replicable, sólida, participativa y sobre todo de una irreversibilidad consistente, permanente y que indefectiblemente avanza sin tregua. Dicha sociedad también se vincula, mutatis mutandis, con aquel postulado lefebvriano que aludía a aquello de la “urbanización completa de la sociedad” y “el derecho a la ciudad” (Lefebvre, 2017; 1980: pp. 1 y ss.). Esto indica los periodos determinados por los que transversalmente ha atravesado la humanidad en su historia conocida: a) el preindustrial, donde florecen las denominadas ciudad política y ciudad comercial; b) el industrial, donde se asienta precisamente la ciudad industrial, y c) el posindustrial, denominado por el autor que seguimos como zona crítica, donde no sólo se percibe esta tendencia sostenida e irreversible hacia una sociedad urbana de características sui géneris, sino que también, dentro de la postura que se defiende en esta investigación, la consideramos propensa negativamente proclive hacia la naturaleza originaria;2 donde se utilizan dos procesos sociales muy definidos que aquí surgen y se consolidan cada vez más.

Dichos procesos mencionados remiten a los conceptos de la antropoemia y de la antropofagia social urbana (Sousa, 2021: p. 67; Levi-Strauss (2011: p. 475), en donde, céteris parivus, se sustenta, desde la posición que defiende esta investigación, la irreversibilidad ad perpetuam en la expansividad territorial de orientación periférica en las ciudades de los diferentes usos del suelo, mencionados en los párrafos anteriores, según se aprecia en la figura 1.

Figura 1. Evolución: sociedad urbana

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Este orden de ideas, para clarificar lo anteriormente mencionado sobre el concepto de la antropoemia social urbana (del griego emeín: “vomitar”), se fundamenta desde la posición teórica que propone Claude Lévi-Strauss (2011: p. 488) y se concibe desde el enfoque propuesto en esta investigación en proceso, que representa la forma particular en el proceder de la sociedad urbana contemporánea en cualquier ámbito de su transversalidad territorial (país, estado, municipio).

En este caso está referida específicamente a la forma en que la colectividad urbana, en su evolución transformacional espacial, expansiva y vertiginosa, tiende procesalmente a organizarse desde el poder constituido en el Estado, mediante disposiciones jurídicas (leyes territoriales, planes de desarrollo urbano, reglamentos y mucho más), con el propósito de enfrentar los territorios y a los sujetos pertenecientes a los asentamientos humanos originarios ahí radicados.

Nos referimos a la otredad de los Otros, la cual construye en el proceso un binomio urbano perfecto: el Estado-sociedad, utilizando para esto medios como el apartamiento, la expulsión, el panóptico (Foucault, 2010: p. 231; García, 2010: p. 71), la segregación socio y funcional, la desaparición, el vomitar fuera del cuerpo social urbano tres entidades:

  1. La naturaleza originaria.
  2. Aquellos individuos no urbanos.
  3. Incluso el grupo de individuos de diferente idiosincrasia cultural-urbana.

Sobre ese concepto, Bauman (2009: p. 109; 2011) menciona que las formas modernas de esta estrategia social émica son, por ejemplo, la separación de los guetos urbanos, el acceso selectivo a espacios específicos y la prohibición de ocuparlos, entre otras muchas más. Incluso Lefebvre va más allá introduciendo la figura del campo ciego (Lefebvre, 1980: pp. 29-53), con el cual se menciona, entre otras cosas, que la ciudad de piedra y acero es construida sobre la naturaleza mientras la devora, de manera que en el proceso se convierten los espacios verdes en naturaleza ficticia.

Aún más, desde la cosmovisión de Foucault, según García, M. (2010: pp. 24 y ss.), la experiencia de los sujetos urbanos en la modernidad está en una estrecha relación cultural entre lo que él llama los órdenes de saber, los órdenes de poder y la subjetividad (Foucault, 1988). El primero se refiere, entre otras cosas, “…a los saberes no escritos de una cultura” (p. 24). En este caso nos referimos a la cultura urbana de cada locus typicus con todo lo que ello implica (la antropoemia). El segundo, asocia no sólo la normatividad jurídica propia de cada transversalidad, a que se hace referencia en párrafos anteriores, como controladora de los sujetos, sino que también la vincula a un orden social implícito, en donde el conjunto de las formas de saber y el funcionamiento normativo (leyes y demás) producen precisamente la subjetividad propia de cada sociedad urbana en un espacio-tiempo definido.

Estos tres conceptos forman lo que, según Foucault (1988, p. 59; Lefebvre, 2013), designa la sociedad disciplinaria como una productora de individuos que aprenden el sometimiento mediante la inscripción de códigos grabados en sus propios cuerpos. A esta noción aquí la definimos como entelequia social urbana3.

Otro de los conceptos propuestos en el ámbito de esta investigación en proceso, se asocia específicamente con la noción de la antropofagia social urbana —del griego ἀνθρωποφαγία, y ésta de ἄνθρωπος (ánthropos: “hombre”) y φαγία (phagía: “acción de comer”)—, definida puntualmente como la acción particular sobre el espacio territorial que tienen las transformaciones expansivas de las ciudades y las ciudades metropolitanas, las cuales involucran a éstas espacialmente en los estilos particulares que propician la expansión urbana de orientación periférica de los diferentes usos del suelo; esto mediante aquellos procesos vinculados a la forma de ingerir, de engullir, de devorar no únicamente los territorios asociados con la naturaleza originaria: también a las comunidades no urbanas ahí asentadas, lo cual paulatinamente transforma dichos territorios en el espacio-tiempo diferencial en lugares con usos del suelo, cultura, idiosincrasia, procesos identitarios, habilitación infraestructural, equipamientos y otros, totalmente de antípoda.

Dichos locus typicus, al modificar su vocación originaria, referida básicamente al sector primario (agrícola), y transformarse en otra muy diferente de orientación urbana, tienden a potenciar un uso del suelo habitacional intensivo del sector secundario y del sector terciario (industria y servicios). Esto propaga una secuencia iterativa en la ocupación del suelo que no tiene fin, por eso aquí la denominamos ad perpetuam, ya que los sectores secundario y terciario tienen la particularidad de ser un poderoso polo para atraer la localización de otros usos del suelo; así se cumple aquella sentencia muy difundida en el siglo pasado: “Al uso industrial le sigue el habitacional y, entre éstos, los demás usos del suelo”.

Por engendrar en el proceso evolutivo transformacional múltiples implicaciones, además de las mencionadas anteriormente, se subraya aquella característica que adquiere el territorio como una mercancía con valor de uso y con valor de cambio (en capital),4 además de, sobre todo, su revalorización, que evidentemente tiende a incrementar su plusvalía y a multiplicar la acumulación primaria de capital y de los medios de producción (Harvey, 1979 y 2007).

Aquí los cuestionamientos para una realidad contemporánea en los espacios urbanos estarían direccionados a las siguientes preguntas de investigación: ¿Cómo se generan estos procesos que involucran la antropoemia y la antropofagia social urbana en el espacio territorial? ¿Cómo se explica su aparición? ¿Cómo entender que solamente sucede en la esfera de la sociedad urbana? ¿Cuál es la manera en que se insertan en los individuos? ¿Por qué se da esta acción, que pareciera contradictoria, de expulsión y devoramiento en el territorio? ¿Qué implicaciones tiene este proceso expansivo territorial en la valoración y en su plusvalía?

Para responder a estos cuestionamientos que subsumen a la ciudad en una clara realidad urbana actual, en lo primero que habría que reflexionar, desde esta óptica, es precisamente en la posición teórica que propuso y desarrolló Cornelius Castoriadis hace décadas, vigente en la actualidad (Castoriadis, 1981 y 2001). Esto funciona aunque la postura del autor provenga de una línea disciplinar diferente, quizá considerada periférica al urbanismo o a la ciencia de la planeación urbana. Lo cierto es que la temática por él tratada ha permitido abordar con una visión teórica y conceptual diferenciada algunos de los cuestionamientos arriba mencionados:

Inicialmente, en esta concepción castoriadisiana, se reconoce a la sociedad (urbana) en términos de la psique como receptividad de impresiones y como formadora del individuo urbano ex nihilo (expresión latina que indica lo creado a partir de la nada); esto para tratar de explicar, entre otras cosas y desde esta óptica, lo que envuelve precisamente a la sociedad y el proceso de sus transformaciones en lo urbano. Se trata de una visión teórica en que hasta ahora, en la ciencia del urbanismo y en particular en las estrategias operativas de la planeación espacial urbana, no se percibe la generación de una metodología de aplicación operativa.5

Para esclarecer esto, sobre todo el argumento de la creación del individuo urbano a partir de la nada (ex nihilo) y su relación con los dos conceptos propuestos, es preciso indicar que lo planteado por Castoriadis se basa en la idea de el primer contacto o mónada,6 la cual indica que, cuando el individuo urbano nace, lo que le permite llegar a ser un sujeto completamente urbano es el proceso previo a la socialización con los otros individuos ligados inicial y directamente a él (padre, madre u otros). Esa mónada, ese primer contacto, la unidad a partir de la nada desde la posición teórica de Zapolsky (s. f.) y Blanch (2007: p. 56), es una realidad de naturaleza biológica inicial: boca, pecho, placer, leche (en ese orden).

Esa realidad tiene múltiples implicaciones fundamentales, ya que el primer contacto del sujeto ex nihilo inicia con la génesis de la formación de sus primeras iconografías consideradas fundamentales, esenciales, básicas y primordiales, con las cuales se funda en el individuo la capacidad de producir las imágenes urbanas en su psique, lo que genera, además, en ese proceso transformacional, sus primeras representaciones del mundo y de la sociedad urbana que lo rodea. Esto se explica gráficamente en la figura 2:

Figura 2. La formación del sujeto urbano (ex nihilo) a partir de la socialización

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Con lo explorado hasta aquí, y con el objetivo declarado de abordar los cuestionamientos arriba mencionados, se ha reformulado y redefinido la noción propuesta de entelequia social urbana,7 con el que se propone no sólo subsumir la característica antropofágica y antropoémica del individuo urbano,8 sino también el porqué de esta particularidad que se circunscribe como inherente a la sociedad urbana, para así avanzar en a) el conocimiento del crecimiento expansivo de las ciudades, b) en la génesis de las zonas metropolitanas y, sobre todo, c) tener la posibilidad de generar los instrumentos operativos pertinentes y las metodologías estratégicas, que tiendan a controlar esta expansividad de lo urbano, dosificando y orientando equilibradamente los diferentes usos del suelo existentes.

Particularmente interesaría contar con la posibilidad de concebir posibles escenarios futuros, visualizados mediante la ciencia urbana (planeación urbana) en estos espacios sui géneris, y, en su caso, tener la posibilidad de organizar y simular diferentes opciones para el crecimiento ordenado de sus múltiples y diferentes usos del suelo.

En este contexto, en párrafos anteriores se han mencionado algunas líneas teóricas convergentes entre lo que propone Foucault con respecto a los sujetos urbanos en la modernidad y su relación con lo que él llama los órdenes de saber, los órdenes de poder y la subjetividad (Foucault, 1968; García, 2010: p. 24), y el concepto aquí propuesto de la entelequia social urbana.

Ahora bien, desde otra perspectiva disciplinar diferenciada, pero que en cierta medida se vincula a este concepto mencionado, Carl Gustav Jung (2010), específicamente en la esfera de la aplicación en la psicología, propone la noción del inconsciente colectivo y de arquetipo,9 el cual define de la siguiente manera:

Lo inconsciente colectivo es una parte de la psique que se distingue de un inconsciente personal por una vía negativa, ya que no debe su existencia a la experiencia personal, y no es por tanto una adquisición personal. Mientras que lo inconsciente personal consta de lo esencial de contenidos que fueron conscientes en algún momento pero desaparecieron de la conciencia por haber sido olvidados o reprimidos, los contenidos de lo inconsciente colectivo nunca estuvieron en la conciencia y por eso nunca fueron adquiridos por el individuo sino que existen debido exclusivamente a la herencia (Jung, 2010: p. 41).10

Con esta visión particular de Jung, referida a la noción del inconsciente colectivo y de arquetipo, al asociarla con el concepto de entelequia social urbana aquí propuesto, se perciben algunas diferencias fundamentales y particularidades similares, las cuales se mencionan a continuación:

Primero: como se menciona anteriormente, lo propuesto por Jung, está direccionado disciplinarmente al ámbito de la psicología como ciencia, mientras que lo aquí planteado se vincula específicamente al sujeto urbano como principal interviniente en los procesos de expansividad territorial en los diferentes usos del suelo que se integran en las ciudades y en las metrópolis, lo cual lo enlaza a la ciencia urbana, en particular a la planeación espacial de los diferentes usos del suelo.

Segundo: Jung asocia su propuesta conceptual a la noción de arquetipo mencionándolo como un “correlato indispensable” (Jung, 2010: p. 41) e indicando que en la psique existen determinadas formas que están presentes siempre y en todo lugar:” son las imágenes inconscientes de los propios impulsos: son el modelo paradigmático del comportamiento instintivo” (Jung, 2010: pp. 42 y ss.). No obstante, en la propuesta teórica aquí expresada sobre el concepto de entelequia social urbana, se ha vinculado a cuatro conceptos fundamentales: a) lo ex nihilo, b) la antropoemia, c) la antropofagia y d) las fuerzas centrífugas de expansión territorial;11 sin embargo, se podría advertir una similitud desplazada con el concepto junguiano de la herencia.

Tercero: Jung asocia su concepto en el sentido de que el inconsciente colectivo no debe su existencia a la experiencia personal, por lo que no es una adquisición personal, sino que existe debido exclusivamente a la herencia, mientras que, desde la óptica de esta investigación, el sujeto urbano de característica ex nihilo vincula tanto su experiencia personal de lo vivido en lo urbano según su locus typicus de referencia, que lo trasmite generacionalmente (herencia) a su simiente ad perpetuam.

Cuarto: como se mencionó, la propuesta de Jung se direcciona hacia la esfera de la psicología, mientras que el objeto de intervención aquí planteado está vinculado específicamente con el espacio urbano ciudad-metrópoli y sus procesos de expansividad territorial de orientación adyacente; esto mediante la utilización metodológica de la ciencia urbana12.

Entonces, la noción propuesta vinculada al concepto de entelequia social urbana indica,13 desde la óptica de esta investigación en proceso, que la sociedad urbana adscrita a una ciudad, o a un territorio metropolitano alberga, en lo más profundo de su ser interior, una simiente sólida, fértil y replicable sobre el espacio urbano de referencia, derivado precisamente del proceso inmerso en una socialización nuclear contextualizada en lo ex nihilo; la cual actúa como si se constituyera en un germen-base de origen genético y nuclear, trasmitido por herencia en cada ciclo reproductor de la vida del sujeto urbano que se refuerza y consolida con la experiencia personal vivida en el seno de lo urbano: un adn urbano integrado al individuo.14

Esto último alude a un fundamento de impulso urbano-originario, el que justamente tiende a vincular al sujeto urbano con una forma de vida colectiva particularmente característica (lo urbano), dentro de una sociedad de referencia específica y de las diferentes matrices sociales de correspondencia biunívoca que la componen y en conjunto forman el espacio urbano: una ciudad o un conjunto de ellas, una metrópoli con a) su cultura urbana, b) su identidad, c) Sus procesos idiosincráticos y d) sus regionalismos, entre muchos más.

Asimismo, fomentan un profundo arraigo en la forma de la vida urbana junto al espejismo que significan y representan además de los satisfactores de orden infraestructural, de equipamientos, de seguridad social, de gobernabilidad y otros. Las prerrogativas de: contar con mayores oportunidades empleo, de acceso a una vivienda digna, acceso a mayor diversificación de los sistemas educativos, de salud, de asistencia social y demás son aspectos que estos espacios urbanos y de conurbaciones municipales múltiples, de características muy particulares existentes in situ ofrecen para su uso, disposición y disfrute. Sin embargo, como se ha mencionado en otras investigaciones (Sousa, 2010a y 2010b), no son para todos los individuos ahí radicados; por ello el espejismo mencionado que impacta no solamente en el individuo radicado en el lugar, sino también en otros ámbitos transversales de la esfera nacional y regional hasta generar el fenómeno de la inmigración hacia lo urbano.15 Esto ha generado el estado de hechos en que se encuentran las ciudades y las ciudades metropolitanas en el ámbito del surgimiento y réplica del fenómeno de la marginación socioespacial evidenciado en la mayoría de las zonas urbanas conocidas: el sujeto es abducido por lo urbano (véase la figura 3).

Figura 3. Crecimiento expansivo de las ciudades con base en el sujeto socializado ex nihilo.

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Estas particularidades conducen a los sujetos urbanos en el proceso evolutivo espacio-tiempo-diferencial

[…] a transformarse proclivemente en cada ciclo reproductor, en unos individuos colectivamente dependientes ad perpetuam de estas condicionales territoriales, expandiendo, procesalmente en el tiempo-espacio, periféricamente a la ciudad o al territorio metropolitano (Sousa, Leal y Palacios, 2022: pp. 40-41; Sousa 2010a y 2010b).

Por lo tanto, el concepto de entelequia social urbana aquí propuesto no sólo agrupa conjuntamente a las nociones de la antropoemia y la antropofagia, sino que además, en conjunto, estas nociones constituyen la base de lo que en otras investigaciones (Sousa, 2009, 2010, 2015 y 2022) se ha denominado fuerzas centrífugas de expansión territorial. Esto se representa en la figura 4.

Figura 4. Proceso iterativo de la expansión territorial urbano-metropolitana basada en el concepto de entelequia social urbana y en la velocidad ascendente en el ciclo reproductor de la vida del individuo urbano.

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Como se mencionó al inicio de este apartado teórico, el espacio urbano, llámese ciudad o metrópoli, ha evolucionado en una línea de tiempo en la mayoría del mundo conocido a partir de tres procesos: la necesidad, el trabajo y el placer, lo cual fue mostrado en la figura 1. Esto ha generado en los diferentes periodos históricos espacio-tiempo por los que ha atravesado la humanidad, en los disímiles locus typicus vinculados a lo urbano y a lo metropolitano, la ciudad-metrópoli.

Sin embargo, en la contemporaneidad, el crecimiento de las ciudades en términos cuantitativos y cualitativos ha evolucionado transformacionalmente en un proceso irreversible aparentemente, como se ha mencionado anteriormente, ad perpetuam, el cual avanza territorialmente hacia una periferia inmediata aquí llamada naturaleza originaria, la cual tiene una vocación no sólo en sus usos del suelo y demás variables inherentes (cultura, identidad, idiosincrasia y otros), completamente distintas a lo considerado en lo urbano, sino también en su revalorización asociada a su valor de uso y a su valor de cambio en capital.

Para complementar la ilustración mostrada en la figura 1, que indica históricamente la evolución de la sociedad urbana propuesta hace décadas por Henry Lefebvre, se ha integrado una propuesta de diagrama de flujo, el cual, mediante los cinco conceptos propuestos en este apartado, intenta,16 por un lado, proporcionar una explicación puntual del estado de hechos que guarda el crecimiento de lo urbano en la contemporaneidad; por el otro, complementar el esquema de la figura 1, que muestra los tres periodos determinados por los que ha atravesado la humanidad en su historia conocida. Esto se indica en la figura 5.

En este contexto teórico conceptual, a continuación, como una forma de evidenciar territorialmente los conceptos propuestos, definidos y desarrollados en este apartado teórico, se iniciará la exploración de la zona metropolitana de Monterrey, Nuevo León, a partir del año de 1940, cuando inicia su proceso transformacional de conurbación ciudad-metrópoli. Se abordarán cuestionamientos referidos a la manera en que se forman los diferentes contornos en el territorio de la metrópoli y su relación de correspondencia con los cinco conceptos definidos en este apartado teórico.

Figura 5. Crecimiento expansivo urbano en la contemporaneidad

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La zona metropolitana de Monterrey, Nuevo León, en la esfera teórica de la noción de la entelequia social urbana y de sus conceptos inherentes

En Monterrey como ciudad monocéntrica es posible afirmar que, anteriormente a la década que comprende los años de 1940 a 1950, existían fuerzas de empuje que se ejercían desde la periferia mediática hacia el Distrito Central de Negocios (dcn) de Monterrey. Esas fuerzas de empuje, en ese espacio-tiempo, todavía tenían la tendencia de cohesionar (periferia-dcn) en la ciudad de Monterrey a los habitantes del lugar, lo cual prorrogaba la expansión desmedida de los pobladores y los diferentes usos del suelo en el territorio hacia el hinterland mediático que comprendían las zonas adyacentes de la periferia colindante de la todavía ciudad monocéntrica.

Precisamente a estas características de atracción periferia-centro que impiden, postergan o retardan la expansión territorial de los diferentes usos de suelo, las denominamos fuerzas centrípetas de cohesión territorial, las cuales se han interpretado gráficamente, en otras investigaciones del autor de este escrito, como aquellas que giran en contra de las manecillas del reloj y cohesionan el espacio territorial de la ciudad en una línea específica de tiempo.17

Conforme transita esa década 1940-1950, confluyen en el lugar múltiples variables intervinientes, las cuales es posible agrupar como económicas, espaciales, sociales, políticas, de sustentabilidad y hasta de orden global. Dichas variables, desde la posición de esta investigación, habrían sido las que permitieron la generación de riqueza y, sobre todo, la producción de mayores satisfactores urbanos, lo que posibilitó el tránsito de la ciudad de Monterrey de una urbe monocéntrica a una metrópoli totalmente policéntrica. Esto es, se inicia territorialmente con la metropolización del lugar y Monterrey se convierte en un centro metropolitano. A estas variables intervinientes mencionadas, que generan los satisfactores urbanos y las prerrogativas tan buscadas por la población, citados en el apartado teórico-conceptual anterior, las denominamos: fuerzas centrífugas de expansión territorial.18

Dichas fuerzas, contrarias a las de cohesión, se percibe que giran territorialmente a favor de las manecillas del reloj, según se aprecia en el mapa 1, donde, en un giro centrífugo, primero se adjunta la ciudad de San Nicolás de los Garza y posteriormente la ciudad de Guadalupe (véanse las figuras 3 y 5).

Aunque la intención en este apartado no es la profundización en el ámbito estadístico del proceso de urbanización en la metrópoli de Monterrey, es necesario hacer notar la forma en que se ha dado el crecimiento poblacional y de los diferentes usos del suelo, que ha impactado en el proceso de expansividad territorial de orientación adyacente, sobre todo en los dinámicos y cambiantes linderos que la circunscriben, los cuales han generado diversos contornos en este locus typicus.

Mapa 1. Zona metropolitana de Monterrey. Activación de las fuerzas centrífugas expansivas. Inicio de la conurbación: 1940-1950

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Durante la década 1940-1950 se puede ubicar que inicia operativamente el concepto de entelequia social urbana con sus cuatro variables conceptuales inherentes a) lo vinculado socialmente a los sujetos ex nihilo, b) la antropoemia, c) la antropofagia, y d) las fuerzas centrífugas de expansión territorial.

Como se aprecia en la tabla 1, la ciudad de Monterrey, de una población de 190 100 habitantes antes del año de 1940, experimenta un crecimiento poblacional explosivo muy importante, tanto que agrupa y casi duplica en diez años la población del periodo inicial de referencia (1940). Esto significa un total de 375 000 habitantes, cifra que modifica en este proceso territorial. No hay que olvidar, además, su condición de ciudad monocéntrica que cohesiona a sus pobladores alrededor de un dcn, por lo cual transita a un policentrismo iterativo que a la fecha no se ha detenido. También se ha dado inicio a una dinámica transformacional espacial constante que tiende a modificar invariablemente los límites perimetrales de la ahora naciente metrópoli.

Tabla 1. Población de la Zona Metropolitana de Monterrey por año de incorporación19

Municipio Años
1940 1950 1960 1970 1980 1990 1995* 2000 2010** 2020
zmm 190.1 375 708.3 1 281 2 001.5 2 573.5 2 988 3 243.5 4 259.6 4 643
Monterrey 190.1 339.3 601.1 872 1 090 1 069.2 1 088.1 1 111 1 106.9 1 143
Guadalupe 12.6 38.2 170 370.9 535.6 618.9 670.2 936.6 643.1
S. Nicolás 10.5 41.2 118 280.7 436.6 1 088.1 496.9 749.3 412.1
S. P. G. García 14.9 48.3 82 113 487.9 126 162.4 132.1
Sta. Catarina 38.1 89.5 163.9 202.1 227 345.8 306.3
Apodaca 18.6 37.1 115.9 219.5 283.5 453.7 656.4
G. Escobedo 10.5 37.8 98.2 176.8 233.5 363.6 481.2
Juárez 13.5 28 50 66.5 99.2 471.5
García 13.1 23.9 29 41.7 397.2

Es importante hacer notar que este proceso inherente a la manifestación de la entelequia no solamente impacta en el número creciente de la población: también perturba lo referente a la vocación del suelo, pues deja de lado usos del suelo originarios que se encuentran vinculados al sector primario, en donde, al activarse lo relacionado con los procesos y los conceptos definidos anteriormente, tienden a evolucionar indefectiblemente hacia una diversificación totalmente diferenciada, la cual está marcada por un uso intensivo del territorio asociado no sólo al ámbito habitacional en sus múltiples formas, dimensiones y características propias de lo urbano, sino también a los sectores secundario y terciario; y, como se aprecia en la tabla 2, el sector terciario de servicios tiene una preponderancia en la aportación del producto interno bruto (pib)y de la balanza comercial (X-M) sobre los otros sectores, pues contribuye con el 61.9%. Además, y si se suman los dos principales sectores de la economía, se llega a 99.4%. El sector primario prácticamente no es representativo.

Tabla 2. Actividades económicas: principales sectores

Tabla 2.

Sector de actividad económica orcentaje de aportación al PIB estatal (año 2016)
Actividades primarias 0.6
Actividades secundarias 37.5
Actividades terciarias 61.9
Total: 100

En este contexto es importante subrayar, con respecto a la noción de la entelequia social urbana y sus cuatro variables inherentes, que este concepto teórico aquí propuesto no inicia de facto en el locus typicus, ya que, como se ha explicado en el apartado anterior, es un proceso espacio-tiempo-diferencial de aleccionamiento prolongado, replicable y perpetuo,20 que se vincula específicamente

  1. Al sujeto urbano de característica ex nihilo;
  2. A su experiencia personal de lo vivido en lo urbano, trasmitiéndolo generacionalmente a su simiente ad perpetuam;
  3. A los procesos de expansividad territorial en los diferentes usos del suelo que se integran en las ciudades y en las metrópolis, lo cual tiende a enlazarlo específicamente a la ciencia urbana, en particular a la planeación de los usos del suelo;
  4. A la modificación sustantiva de los usos del suelo transitar de lo agropecuario a lo industrial y de servicios como se muestra en la tabla 2;
  5. A la modificación dinámica del perímetro que comprende la ciudad o la ciudad metropolitana, que parte de un centro metropolitano y un dcn direccionado hacia la periferia, lo cual genera diversos contornos en el proceso de urbanización espacio-tiempo, según se aprecia en los mapas 2, 3 y 4.

Mapa 2. Perímetros metropolitanos: Zona Metropolitana de Monterrey: 1990-2020

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Es importante recordar que este concepto propuesto indica que, en la contemporaneidad, la sociedad con características urbanas y los sujetos que la integran (los cuales están vinculados a una ciudad o a un territorio metropolitano de referencia particular) alojan en lo más profundo de su ser interior únicamente una simiente sólida, fértil y replicable sobre el espacio urbano de referencia, emanado, como se ha mencionado en el apartado anterior, precisamente del proceso inmerso en una socialización preferentemente nuclear del sujeto; socialización que está contextualizada en lo ex nihilo (a partir de la nada).

Sería un proceso que actúa como si se constituyera en un germen-base de origen genético y nuclear, trasmitido no solamente por la herencia21 (social) en cada ciclo reproductor de la vida del sujeto urbano, un adn urbano integrado al individuo urbano, sino también por su experiencia vivida en el transcurso del tiempo en la sociedad con características propias de lo urbano y del lugar específico de que se trate y, sobre todo, por su adicción a los satisfactores y las prerrogativas características de estos espacios sui géneris.

Mapa 3. Contornos de la Zona Metropolitana de Monterrey y dirección del crecimiento a partir del dcn 1940-2010

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A partir de estas consideraciones teóricas, es posible trasladar el concepto de entelequia social urbana y sus variables inherentes a un plano de aproximación numérica cuantitativa y cualitativa;22 esto significaría que la manifestación de la entelequia no se desarrolla en forma similar a lo largo del tiempo-espacio, ya que existen múltiples variables endógenas propias de la ciudad o de la metrópoli de referencia y exógenas, como la mundialización. Ahora, con los fenómenos pandémicos de orden global, la población mundial se ha percatado de la proximidad que existe entre todos los habitantes del orbe.

Dichas variables intervinientes son las que tienden a impactar diferencialmente en la dinámica que involucra el crecimiento expansivo de orientación adyacente de los diferentes usos del suelo en una ciudad o en una metrópoli de conurbación extendida.

Mapa 4. Perímetro metropolitano, 2022

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Entonces, el asunto de la entelequia social urbana (esu) desde la perspectiva cuantitativa, para el caso de la Zona Metropolitana de Monterrey que nos ocupa, es posible asociarlo inicialmente con, por lo menos, ocho variables que intervienen en su proceso de cuantificación, los cuales serían los insumos más representativos para la generación de un posible modelo operativo de la entelequia social urbana de orden cuantitativo, que cuantifique el nivel (grado) de ésta. Este modelo sería aplicable transversalmente en la esfera nacional o en la de cada una de las zonas metropolitanas, e incluso para cada ciudad o municipio seleccionado. Estas variables específicas serían:

  1. Las tasas de crecimiento poblacional (tcp) decenales.
  2. La superficie territorial total y de ocupación neta (stn).
  3. La diferencia numérica en la población (dnp) por periodo de tiempo para Nuevo León, México.
  4. Todo esto asociado con la actividad económica preponderante en el lugar, en donde, para el caso que nos ocupa, sería la actividad secundaria y terciaria. Por tanto, hay que incorporar el número de empleados por sector (eps) de la economía.
  5. El análisis de la población por cohorte generacional, identificando la dinámica en sus ciclos reproductores (dcr).
  6. El análisis de la población por cohorte generacional en el sector educativo (se).
  7. El proceso de urbanización enmarcado en la teoría de las etapas de metropolización (em), basado en el crecimiento decenal de la población y en la generación de empleos secundarios y terciarios.
  8. El índice de urbanización (iu) por zona metropolitana, ciudad o municipio.

Con estas ocho variables intervinientes sería posible la construcción de un modelo operativo de la entelequia urbana basado en un índice compuesto de la entelequia social urbana (icesu) para la ciudad o la ciudad metropolitana, incluso para cada municipio de incorporación en la zona metropolitana en que se intervenga.

La intención con la generación de este modelo es con la posibilidad de que los tomadores de decisiones en los diferentes ámbitos del Estado, tengan a su disposición un instrumento de planeación que les permita la visualización, integración y la incorporación en la agenda de gobierno, en su caso, de políticas públicas operativas que contribuyan a equilibrar, dosificar, orientar y reorientar el crecimiento expansivo de los diferentes usos del suelo en el locus typicus de referencia. La expresión algebraica preliminar que se propone sería la siguiente:

Modelo operativo (preliminar) de la entelequia social urbana

ices u= [tcp ~ stn ~ dnp ~ dcr] ≈ [eps + se + em + iu]23

Desde esta perspectiva, regresando a la exploración de la Zona Metropolitana de Monterrey en su enmarcamiento sobre el concepto de la enversalitastelequia social urbana, es claro, al visualizar las tablas 1, 3 y 4, que su crecimiento territorial expansivo vinculado al concepto entelequia y a sus variables sustantivas que la representan, como se ha mencionado en los párrafos anteriores, comenzó en la década de 1940 a 1950, cuando Monterrey experimentó un crecimiento implosivo y explosivo muy importante que fue de 190 100 de habitantes a 375 000; agrupando en la metrópoli los municipios de Guadalupe y San Nicolás de los Garza, todavía con una tasa de crecimiento de 6%.

Tabla 3. Tasa de crecimiento decenal de la Zona Metropolitana de Monterrey, Nuevo León, México (1940-2000), y población al año 2020

años
Municipio metropolitano 1940-1950 1950-1960 1960-1970 1970-1980 1980-1990 1990-2000 Superficie (km2) Pob. 1990 Pob. 2020 Diferencia numérica Diferencia (%)
zmm 6.2 6.6 6.1 4.3 2.6 2.3 3 377 2 573.5 4,643 2069.5 0.554
Monterrey 6 5.7 3.9 2.2 -0.2 0.4 451 1 069.2 1,143 73.8 0.148
Guadalupe 11.7 15.5 7.5 3.8 2.3 119 535.6 643.1 107.5 0.0015
S. Nicolás 13.7 10.9 8.4 4.5 1.3 86.8 436.6 412.1 -24.5 -0.944
S. P. G. García 11.1 12.2 5.1 3.3 1.1 69.4 113 132.1 19.1 0.855
Sta. Catarina 8.3 6.2 3.3 986 163.9 306.3 142.4 0.535
Apodaca 6.7 11.7 9 184 115.9 656.4 540.5 0.176
G. Escobedo 12.4 9.8 8.8 207 98.2 481.2 383 4.9
Juárez 7.5 8.7 278 28 471.5 443.5 16.8
García 8 997 13.1 397.2 384.1 30.32
Suma 42.2 42.5 50.6 46.6 42.9 3 377 2 573.5 4,643
Tasa de crecimiento promedio 6 10.6 10.6 7.77 5.82 4.76 - - - - -

En la década 1950-1960 se da un giro centrífugo y se anexa el municipio de San Pedro Garza García, lo cual aumenta su tasa de crecimiento con respecto al período anterior, de 6 a 6.6%; sin embargo, hay que hacer notar que en el ámbito municipal se dan crecimientos diferenciados, pero hay disminución en el centro metropolitano de Monterrey y, en algunos casos, de los municipios que en ese entonces integraban la metrópoli. Llegaron a registrarse tasas de crecimiento que duplicaron a la existente en el periodo inicial; por ejemplo, San Nicolás de los Garza con una tasa de 13.7%, Guadalupe y San Pedro Garza García con tasas de 11.7 y 11.1% respectivamente y el conjunto metropolitano con un total de 42.5%, con un promedio de crecimiento de 6% por ciento en la década 1940-1950 y de 10.6% en la década 1950-1960, según se aprecia en la tabla 3.

Conforme se avanza en el tiempo-espacio, tiende a consolidarse el proceso de urbanización explicado con la teoría de las etapas de metropolización.24 La metrópoli de Monterrey, en el año de 1990, incorpora nueve municipios a la conurbación todos con diferentes tasas de crecimiento:25 el centro metropolitano de Monterrey con una tasa negativa de −0.2%, Apodaca con 11.7%, Escobedo con 9.8% y Benito Juárez con 7.5%; el conjunto metropolitano alcanza 46.6%, con un promedio general que asciende a 4.76%.

En cuanto al índice porcentual de urbanización (iu),26 para el año de 1990 los municipios de Monterrey, Guadalupe y San Nicolás de los Garza llegan a 41.5, 20.81 y 16.96% respectivamente. Son los más altos de entre todos los municipios metropolitanos; así, el conjunto de la metrópoli, en cuanto al iu, alcanza un total de 80.231% y un promedio general de 8.91%.

Para el año 2000 se modifican los índices porcentuales de urbanización, pero los municipios de Monterrey, Guadalupe y San Nicolás de los Garza continúan con el mayor iu, ahora con 34.25, 20.66 y 15.31% respectivamente. Siguen siendo los más altos de entre todos los municipios que integran la metrópoli.

El conjunto metropolitano, en cuanto al iu, alcanza un total de 70.444% y un promedio de 7.82%; según se indica en la tabla 4. De este modo, el conjunto metropolitano, en cuanto al índice porcentual de urbanización, logra un total de 80.231% y un promedio de 8.91%.

Tabla 4. Índice porcentual de urbanización basado en la población

Años
Municipio Superficie (km2) Pob. 1990 Índice de urbanización Pob. 2000 Índice de urbanización Pob. 2020 Índice de urbanización
zmm 3 377.08 2 573.5 1 3 243.5 1 4 643 1
Monterrey 451.3 1 069.2 41.5 1 111 34.25 1 143 24.61
Guadalupe 118.73 535.6 20.81 670.2 20.66 643.1 13.85
S. Nicolás 86.8 436.6 16.96 496.9 15.31 412.1 0.08
S. P. G. García 69.4 113 0.43 126 0.038 132.1 0.028
Sta. Catarina 985.5 163.9 0.063 227 0.069 306.3 0.065
Apodaca 183.5 115.9 0.045 283.5 0.087 656.4 14.13
G. Escobedo 207.05 98.2 0.38 233.5 0.071 481.2 10.36
Juárez 277.8 28 0.038 66.5 0.02 471.5 10.15
García 997 13.1 0.005 29 0.008 397.2 0.085
Totales 80.231 70.444 73.358
Promedio 8.91 7.82 8.15

Con todas estas características en cuanto a la forma en que se ha generado el crecimiento poblacional y en cuanto a los diferentes usos del suelo en el territorio de la metrópoli de Monterrey, desde su año base de 1940 hasta el año 2022, queda evidenciada, como se muestra en la tabla 5, la manera en que se ha gestado la dinámica de esta concentración-dispersión que parte del centro metropolitano, con una orientación hacia los cuatro puntos cardinales de la periferia mediática de Monterrey, como se muestra en el mapa 3. También es necesario subrayar la forma en que el proceso de urbanización, explicado mediante la teoría de las etapas de metropolización, ha avanzado territorialmente a lo largo de los años, incorporando procesalmente cada vez un mayor número de municipios adyacentes al centro metropolitano, aunque sin el debido equilibrio funcional, sin una orientación de crecimiento planeada y sin la dosificación adecuada de los diferentes usos del suelo que integran el territorio.

Tabla 5. Incorporación de municipios al centro metropolitano de Monterrey (1940-2020)*

Año Población en miles Superficie del área urbana bruta en hectáreas Densidad urbana bruta en hectáreas Número de municipios conurbados
1940 190.1 ND ND 1
1950 375 4 774 79 3
1960 708.3 ND ND 4
1965 850.7 7 630 111 7
1970 1 281 13 000 99 7
1980 2 001.5 ND ND 8
1985 2 521 36 090 70 9
1990 2 573.5 ND ND 9
1995 2 988 42 536 70 9
2000 3 243.5 56 677 57 9
2020 4 643 ND ND 91*

Incluso ha quedado demostrado que en el ámbito interno de las ciudades, particularmente del sur global, existen variables intervinientes que las conducen evolutivamente por procesos urbanos espacio-tiempo transformacionales y diferenciados (Lefebvre, 1980: p. 44), lo que las hallevado a transfigurarse en esos espacios sui géneris conocidos como metrópolis.

Entre otras muchas cosas, dichas ciudades metropolitanas, como se ha demostrado con las exploraciones del apartado anterior, se caracterizan por poseer un dinamismo demográfico creciente e irreversible, el cual indefectiblemente tiene impactos progresivos en la expansión iterativa de sus diferentes usos del suelo y, sobre todo, en la delimitación perimetral de sus linderos territoriales de orientación periférica, en donde, por una deficiente elaboración de los instrumentos vinculados a la planeación espacial, se yerra con la organización, así como con la dosificación equilibrada de los diversos usos del suelo existentes en el locus typicus, por haber aplicado instrumentos y estrategias de política pública parciales e insuficientes, precisamente, a los procesos espaciales asociados a este crecimiento territorial y expansivo urbano, donde la población tiende a dispersarse en forma horizontal y multidireccional, como se mencionó anteriormente y se aprecia en el mapa 3: esto es, sin un control orientativo gubernamental eficiente, eficaz y efectivo (eee).27

Conclusiones

Con las explicaciones teórico-conceptuales y evidencias estadísticas expuestas en el apartado anterior ha quedado demostrado, por lo menos en Monterrey, Nuevo León, la existencia de las fuerzas centrípetas de cohesión y las fuerzas centrífugas de expansión territorial, las cuales han ejercido una influencia determinante en la cohesión espacial al inicio de la conurbación y expansión en los usos del suelo con una orientación adyacente al centro metropolitano de Monterrey, que está vigente hasta nuestros días.

El crecimiento territorial y expansivo de orientación colindante para Monterrey se ha vinculado, en las argumentaciones teóricas aquí referidas, principalmente al sujeto urbano socializado ex nihilo, el cual, desde la perspectiva de esta investigación, es urbanodependiente de los satisfactores y de las prerrogativas que ofrece la ciudad y la ciudad metropolitana: el sujeto es abducido por lo urbano.

Todo esto, subsumido en la propuesta de un concepto al que se ha denominado como la entelequia social urbana, noción planteada que se visualiza en esta investigación inicialmente como una variable independiente (en la construcción de la hipótesis), interviniente y fundamental, de la evolución transformacional del territorio que lleva a un espacio urbano monocéntrico, una ciudad, a convertirse en otro muy diferente basado en un policentrismo diversificado, irreductible e imparable: una metrópoli.

Aún más, este concepto de entelequia social urbana, como se ha explicado en las figuras 2, 3, y 5, agrupa otras nociones que circunscriben y explican teóricamente lo referente a los conceptos propuestos en el marco de esta investigación: antropoemia social urbana, antropofagia social urbana y fuerzas centrífugas de expansión territorial, los cuales son considerados, desde esta óptica de investigación en proceso, indefectiblemente inherentes a la sociedad urbana contemporánea, la cual es una sociedad sui géneris que busca, como se alude en el párrafo anterior, a toda costa los satisfactores y las prerrogativas que solamente se ofrecen en lo urbano.

En este orden de ideas, seguramente queda clara la existencia de múltiples posiciones teóricas fundamentadas en exploraciones de corte cuantitativo y cualitativo, que tratan de explicar los porqués de la génesis de la ciudad y su conversión en una metrópoli con un crecimiento expansivo, sostenido y continuo, como se indica en las figuras 1 y 5.

Sin embargo, la evidencia empírica indica que esto no es un fenómeno fortuito. Justamente tendría que estar vinculado, entre otras muchas cosas, con una máxima explícita en cuanto a la aspiración humana de todos los tiempos: obtener, mantener y conservar un mejor lugar para trabajar, para vivir mejor, donde en general se desarrolle la familia en todos los ámbitos que la sociedad moderna en el tiempo-espacio-diferencial tenga la capacidad de ofrecer para el disfrute humano.

¿Dónde se encuentra este locus typicus que ofrezca los satisfactores reales para el disfrute del individuo y que incluya infraestructura disponible, equipamientos de seguridad, asistencial, educativo y, sobre todo, fuentes diversas de trabajo? Claramente sería en lo urbano, en la ciudad, donde existen esos satisfactores buscados; allí, como se ha mencionado anteriormente, estas espacialidades tienen componentes específicos (económicos, territoriales, ambientales y otros) que las definen y las traducen en términos de los satisfactores y de las prerrogativas visualizadas como lugares muy atractivos para vivir, con múltiples expectativas para un desarrollo integral y para la posibilidad de acceder en la escala social y de replicarse en el territorio urbano. ¿Cuáles serían estos satisfactores y prerrogativas mencionadas?

Los indicadores demuestran que los satisfactores básicos buscados por los sujetos urbanos estarían conformados por los siguientes referentes:

  1. El referente económico: los sujetos residentes y aquellos que tienen la intención de migrar a la ciudad esperan encontrar una oferta diversificada de empleos en los sectores secundario y terciario, con el propósito de insertarse en la fuerza laboral del trabajo productivo; esto mediante el acceso a un empleo confiable que les proporcione una ocupación remunerada, decorosa y justa, la cual no sólo los provea de certidumbre ocupacional, sino también de un ingreso económico estable, seguro y digno como soporte individual y familiar.
  2. El referente vinculado a lo espacial, su sustentabilidad y sostenibilidad: aquí la expectativa del sujeto urbano está asociada a la esfera territorial sustentable con la confianza de que encontrará suelo urbano habilitado infraestructuralmente con los elementos básicos indispensables, como el agua potable, el drenaje sanitario, el drenaje pluvial y, en su caso, el gas natural; un lugar de asentamiento físico que respete la ecología y la naturaleza originaria y otro espacio dentro del territorio de la ciudad con posibilidad de acceder a él, donde sea posible la construcción de una vivienda como patrimonio familiar, como asiento definitivo y como la base del ciclo reproductor de la vida de los pobladores en la ciudad.
  3. El referente de la gobernabilidad: los sujetos esperan encontrar un locus typicus seguro: donde impere la democracia ciudadana participativa, donde las políticas públicas sean generadas y direccionadas a partir de las necesidades reales de los diferentes grupos sociales; donde los cuerpos de seguridad pública sean eficientes, efectivos y eficaces; donde se proporcione la ubicación estratégica del conjunto de los equipamientos de salud, de asistencia social, lúdicos, de los servicios generales que prestan los gobiernos de la ciudad y del Estado para el uso y disfrute de todos y, sobre todo, donde sea posible transitar sin temor a ser agredido: en fin, un lugar seguro para el desarrollo de la personalidad del individuo, de la familia, de la matriz social de referencia y del ciclo reproductor de la vida del sujeto urbano ex nihilo (véase la figura 4).
  4. El referente social: la sociedad y los diferentes grupos sociales que la componen esperan contar con la posibilidad para construir procesalmente en el tiempo-lugar los elementos constitutivos del espacio antropológico; esto es, su referente identitario, histórico y relacional que menciona Marc Augé (2005:58).

Sin embargo, no todo es así en el espacio de la ciudad y la ciudad metropolitana. De esta visón enmarcada en los referentes indicados anteriormente, sólo queda el espejismo de lo urbano, porque, contradictoriamente a las expectativas vinculadas a la ciudad, aquí es donde surgen los desafíos clásicos de estas espacialidades territoriales, los cuales justamente están subsumidos en los cuatro referentes arriba citados. ¿De todo el espejismo de lo urbano qué queda? Los insatisfactores de lo urbano.

Primeramente, en cuanto a lo económico, la especialización funcional demandada en el sector secundario y terciario impide el acceso generalizado del sujeto al mercado de trabajo laboral, y no solamente eso: el individuo residente, en muchos de los casos y en virtud de sus deficiencias en la espacialización tecnológica, carece de acceso a un empleo-ingreso estable, remunerado y seguro, lo cual genera los altos niveles de desempleo propios de la mayoría de las concentraciones metropolitanas del sur global y seguramente del mundo conocido.

En segundolugar, en cuanto a lo vinculado a lo espacial, su sustentabilidad y sostenibilidad, lo que queda claro es que el suelo y sus satisfactores no son equitativos para todos, por lo que generan esa manifestación propia de la ciudad que involucra y ubica al sujeto en una marginación social y territorial y, en muchos de los casos, en una pobreza extrema, fenómeno que transforma contradictoriamente los satisfactores, las prerrogativas y la expectativa de apropiárselas en insatisfactores de todo tipo, por ejemplo:

  1. El suelo urbano al que se tiene acceso es vulnerable, comprometido espacial y ecológicamente: con infraestructura, equipamiento asistencial, educativo, de seguridad y servicios estatales y municipales no sólo insuficientes, sino en muchos casos inexistentes. Además, simbólicamente se da un cerco de acceso restringido y vigilado como el panóptico mencionado por Foucault (2010), lo que lleva a lo siguiente:
  2. La generación de zonas de marginación y de exclusión social (Bauman, 2010: p. 78);
  3. La pobreza extrema;
  4. El acceso limitado a vivienda con la infraestructura y los equipamientos adecuados;
  5. La cosificación del suelo (Harvey, 1979: p. 161; Arendt, 2002: p. 157);
  6. La degradación del medio ambiente por contaminación y la invasión descontrolada a la naturaleza originaria (Sousa, 2021: p. 27), adyacente a la zona periférica de la metrópoli;
  7. Por último, la aparición de lo que se ha llamado en otras investigaciones la antípoda de clase social.28

En tercer lugar, sobre la gobernabilidad, ésta se transforma en ingobernabilidad, ya que los grupos sociales marginados no son considerados en la democracia participativa: se olvida de incorporarlos en las políticas públicas y en la agenda de gobierno. La eficiencia, eficacia y efectividad de los cuerpos de seguridad son insuficientes: la inseguridad y la violencia son observadas con pasividad por las autoridades y en muchos casos éstas son parte de procesos de corrupción e impunidad institucionalizadas.

En cuarto lugar, sobre lo social, la matriz social ahí radicada adolece de la paz social buscada y de los elementos constitutivos del espacio antropológico identitario, histórico y relacional que menciona Marc Augé (2005: p. 58). Entonces, ceteris parivus, el sujeto urbano ex nihilo continuará acumulando paulatinamente, en lo más profundo de su ser, la simiente de la entelequia social urbana en el primer y segundo contacto, según se explica en la figura 2, en donde, dentro de ese transcurso evolutivo transformacional de la ciudad se activaran las fuerzas centrífugas de la expansión territorial para generar la invasión iterativa de la naturaleza originaria mediante los procesos de la antropoemia y de la antropofagia social urbana, aquí considerados como inherentes en la evolución urbana ad perpetuam, la cual tiende proclivemente a convertirse en una sociedad autófaga (Jappe, 2019, p. 19) que se define y se acerca cada vez más al mundo al revés:

“El mundo al revés es una sociedad: a) En la que el intermediario suplanta al productor (trabajador) y al creador (artista, inventor, productor de conocimientos e ideas) [y] en la que se puede enriquecer a su costa recogiendo los resultados de sus actividades; ¿quiénes son estos intermediarios? El capitalista activo o rentista; b) En la que el Estado, que debería servir al conjunto de la sociedad y difundir en ella la capacidad de organización y su racionalidad, llega a originar precisamente lo contrario: refuerza la explotación del conjunto de la sociedad; c) En la que la burocracia puede adquirir intereses propios y los medios para servirlos, en la que la competencia y el saber son los medios de selección de esta burocracia; d) En la que el efecto se considere causa, en la que el fin se convierte en medio y el medio en fin”. Marx (Lefebvre, 1980: pp. 107-108).

Finalmente, los escenarios espaciales de crecimiento expansivo, control y planeación pronosticados para lo urbano, y en particular para el ámbito de la esfera metropolitana, si todo sigue constante, no son muy alentadores. Los problemas acumulados en estas zonas continuarán agravándose, aunque se encuentren conceptos (como el de la entelequia social urbana) que lo expliquen.

Aquí la tarea pendiente sería algo más que detener la inercia del crecimiento implosivo y expansivo de estos espacios sui géneris —el derecho a la ciudad y el derecho a la vida urbana (Lefebvre, 2017: p. 13)— para las nuevas generaciones y sus ciclos reproductivos, lo cual subsume indefectiblemente la demanda de suelo urbano. Es una prerrogativa justa e inalienable de una sociedad libre y democrática.

Por último, es necesario subrayar que lo presentado no es una visión espacial fatalista de pronóstico; por el contrario, se trata de avanzar en el conocimiento y entendimiento sobre la planeación de los procesos urbanos, incorporando una mayor dosis de información teórica comprehensiva29 que permita generar los lineamientos pertinentes para el diseño de mecanismos de planeación espacial adecuados que equilibren, dosifiquen y compatibilicen el modelo de oferta territorial del Estado con el modelo de demanda sentida de los grupos sociales de referencia (el binomio perfecto: Estado-sociedad), a fin de combatir justamente el mundo al revés y la característica autófaga que permea a la sociedad urbana. Dicho modelo en otras investigaciones ha sido denominado modelo de planeación de alteridad.30

Diagrama 1. Modelo esquemático de planeación de alteridad

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Aquí queda como avance, en el diagrama 1, una propuesta muy preliminar de los lineamientos para la modificación a este modelo de alteridad. Esto permitirá regresar en próximas investigaciones a la puntualización de los mecanismos y de las estrategias de planeación fundamentales para el espacio urbano.

Referencias

Arendt, H. (2002). La condición humana. Barcelona: Paidós.

Augé, M. (2005). Los no lugares: Espacios del anonimato. Barcelona: Gedisa.

Banchs, M., Agudo, G. A. y Astorga, L. (2007). Imaginarios, representaciones sociales y memoria social. En A. Arruda y M. de Alba, Espacios Imaginarios y Representaciones Sociales: Aportes desde Latinoamérica (pp. 47-95). España: Anthropos.

Bauman, Z. (2009). Modernidad líquida. México: Fondo de Cultura Económica.

Bauman, Z. (2011). La sociedad sitiada. México: Fondo de Cultura Económica.

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