IV. Rasgos sociodemográficos de la gentrificación inmobiliaria en el centro metropolitano de Monterrey, Nuevo León, México, Mario Alberto Jurado Montelongo y Rebeca Moreno Zúñiga
Dimensions
IV. Rasgos sociodemográficos de la gentrificación inmobiliaria en el centro metropolitano de Monterrey, Nuevo León, México
Mario Alberto Jurado Montelongo*
Rebeca Moreno Zúñiga**
DOI: https://doi.org/10.52501/cc.063.04
Resumen
El propósito de este escrito es analizar algunos cambios sociodemográficos relacionados con las transformaciones urbanas que se han desarrollado en el centro histórico de Monterrey. La vuelta al centro del capital inmobiliario se ha construido a lo largo de varias etapas impulsadas por dos grandes momentos: primero, mediante la producción de las condiciones del cambio y, posteriormente, por el arribo de este capital bajo una específica forma espacial. Durante el proceso y al final de él fueron llegando nuevos residentes al centro de la ciudad, los cuales clasificamos en dos tipos: los que arriban impulsados por las ventajas de la centralidad en la Zona Metropolitana de Monterrey (zmm), que ha crecido de forma extensa y dispersa, y los recién llegados, que buscan esta centralidad también, pero residiendo en las nuevas torres de departamentos de usos mixtos. Encontramos que, al igual que en otros estudios, el grupo de los nuevos residentes contiene ciertas características sociodemográficas esperadas, pero, a la vez, con rasgos relacionados con la particularidad histórica del caso que analizamos.
Palabras clave: gentrificación, redensificación, centro, capital inmobiliario.
Introducción
En este escrito planteamos que el proceso de la gentrificación en el centro histórico de Monterrey, se fue construyendo desde la década de 1980 y actualmente ha culminado con el apoyo gubernamental a la inversión inmobiliaria financiera, plasmada por medio de torres de departamentos y de usos mixtos. Durante este proceso se toman en cuenta las principales obras de transformación urbana, que, a pesar de que estaban justificadas para otros fines manifiestos, también representaron las bases que las autoridades y capitalistas construyeron con el fin de transformar esta zona en una modalidad local de gentrificación. El segundo aspecto de este escrito está relacionado con una de las características de la gentrificación: la llegada de nuevos pobladores de más altos niveles educativos. Por el tipo de crecimiento urbano y el tamaño de la zona metropolitana, uno de estos tipos de pobladores nuevos no está relacionado directamente con las políticas de transformación urbana, mientras que el otro aparece en la escena debido a esta modalidad de gentrificación muy relacionada con las torres de departamentos de usos mixtos.
¿Qué es la gentrificación? Desplazamiento y sustitución
Este concepto caracteriza y sintetiza la naturaleza de las gestiones de transformación urbana que se están desarrollando en las grandes ciudades, principalmente en los centros metropolitanos.1 El tipo de gestión se apoya en la inversión inmobiliaria y financiera como actor preponderante en el cambio. Para poder contar con este apoyo, los gobiernos construyen una normativa y un discurso que no solamente posibilita, sino que también busca legitimizar el papel de este actor frente a la sociedad. Una característica de este proceso es que se desarrolla en zonas urbanas supuestamente decadentes, abandonadas y deterioradas, donde viven residentes de bajos ingresos (originalmente se hablaba de barrios obreros, como dándole un carácter de clase, pero actualmente se hace énfasis en la diferencia de estatus socioeconómico entre los viejos residentes y los nuevos).2 Este deterioro, abandono y supuesta decadencia se deben, por una parte, al ciclo de vida de los centros metropolitanos (Díaz, 2011) y, por otra, a la especulación inmobiliaria. Su explicación ideológica se ha convertido en un componente de un paquete de argumentos que buscan justificar la inversión inmobiliaria y financiera, así como las intervenciones urbanas en los centros históricos.3 Durante esta transformación urbana los residentes pobres tienen que abandonar, o son desplazados de, su área residencial. En términos generales, primero existe un proceso de desvalorización del suelo urbano;4 posteriormente, una revalorización impulsada por la inversión pública y privada; finalmente, el aprovechamiento de este proceso que genera una renta en el suelo y que ha sido bautizada como rent gap o diferencial de la renta entre la actual y la potencial (Smith,1996). Como parte necesaria de este proceso están el desplazamiento y sustitución poblacional mencionados anteriormente.
¿Cuáles son las condiciones que permiten el desplazamiento? Uno de los elementos es la debilidad política de los habitantes de la zona, quienes, por su situación de población mermada y envejecida, no podrían presentar una resistencia significativa ante los cambios (Díaz, 2011).
Otra característica es la gran presencia de vivienda en alquiler, la cual permite a sus propietarios negociar con el capital inmobiliario y expulsar a sus inquilinos. En este sentido se impone una visión de la vivienda como una mercancía, principalmente, y no como un derecho social.
Para que esta gentrificación tenga más posibilidades de resultar exitosa, también es importante que existan zonas vecinas con ciertas características específicas. El uso potencial de las áreas residenciales vecinas del área gentrificada radica en la posibilidad de migración de pobladores de bajos ingresos hacia una de estas áreas de más bajos alquileres. Otro tipo de vecindad adecuada para esta renovación es la que ofrece al probable nuevo residente del centro un mismo tipo de vivienda, pero con rentas más altas. Una sirve como amortiguador de la emigración, producto de la transformación urbana, de grupos de residentes afectados; la otra zona vecina, sirve de referencia para los probables nuevos residentes del centro renovado.5 Una zona mediatiza parcialmente los efectos negativos del desplazamiento y la otra potencializa la gentrificación al permitir un espacio amplio de maniobra a la especulación inmobiliaria.6
Cada una de estas partes del proceso se ha complejizado. Por ejemplo, el desplazamiento de los habitantes pobres ha sido analizado como exclusión social, sin desplazamiento físico y directo, pero sí económico y social. Esto se debe a que la zona transformada se vuelve más cara, ya que los precios por metro cuadrado de construcción y las rentas de vivienda y comercio se vuelven inaccesibles a un gran sector de la población. En este sentido, por falta de acceso, se da un desplazamiento. Otra manera de ver el desplazamiento (la que se detectó en los primeros estudios sobre gentrificación) fue la relacionada con los desalojos directos de pobladores, ya sea que no hayan podido pagar las rentas altas que se empiezan a presentar en el vecindario o por cuestiones de expropiación, ventas de casas de alquiler por el propietario al inversionista, entre otras estrategias de desalojo. En estos casos los inquilinos tienen que abandonar el barrio debido al acoso inmobiliario (Díaz, 2011).7 El desplazamiento tampoco tiene una periodicidad predeterminada: puede desarrollarse antes de la inversión inmobiliaria, mientras que se formulan y se empiezan a aplicar las políticas urbanas gubernamentales o después de la intervención del capital financiero. Dentro de las modalidades de desplazamiento sin expulsión, también la zona puede sufrir una sustitución de tipos de servicios relacionados, por ejemplo, con restaurantes, tiendas de ropa, hostales, lo cual cambia el tipo de consumidor y reduce los lugares de consumo de los residentes antiguos, por lo que prevalecen los de residentes nuevos o de turistas que visitan la zona (J. Díaz, 2015). Así, los pobladores antiguos pierden relevancia en la vida económica, cultural y social de la zona. Es decir, están semiexcluidos dentro de su propio hábitat urbano (Rodríguez, 2020). Dependiendo de la magnitud del proceso de desplazamiento y sustitución, los efectos sociales pueden ser múltiples porque afectan formas de vida, arraigos sociales, vidas comunitarias, redes sociales al interior de los barrios, tejido y cohesión social, entre otros aspectos.
El capital inmobiliario y la financiación
Detrás de las formas de la gentrificación existe un proceso de sobreacumulación de capital, que refleja la existencia de un capital excedente que busca expandir su presencia espacial y que encuentra en el sector inmobiliario el ideal para su reproducción ampliada8.
El ámbito espacial es global, así como también los capitales. Con ello se reinicia un proceso de acumulación de capital que, dice Harvey (2004), está basado en una acumulación por despojo, debido a que se desarrollan estrategias de desplazamiento o exclusión de población y expropiación de activos culturales para su comercialización, como el conocimiento, costumbres, rituales culturales, patrimonios culturales y arquitectónicos, lugares, entre otras estrategias de despojo. Para el logro de estos fines, se necesita la participación del Estado, que garantiza la legalidad de este despojo y busca un discurso legitimador que fortalezca la propuesta del capital, para con ello convencer a los actores principales y así evitar o disminuir el impacto de un conflicto social. Una de las formas de construir este discurso de legitimación es mediante la creación de planes de desarrollo, documentos rectores sobre las reglas que se aplicarán para el impulso de la inversión inmobiliaria.
La forma en que la inversión inmobiliaria logra captar el diferencial de la renta del suelo es la financiera. La literatura acerca de la financiación de las renovaciones urbanas menciona que no existe una sola modalidad y que el tipo de financiación de los países desarrollados no necesariamente se impone en los países no desarrollados o en vías de desarrollo, es decir, no hay una financiación dependiente (Delgadillo, 2021; Sokoloff, 2019). En realidad, cada país tiene sus formas específicas de afrontar el financiamiento y los instrumentos bursátiles que se utilizan para la edificación y gestión de la renovación.9
Delgadillo menciona que en la actualidad el suelo urbano, los bienes inmobiliarios, hasta los créditos hipotecarios se han constituido en depósitos de activos financieros (Delgadillo, 2021: p. 3) Funcionan como si fueran acciones bursátiles y así se evitan los trámites frente a las notarías públicas y los registros de propiedad, por lo cual resulta más importante su valor virtual que el físico o su valor de cambio más que el de uso (Daher, 2013).
En un contexto de mayor globalización, urbanización de la economía y mayor conectividad debido a la tecnologías de la información, la dinámica económica se estructura alrededor del sector financiero (Mattos, 2016) y las inversiones de este capital en el sector inmobiliario se efectúan atendiendo a lo que algunos consideran la circulación del capital en un mercado financiero separado de la economía real (Delgadillo, 2021)10
Desafortunadamente las implicaciones de esta movilidad virtual del capital financiero son reales, urbanas y barriales. Afectan las infraestructuras de la ciudad, el medio ambiente y a sus habitantes en los lugares donde se asientan los proyectos inmobiliarios.
Las modalidades espaciales de la gentrificación en centros metropolitanos
Existen distintas formas de impulsar la gentrificación en los centros metropolitanos. La que más sobresale es la relacionada con una renovación urbana, pues promueve una rehabilitación de la zona histórica respetando el patrimonio arquitectónico y cultural (Leyva, 2015). En este tipo de renovación se reutiliza lo ya construido y se rescatan los detalles arquitectónicos y urbanos de la zona, respetando el trazado vial original. Esto rehabilita también el espacio público construido y sus referentes históricos, con el fin de evitar su destrucción y buscar la preservación. La construcción de la gentrificación y de la elitización se basa en la valorización del patrimonio histórico del barrio o, en este caso, del centro metropolitano. El cambio tal vez se da en el tipo de uso urbano que predomina en las construcciones antiguas. En este sentido crecen los usos comerciales y de servicios sobre los residenciales. A pesar de la importancia que tienen los usos del suelo no habitacionales, llegan nuevos residentes que conviven con algunos de los residentes antiguos que no pueden o no quieren trasladarse a otras zonas más residenciales, a pesar de los efectos no deseados de la combinación de los usos del suelo comercial, de servicios, industrial y residencial. Para estos nuevos residentes, el ruido, el tráfico, la lucha por el espacio y el ajetreo de los visitantes, comerciantes y restauranteros no representan una molestia considerable que les impida vivir en esta zona transformada (Schlack y Turnbull, 2011). En realidad, buscan aprovechar las ventajas de la centralidad en una ciudad que ha crecido de forma dispersa y extendida, además de las actividades culturales y recreativas que predominan o que se empiezan a desarrollar en la zona. Potencialmente la zona rehabilitada se vuelve atractiva para la inversión económica y crecen las ofertas de servicios turísticos y exclusivos. Se da un proceso de sustitución de los tipos de uso del suelo; crecen los consumidores de más altos ingresos debido a la existencia de tipos de negocios más exclusivos. En esta modalidad predomina el reciclaje de las construcciones antiguas. Es como una gentrificación simbólica, porque está más interesada en explotar económicamente el patrimonio histórico, arquitectónico, social y cultural de la ciudad.
La otra modalidad es la que llamamos gentrificación inmobiliaria, la cual está basada en asegurar que las condiciones de los inversionistas inmobiliarios se cumplan para que puedan invertir y transformar la zona. Tanto gobierno como inversionistas buscan acondicionar los espacios del área para llevar a cabo los intereses del capital financiero. Regularmente el método seguido es la destrucción de una parte del espacio para construir uno nuevo, regido por estos intereses.11 Junto a la destrucción se van construyendo las condiciones legales para la intervención. Son importantes no solamente las nuevas construcciones, sino las transformaciones del espacio público. Es interés de estos actores modernizar el espacio, borrando lo antiguo para generar un espacio nuevo que se articule comercial, cultural y económicamente con los proyectos de vivienda vertical que construye el capital inmobiliario. Por esta búsqueda de grandes inversiones que detonen económicamente a la zona, se vuelve necesario impulsar la disponibilidad de lotes grandes para la inversión.12 Para ello sucede lo que algunos llaman acoso inmobiliario, caracterizado por diferentes estrategias que buscan liberar terrenos, ya sea mediante la compra agresiva, ofreciendo pagos por metro cuadrado de superficie más alto que las tarifas del mercado de la zona13 o negociando con el propietario acuerdos que lo lleven a formar parte del proyecto inmobiliario, además de la estrategia seguida por algunos gobiernos: la expropiación de terrenos bajo la justificación de una obra pública e interés general. Esta modalidad es más violenta que la anterior y el desplazamiento de residentes es más directo. Al igual que en la anterior modalidad llegan nuevos residentes que se instalan, sin embargo, en las construcciones nuevas, modernas y regularmente del tipo de vivienda vertical. Ambas formas representan tipos ideales y no se manifiestan de manera pura. En ocasiones conviven las dos, no sin contradicciones, tensiones y límites por la prevalencia de una sobre otra.14 Pero existen coincidencias entre las dos modalidades relacionadas con los estilos de vida de los residentes que buscan, ante los cambios, vivir en el centro histórico de la ciudad y la comercialización del patrimonio y prácticas culturales.
La llegada de nuevos residentes
Antes de la transformación urbana, y producto de varios fenómenos sociales y urbanos, el centro metropolitano adquiere importancia para ciertos grupos de clase media. Jóvenes profesionistas que inician su trayectoria laboral con bajos salarios buscan lugares de renta baja y la encuentran en el centro de la ciudad, estudiantes foráneos pagan renta en esta zona porque pueden aprovechar la centralidad y tener rápido acceso a las escuelas y a los lugares de consumo, artistas y artesanos encuentran la zona atractiva para encontrar o emprender un trabajo acorde a sus intereses. Con el tiempo estos jóvenes, que tienen cierto estilo de vida y expectativas muy relacionadas con los efectos de un mercado laboral precario, logran construir un espacio de vida cultural y de consumo. Por una parte, empiezan a mezclarse con los clientes habituales en establecimientos tradicionales y populares, como en las taquerías, salones de baile, cantinas, peluquerías, mercados, entre otros tipos de establecimientos, y, por otra, pequeños inversionistas o emprendedores buscan desarrollar proyectos relacionados con las expectativas culturales y de consumo de estos nuevos habitantes, tales como restaurantes veganos, barberías, tiendas de ropa, peñas musicales, ventas de productos naturales y orgánicos casa por casa, panaderías artesanales, etcétera. A los de este primer grupo que antecede a la transformación se les ha llamado preservacionistas sociales (Mérida, 2021), grupo bisagra (Díaz, 2015) y carne de cañón (Zamorano, 2019). Por su baja capacidad económica o por un determinado estilo de vida preservacionista, este grupo busca habitar o desarrollar sus actividades en viviendas tradicionales y antiguas. En este nuevo residente existe una idealización del barrio y de su comunidad que lo lleva a defender el patrimonio arquitectónico y cultural de la zona (Mérida, 2021). Aparecen grupos o redes sociales que impulsan una vida más sustentable y colectivos que promocionan el uso de la bicicleta como vehículo de traslado y de recreación o que buscan la transformación de un espacio más caminable, con más áreas verdes y huertos urbanos. Este primer grupo, con sus experiencias y vida social, construye involuntariamente, a veces, un capital cultural que puede ser valorizado económicamente por autoridades y el capital inmobiliario, de acuerdo con la teoría de la clase creativa (Peck, 2015). Sucede este proceso comentado en la literatura especializada: la mercantilización de los bienes y prácticas culturales.
Así, la transformación urbana continúa bajo cualquiera o con las dos modalidades mencionadas en el apartado anterior y con ello se mantiene el proceso de desplazamiento de residentes de más bajos ingresos, como ya se comentó. Lo nuevo, en este caso, es la presión que empieza a sentir el grupo de nuevos residentes preservacionistas, sobre todo los de menores ingresos, ante la llegada de capital financiero que invierte en vivienda, comercio y servicios. Estas inversiones y proyectos estatales alteran el mercado inmobiliario, que empieza a aumentar el alquiler de la vivienda y con ello impulsa el desplazamiento residencial de estos artistas, artesanos, estudiantes pobres y pequeños emprendedores que buscan en zonas aledañas de más baja renta su nueva residencia. Entonces se produce el fenómeno del gentrificador-gentrificado o supergentrificación (Ley, 2003).
El segundo grupo que empieza a residir en el centro histórico es de mayor nivel económico, y Contreras (2012) menciona que existen dos posturas generales que tratan de explicar las causas por las cuales los sectores de mayores ingresos buscan residir en las partes centrales de la ciudad. La primera causa sería una transformación espacial relacionada con una inversión financiera que busca ganancias en sectores deteriorados o propios y adaptables a los cambios en el mercado inmobiliario de la zona. Esto impulsaría la llegada de residentes o habitantes con mayor avidez por el consumo cultural, gastronómico y de oferta farandulera. El tipo de alojamiento ocurriría en vivienda nueva y de altura, en menor medida con el reciclaje de vivienda antigua. Para Mérida (2021) este segundo grupo busca materializar en ganancias la vida cultural, gastronómica y turística del barrio. Así, la mirada del gentrificador está puesta en el futuro, mientras que el preservacionista social mira al pasado real o idílico (Mérida, 2021: p. 296).
Del lado de la demanda, la segunda postura relaciona los cambios socioespaciales con grupos sociales que buscan vivir en el centro de la ciudad, teniendo dos argumentos posibles: por una parte, algunos verán el centro como un lugar de espacios de proximidad, mientras que, por otra, para otros funcionará como espacio abierto o utilitario (Authier, 2007).
Si se ve el enfoque desde la oferta y la demanda de forma simultánea, tenemos un análisis de clase media, de tal manera que podemos agrupar en ella a diferentes miembros de esta clase con distintas características, como las ocupaciones, y ubicarlos en un rango de ingresos muy amplio, pero con ciertas coincidencias en el perfil de consumo cultural. Las diferencias en los estilos de vida llevan a uno de los grupos de la clase media a ubicarse no en departamentos nuevos y cerrados sino en casas antiguas que buscan remodelar o acondicionar a su gusto. Por eso dice Contreras (2012) que la población que llega a los barrios que tienen una cierta riqueza histórica y patrimonial le impone al territorio sus cánones físicos y estéticos. Son un grupo de la clase media que no busca mezclarse con la población que vive o trabaja en el centro. Este sector se asocia y organiza15 con el fin de demandar y contribuir con la transformación integral del centro histórico, en el caso latinoamericano, buscando el apoyo del Estado. No basta, según ellos, realizar una rehabilitación de edificios, parques y calles históricas, sino que también es necesario tomar medidas que disminuyan los hechos delictivos (Zamorano, 2019), desaparezcan ocupaciones indeseables, bajen la contaminación auditiva y visual y mejoren la limpieza de las calles y banquetas, por nombrar algunas de las demandas (J. Díaz, 2015).
También hay cambios sociodemográficos que impulsan esta transformación y que regularmente toman en cuenta los promotores inmobiliarios para incentivar las ventas de departamentos:
La explicación de la penetración de nuevos habitantes en los barrios centrales también debe buscarse en los cambios sociodemográficos y culturales de los últimos años, entre éstos: reducción del tamaño del hogar, necesidad de los jóvenes de seguir estudiando, de retrasar el matrimonio, los hijos; la vulnerabilidad económica y laboral de jóvenes y adultos profesionales y la incorporación de las mujeres al trabajo (Contreras, 2012: p. 26).
El caso del centro histórico de Monterrey
Desde 1980 el centro de la ciudad de Monterrey ha sufrido varias transformaciones urbanas que han sido documentadas y analizadas por diferentes escritos académicos. Los temas han sido los siguientes: Barrio Antiguo (Cabrales, 2000; Salgado, 2006; Prieto, 2016), La Macroplaza y Paseo Santa Lucía (Prieto, 2011; Sánchez, 2019; Melé, 2006; Escamilla, 2014; Moreno, 2016), patrimonio arquitectónico (Casas, 2012; 2015; Melé, 2006; Flores, 2011), uso del suelo (Fitch, Iga y Murgía, 2007; Sandoval, 2009), entre otros. En este texto consideramos estas transformaciones a la luz del concepto de gentrificación, en este caso, inmobiliaria. Este concepto nos permitirá sintetizar, comprender y encuadrar el sentido de estas renovaciones urbanas.
En el caso de Monterrey, primero con el gobernador Martínez Domínguez, se buscó que el capital invirtiera en el centro para así lograr formar el distrito central de negocios de la ciudad. Después, en el año 2007, el gobernador Natividad González buscó que el capital inmobiliario invirtiera en el centro metropolitano para así generar un medio ambiente urbano que fuera atractivo para la llegada a la ciudad del trabajador típico de la llamada sociedad del conocimiento, pensando en el perfil del trabajador de las tecnologías de la información.
Los cambios se han estado dando de forma paulatina. El espacio público de la zona ya ha sido transformado debido a la Macroplaza (Sánchez, 2019), el paseo Santa Lucía (Moreno, 2016), el Barrio Antiguo (Prieto, 2016) y el Parque Fundidora. Faltaban los cambios en el sector habitacional, comercial y de servicios, comandado por el capital inmobiliario y financiero, y apoyado sin restricciones por las autoridades locales y estatales, mediante planes de desarrollo y programas de atracción de la inversión inmobiliaria, como el Desarrollo Orientado al Transporte (dot) y el Programa Parcial de Desarrollo Urbano Distrito Purísima-Alameda. Los proyectos de verticalización habitacional de usos mixtos resultaron el producto de transformación que logró capitalizar y valorizar las renovaciones urbanas mencionadas, aprovechando la estigmatización del centro. La verticalización residencial inició con la construcción de una torre de departamentos llamada La Capital, ubicada a orillas del canal Santa Lucía, en el año 2012.16 Actualmente se potencializó y aceleró el proceso de construcción de torres en el centro metropolitano a raíz del programa municipal Renacentro durante la gestión del presidente municipal Adrián de la Garza (2019-2021).17 Como observamos en la figura 1, a principios del año 2022 existían alrededor de 37 Torres proyectadas, entre ellas algunas ya terminadas.
Adicionalmente, junto a la desregulación de los usos del suelo, también se han estado realizando obras legitimadoras que ideológicamente se basan en construir espacios sustentables y que tratan de aumentar la movilidad peatonal y de vehículos no motorizados, como el proyecto de calles completas que busca proporcionar mayor espacio al peatón al reducir el número de carriles, ampliar las banquetas y arbolar mínimamente estas banquetas. Focalizadas solamente en algunos tramos de seis calles, estas calles completas han tenido un éxito relativo, ya que han ayudado a una circulación más cómoda del peatón, pero sin incentivar el uso de la bicicleta y con una arborización muy limitada y sin mantenimiento, cosas que eran parte de los objetivos que formalmente se pretendían lograr.18 El discurso que fundamenta estas obras forma parte de los recursos mercadotécnicos, relacionados con la promoción de un cierto estilo de vida sustentable y, por lo tanto, loable, que utilizan los promotores para impulsar la construcción de torres de departamentos.
La mayoría de las torres de usos mixtos que se instalaron y se van a construir se encuentran en la parte sur del centro de la ciudad, donde originalmente residían las familias de más altos ingresos a inicios del siglo xx.
Figura 1. Torres de usos múltiples en el centro de la ciudad de Monterrey
Es decir, la propuesta de las torres no es instalarse en las zonas más deterioradas y abandonadas del centro, como se argumenta en los planes de desarrollo urbano. Estas inversiones se están instalando mayoritariamente en una zona del centro (suroriente y surponiente) que tiene las mejores infraestructuras y servicios y donde existen menos viviendas deshabitadas,19 como notamos en la tabla 1 sobre el centro de Monterrey que está dividido en cuadrantes.20
Tabla 1. La distribución de la vivienda en el centro histórico de Monterrey, 2020
Cuadrante | Total viviendas | Viviendas habitadas | Viviendas particulares deshabitadas |
Suroriente | 1 815 | 1 436: 79% | 339: 18% |
Surponiente | 2 090 | 1 524: 73% | 402: 19% |
Norponiente | 2 658 | 1 671: 62% | 806: 30% |
Nororiente | 2 906 | 2 044: 70% | 786: 27% |
Total | 9 469 | 6 675: 70% | 2 333: 25% |
Por eso planteamos que las inversiones no tienen el sentido social de repoblar el centro, sino que buscan otros objetivos:
- Constituirse en una opción de vivienda cara cuya característica principal es su ubicación y su conexión hacia las grandes avenidas que conectan el centro con diferentes zonas de la ciudad que son apreciadas por los potenciales nuevos residentes, como San Pedro Garza García, el Tecnológico de Monterrey, entre otras. Estas zonas, además, ofrecen una opción con los mismos servicios internos, pero más barato que los departamentos que existen en estos sitios.21 Esta amplia diferencia de precios genera un gran margen para la especulación y refleja este propósito de aprovechar el diferencial de la renta del suelo. Se busca capitalizar un espacio que históricamente ha estado siendo estigmatizado, es decir, desvalorizado, frente a otros espacios de la metrópoli.
- Constituirse en una opción de renta y hospedaje ante el aumento de la población, de medianos y altos ingresos, que migra a Monterrey de manera temporal, ya sea para estudiar, para pasear o para trabajar. Las ventajas de instalarse en el centro es que estas torres están conectadas con los sitios turísticos de la ciudad más importantes, como el Parque Fundidora, el Paseo Santa Lucía y el Barrio Antiguo, además de que están bien ubicadas para los traslados hacia las diferentes zonas de la metrópoli.
- Por haber sido el sur del centro de Monterrey la zona donde vivieron las familias más privilegiadas de la ciudad a finales del siglo xix e inicios del siglo xx, los nuevos residentes de medianos y altos ingresos vendrían a habitar una zona que antaño fue pretendidamente elitista. En este sentido el volver al centro se constituye como una estrategia para revivir y fortalecer la segregación residencial en la ciudad.
- Los tres puntos anteriores están condicionados a que existan una serie de inversionistas que busquen comprar departamentos para rentar y nuevos residentes que decidan vivir de forma permanente en un departamento de este tipo. No obstante, las ganancias financieras estimadas por los inversionistas iniciales se pueden garantizar bajo el principio piramidal de conseguir compradores o inversores, independientemente del destino o el uso de los departamentos y oficinas en renta, de tal manera que, existe la posibilidad de que la construcción de una torre de departamentos y de uso mixto sea un éxito, a pesar de estar medianamente ocupada, con alta rotación residencial o casi vacía.22 Esto podría aumentar el acervo de viviendas en el centro histórico de Monterrey, sin disminuir el número de viviendas deshabitadas, debido a su uso temporal y a la sobreoferta de departamentos.
Asimismo, y a lo largo del proceso de gentrificación que ocurre en el centro, se observa una serie de actividades recreativas, artístico-culturales, así como comerciales y de servicios, llevadas a cabo por colectivos y promotores culturales, por lo cual se aprecian en la zona pequeños cafés, mercados de productos artesanales y orgánicos, talleres de serigrafía, escuelas de baile, creación de banquetas artísticas, entre otras (Moreno y Jurado, 2018; López, Rodríguez y Simental, 2021), todo lo cual se interpreta como una tendencia de crecimiento de nuevos tipos de negocios y establecimientos culturales que responden muy bien al consumidor típico de la gentrificación.
Tendencias sociodemográficas recientes en el centro histórico de Monterrey
De acuerdo con los datos provenientes de los censos de población y vivienda, durante el periodo 1990-2010, el centro de Monterrey, según como lo entendemos en este escrito, disminuyó en 50% el número de habitantes. Esta caída se debió al proceso de suburbanización periférica de la zona metropolitana, al crecimiento de la incompatibilidad de los usos del suelo en el centro (Sandoval, 2009), a la especulación inmobiliaria provocada por propietarios y gobierno local en el mismo centro y a la política de vivienda social del gobierno federal, que ubica los asentamientos de los trabajadores en la periferia y no en las partes centrales, entre otras causas. No obstante, durante la década de 2000 a 2010 el ritmo de abandono poblacional del centro de Monterrey empezó a disminuir debido a la llegada de nuevos residentes que espontáneamente empezaron a repoblarlo, aprovechando la existencia de un alquiler relativamente barato y de una centralidad espacial que permite una movilidad urbana cotidiana menos costosa en comparación con la existente en la periferia. Este fenómeno representó la primera oleada de nuevos residentes.
De 2010 a 2020, atendiendo a las cifras proporcionadas por el Censo de población y vivienda, ya no existió disminución de habitantes en el centro histórico (véase la tabla 2).
Tabla 2. Distribución de la población por cuadrantes 2010-2020
Cuadrante | Población en 2010 | Población en 2020 | Diferencia entre2020 y 2010 |
Norponiente | 5 566: 32.0% | 4 686: 26.6% | −886 |
Nororiente | 4 890: 28.1% | 5 144: 29.2% | 254 |
Surponiente | 4 480: 25.7% | 3 987: 22.6% | −493 |
Suroriente | 2 460: 14.2% | 3 782: 21.5% | 1 322 |
Total | 17 390: 100% | 17 599: 100% | 209 |
Durante este periodo empezó el proceso de verticalización de la vivienda en la zona. No obstante, todavía no existe una clara huella demográfica de esta verticalización, porque solamente 7 de 41 proyectos están terminados antes del 2020 y pocos tienen suficientemente tiempo construidos y habitados como para hacer un análisis detallado de sus efectos en el entorno urbano y su importancia en los cambios sociodemográficos que sucedieron en el centro durante esta última década. La segunda llegada de nuevos residentes apenas se está visualizando espacialmente. Ahora tenemos la posibilidad de avanzar en el perfil del habitante de las torres de departamentos de usos mixtos. Revisando los datos censales del 2020, referentes a las primeras torres de departamentos construida en la zona, llamada La Capital, tendremos unas primeras observaciones que nos permitan evaluar lo que dice la literatura sobre los nuevos residentes que llegan a un centro metropolitano, que ha sufrido ya una serie de renovaciones urbanas con los primeros residentes de las torres de departamentos, en este caso, del centro de la ciudad de Monterrey.
El hecho de que podamos tener datos censales estrictamente sobre los habitantes de un edificio en particular se debe a que La Capital se construyó en una manzana censal que estaba deshabitada en 2010 y que en 2020 solamente contenía esta torre de departamentos.
Para resaltar las características de los posibles nuevos habitantes, realizaremos una comparación entre los habitantes del centro histórico, con los residentes de La Capital. Así tendremos un perfil entre los que tienen más antigüedad como habitantes del centro y los recién llegados, que están residiendo en las torres de departamentos.
De acuerdo con la literatura sobre gentrificación, los nuevos pobladores responden a varias características sociodemográficas y culturales, entre ellas mayor juventud de los nuevos residentes; soltería, porque posponen planes de matrimonio; mayor nivel de escolaridad, por la necesidad de seguir estudiando y preparándose en un contexto de mercados laborales competitivos; mayor presencia de la mujer trabajadora, lo cual pospone la maternidad; menor tamaño del hogar; la necesidad de mayores ingresos para poder acceder a este tipo de vivienda cara, y otras características culturales relacionadas con estilos de vida cosmopolitas.
El caso de La Capital
Como se comentaba anteriormente, La Capital se compone de dos torres de usos mixtos que comprenden pocos negocios, como cafés, We work, entre otros. Existe una empresa en específico que renta la mayoría de estos departamentos, llamada Nomad Living, la cual también tiene presencia a nivel latinoamericano y ofrece sus servicios en diferentes torres de departamentos ubicados en Santiago, Chile; Bogotá, Colombia; Ciudad de México y Monterrey, México. Esta empresa, que nació en 2016, se define como “una plataforma inmobiliaria pionera en impulsar un nuevo estilo de vida dentro del negocio de bienes raíces residenciales en renta”.23 De acuerdo con la página web de la empresa, el negocio funciona con un inversionista que es el dueño del edificio y una empresa, Nomad Living, que administra las rentas, encargándose de la comercialización y operación de los departamentos. Esta empresa recurre al financiamiento de diferentes fuentes, como fondos privados y de pensión y desarrolladoras o aseguradoras que quieren invertir su dinero a largo plazo.24 Las tarifas mensuales de renta de departamentos de La Capital, a precios del 2022, varían entre $15 000 y $31 000 (https://www.nomadlacapital.com/floorplans.aspx. Consultada el 18 de octubre 2022).
De acuerdo a un funcionario de esta empresa, “los arrendatarios se quedan un promedio de dos años y medio por la calidad de servicio que ofrece Nomad Living y se van para dar el siguiente paso: regresar a su ciudad de origen, comprar su casa o porque la familia crece” (véase https://www.forbes.com.mx/vivienda-en-renta-la-mejor-opcion-de-inversion/. Consultada el 18 de octubre 2022).
La Capital se compone de dos torres: una exclusiva para rentas, que es la que administra Nomad Living,25 y la otra que tiene algunos propietarios que residen de forma permanente y otros que alquilan sus departamentos. De acuerdo con una entrevista realizada con un residente que paga renta, más de la mitad de los departamentos de la segunda torre son rentados, muchos de ellos por medio de la plataforma AirBnB. El número de departamentos de las dos torres es de 351 y, si todos estuvieran habitados, se podría pensar en aproximadamente 1 000 habitantes. No obstante, de acuerdo con la información extraída del Censo de Población 2020, solamente se tienen datos sociodemográficos de 124 residentes. De ellos haremos un perfil suponiendo que éste es un acercamiento para tener idea sobre qué cambios sociodemográficos se estarían desarrollando después de que la mayoría de las torres en el centro estuvieran habitadas. Para resaltar el perfil, realizaremos un contraste con las características de los demás habitantes del centro.
Lo que resalta inmediatamente en los datos relacionados con La Capital es el gran nivel de escolaridad que tienen los pobladores de este edificio: 17.7 años promedio de escolaridad frente a los 12.3 años promedio en el centro. La mayoría de los pobladores son profesionistas y reflejan lo que la literatura menciona sobre el nuevo poblador que sustituye al habitante tradicional cuando se da en el contexto de la gentrificación. En este sentido, la variable nivel de escolaridad está asociada a otros fenómenos, como el ingreso, el estilo de vida y características sociodemográficas.
Otra de las características que resalta la literatura de la gentrificación es la sustitución de población de edades mayores por nuevas generaciones jóvenes. En el caso de La Capital solamente 8% de sus residentes son mayores de 64 años,26 mientras que la mayoría se concentra en las edades relacionadas con la población económicamente activa (pea) (de los 124 residentes, 97 están ocupados laboralmente). El grupo de edad que predomina en La Capital está entre 28 y 40 años.27 Esto refleja un perfil de residente trabajador y, si lo combinamos con lo que se menciona en la publicidad de la empresa que renta los departamentos, la mayoría vive temporalmente en los departamentos, mientras atiende un trabajo en la ciudad o tiene planes de comprar casa y formar una familia. Por eso es que 40% de los residentes de La Capital son inmigrantes recientes, es decir, personas que cinco años atrás residían en otro estado de la república mexicana son nuevos inmigrantes de alta escolaridad, con gran capacidad de consumo y en empleos altamente calificados, pero residentes temporales.
Otro aspecto que hay que resaltar es la participación de la mujer en el trabajo. Primero, en La Capital la relación hombre-mujer es de 100 hombres por cada 100 mujeres, algo claramente diferenciado del perfil masculinizado del habitante del centro, que es de 115 hombres por cada 100 mujeres; segundo, la tasa de participación económica de la mujer es de 78%, completamente diferente a las tasas femeninas prevalecientes en el centro, que son menores a 50%.
No obstante, en La Capital encontramos un dato que no responde al perfil del nuevo residente, relacionado con la gentrificación de los centros históricos: el número de ocupantes por departamento es de 2.9, mientras que en el centro no transformado es de 2.5 ocupantes por vivienda. Es probable que esto tenga que ver con el hecho de que algunos departamentos son ocupados por varios residentes que no son de altos ingresos y que comparten los gastos de la renta y mantenimiento. Esto abre un tema relacionado con una estratificación de los diferentes tipos de inquilinos residentes, en la cual resaltan aquellos que no pueden soportar los aumentos constantes en la renta de departamentos y que tienen que buscar zonas aledañas de más baja renta, lo cual incide así en las tasas de desplazamiento espacial y social. En este sentido, se va configurando un tipo de vivienda de uso temporal y con fines especulativos, que corresponde a las figuras que predominan en estas torres: inversionistas, residentes temporales, empresa administradora de rentas y, el grupo menos numeroso, el residente permanente.
Conclusiones
Los problemas sociales relacionados con el crecimiento desordenado, disperso y extenso se manifiestan principalmente en la población de bajos recursos que habitan en los municipios periféricos de la zmm de más crecimiento, como García y Juárez, y en las soluciones a esta problemática, relacionadas con la verticalización en el distrito central de la ciudad de Monterrey y promovidas por los planes de desarrollo urbano, las cuales están destinadas al sector más privilegiado, al que menos sufre los costos sociales de vivir en la periferia. No solamente sucede esto, sino que el proceso que llevó al capital inmobiliario y financiero a intervenir en la zona central de la metrópoli estuvo marcado por desplazamientos de población de menores recursos, hasta expulsarla a zonas periféricas de la metrópoli. Las obras relacionadas con los gobiernos estatales y municipales y la especulación inmobiliaria siguieron construyendo las condiciones sociourbanas que permitieron al capital inmobiliario invertir en el primer cuadro de la ciudad, por lo que se ha continuado con una especulación que sigue propiciando el exilio y la exclusión de habitantes que no pueden pagar los crecientes aumentos del precio del alquiler y de departamentos nuevos de la zona. Así, la propuesta de volver al centro, está destinada principalmente a apoyar el regreso del capital inmobiliario y financiero (Smith, 1979), que, como diría un promotor inmobiliario refiriéndose a las inversiones en la zona central de Monterrey, en este caso son fruto principalmente de un exceso de capital que estaba improductivo (Ochoa, 2017). Adornando estos proyectos, se generan programas, como el de calles completas, que buscan tímidamente contrarrestar los efectos negativos en el medio ambiente que tienen estas torres de departamentos de usos mixtos, las cuales aumentan los metros cuadrados de construcción, sin más áreas verdes en el centro, además de aumentar el tráfico vehicular junto con la demanda de servicios públicos, propiciar la destrucción de vivienda tradicional y patrimonio arquitectónico y alterar el paisaje urbano. Este tipo de programas se utilizan como discursos propagandistas que buscan convencer a los especialistas académicos y legitimar ante la población la estrategia de verticalización elitista. Los efectos sociodemográficos de este tipo de gentrificación se van propiciando poco a poco con la llegada de residentes de más nivel educativo, con mayores ingresos y distinto patrón de consumo e inmigrantes profesionistas de residencia temporal, tal como lo observamos en las primeras torres de departamentos en el centro de la ciudad.
También la propuesta del capital inmobiliario, que aún no ha sido generalizada, es concentrar comercios, restaurantes, cafés, bares, espacios de coworking, entre otros tipos de establecimientos en las torres de usos mixtos. Este propósito se enfrenta con otra visión que también intenta transformar el centro histórico de Monterrey y que busca la conservación y preservación del patrimonio arquitectónico, respetando la huella histórica de la zona y restaurando construcciones, para ubicar sus proyectos de restaurantes y cervecerías artesanales, como el Café Belmonte, que se encuentra en la zona del barrio de Santa Lucía en una construcción restaurada y que, al interior del restaurante, tiene plasmado un discurso en algunos manteles: “Hubo un tiempo en que el centro de la ciudad […] era sinónimo de glamour y modernidad […] La modernidad no ha sido acompañada de medidas sustentables, en particular el centro destaca por años de abandono, en deterioro provocado por una mala planeación y la inexistencia de políticas públicas que promuevan el desarrollo responsable, ahora, con una apresurada verticalización, el centro parece levantarse con alturas y dinámicas que no corresponden a su historia.”28 Claramente esta segunda propuesta avanza poco y además se subordina ante la gentrificación inmobiliaria, que, con el apoyo gubernamental, lleva a la zona céntrica de Monterrey a fortalecer las desigualdades sociales y a deteriorar las condiciones urbanas y medioambientales. Hasta ahora esta propuesta de gentrificación, impuesta por una alianza entre gobierno local e inversionistas, está teniendo un alcance que aún está delimitándose mientras deja ver algunas particularidades sociodemográficas detalladas en el texto.
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