Introducción

Este trabajo se centra en la temática de la agroecología y desglosa los aspectos más importantes para resaltar su relevancia y lo que podemos hacer para preservarla. La agroecología es fundamental debido a la escasez de alimentos, su calidad y su producción, lo cual pone en juego el futuro de la humanidad. El concepto de agroecología ha evolucionado desde su surgimiento en la década de 1930 para abarcar niveles más integrales (Búrigo y Porto, 2019). Wezel et al. (2009) resaltan algunos puntos en los que se puede abordar la agroecología. En primer lugar, reconocen tres sentidos en el uso del concepto que abarcan la disciplina científica, el movimiento social y un conjunto de prácticas agrícolas. En segundo lugar, identifican tres grandes tipos de usos del concepto basados en una escala de enfoques a nivel parcelario, agroecosistema y sistema alimentario (Búrigo y Porto, 2019).

Por otro lado, Otmann (2005) y Merola (2015) plantean la necesidad de que la agroecología se enfoque en tres dimensiones de análisis. La dimensión técnico-productiva para el diseño sostenible de los agroecosistemas, utilizando la ecología como marco científico de referencia y dialogando con el conocimiento tradicional campesino e indígena. La dimensión socioeconómica busca la revalorización de los recursos y potencialidades locales, así como la creación de un desarrollo endógeno. Por último, la dimensión sociopolítica se involucra en procesos participativos y busca construir alternativas a la globalización agroalimentaria (Pineda, 2015).

Estas tres dimensiones de la agroecología deben complementarse para su desarrollo en cinco niveles territoriales. Estos niveles incluyen el trabajo en la finca a nivel predial, los mercados alternativos a nivel de la comunidad local, el diseño e implementación de estrategias endógenas a nivel de la sociedad local, la articulación regional de disidencias contra el neoliberalismo y la globalización económica capitalista para la transición agroecológica a nivel estatal, y la articulación global de disidencias contra el neoliberalismo y la globalización económica capitalista para la soberanía alimentaria a nivel global (Búrigo y Porto, 2019).

En la actualidad, la agroecología debe practicarse desde una perspectiva holística, tecnológicamente autosuficiente, que dialogue con sus saberes, utilice espacios pequeños, y que sea altamente diversificada y poco contaminante. Además de utilizar energías renovables y la energía humana, es una ciencia práctica que convive con la naturaleza y depende de nosotros para impulsarla (Búrigo y Porto, 2019). Una forma segura de preservar y promover la agroecología es a través de la generación de políticas públicas suficientes para este modelo de desarrollo agropecuario y forestal. Las políticas públicas son instrumentos y estrategias diseñados e implementados por el Gobierno con la participación de diversos actores, la sociedad civil y organizaciones internacionales para guiar la ejecución de las acciones gubernamentales.

México tiene una deuda pendiente en cuanto a políticas públicas para la agroecología, ya que estas políticas se enmarcan en un contexto complejo, con un sistema institucional orientado hacia la agricultura competitiva en el mercado internacional y un alto uso de insumos. Sin embargo, quienes practican la agroecología están convencidos de que es un modelo de desarrollo alternativo que es económicamente viable, socialmente aceptable y respetuoso con el medio ambiente. Por lo tanto, es necesario generar políticas públicas que protejan, promuevan y respalden la agroecología mexicana que, más allá de ser un patrimonio de la humanidad, es la solución al problema de hambre de la actualidad y que en el futuro será imprescindible para la subsistencia humana (Búrigo y Porto, 2019).