Reflexiones finales
Como reflexión final, volvemos a lo expuesto por Nieto et al. (2012), se puede afirmar que:
Los conocimientos agrícolas tradicionales son dinámicos y dependen de los factores ecológicos, geográficos, etnográficos, culturales, sociales, económicos y políticos de su entorno, creados, revitalizados, innovados, promovidos y transformados en conjunto. Este fue el caso de las combinaciones de cultivos, o el cultivo simultáneo de dos o más cultivos en la misma tierra, y sirvió como estrategia de supervivencia para los agricultores locales.
Este conocimiento de los modelos de producción agrícola es importante porque son las personas las que crean, abastecen adecuadamente, transmiten y satisfacen las necesidades biológicas, sociales, culturales, religiosas y económicas para la supervivencia de una sociedad holística, dinámica y multifuncional. Los actores tienen conocimiento sobre los recursos en cuatro dimensiones. Geografía, incluidos aspectos de topografía, pendiente y clima. Física de minerales, suelo, agua, etc. La ecogeografía se refiere a tipos de vegetación y microhábitats. y biológico, que sitúa plantas, animales, hongos y microorganismos. Pese a este conocimiento y al amparo de la Revolución verde, se impulsan paquetes tecnológicos basados en el uso intensivo de agroquímicos y sistemas de monocultivo, contrarios a la sustentabilidad del multicultivo indígena-campesino, representado por el sistema de cultivo tipo milpa.
El sistema milpero se centra en el maíz, acompañado de frijol, varias verduras entre ellas la calabaza y chile, así como de diversos quelites con un promedio de diez plantas comestibles asociadas que cubren las necesidades de la familia de un año. Un ejemplo de este sistema se observa en algunas partes del sureste de México, además de tener un sistema productivo tipo milpa, también asocian la fauna silvestre como: tejones, ardillas, mapaches, tuzas, chachalacas, pericos y serpientes. Su presencia es vital para la fisiología de la planta, y los campesinos-indígenas-productores consideran vital esta interacción. Un elemento importante en el sistema de milpa es la organización tradicional de la mano vuelta, propia de los grupos indígenas totonacos del Norte de Puebla, Veracruz y Tabasco, quienes dan un ejemplo de las relaciones de cohesión social e integración comunitaria. Su sincretismo también se evidencia en la decoración del altar, la bendición de la semilla y la celebración de la deidad del maíz y la Madre Tierra. Ritual, simbolismo y elementos sagrados en la relación hombre-naturaleza donde existen identidad y cultura.
Por lo tanto, el manejo del campo de maíz es importante, ya que está relacionado con el ciclo lunar. Cuando hay luna nueva, tu fuerza física es débil y no es buen momento para plantar. En la región Sierra Norte de Puebla se han registrado más de 70 plantas, entre especies herbáceas, arbustivas y arbóreas, cuyas hojas, tallos y en ocasiones inflorescencias inmaduras se consumen como vegetales. El conocimiento de los agricultores, productores indígenas y cultivadores es integrado, diverso y multifuncional, está relacionado con diferentes contextos históricos y, a menudo, predice el futuro del medio ambiente. Los agricultores, los pueblos indígenas y la agricultura en pequeña escala desempeñan un papel en los vínculos sociales y las contribuciones económicas, contribuyen a la sostenibilidad nacional y crean diversidad cultural. Esta cultura ha contribuido a la agricultura mundial, enriqueciendo diversos productos y conocimientos como el sistema de milpa, el cultivo sin labranza, el cultivo en laderas y los sistemas de riego. La sabiduría se refleja en la preservación colectiva de las semillas de maíz en la región de Totonacapán entre el pueblo totonaco de México. Los conocimientos tradicionales contribuyen a la agricultura mundial y están al nivel del conocimiento científico, por lo que es necesario fortalecer y proteger los conocimientos indígenas. Esto es posible si se logra un diálogo intercultural permanente y cambios en los sistemas económicos que prevalecen en el mundo actual.
La agricultura orgánica es una opción atractiva para los pequeños productores, dada la demanda futura de productos orgánicos y métodos de producción saludables. Ofrecen una perspectiva diferente sobre la producción de una variedad de cultivos que las familias pueden utilizar para mejorar sus dietas. Además, la agricultura orgánica permite que el suelo aumente aún más su capacidad para proteger la naturaleza y conservar el agua. El cambio a este tipo de agricultura permite a los productores utilizar recursos y conocimientos tradicionales y ancestrales locales (Bjørgum, 2010).
¿Pero qué hará falta para que la agroecología y la agricultura orgánica vuelvan a cobrar impulso? Partiendo de la visión y experiencia de los productores tradicionales de todo el mundo y de quienes la practicamos a pequeña y gran escala, es necesario que las políticas públicas que apoyen estos modelos de producción de alimentos se definan, establezcany actualicen. Son modelos limpios, éticos, respetuosos con el medio ambiente y social y económicamente sostenibles. Un programa que apoya a los destinos de cultivos con instalaciones de almacenamiento y sistemas de refrigeración. También procesamos, envasamos y etiquetamos alimentos. Llevamos a cabo estudios de mercado adecuados y, por supuesto, alcanzamos los altos estándares de calidad que se esperan de la producción orgánica. Sin embargo, esto requiere la disponibilidad de semillas orgánicas, materias primas, infraestructura, maquinaria, equipos y expertos para gestionar el proceso de producción, comercialización, canales de distribución, canales de consumo y financiamiento.
Este tipo de apoyo es necesario para promover la agricultura orgánica como modelo alternativo para producir alimentos frescos, saludables y seguros. A mediano y largo plazo, significa desarrollar comunidades en todo el mundo con recursos económicos bajos o muy bajos. Parte importante de la infraestructura sería un laboratorio de cultivo de tejidos para que las plántulas de cebolla, col, espinaca, acelga, coliflor, brócoli, jitomate, lechuga, chile, ejote, pepino, fresa se germinen como plántulas con la mejor calidad fitosanitaria, libres de patógenos, asegurando que desde la primera etapa la vida de las plantas no esté afectada de origen.
Otro aspecto de suma importancia es el control de calidad de los abonos de origen animal, ya que estos después de haberlos madurado apropiadamente, y antes de servir como abono de las plantas, los debemos de someter a un análisis microbiológico, así como del agua de riego y del propio suelo, asegurándonos de que no contengan E. coli, Salmonella spp., Listeria monocytogenes, Norovirus, Shigella y otros. Posteriormente, y después de haber sido producidas las verduras de hoja verde, será conveniente volver a repetir este análisis en ellas, así como el análisis bromatológico para conocer su calidad nutrimental y la determinación de residuos plaguicidas y metales pesados, asegurándonos que por el origen del suelo o por su actividad y manejo anterior sea posible cultivar hortalizas orgánicas.
En relación con la maquinaria que se debe emplear, es deseable usar un pequeño tractor con rastra, subsoleador, sembradoras y encamadoras. Esto facilita el trabajo en parcelas pequeñas e invernaderos, ya que preparar el suelo, los parterres, las zanjas y la introducción de fertilizantes es una tarea difícil para el cabeza de familia. El conocimiento del uso de equipos y pequeña maquinaria evita el agotamiento y hace más eficiente el trabajo de campo, haciendo esta actividad más atractiva para los agricultores, al tiempo que reduce la compactación del suelo.
La agricultura orgánica es un sistema de producción viable en casi todas las zonas climáticas de México. El país alberga cuatro de los cinco principales tipos de clima reconocidos mundialmente por la clasificación de Köppen: tropical, árido, templado y continental. Se excluyen los polares. La mayoría de los suelos también pueden considerarse para producción, siempre y cuando se tengan en cuenta las modificaciones necesarias para mejorar continuamente la calidad. Con un proceso de producción limpio y eficiente basado en conocimientos tradicionales y recursos locales, se espera que este modelo se vuelva aún más popular entre grandes y pequeños productores de todo el mundo.
La agricultura orgánica (ao) nace como un modelo alternativo al modelo convencional de agricultura que se preocupa por preservar el ambiente; se ha convertido en un modelo sustentable, holístico que integra todas las ciencias, particularmente las biológicas, pero también humanísticas y económicas; tiene la ventaja de contar con un marco de conocimientos sólidos, probado milenariamente a través de la experiencia ancestral de las culturas de todo el mundo y en nuestro continente, particularmente de Centro y Sudamérica. Cabe resaltar las valiosas aportaciones de más de 60 culturas de México en la producción tradicional de sus cultivos asociados y policultivos o cultivos en relevo, así como de los cultivos en sustratos y cultivos de agua, caso de las chinampas en el centro de la República Mexicana, o el tradicional sistema de milpa en el sureste de México compuesto de frijol, maíz, calabaza y chile.
Finalmente hay una crítica desde la agroecología a la agricultura orgánica donde la agroecología se opone al agronegocio y particulariza la forma de producción del conocimiento:
Según Altieri (2004), el conocimiento tradicional campesino establece una relación compleja con el ambiente, con la parcela agrícola y con los propios campesinos, generando un sistema socioecológico completo. La agroecología se lee en paralelo al surgimiento de la agricultura orgánica en los años 70 (Silva y Moore, 2017). Por un lado, la agroecología propone una visión diferente de los sistemas técnicos para la agricultura orgánica que pueden reemplazar los insumos convencionales por insumos orgánicos. Según los defensores de la agroecología, la agricultura orgánica sigue el mismo paradigma que la agricultura convencional y es un monocultivo basado en insumos certificados y comercializados. Según Altieri y Toledo (2011), la agricultura orgánica no desafía la naturaleza de las plantaciones de monocultivos, sino que sólo requiere insumos externos, costosas etiquetas de certificación extranjeras o la exportación de productos agrícolas, con poca o pequeña dependencia de un sistema de comercio justo que no proporciona a los agricultores. Y, como muestran Silva y Moore (2017), existe una relación paralela entre la agroecología y la agricultura orgánica. En esencia, la agricultura orgánica promueve una visión compleja entre los sistemas naturales y la conservación de suelos y producción agrícola.
Se aplican más normas oficiales a la agricultura orgánica que a la agroecología. Aunque los principios de la agricultura orgánica son similares a la visión de la agroecología, las realidades de la práctica difieren en varios aspectos. Los defensores de la agroecología enfatizan los riesgos de la dependencia de los agricultores de los mercados de insumos, semillas y certificación que ocurren en los sistemas de agricultura orgánica (Van der Ploeg, 2012).
En cambio, en agroecología no existe un reconocimiento institucionalizado ni principios que se traduzcan en estándares precisos e incorporados a procesos de certificación como la agricultura orgánica. La agroecología se caracteriza por una variedad de temas relacionados con la región, la tradición, el conocimiento indígena, el género, la soberanía alimentaria y la economía solidaria. Un tema relacionado considera esto como un conjunto de prácticas, artefactos con una perspectiva local de cambio de uso de la tierra y transición del sistema alimentario a nivel regional (Wezel et al., 2018).
En esta consideración, la agroecología se convierte en un modelo de desarrollo sostenible para el futuro del planeta a través de medios de vida saludables y seguros para sus habitantes.