Conclusiones
El devenir de los territorios está enmarcado históricamente por las profundas transformaciones económicas, políticas, sociales y culturales, así como por complejos desafíos y coyunturas ambientales que, a manera de encrucijada, se superponen en el espacio tiempo de las sociedades y su entorno, como saetas que se atraviesan entre sí y determinan la configuración actual de los ámbitos rural y urbano.
Estas transformaciones se han intensificado en el contexto de la globalización, enfrentando a los actores sociales, especialmente de los países en desarrollo, a profundas problemáticas como el aumento en los conflictos, violencia, inseguridad, pobreza, marginación, desempleo y precariedad laboral, la participación de la población en los procesos migratorios, los asentamientos humanos irregulares, la carencia de servicios públicos, de atención médica y centros educativos, la fragmentación social y la pérdida de identidad colectiva, entre otros.
Además, la humanidad enfrenta desafíos ambientales sin precedentes relacionados con la contaminación atmosférica, el debilitamiento de la capa superior de ozono y el incremento global de las temperaturas, la contaminación, la degradación y la erosión de suelos que incide en la pérdida de la capacidad productiva y la diversidad biológica, los cambios de uso de suelo y la pérdida de la cubierta forestal, la contaminación y la escasa cobertura de agua potable, la inadecuada disposición final de los residuos, el crecimiento desordenado de las zonas urbanas o la sobreexplotación de los recursos naturales.
Sin duda, estas problemáticas constituyen severas limitaciones para el impulso de la conservación de la naturaleza y del bienestar social, para lo cual es necesario participar en la delineación de marcos interpretativos y de solución, basados en el reconocimiento del valor primordial de la naturaleza en los procesos de desarrollo, así como en el papel protagónico que deben tener los actores locales en la definición de sus propias formas de organización para el acceso y control de los recursos, la participación social y corresponsabilidad de múltiples actores en la solución a los problemas ambientales, el fortalecimiento de las capacidades locales para la mitigación y adaptación al cambio climático, la puesta en marcha de alternativas productivas que contribuyan al adecuado aprovechamiento de los recursos, así como el desarrollo tecnológico para el uso eficiente de éstos.
Con la finalidad de contribuir a la discusión teórica, conceptual, metodológica y al abordaje empírico de algunos de estos tópicos, el libro tuvo como objetivo analizar la encrucijada ambiental actual en el devenir de los territorios, configurando un espacio de diálogo y reflexión de distintos académicos e investigadores sobre los desafíos ambientales, pero también sobre las oportunidades que existen para dar solución a las problemáticas vigentes.
Así, esta obra aborda diferentes temáticas como el metabolismo social y los sistemas complejos para la comprensión de la realidad actual, la capacidad de resiliencia frente a fenómenos y procesos adversos, la gobernanza y la participación sumada para la solución de conflictos, el cambio climático, la contaminación atmosférica y la gestión del agua.
De esta manera, se destacan los argumentos centrales de las contribuciones que refieren al metabolismo social y a las interrelaciones sociedad-
naturaleza en los procesos metabólicos, donde Díaz Álvarez propone una aproximación termodinámica al sistema complejo urbano, para comprender las implicaciones ambientales que presentan las ciudades, asociadas con los flujos de materia, energía e información. Para ello, este autor plantea, desde el concepto de metabolismo urbano, que una ciudad de baja entropía puede contribuir al desarrollo regional sustentable mediante el impulso al crecimiento cero, la renovación y la consideración central de la naturaleza, la estabilización de la población, la racionalización del consumo y el aprovechamiento de los residuos desde la perspectiva del metabolismo circular.
Por su parte, Ramírez Ruano y Escandón Bojórquez presentan un modelo de gestión del hogar urbano desde el punto de vista del metabolismo social, que siguiendo las interacciones de los círculos concéntricos pretende disminuir la apropiación de energía del ambiente, minimizar las excreciones y la presión al medio natural, con alcances no sólo para el propio individuo, sino para la unidad familiar, la comunidad, el municipio y el Estado, favoreciendo así la autosostenibilidad urbana.
Del mismo modo, Farfán-Escalera, Pérez-Ramírez y Torres-Salazar retoman el metabolismo social para el análisis de diversos factores que inciden en la elaboración y pervivencia de la actividad alfarera de Metepec. Identifican que existen factores intangibles que, a lo largo del tiempo, han condicionado el uso de la materia y energía para el desarrollo de la actividad, así como la pervivencia de la alfarería a pesar de los constantes cambios socioterritoriales.
Por otro lado, desde la perspectiva del pensamiento complejo, que pretende avanzar en la comprensión de la realidad caracterizada por la existencia de múltiples, dinámicos e interrelacionados sistemas, Platas López y Carreto Bernal destacan su uso para el abordaje de grupos sociales desfavorecidos de América Latina, delineados por las contribuciones del pensamiento complejo de Morin, la epistemología constructivista genética de García y las llamadas ciencias de la complejidad. Sin embargo, reconocen que existen limitadas contribuciones que integren dichas vertientes para la investigación urbana y territorial, por lo cual plantean dos propuestas convergentes: el modelo teórico explicativo y la propuesta de diseño complejo para la vulnerabilidad y el riesgo, que permitan a las comunidades anticiparse, hacer frente, resistir y recuperar el equilibrio desde un enfoque complejo.
Por su parte, Jiménez Jiménez, De Hoyos Martínez y Álvarez Vallejo retoman el enfoque de los sistemas complejos y la dinámica urbana como soporte para delinear el marco teórico-cognitivo que permita comprender las relaciones entre la movilidad de la población y los efectos que está generando la pandemia por el virus SARS-CoV-2. Reconocen que para disminuir la intensidad de la pandemia es necesario plantear soluciones multifactoriales y multidisciplinarias en los órdenes biológico, social, económico y político, aunque, sin duda, la reducción en la movilidad de las personas propicia el descenso en el número de contagios. Por ello, destacan que el diseño urbano arquitectónico pospandemia deberá replantear la convivencia y contacto social sin poner en riesgo la salud de los individuos.
Con relación a la resiliencia como la capacidad de los socioecosistemasde adaptarse a una situación adversa o de estrés, y recuperar su forma, equilibrio y funcionalidad, Rodríguez Licea, Palma Ramírez y Tapia Rodríguez analizan la transformación territorial en la Región de los Volcanes, México, con el propósito de comprender su incidencia en la capacidad de resiliencia de los sistemas socioecológicos. Para ello, emplean los planteamientos de la Evaluación de Sistemas de Manejo de Recursos Naturales incorporando Indicadores de Sustentabilidad (mesmis). Identifican que los agroecosistemas más resilientes son los que presentan una menor vulnerabilidad y son más funcionales ante eventualidades no esperadas, en tanto que los que presentan una mayor vulnerabilidad requieren de la formulación e implementación de estrategias que incrementen la resiliencia a partir del conocimiento, aprendizaje y gestión participativa.
Asimismo, Reyes Olivares y Miranda Rosales reconocen que existen múltiples factores que inciden en la capacidad de resiliencia de las Áreas Naturales Protegidas (anp). En el caso del Parque Estatal “Isidro Fabela”, ubicado en los municipios de Atlacomulco, Jocotitlán y San Bartolo Morelos, en el Estado de México, identifican el cambio de uso de suelo, la deforestación, los incendios forestales, el cambio climático y los asentamientos humanos como factores que no sólo ponen en riesgo la resiliencia del anp, sino que incrementan su vulnerabilidad y afectan los servicios ecosistémicos que genera.
Respecto a la gobernanza que refiere a la participación, diálogo, concertación y corresponsabilidad de los actores sociales para impulsar los procesos de desarrollo y hacer frente a los desafíos territoriales, Rubí Fernández y Gutiérrez Linares, la destacan como una importante herramienta para fortalecer los procesos de planificación y gestión del desarrollo, que implica la integración de diversos actores públicos, privados y sociales en la toma de decisiones mediante la creación de redes de actuación para la formulación de políticas y acciones orientadas a la resolución de problemas soportadas en la igualdad, confianza e interés común. En particular, reconocen que la visión de gobernanza permitirá fortalecer la planificación de la actividad turística, a través de la descentralización, la democracia y la autonomía para el adecuado aprovechamiento recreativo de los recursos naturales y culturales, acorde a la realidad de cada territorio.
Por su parte Fuentes Osorio, Hinrechsen Prieto y Díaz Álvarez describen la experiencia de la instrumentación de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial en Colombia, que pretenden beneficiar a los territorios afectados por el conflicto armado entre el Estado colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (farc-ep), las cuales enfrentan problemáticas sociales como la pobreza, presencia de economías ilícitas y debilidad institucional. Asimismo, reconocen que los adversos imaginarios hacia los ex combatientes, así como los complejos procesos para la titulación de la tierra y la burocracia, constituyen importantes limitaciones para la consolidación de los espacios territoriales. Sin embargo, destacan que el trabajo colaborativo de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Básicas de la Fundación Universitaria del Área Andina, mediante el desarrollo del Proyecto Ciudadelas de Paz, está contribuyendo a la generación de espacios de diálogo para la resolución de conflictos y la gestión, así como el fortalecimiento del tejido social en las comunidades de Tierra Grata y Pondores.
En cuanto a la problemática ambiental asociada al cambio climático, Zarazua Rodríguez y Salgado Vega reflexionan sobre su vínculo con el crecimiento de las ciudades y el cambio climático como dinámicos espacios que desplazan y transforman el territorio, concentran a la población e intensifican sus actividades productivas y la movilidad de individuos y materiales, basada en el perpetuo consumo energético de combustibles fósiles, que propician la emisión de gases de efecto invernadero e inciden directamente en el aumento de la temperatura global. Frente a esta realidad, reconocen la necesidad de formular políticas públicas que favorezcan la adaptación climática.
A su vez, Goti Ayala, Roco Fuentes y Andrieu analizan la gestión del recurso hídrico en Argentina, Chile y Uruguay a partir de las dimensiones normativas, económicas, socioterritoriales y ambientales. Destacan las problemáticas que enfrenta la gestión del agua a partir de la realidad climática, el cambio de uso del suelo y el aumento de la demanda, que profundiza las desigualdades y tensiones territoriales, por lo que es preciso la reformulación del marco regulatorio, pero sobre todo un cambio de concepción del valor del agua, no sólo en términos económicos, sino también en términos sociales y ambientales con una visión integral del territorio.
Por su lado, D’Angelo, Colistro y Clara Vera abordan la exposición a contaminantes atmosféricos, temperatura y contaminación sonora en ciclistas en Montevideo, Uruguay, mediante un análisis estadístico descriptivo de variables del entorno urbano: flujo vehicular, ancho y longitud de las calles, infraestructura ciclista, distancia a vías principales, pendiente del terreno, uso del suelo, espacios verdes, densidad de construcción y altura media de edificios, entre otros. Pretenden contribuir a la planificación del transporte activo proponiendo una zonificación y el trazado de infraestructura ciclista en rutas de menor exposición ambiental.
Finalmente, sobre las aportaciones empíricas que hacen hincapié en la importancia de los procesos de planificación para el desarrollo de los territorios, Colín Yaxi, Espinosa Rodríguez y Juan Peréz reconocen la importancia ambiental de los sistemas de barrancos en México para la generación de servicios ecosistémicos, presentan un estado del arte sobre los distintos enfoques para su estudio: características geológicas y geomorfológicas; inventarios de la riqueza florística; identificación y cuantificación de la fauna; así como los sistemas de barrancos ubicados en zonas urbanas. Señalan que su degradación ambiental es resultado del inadecuado manejo de los recursos naturales y de la presión demográfica, por lo que es necesario el cumplimiento de las disposiciones legales vigentes, el monitoreo permanente, así como promover la participación de la sociedad, y en especial de los actores locales, para la toma de decisiones que incidan en la conservación ambiental.
Por último, Reza Curiel, Gutiérrez Cedillo y Serrano Barquín plantean una caracterización social y ambiental de la cvb-a en el Estado de México, destacando los servicios ecosistémicos presentes en la zona de estudio, para el diseño de rutas y circuitos turísticos, que favorezcan la conservación y el adecuado aprovechamiento de los recursos naturales y culturales. Identifican que la cuenca aporta valiosos servicios ecosistémicos como agua potable, generación de oxígeno, alimentos y belleza paisajística, además de que posee potencial para el desarrollo del turismo de aventura y del ecoturismo como estrategia para impulsar el desarrollo sustentable de la región.
Si bien la encrucijada presenta complejos desafíos ambientales para el devenir de los territorios, también es posible reconocer coyunturas que existen para impulso del desarrollo sustentable, para lo cual es necesario superar la exclusiva dinamización utilitaria de los recursos para acumulación de capital, reconociendo la importancia de la naturaleza y de los actores locales en la definición de objetivos a largo plazo que conlleven a la conservación, el adecuado manejo y el mejoramiento en las condiciones de vida de la población en los territorios rurales y urbanos.