III. La minería en Guerrero
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III. La minería en Guerrero
El contexto histórico
Guerrero es referente histórico de la minería mexicana. El real de minas de Taxco fue el primero de la Nueva España propiciado por Hernán Cortés. Ahí se ensayaron las primeras ordenanzas que después se fueron aplicando y adaptando en los nuevos reales de minas de la Nueva España (Enciso Contreras, 1999). Cuando llegaron los españoles a esta región suriana de Mesoamérica, las sociedades nativas extraían y trabajaban metales preciosos, como oro y plata, que usaban principalmente en artículos ornamentales y ceremoniales. Esto significó la punta de una madeja que Hernán Cortés comenzó a jalar en su interés, para saber los lugares de donde se extraían dichos metales. La región de Taxco fue una de las primeras referencias proporcionada por los aztecas como lugar donde se extraía la plata; el oro era obtenido a través de la minería de placer, en los diversos ríos y tasado en forma de tributo en las sociedades regionales. Tal era la situación en la Montaña, la Costa Chica y otras regiones donde existían cuerpos de agua en el actual estado de Guerrero, los cuales se encontraban bajo el dominio de Tenochtitlán.
Con el auge minero que se dio a partir de la segunda mitad del siglo xvi, la producción se desplazó hacia la región centro-noroeste del territorio novohispano: Pachuca, Guanajuato, San Luis Potosí y Zacatecas. En ese proceso, Taxco dejó de ser el referente principal, pero siguió siendo región minero-platera durante todo el periodo colonial.
Durante la Colonia, la producción platera de Taxco y el tianguis comercial en Acapulco con la nao china fueron los factores determinantes de la economía regional. A ellos se vincularon las diversas actividades económicas y productivas de las haciendas, de los rancheros y de los campesinos del sur: las producciones de maíz, frijol, chile, caña de azúcar y sus derivados; las actividades pecuarias con la producción de ganado mayor para el trabajo de tiro y transporte, y el ganado menor para el alimento. Por su parte, los valles de Iguala, Cocula y Tepecoacuilco fueron el granero y productores de alimentos de los pueblos mineros: de ahí salía el maíz, la carne seca, el queso seco; de la zona de Teloloapan, salía el frijol, el chile, la calabaza y los cueros; de Coatepec y Chilacachapa salían los costales y petates; de Ixcateopan, los huaraches y otros calzados, por mencionar algunos productos que se destinaban a la región minera. Se estableció durante los siglos de Colonia una división de trabajo regional y se desarrolló una vocación productiva, resultado de la emergencia de mercados que estaba estrechamente relacionada con los climas y los recursos naturales.
En 1816, debido al movimiento independentista, la nao dejó de traer y llevar sus cargamentos al oriente asiático. Con la situación de guerra se suspendieron los viajes de la nao y con ello la realización del intercambio comercial entre España y Asia a través de la Nueva España. Las consecuencias económicas de este fenómeno político y militar cerraron un ciclo productivo y comercial de cerca de tres siglos de vida colonial: cayó la producción minera de Taxco y de la Nueva España en general; las haciendas ubicadas en la ruta comercial de Acapulco se volvieron de autoconsumo; se contrajeron las fuentes de empleo y se entró a un período de escasez económica, de hambre, de vacíos de gobierno y de bandidaje (esto último se convirtió en la estrategia generalizada de supervivencia social).
Diversas poblaciones surianas, que habían alcanzado un desarrollo bajo la influencia de la economía minera y comercial, involucionaron después de la Independencia hasta quedar como pueblos marginados y con economías de autoconsumo. Taxco es el mejor referente colonial, pues sólo quedó su monumento a la bonanza platera, la iglesia de santa Prisca, construida por el minero y filántropo de origen francoespañol Joseph Gouaux de Laborde Sánchez, mejor conocido como don José de la Borda.
Con el movimiento de Independencia, primero, y la inestabilidad de la gobernanza nacional, después, durante la década de los veinte del siglo xix, los mineros tradicionales con mayor vinculación a la península española abandonaron las producciones mineras, lo que dio lugar a la disminución drástica de esa actividad; pero no murió, siguieron extrayéndose metales aunque en menor cantidad. Algunas evidencias muestran que la población confrontada y en guerra no quería suspender las actividades mineras, pues los metales eran fundamentales en la guerra, además de que los pobladores de las zonas mineras estaban muy vinculados a esa actividad. Al respecto, es ilustrador el testimonio que dejó el insurgente Pedro Ascencio Alquisiras, subalterno de Vicente Guerrero y jefe de operaciones en la región de Taxco, de donde era oriundo también, quien mandó a Vicente Guerrero, en el mes de mayo de 1821, el siguiente comunicado:
He puesto el corresponde oficio al tribunal gral. del importante cuerpo de minería, sobre que por ningún pretesto se suspenda el trabajo de las Minas y beneficio de sus metales; se gobiernen éstas sea por criollos o Europeos con tal de que nos sean inquietos, ni interrumpan el buen orden (Del Arenal Fenochio, 2021, p. 8).
La minería era una actividad que había sido practicada durante tres siglos y diversas generaciones vivieron de ella y con ella, por lo que no podía ser abandonada ni olvidada a pesar de los cambios políticos y económicos. Además, eran limitadas otras opciones de vida para quienes se habían dedicado a ella, pues formaba parte del “adn” de la vida regional y nacional de los mexicanos.
Después de la Independencia, en la región de Taxco, tanto pobladores como campesinos siguieron extrayendo metales de manera rústica y semiartesanal. Lorenzo de Zavala, gobernador del Estado de México (Estado al que pertenecía la mayor parte del actual Guerrero), informaba en 1828 que en Taxco la principal industria consistía en la explotación de las muchas minas de plata que contenía. Entre 1835 y 1836, las minas de plata de esa región de Taxco estaban entre las cinco más productivas del Estado de México y se informaba que la mayor parte de sus habitantes eran jornaleros que laboraban en ellas. En tiempos de formación del estado de Guerrero, hacia 1849, se informó que poseía 12 minerales en acción, en su mayoría en la zona de Taxco y uno en Coronillas, en la parte alta de la Sierra Madre del Sur. Había cuatro haciendas de beneficio minero solamente, pero la mayoría estaban abandonadas y arruinadas. En 1849, en el distrito de Taxco, se reportó una producción de plata de 7 169 marcos, procedentes de 5 160 cargas de metal, donde se ocuparon a 700 trabajadores cuyo pago fue de cuatro reales diarios a cada uno (Cienfuegos, 2001).
En 1853 se informaba que la principal riqueza del distrito continuaba siendo la minería, en concreto las vetas de plata que había en la municipalidad de Taxco. En menor medida se explotaba fierro pardo, cobre sulfurado y cinabrio. Las minas activas eran la Bejarano, Trinidad, San Pedro y San Pablo que explotaban la plata; además la de Bogoña, que extraía plomo. En 1852 se beneficiaron 8,847 ms. 6 onzas de plata (Pavía Miller, 1998). En 1857 se informaba que había 13 minerales funcionando en la diputación minera de Taxco, mientras que en 1870 habían 206, entre explotados y explotables, pero la mayoría estaban abandonados por su poca ley, por haberse agotado sus vetas, por el estado en que se encontraban debido al saqueo que realizaban los aviadores, cateadores buscones, quienes las habían destruido y dejado en estado ruinoso. Por ello, era necesario hacer obras con tiro y galerías para habilitarlas y profundizarlas; asimismo, pedían empresarios que invirtieran capitales para ponerlas al corriente (Cienfuegos, 2014)
La información disponible de la época, indica que el potencial minero regional seguía en espera de mejores condiciones económicas, políticas y técnicas para volver a reactivarse. Las explotaciones mineras que por cerca de medio siglo se habían realizado eran pequeñas y rudimentarias, en algunos momentos con mejores condiciones financieras, pero, en general, se trataba de pequeñas explotaciones realizadas por lugareños que conocían el arte del trabajo minero. Estos alimentaban con material mineralizado a las haciendas de beneficio ubicadas en Taxco, pero en otros casos eran saqueadores los que, con sus extracciones ilegales, destruían y arruinaban la escasa y rudimentaria infraestructura minera. Se trataba de una minería pequeña y extensiva, complementaria a la economía de subsistencia campesina regional. Las condiciones de inestabilidad política, de inseguridad causada por las constantes guerras intestinas y el bandolerismo existente no permitían mejores opciones de trabajo a los inversionistas. Esas condiciones comenzaron a mejorar con el avance de la estabilidad de los gobiernos, específicamente con el gobierno de Porfirio Díaz.
Una vez que empezaron a superarse los conflictos que generaban inestabilidad en la gobernanza nacional y regional, la actividad minera comenzó a dar muestras de interés. En 1874 hubo 460 denuncios en Guerrero, con fines de explotación minera; en 1881 aumentaron a 615 y en 1889 fueron 1,391. En este mismo año, el gobierno de Guerrero hizo presencia en la Primera Exposición Internacional de París, donde, con diversas muestras de metales, invitaron a invertir en la minería guerrerense (Velasco, 2014). Pero los interesados se topaban con los dos grandes problemas: la falta de vías de comunicación y la inseguridad para los inversionistas.
El desarrollo minero porfiriano y la construcción de ferrocarriles tendieron más hacia el norte, ya que respondían a las exigencias de las inversiones de capitales norteamericanos. Taxco se vio beneficiado tangencialmente con la llegada del ferrocarril a Iguala a comienzos del siglo xx, a unos 30 o 40 km de las extracciones de metales, por lo que continuó con producciones marginales. En 1924 comenzó a trabajar la mina Nukay con fines de extraer oro, a unos 10 km al poniente del poblado de Mezcala, sobre el medio Balsas, donde ahora está trabajando la minera Los Filos. Los trabajos de la Nukay se veían constantemente interrumpidos debido a la irregularidad con que operaba la carretera Iguala-Mezcala en tiempo de lluvias, por la falta de obras complementarias.
Fue en la década de los años treinta, con la carretera México-Acapulco, cuando se comunicó a Taxco e Iguala con la Ciudad de México por carretera y ferrocarril, y, por ende, cuando comenzó la extracción minera regular intensiva y con carácter industrial. Al mismo tiempo, estalló la Segunda Guerra Mundial y su fuerte demanda de metales para la industria armamentista fue un factor que favoreció la activación e intensificación de la minería regional. En ese contexto, además de reactivarse la extracción minera de Taxco, comenzó a trabajar la mina de Campo Morado, en el municipio de Arcelia, en Tierra Caliente. Para esta explotación su problema era sacar y transportar el mineral, pues comenzó, a finales de los años treinta, haciéndolo a lomo de bestias por un camino accidentado hasta llegar a Puerto de Balsas, donde llegó el ferrocarril, unos 40 km río arriba de donde estaba la mina. A comienzos de los años cuarenta, la carretera Iguala-Teloloapan llegó a Arcelia, lo que fue favorable para el transporte de la extracción mineral de Campo Morado hacia la Ciudad de México.
Esas tres producciones (Taxco, Nukay y Campo Morado) fueron el antecedente directo, con perfil moderno e intensivo a mediados del siglo xx, de la minería regional en Guerrero. Explotaciones que continúan realizándose hasta la actualidad, pasando por diversos dueños. Por ejemplo, la Nukay fue de Peñoles y ahora es de Los Filos. La de Campo Morado y Taxco han tenido periodos largos y cortos de interrupción por diversas causas, ya por conflictos laborales, como es el caso de las minas de Taxco, que llevan actualmente 15 años paralizadas por una huelga de su sindicato de trabajadores; la de Campo Morado ha interrumpido sus trabajos debido a la inseguridad impuesta por el crimen organizado en esa región.
En la segunda mitad del siglo xx Guerrero comenzó con mejores condiciones de comunicación e infraestructura productiva. El funcionamiento de la carretera México-Acapulco fue el parteaguas histórico del desarrollo regional, pues con ella se dio la transición de formas tradicionales, artesanales y precapitalistas de producción, a formas modernas e intensivas, tanto en la minería como en la agricultura y en lo forestal, con la producción de materias primas, y el impulso del turismo nacional e internacional. Con la carretera federal de por medio, pronto se abrieron ramales que conectaron las diversas regiones, entre ellas las mineras, que se integraron mejor a la economía nacional.
Impactos ambientales, minero-preindustriales
Nos referimos al uso no intensivo de maquinaria en la explotación mineral, al dominio de fuerza humana y animal en los trabajos de excavación, extracción y procesamiento, donde la demolición era a base de pico, barreta, cincel y pala; la extracción del material mineralizado a la superficie era realizado a través de la fuerza humana con el apoyo de cestos de carrizo, cuero o palma; el alumbrado de túneles y cavernas era con mechones de aceite y velas de cera; mientras que la trituración del material se hacía con martillo y luego con ruedas jaladas por animales de tiro. Asimismo, la separación de los metales se realizaba mediante la fundición, que era a base de quema de leña y carbón vegetal.
La tala forestal fue de los primeros y mayores impactos ambientales regionales que tuvo la minería desde tempranas épocas de su explotación. En este caso, la sierra de Taxco, ricamente poblada con floresta de clima templado, como son variedades de cedros, pinos y encinos, que a la vez son maderas resistentes para las construcciones, fueron intensivamente explotadas para todo tipo de apoyos y trabajos en las minas, como son el apuntalamiento de socavones, la protección y escalinatas de senderos o los diversos instrumentos de trabajo. Todo era a base de madera y no cualquier tipo de madera, se utilizaba la parte más resistente de los tallos, por lo que tenían que derribar los árboles más grandes y gruesos para labrar y dejar la parte más resistente al peso, a la humedad y a las inclemencias del tiempo.
Además de la minería, la edificación de casas fue otra actividad que requirió madera en cantidades cada vez mayores, puesto que los hogares tenían como único combustible el consumo de leña y carbón. Como la región de Taxco fue una de las primeras que tuvo una actividad minera importante y, con ello, concurrió una cantidad considerable de población, los bosques en las dos primeras décadas de Colonia fueron rápidamente talados y modificadas las condiciones ecológicas de su reproducción. Esto fue notorio y preocupante para las autoridades coloniales, y motivo para establecer medidas que tuvieron el propósito de evitar el exterminio de los bosques en la sierra de Taxco. Fue el caso de las Ordenanzas para las minas de Taxco, de Lorenzo de Tajada, en 1542, quien dictó prevenciones para la protección de los montes aledaños. En los contornos de Taxco había una población forestal de gran variedad de especies: encino, pino, guaye, huixachin, madroño, huitztli, cedro, sauce, sabina y nogal silvestre. La población forestal era talada para la leña, el pastoreo, la industria maderera y las quemas forestales. Ya en el siglo xviii el problema era preocupante y afectaba severamente a dos de las principales ramas de la economía novohispana: la minería y la industria maderera. La actividad de tala forestal desarrolló un gremio de leñadores o hacheros, quienes, al amparo de los reales de minas, cubrían una gran demanda de madera, lo cual causó destrozos considerables en pos de abastecer con grandes cantidades de leña a los mismos reales de mina y sus fundiciones (Enciso Contreras, 1999). Este oficio de leñadores y carboneros ha perdurado durante siglos; es una actividad que sigue siendo, en menor medida, una forma de vivir de la población campesina y sus productos siguen teniendo demanda en los mercados de la región.
Los bosques se recuperan al disminuir la presión de las actividades antropogénicas, como es el caso de la minería, las actividades agropecuarias y la presión demográfica regional. Esto se observó durante el siglo xix, con la caída de la actividad minera. A finales de ese siglo, los montes de la sierra de Taxco volvieron a tener arboles de hasta 30 metros de alto, incluso existen evidencias de vigas con 20 metros de largo y 50 cm de diámetro de madera maciza, en viejos edificios públicos y privados de la región que fueron construidos en esa época. En la construcción de edificios públicos de Teloloapan, Ixcateopan y otras poblaciones circunvecinas, se utilizó madera extraída de los montes de la sierra de Taxco. Grandes y muchos árboles de cedro, pino y encino fueron extraídos y labrados, convertidos en largas y gruesas vigas que eran arrastradas con animales de tiro y bueyes a diferentes poblaciones, donde algunas de ellas permanecen todavía, formando parte arquitectónica de algunos edificios.
Otro impacto ambiental que tuvo la minería se dio con la quema de leña y carbón para fundir el material minero y separar la plata y otros metales de interés. De tal suerte, la tala general de árboles fue intensa, principalmente de encino, por la solidez de su madera y la duración de su fuego. Así, la demanda de leña y carbón por la actividad minera fue cubierta por las poblaciones circunvecinas.
Como en Taxco se ubicaban las haciendas que procesaban la producción de plata, desde mediados del siglo xvi comenzaron a usar el mercurio como método de separación de metales. Este proceso contaminó las aguas, porque los jales eran arrojados al río de Taxco, el cual recibió durante siglos (y lo sigue haciendo) desechos sin tratamiento alguno. Como este proceso continúa, con ello sigue contribuyendo a la contaminación del río Balsas, que es donde desemboca.
La sierra de Taxco, ubicada entre el Eje Volcánico y la Sierra Madre del Sur, posee escurrimientos hidrológicos que se bifurcan: unos van hacia el norte y dan origen a lo que después es el río Amacuzac, tributario del Balsas; y otros corren directos al sur, al gran Balsas. Dicha sierra, que es pequeña y generalmente se pierde entre el Eje y la Sierra Madre dentro de la topografía suriana, ha sido históricamente objeto de extracciones de recursos naturales, desde tiempos precoloniales, durante la Colonia y hasta la actualidad. Las formas de extracción de los recursos han venido cambiando, con tendencia de menor a mayor intensidad, de menor a mayor cantidad, de manera extensiva a intensiva, y con el uso de tecnologías rudimentarias a tecnologías modernas y ultramodernas. El resultado es la transformación y destrucción manifiesta del paisaje, de los recursos mineros, forestales, acuíferos y suelos. La minería ha dejado infinidad de cicatrices en toda la extensión serrana, las cuales, si bien se han ido cerrando con el tiempo, ahí siguen como huellas y testigos del trato y saqueo que cada generación ha hecho. Los bosques son los más transformados y destruidos, la diversidad de grandes pinos y cedros hoy languidecen en poblaciones aisladas de árboles, chaparros y enfermos.
Además de la minería y las construcciones, los árboles de cedro que quedan son ahora la materia prima de la industria de muebles estilo colonial, la cual es una de las principales ocupaciones, en los últimos 50 años, de las poblaciones de Taxco, Tetipac e Ixcateopan. Muebles que tienen como base principal la madera de cedro y variedades de pinos en segundo lugar. Ante la extracción intensiva de esa madera, no existen políticas de regulación y protección forestal; predomina, en cambio, la tala clandestina. Aunque se dan algunos intentos por reforestar y prevenir incendios, no hay resultados: ha ganado la irresponsabilidad y la corrupción de funcionarios y muebleros, sobre un aprovechamiento responsable de la reproducción forestal.
La agricultura y ganadería son otras actividades extensivas y campesinas con fuerte impacto ambiental. Se trata de una agricultura basada en arar la accidentada topografía, en cortar y quemar la floresta para sembrar ahí el maíz, con el frijol, la calabaza y el chile. Ese sistema agrícola de combinación y asociación de cultivos se practicó hasta que comenzaron a aplicarse abonos y pesticidas químicos —antes de los años sesenta y setenta del siglo pasado—; ahora sólo es maíz y en algunos lugares sólo frijol, calabaza o cacahuate: los cultivos asociados, base de la economía campesina, se terminaron. Esa agricultura campesina, junto con la ganadería extensiva, fueron la base de la alimentación y de la vida regional durante siglos. Aunque sin duda tuvo impacto ambiental, la división del trabajo existente contenía o mitigaba ese impacto con el sistema de año y vez, el cual consistía en dividir los terrenos de una comunidad —con cercas de piedra o palos— en dos partes: una se cultivaba un año, mientras en la otra pastaba el ganado de la comunidad; al siguiente año se invertía la ocupación de tierras. Así las tierras descansaban un año y al mismo tiempo eran fertilizadas por el ganado, sobre todo el vacuno y el de trabajo (caballos, mulas, burros), que no es tan depredador como el caprino. Este sistema de vida y de trabajar la tierra igualmente tuvo impactos ambientales, pero a largo plazo, pues si bien dio lugar a transformaciones en la vegetación y a las condiciones del suelo, estos eran lentos y mitigados por el sistema intermitente de cultivos. Es mucho más agresivo el impacto ambiental a que dio lugar el uso de químicos y los alambrados o cercado de terrenos, a partir de los cuales se ha profundizado la huella ambiental. En el último medio siglo ha disminuido la biodiversidad y aumentado la erosión de suelos debido al uso masivo de químicos, así como al empleo de maquinaria para la agricultura campesina y de temporal. Tanto herbicidas y pesticidas que matan la microbiología, como tractores que aran la tierra con fuertes pendientes, de arriba a abajo, han acelerado los procesos de erosión y desforestación regional. Al mismo tiempo, el cercado de terrenos o alambradas ha favorecido el crecimiento de montes, con el dominio de ciertas especies de árboles. Por ejemplo, el cedro elimina toda la diversidad de floresta, grande o pequeña, hasta que no crece nada en su sombra. Además, los cercados de púas son verdaderas trampas para la fauna silvestre mayor, como los venados, que no pueden transitar y se vuelven presas fáciles de cazadores furtivos.
Históricamente, nuestra región de estudio ha sido agrícola y ganadera, a pesar de su accidentada topografía. Para ello, le favorece su clima, con tendencia a ser templado (en promedio 25 °C), y sus suelos, que a pesar de ser delgados y tepetatosos conservan la humedad, lo cual permite que los cultivos resistan bien las sequías en tiempos de lluvias. Desde tiempos precoloniales, la región fue codiciada y disputada por los poderíos purépecha y azteca; era frontera y territorio de constantes enfrentamientos entre ambos por los tributos de algodón, maíz, frijol, chile y la codiciada sal de Alahuistlán (una salitrera ubicada entre los actuales estados de México y Guerrero). Además de los cultivos básicos, tradicionalmente la región fue productora de ganado vacuno y caballar; productora de leche y sus derivados (quesos de cincho, cremas, mantequillas); productora de carne y cueros, base de la talabartería para los huaraches, zapatos, utensilios de montar (sillas, chaparreras, chamarras, etc.) y como medio para amarrar (cuerdas, lasos, coyundas, etc.). Todos los productos anteriormente citados eran consumidos en la zona minera y base de la vida regional durante siglos. Sin embargo, esa vida campirana y rural ha sido transformada recientemente, a partir de la segunda mitad del siglo xx, con la apertura de carreteras y la llegada de automotores, con las migraciones hacia EE. UU. (las divisas son una de las principales fuentes de ingresos económicos en la región) y ahora con la llegada de la minería moderna.
Impactos ambientales modernos
La minería moderna e intensiva actual es una actividad humana más, pero no la única, de extracción y explotación de los recursos, que transforma, destruye y contamina la naturaleza regional. Lo que la distingue de prácticas anteriores es su agresividad tecnológica, con la que derriba y voltea cerros, barrena y realiza grandes y profundas excavaciones en el subsuelo en busca de oro, plata y otros metales de valor. No menos agresivas son las agrotecnologías que contaminan las aguas, destruyen la biodiversidad y provocan erosión debido al exterminio de la microbiología de los suelos; sin embargo, estas destrucciones y transformaciones medioambientales son más sutiles y menos visibles. Otro tanto se puede decir de actividades como la construcción de grandes obras de comunicación (autopistas), obras urbanas, expansión de ciudades, represas o entubamiento de las fuentes de agua para las ciudades, que destruyen ecosistemas y transforman el ambiente natural en pos del bien social. Este tipo de obras son bien vistas, incluso deseadas y elogiadas, porque son expresión del desarrollo y el progreso humano, aunque con ellas se han borrado y se siguen borrando diversos aspectos prístinos de la naturaleza, a la cual estamos transformando y destruyendo constantemente, mediante los procesos inevitables —naturales e históricos de la sociedad humana— de crecimiento cuantitativo, mayor consumo de recursos y exigencias de confort de vida. En resumen, son los factores sociales los que están ejerciendo creciente presión sobre los recursos naturales. Hasta ahora no existe el nivel de conciencia para renunciar o prescindir del uso de materiales, servicios y consumo, en aras de proteger los recursos y la naturaleza, por ejemplo, dejar de consumir productos elaborados a base de metales y con ello desactivar la minería.
En conclusión, la región donde se asientan las mineras modernas en Guerrero ha sido históricamente tributaria de los procesos de vida de las sociedades extrarregionales, con la extracción y explotación de recursos tanto mineros, forestales, agrícolas, ganaderos como de fuerza humana de trabajo, con nulas o muy escasas acciones de reparación ambiental. En consecuencia, es una región con fuerte estrés ambiental, con escasos recursos hídricos, deforestación, erosión de suelos, pobreza y fuerte expulsión social.
El contexto geográfico
Guerrero es una región minera en la parte meridional de México, atravesada por la Sierra Madre del Sur, bordeada, al norte, por el Eje Volcánico Transversal y, al sur, por el océano Pacífico; abarca un área geográfica con gran distorsión tectónica y orogénica en la que predominan los derrames volcánicos. Las mineralizaciones más importantes son las de hierro, como en el caso de las Truchas, entre Guerrero y Michoacán; las de cobre, en la depresión del Balsas y las de Inguarán, entre Guerrero y Michoacán; las de oro, oro-cobre, oro-plata, plomo-plata en el Estado de México y Guerrero, en la región que comprende Zacualpan, Sultepec y Taxco (Coll Hurtado, Sánchez y Morales, 2002); las de oro-plata-cobre y zinc en la región Mezcala centro, donde operan las tres mineras de interés: Peñoles, Media Luna y Los Filos. Los estudios del Servicio Geológico Mexicano (sgm) han clasificado el territorio estatal en 12 regiones mineras (véase la tabla 2), considerando la concentración de minerales que hacen costeable su explotación (Secretaría de Economía, 2018).
Puede observarse que el común denominador es la existencia de oro, plata, cobre, plomo y zinc en la mayoría de las regiones de Guerrero. Esto hace que la región se halle en la mira de los capitales nacionales e internacionales de esta actividad. Ante tal situación, lo que hace el Servicio Geológico Mexicano es generar y difundir el conocimiento geológico de la nación para impulsar la inversión, el empleo y el bienestar social mediante el aprovechamiento sostenible de los recursos minerales, así como la asistencia técnica para planear el uso del suelo.4 Lo que hacen los trabajos del sgm es actualizar y modernizar el conocimiento de los sitios mineralizados: medirlos y cuantificarlos con el uso de las tecnologías modernas, agregando valor a los recursos minerales. Esos trabajos favorecen la inversión, pues acortan tiempos en la exploración, y dan certeza y seguridad a las empresas.
Tabla 2. Regiones mineras del estado de Guerrero
Región | Minerales principales |
Coyuca-Zirándaro | Oro, plata, plomo y zinc |
Cutzamala de Pinzón | Oro, plata cobre y zinc |
Tlapehuala | Oro, plata, cobre y mercurio |
San Miguel Totolapan | Oro, plata, plomo y zinc |
Arcelia-Teloloapan | Oro, plata, cobre y zinc |
La Unión | Oro, plata, cobre, plomo, zinc y fierro |
Papanoa | Fierro, cobre, niquel y aluminio |
Buena Vista de Cuéllar | Oro, plata, cobre, plomo, zinc y fierro |
Mezcala | Oro, plata, cobre, plomo y zinc |
Mochitlán-Quechultenango | Oro, plata, cobre, plomo, zinc y fierro |
La Montaña | Oro, plata, plomo, zinc, cobre y fierro |
La Dicha (centro de Guerrero) | Oro, plata, cobre, zinc y fierro |
Fuente: Servicio Geológico Mexicano (2018).
Los trabajos del sgm, que desde 1944 vienen estudiando y sistematizando, constituyen un importante bagaje de conocimientos sobre los recursos minerales de México y, en este caso específico, de la región de Guerrero. Ahora bien, tales recursos ya se habían estudiado y trabajado de manera empírica en diversos lugares desde tiempos coloniales. Las luchas por los dominios territoriales que se dieron en plena Colonia tuvieron de fondo los recursos naturales ahí existentes, por ejemplo, la adjudicación de grandes extensiones de tierras en la Sierra Madre del Sur, por las compañías deslindadoras a finales del siglo xix, tuvieron como propósito fundamental la apropiación de espacios mineralizados. Debido a ellas el futuro minero de Guerrero se encontraba en espera de mejores condiciones para trabajar, con infraestructura de comunicación y transporte, mejores tecnologías extractivas y renovadas condiciones sociales de seguridad. Todas las anteriores son situaciones que hoy existen sin duda.
La región minera
La construcción de la región de estudio se realiza con base en la explotación minera de las tres empresas que ahí operan, sus tecnologías e impactos que tienen en el medioambiente y en las condiciones sociales de la población. La economía y la sociedad se mueven y giran en torno a la minería, por lo que son estos elementos geoeconómicos y sociales los que determinan las bases objetivas, materiales y reales de la región.
La región de interés no es un espacio geológico compacto y homogéneo, tampoco es un cinturón de oro, como se quiere presentar, se trata, en cambio, de un lugar con diversidad natural, ambiental y social. Comprende parte de lo que el sgm divide como las regiones 5 y 8, de Arcelia-Teloloapan y Mezcala. No son explícitos los criterios geocientíficos que influyeron en la caracterización de las regiones mineras del sgm. En lo geológico, todas las regiones poseen oro, plata, cobre y otros, con excepción de la región 7 de Papanoa. Por lo tanto, no es la existencia de minerales lo que define su regionalización, sino criterios geográficos y político-administrativos de la división regional.
La región en construcción, espacialmente, comprende el área de Teloloapan, donde trabaja la Peñoles, que es una franja geológica con diversas vetas, mantos diseminados y zonas de skarn5 que poseen oro, plata, cobre, plomo y zinc; comprende desde el pie del nevado de Toluca, al norte, y se extiende hacia el sur, pasando por los municipios de Tetipac, Ixcateopan, Teloloapan, Apaxtla y termina por el cerro de Teotepec, en lo más alto de la Sierra Madre del Sur. El área de Mezcala, donde trabajan las mineras Lea Gold y Torex Gold, es un área geológica de vetas, zonas de skarn, que poseen oro, plata, cobre, plomo y zinc; se extiende desde lo que es el estado de Morelos hacia el sur, pasando por los municipios de Huitzuco, Cocula, Eduardo Neri y Leonardo Bravo. A esta región, geológicamente, también la denominan proyecto Morelos (sgm, 2020).
La región de interés comprende partes de los municipios de Teloloapan, Apaxtla, Cocula y Eduardo Neri. No se trata de un espacio cerrado y rígido, sino que es flexible, se amplía con determinadas actividades, como son: el abasto comercial, que se hace principalmente en las ciudades de Iguala y Chilpancingo; la fuerza de trabajo, que proviene de diversos pueblos y municipios extrarregionales; los procesos migratorios hacia otras regiones del país y hacia los EE. UU.; y las expresiones culturales que son propias de un área más amplia.
Las tres mineras que forman la región, son extensiones de grandes empresas que tienen sus centros de operación en otras partes del país o fuera: Peñoles, en Torreón, Coahuila, donde tiene la matriz de operación; Lea Gold, en San Luis Potosí; y Torex Gold se vincula directamente con su matriz de Canadá. Por lo tanto, estos vínculos de interacción y dependencia extrarregionales tienen que ver con lo regional; la influyen y la determinan, puesto que se trata de un proceso económico y social contextualizado por lo nacional y lo global.
Las tres empresas multinacionales que están operando en Guerrero son: Peñoles, S.A., con el proyecto Capela, en el municipio de Teloloapan; Lea Gold, S.A., con su proyecto Los Filos, en el municipio Eduardo Neri; y Torex Gold, S.A., con su proyecto la Media Luna, en los municipios de Cocula y Eduardo Neri.6 Se trata de tres grandes mineras de vanguardia en el negocio minero metalúrgico, con tecnologías de punta en los procesos de exploración, extracción, producción y comercialización de metales en los mercados mundiales.
Se ubican en la parte centro-norte del estado de Guerrero, la cual conecta geográfica e históricamente con el antiguo distrito minero de Taxco, por lo que tiene también viejos antecedentes de localización y extracción de metales de manera artesanal y de pequeña minería. No es casual la presencia de la minería moderna ahí, más bien, se explica como la continuidad de una tradición histórico-regional con vocación minera.
La región territorial, asiento de las empresas mineras, es geográficamente accidentada, con una topografía de cerros y montañas, con lomas y barrancas, así como ríos profundamente encajonados, en su mayoría muertos temporalmente por la extracción de sus aguas para las poblaciones de su entorno, todos tributarios del gran Balsas.
Figura 1. Localización de las minas de Guerrero
Fuente: Ubicación de las minas Capela, Media Luna y Los Filos (adaptación propia).
Su clima va de cálido a templado, el primero predomina en la parte baja sobre el Balsas, con altitud de 500 msnm. Conforme va aumentando la altitud de los cerros, que superan los 3 450 msnm, el clima se va transformando en templado y frío. El régimen de lluvias es de junio a octubre, con variaciones (retrasos y adelantos la temporada) que se están dando con el cambio climático. Durante los meses de abril y mayo, además del calor, se incrementa la contaminación del aire con los sistemáticos incendios que asolan los pastizales y forestales.
Los recursos hidrológicos se conforman por el río Balsas y la presa hidroeléctrica El Caracol, principalmente.
El río Balsas
El río Balsas es uno de los grandes ríos en la región sur de México. Cruza majestuosamente de oriente a poniente el estado de Guerrero, contorneando por su parte meridional a la Sierra Madre del Sur y por el norte al Eje Volcánico Transversal. Ambas cuencas lo nutren con escurrimientos hidrológicos que él recoge y deposita en el océano Pacífico. En su trayecto, el Balsas alimenta a tres grandes presas hidroeléctricas: la de El Caracol, en la zona de influencia de las mineras; la de Infiernillo, una de las más grandes de México, entre los límites de Guerrero y Michoacán; y la Morelos, cerca de la desembocadura en el océano Pacífico.
El Balsas inicia recogiendo las aguas de la parte poniente del estado de Puebla, las del estado de Morelos y cruza el estado de Guerrero de este a oeste, recogiendo las aguas de la región de la Montaña, de la región Norte y de Tierra Caliente. En su trayecto de 1 000 km le tributan sus aguas importantes ríos regionales, comenzando con el Atoyac de Puebla, el Tlapaneco, el Amacuzac, el Ajuchitlán y el Cutzamala.
La tendencia histórica de volumen hídrico de El Balsas va de más a menos debido a la canalización de esas aguas hacia los centros de población, donde son usadas y después retornan a los cauces, llevando desechos líquidos y sólidos de las diversas poblaciones de la cuenca. Esto convierte a este río en un desagüe de desechos con altos niveles de contaminación.
Para fines técnicos de estudio y operación de proyectos de desarrollo, la cuenca del Balsas está dividida en tres: el Alto, Medio y Bajo Balsas. La región minera de estudio, queda localizada en el Medio Balsas, donde se ubica también la presa El Caracol.
La presa El Caracol
La presa El Caracol es la primera de tres presas interpuestas, un reto de la ingeniería hidráulica a lo que era el imponente río Balsas. También fue un desafío que significó dominar al Balsas en una parte de su cauce de lo más agreste de la topografía, a saber, en el encuentro de la Sierra Madre del Sur y la Sierra de Taxco-Teloloapan, el cual constituye un obstáculo que las aguas del Balsas lograron esquivar zigzagueando las estrechas rocas en forma de caracol, lo que le dio el nombre al lugar.
La presa de El Caracol se ubica a 50 km al sur de la mina Capela de Peñoles y a 50 km al poniente de la Media Luna. Su cortina mide 126 metros de elevación y su embalse fue calculado en 1 414 hectómetros cúbicos de agua,7 con una extensión de 50 km de largo (cfe, 1986).8 Hoy ese embalse ha sido reducido con el azolvamiento que tiene la presa, la cual fue de las últimas obras construidas por el programa hidroeléctrico de la Comisión del Balsas, cuyo funcionamiento inició en diciembre de 1986.
Por otro lado, el embalse inundó al poblado de Balsas, conocido porque hasta ahí llegó, procedente de la ciudad de México, el ferrocarril en 1901, aunque de ahí ya no pasó. Dicha población fue reubicada en un lugar que ahora se denomina Nuevo Balsas, en los márgenes de la presa, por el lado norte, donde confluye el río Cocula. Ahí, al pie del nuevo poblado, el embalse tiene su mayor amplitud, 6 km en promedio; mientras que presa y poblado están a pie de cerros donde operan las mineras; por la parte norte, está la Media Luna y, por la parte sur, Los Filos. Situación que pone en alto riesgo de contaminación al Balsas si no se toman las medidas preventivas necesarias.
La reubicación, así como la construcción de viviendas del poblado Nuevo Balsas, fueron realizadas por la cfe a mediados de los años ochenta. Se trataba de una población de menos de mil habitantes, pero ahora es del doble (con una importante población flotante) y constituye el asiento estratégico de operaciones de la minera La Media Luna, la cual es fuente de empleos.
El río Cocula es otro río importante en esa región de influencia minera. Lo forman los ríos Los Sabinos y el Ahuehuepan, que vienen de la sierra de Taxco, así como el San Juan que baja del valle de Iguala. Estos ríos eran perennes, alimentados por manantiales que ahora han sido entubados y conducidos para los servicios urbanos de las ciudades y poblaciones de esas cuencas. Los manantiales que le daban origen al de Los Sabinos ahora alimentan a las poblaciones de Ixcateopan e Ixcaputzalco y retornan a los cauces como drenajes. Al Ahuehuepan le daban origen diversos manantiales de Taxco, pero ahora esas aguas se usan en los servicios urbanos y salen como drenajes; al San Juan le daban origen los manantiales y excedentes de agua de la laguna de Tuxpan, en el valle de Iguala, ahora esas aguas dan servicios a la ciudad y salen como drenaje. Así los tres, con sus cargas de aguas negras, sin tratamiento alguno, se van rumbo al sur, al poblado de Cocula, de donde toman su nombre y desembocan en el Balsas, a unos 30 km más al sur. Además de la desviación de las aguas que daba origen a esos ríos, está el problema de la tala de bosques en la sierra de Taxco, la cual tiene relación directa con la erosión y la retención de aguas que se manifiesta en la disminución de las escorrentías. Las anteriores son las causas de la muerte parcial de esos ríos y su conversión en drenajes.
Figura 2. Presa El Caracol
Fuente: archivo digital cfe.
La cuenca del río Cocula está formada por superficies planas de tierra fértil, bañadas por las aguas y la humedad, con un clima tropical húmedo suficiente para hacer de esa región un área dinámica de producción agropecuaria. En tiempos del porfiriato florecieron allí diversas haciendas cañeras y ganaderas, las cuales se vieron beneficiadas con la llegada del ferrocarril en 1900, momento en el que la región quedó integrada a los mercados nacionales que estimularon la modernización de haciendas, por ejemplo, la de Atlixtac, cuya producción se vio ampliada a la acuñación de monedas.
Durante la primera década del siglo xx, los valles de Iguala y Cocula vivieron un auge productivo que hacía realidad el progreso porfiriano, progreso interrumpido y truncado por el movimiento revolucionario de 1910 sin que volviera a tener futuro. En tiempos de posrevolucionarios, las tierras de las haciendas fueron repartidas en forma de ejidos a las comunidades campesinas. A partir de ahí, la inestabilidad de los gobiernos no dio certidumbre a los inversionistas y esas producciones agroindustriales, con miras a la modernización e integración a los mercados, involucionaron a economías campesinas y de subsistencia. Los ejidatarios, nuevos usufructuarios de las tierras de regadío, dejaron caer la infraestructura de riego existente en las haciendas, así como las producciones comerciales, para convertir la fértil y productiva cuenca del río Cocula en producciones de subsistencia (con el cultivo de básicos), además de una zona de migrantes hacia los EE. UU. Ese proceso de modernización productiva regional que se abrió con el inicio del siglo xx, se cerró al terminar el mismo siglo con el fin del ferrocarril que dejó de funcionar y fue desmantelado como chatarra en diversas partes. Con ello se truncó un proceso de potenciales transformaciones, basado en las condiciones naturales favorables (tierras, agua, clima, comunicación, fuerza de trabajo, ubicación), para un desarrollo económico y social regional. A cambio, no hubo alternativas más que la producción de los ejidos, que no sacaron de la pobreza a los campesinos.
Hubo otro intento de desarrollo agroindustrial, con el establecimiento de un moderno ingenio azucarero, a finales de los años veinte, cerca de la hacienda de Atlixtac, junto a la vía del ferrocarril. Para eso se fomentó el cultivo de caña en los fértiles valles de Iguala y Cocula, que en los años cincuenta y sesenta se cubrieron de cañaverales de excelente calidad. Como la producción excedía la demanda local, los excedentes fueron embarcados en ferrocarril al ingenio de Zacatepec. El ingenio operó con diversas dificultades de financiamiento y de inseguridad hasta que en los años cuarenta una prolongada huelga lo llevó a la quiebra y el dueño dejó a los huelguistas la empresa y se ausentó. Estos no supieron sacar adelante su fuente de trabajo: ahí se mantuvieron haciendo guardia, se hicieron viejos junto a vehículos y tractores que cuidaban con la esperanza de ser indemnizados. Lo que nunca sucedió. A mediados de los años ochenta, todavía se podían observar reductos de maquinaria enmohecida que había sobrevivido a la rapiña chatarrera, testigos de lo que en un tiempo auguraba ser el comienzo de un polo de desarrollo agroindustrial.
Ahora hay voces que hablan de impulsar un proyecto turístico que podría denominarse “la ruta de las haciendas”, integrando la presa El Caracol y las minas como lugares de interés de los visitantes. Esta idea de proyecto tiene como referente ser negociado con la minera Media Luna para su financiamiento. Hasta ahora es un sueño mexicano más.
La flora
La flora característica de la región es la baja caducifolia. Abunda el cazahuate que en otoño blanquea con sus flores los campos. De estas flores se alimentan los escasos venados que quedan, víctimas de los cazadores fortuitos. También es abundante, sobre todo al sur del Balsas, en el área de influencia de la mina Los Filos, la palma.9 Esta tiene la característica de sobrevivir muy bien a los sistemáticos incendios, ya que en lugar de aniquilarla se reactiva y fortalece con la limpia que le hacen tanto al tallo, con la quema de sus palmas secas y de desecho, como a su entorno, librándola de maleza y matorrales. Su tallo, por cierto, al estar compuesto de diversas capas de fibra es muy resistente al fuego, por lo que este necesita ser muy intenso y prolongado para quemarlo.10 Mientras más profundas son estas capas, más resistentes van siendo al calor, lo cual las hace excelentes protectoras del corazón del tallo y si este no muere, seguirán emergiendo capas de su centro, hasta brotar la palma tierna, cerrada, compacta y blanca, que de a poco se abre y enverdece hasta tomar su majestuosidad ampliada en forma de cola de pavorreal. Esta palma mexicana se adapta bien a tierras calizas, pedregosas y delgadas, y es resistente tanto a la sequía como al ganado. Asimismo, se vuelve resistente por medio de tratamientos artesanales, como pasarla por agua hirviendo para que sufra una cocción que la protege de la polilla. Lo que la deprime hasta su muerte es el incremento de la vegetación, principalmente árboles sombrosos que le quitan la luz del sol. Desde antaño esta palma fue muy estimada por las sociedades indígenas y campesinas por los múltiples usos que brinda: para techar las casas, para elaborar lasos o reatas con los que amarrar animales, para atar cargas, hacer corrales, etc., así como para elaborar cestos, petates, sombreros, tejer sillas, bolsas y otros utensilios más que todavía se siguen elaborando y usando. Sin embargo, los plásticos la han desplazado hasta el grado de que se dejó de cortar, se abandonaron los palmares y se han deteriorado o extinguido en diversas regiones. El tlacolol era amigable con las palmas y favorecía su reforestación, pero también se ha dejado de practicar.
Otras variedades de vegetales son: el tepehuaje, el guaje, cedros, encinos, diversos tipos de espinos, el mezquite y una gran variedad de chaparrales propios de suelos delgados y de fuertes pendientes. Las empresas mineras, en sus estudios de impacto ambiental, han realizado inventarios completos de la flora existente en sus respectivas áreas de influencia, con el compromiso de proteger su existencia, por ejemplo, la mueven de los lugares que van a ocupar, para replantar y reforestar después con las especies que había en los lugares afectados. Es el compromiso que tienen en sus programas de cierre y que la Semarnat debe vigilar y dar seguimiento.
La flora regional ha sufrido un proceso histórico de fuerte impacto ambiental y lo sigue sufriendo: primero con la minería, la construcción, la agricultura y con su uso como combustible; ahora con la extracción de madera, principalmente de cedro, para la elaboración de muebles tipo colonial, pero también de otras variedades y colores de madera, como son el pino, tepehuaje, acacia, jacaranda, huamúchil y fresno, entre otras más. En la región o sierra de Taxco, todo el corte de árboles y extracción de madera es ilegal, ya sea por los mismos propietarios o por taladores clandestinos, pero no existe protección y menos reforestación. En suma, hay una ausencia total de instituciones y funcionarios de gobierno que regulen y protejan el aprovechamiento racional y responsable de los recursos forestales. En los últimos años, quien ha frenado el tráfico de madera robada es el crimen organizado, según voces de la región.
La fauna
La fauna silvestre está compuesta por diversos mamíferos: como el venado, el coyote, la zorra y zorrillo, el jabalí, el conejo, entre otros más. Diversos animales silvestres están bajo fuerte presión de los pobladores y cazadores fortuitos de la región. Tal es el caso del venado, muy perseguido y usado como complemento de la alimentación; o el coyote, en proceso de extinción, sobre todo por la reducción de sus espacios, ya que, por ejemplo, los alambrados que están presentes en cada propiedad, grande o pequeña, obstaculizan la vida silvestre y contribuyen a su disminución y extinción. Existen también diversos reptiles y una gran variedad de aves. Igual que con la flora, las empresas mineras realizaron estudios de impacto ambiental, cuyos censos completos de la fauna silvestre regional concluyen que no hay especies, tanto de flora como de fauna, protegidas, pero tampoco en peligro de extinción, lo cual no es verdad, ya que sí hay diversas especies de flora y fauna silvestre en peligro de extinción. En el caso de la fauna están el zopilote, la güilota, el águila, el mencionado coyote, entre otros. Controlar y proteger la fauna y flora silvestre son de los retos más complicados para las mineras, puesto que estas invaden y destruyen su territorio. Aunque existen programas de conservación, nada es igual ahí donde operan las mineras. Hay acciones de mitigación, protección y conservación de los animales silvestres: el cercado de las áreas de trabajo, la protección de piletas cianuradas para que las aves no acuaticen en esos espejos de agua; la prohibición a los trabajadores de matar algún animal que ronde por los espacios de trabajo; la disposición de personal capacitado para capturar, tratar, curar y reubicar animales que se filtran o cuyas madrigueras son estropeadas con las máquinas, como es el caso de diversos reptiles. No obstante todas estas medidas, al quitar y destruir su hábitat, esas especies generalmente mueren.
Las leyes de cuidados ambientales internacionales son muy exigentes con las mineras. En México, también está bien reglamentado por la lgeepa el cuidado de flora y fauna, pero se ignora el seguimiento que hacen las instancias de gobierno responsables. Lo que no se observa es el seguimiento que deben de hacer las dependencias a la fauna silvestre. En cambio, son manifiestas las acciones que las mineras implementan, con viveros para la producción de plantas y la reforestación constante, en ocasiones con programas junto a las comunidades. También tienen clínicas veterinarias para los animales heridos y rescatados, donde son curados, para después ponerlos en libertad. En síntesis, el cuidado y protección de la flora y fauna es muy importante para las empresas mineras, porque para ellas eso significa ser sustentables y volverse una empresa minera sustentable, hoy en día, confiere un estatus ético distintivo que reditúa dividendos muy importantes, política, económica y socialmente. Esto es un logro y un avance del ambientalismo mundial.
La fauna silvestre, igual que la flora, vive un proceso de fuerte impacto ambiental, con la caza fortuita y su desprotección por las instituciones encargadas de protegerlas, más que el trabajo minero son los pobladores de la región los depredadores.
La población regional
Son seis los municipios que tienen relación geográfica con las mineras: Apaxtla, Cocula, Cuetzala del Progreso, Teloloapan, Tepecoacuilco de Trujano y Eduardo Neri. Algunos como Apaxtla, Cuetzala del Progreso y Tepecoacuilco, tienen una relación muy tangencial o mínima, mientras los tres restantes son los básicos. De estos tres municipios básicos, 10 comunidades son las que tienen relación directa con las empresas mineras, a través de la renta y venta de sus tierras: Mezcala, Carrizalillo, Nuevo Balsas, Balsas Sur, Real del Limón, La Fundición, Xochipala, Atzcala, Tehuixtla, Ahuehuetla, El Capire y El Tule Zacuapa. La población estimada que tiene relación directa con la actividad minera es de aproximadamente veinte mil habitantes y son las comunidades que rentan o han vendido tierras, ya sea para la explotación de mineral o bien para extraer agua, abrir carreteras u otro servicio. Existe otra población estimada, de unos 55 500 habitantes, que tienen relación con la actividad minera a través de la prestación de diversos servicios: transporte, alimentos, hospedaje, abasto comercial y otros. En suma, el universo poblacional regional, que tiene vínculos directa e indirectamente con la derrama económica realizada por las empresas mineras, a través de los servicios que demandan y consumen, puede ser estimada en alrededor de cien mil habitantes, esto también si se considera la triangulación de servicios urbanos que hacen ciudades como Iguala, Teloloapan y Chilpancingo, que distan 50 km o menos del área de operación minera.
Por otra parte, la población es en su mayoría rural y campesina, predominantemente mestiza, pero con fuerte influencia indígena de origen náhuatl, lo cual se observa en localidades como Mezcala, Xochipala, Carrizalillo y Atzcala y en poblaciones indirectamente vinculadas como Acatempa, Chilacachapa, Coatepec Costales y Xalitla. En estas localidades se habla el idioma náhuatl de manera complementaria.
El mestizaje regional hunde sus huellas históricas en dos actividades socioeconómicas: la producción agropecuaria y la minería. Huellas que se enraízan en la época colonial y que, en el siglo xix, con los reacomodos económicos del México independiente y la caída de la producción minera, tras lo cual la actividad agropecuaria se convirtió en el refugio de la producción económica y ahí el sector ranchero se desarrolló como una de las estrategias de la economía rural. Las grandes haciendas, al perder los mercados de gran consumo de los reales mineros, se convirtieron en producciones para los mercados regionales y en rentistas de sus tierras excedentes, lo que permitió que proliferaran unidades menores de producción, de tipo ranchero.
A finales del siglo xix, en la región minera de interés, la tierra estaba distribuida en tres poseedores: las comunidades originarias, la iglesia (cofradías y tierras de santos patrones) y las grandes propiedades de exitosos hacendados con producciones de caña y ganado, con lo que se convirtieron en los productores y abastecedores de alimentos e insumos de la creciente producción minera del sur del Estado de México. Los rancheros eran rentistas de esas tierras, pero también un sector productivo desplazado de la tierra. Por eso cuando estalló la Revolución en 1910, los rancheros de la región se hicieron presentes, con Jesús H. Salgado al frente, oriundo de la región de Teloloapan, quien secundaba el Plan de Ayala y luchaba por la tierra. Jesús H. Salgado fue gobernador de Guerrero en los mejores momentos del zapatismo (1914). Durante su corta administración devolvió tierras a pueblos que habían sido despojados de ellas; repartió tierras a solicitantes; suprimió las tiendas de raya; decretó el salario no menor a un peso diario; emitió y acuñó el “peso zapatista”, con lingotes de oro y plata, o de plata-oro que expropió a la mina de Campo Morado (moneda que fue de gran éxito cambiario por la alta ley de oro que tenía, incluso se cotizó a la par con el dólar de la época); dispuso que se reactivaran las distintas minas que operaban en Guerrero para dar empleo; entre otras cosas (González Bustos, 1983).
Después de la Revolución mexicana, la región fue próspera con la producción agropecuaria, hasta que llegó la epizootia del ganado vacuno y la crisis agrícola a comienzos de la segunda mitad del siglo xx. Esta crisis agropecuaria dio lugar a una migración, sobre todo hacia los Estados Unidos, que dejó sentir su presencia en las nuevas generaciones, quienes crecieron con una influencia cultural híbrida e identidades de origen binacional. Empero, la actividad minera llegó a cubrir ese vacío ocupacional y económico que generó la crisis del campo.
La huella minera que viene desde la Colonia, con el México independiente no paró, sobre todo con las pequeñas extracciones artesanales. En la región existen diversas evidencias de que esas extracciones se enfrentaban a problemas de aislamiento e incomunicación de la geografía suriana, los cuales fueron superados hasta mediados del siglo xx, con la apertura de carreteras y el uso de automóviles, que hicieron posible la minería intensiva y con perspectiva de modernización. Muestras de esas extracciones menores son los casos del socavón de Tehuixtla, donde ahora realiza sus túneles la empresa Capela de Peñoles y donde siguen las huellas de extracciones mineras anteriores; también se encuentran el Real del Limón y La Fundición,11 ubicados al pie de los cerros donde está operando La Media Luna, que debió reubicar esas dos localidades a un nuevo asentamiento; y la Nukay, antecedente de la minera Los Filos, al poniente de Mezcala. Esas históricas actividades de extracción mineras, asociadas con las agropecuarias, dejaron su huella en la región con el mestizaje social caracterizado por su vocación emprendedora y a favor de la economía minera regional.