3. Los retos de la educación a través del uso de las nuevas tecnologías, las políticas de Estado y las desigualdades regionales

https://doi.org/10.52501/cc.202.03


Daniel Antonio Jiménez Estrada


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3. Los retos de la educación a través del uso de las nuevas tecnologías, las políticas de Estado y las desigualdades regionales

Daniel Antonio Jiménez Estrada*

DOI: https://doi.org/10.52501/cc.202.03

Resumen

Desde mediados de abril de 2020 a la fecha, los efectos del COVID-19 han desnudado la realidad de todos los sistemas educativos del mundo. Se trastocaron las prácticas habituales de un momento a otro, como las costumbres y los lugares tradicionales de aprendizaje, las metodologías y sus formas de estudio. Se limitó la posibilidad de desarrollar otro tipo de actividades formativas de carácter deportivo, cultural y la propia socialización. También se dificultó el impulso de hábitos esenciales para el desarrollo humano, como la salud y el crecimiento personal.

El objetivo de este artículo es realizar dos reflexiones, por un lado, identificar los principales efectos de la pandemia de salud sobre los sistemas educativos y el uso de la tecnología y, por el otro lado, reconocer que, derivado de lo anterior, se constata que hace falta seguir trabajando para disminuir las desigualdades regionales que el estado debe fortalecer a través de las políticas públicas en materia educativa.

Palabras clave: educación, nuevas tecnologías, desigualdades, políticas públicas.

Introducción

De acuerdo con el estudio más reciente de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (unesco, por sus siglas en inglés), desde mediados de abril de 2020 a lafecha, los efectos del COVID-19 han desnudado la realidad de todos los sistemas educativos del mundo. También señala que un total de 1 570 millones de estudiantes de 192 naciones, entre preescolar, primaria, secundaria, bachillerato, licenciatura y posgrado, han sufrido sus consecuencias. Su impacto ha alcanzado a 91.4% de la población estudiantil en todo el mundo.

Alumnos y docentes vieron trastocadas las prácticas habituales de un momento a otro, particularmente, las costumbres y lugares tradicionales del aprendizaje, las metodologías, así como sus formas y estrategias de estudio. Incluso, cambiaron de los espacios habituales —que eran aulas, jardines y patios— para enfrentar la imposibilidad de desarrollar otro tipo de actividades formativas de carácter deportivo, cultural y la propia socialización. Esto trajo como consecuencia una limitación en el impulso de hábitos esenciales para el desarrollo humano, como el de la salud y el crecimiento personal.

A esta realidad, fuera de toda predicción, se añade la necesidad de confinamiento en el hogar, espacio de convivencia e intercambio nunca igualado a la escuela. Ahora, lugar de convivencia con los adultos, que en muchos de los casos no ayudan a su avance en la formación y progreso académico, ya sea por sus propias necesidades de trabajo o por carecer de las condiciones suficientes para respaldar las necesidades de los hijos.

A estas circunstancias debemos agregar que se volvió obligatorio el distanciamiento físico para impedir un posible contagio de la enfermedad entre los estudiantes y los propios miembros de la familia.

Aunado a todo ello, se debe considerar el difícil y, a veces imposible, acceso a las tecnologías y la posibilidad de conectividad, haciendo más difícil la tarea de educar en condiciones adversas.

Rompiendo la continuidad del aprendizaje

Iniciamos señalando que algunas de las principales consecuencias en el ámbito educativo, como efecto de la pandemia, son la limitación del proceso enseñanza-aprendizaje, el cambio de hábitos en las familias que incluyen, entre otros, los horarios de alimentación, la desigualdad en el acceso a los sistemas digitales, la disminución de la eficiencia terminal con el correspondiente incremento de la deserción. Y una realidad para todos ya conocida, como es la poca accesibilidad y conectividad en un alto porcentaje de alumnos y docentes.

Añadiendo a esta realidad el cambio de la forma de acceso al conocimiento, mismo que ha sido diseñado acorde a cada sistema educativo y ha influido en las formas tradicionales de convivencia. El acceso al conocimiento ha dejado de ser por los métodos tradicionales y ha obligado a muchos países, en la mayoría de los casos, a empezar desde la misma línea de partida, es decir, a través de la aplicación de otros modelos. El modelo tradicional de la enseñanza cara a cara o presencial, ha sufrido una transformación, sustituyéndolo por un sistema paralelo creado y promovido por algunos sectores de la educación desde finales del siglo xix. Esto ha provocado una parálisis en la enseñanza, que afecta su desarrollo. Esta parálisis ha generado incertidumbre en los docentes, pero principalmente en los alumnos y sus familias, con dudas respecto a las formas de dar seguimiento y evaluar sus saberes, que en nada se parecen a los criterios acostumbrados y tradicionales a los que ya se habían acostumbrado y que, le dieron al estado la posibilidad de aplicar instrumentos de evaluación para contar con referentes acordes a la realidad que el sistema educativo y la particular práctica escolar han experimentado, como un referente de la acción educativa y sus principales alcances.

La zozobra en el sistema educativo

El sistema educativo está transitando por una fuerte tensión en un plazo muy corto y se ha visto desafiado y puesto a prueba. La crisis sanitaria por la presencia del COVID-19 se convirtió en el mayor competidor del sistema educativo, ya que exigía la más rápida transformación de todos los actores, frente a siglos de constante esfuerzo por incrementar el conocimiento de millones de seres humanos.

Estas transformaciones han demostrado la importancia de continuar la inversión en el sector educativo. Así lo demuestra el Banco Mundial en cifras de 2018, por ejemplo, el gasto educativo era de 4.5% del producto interno bruto (pib) a nivel mundial, en promedio representaba 14.5% del gasto de los gobiernos de cada país. Un sector con tanta importancia en la economía de un país se vio obligado a un proceso de transformación desmedida en su forma tradicional de actuar.

Ahora más que nunca, se puede entender que la educación es un proceso continuo de aprendizaje, de un cúmulo de conocimientos que requiere de constancia, tolerancia para evitar la frustración y mayores esfuerzos (económicos, humanos y temporales). Todo esto, mientras se mantiene el interés y el estímulo hacia el estudio.

Esta realidad nos coloca en la encrucijada de replantear el modelo tradicional de enseñanza. El distanciamiento físico hace imposible interactuar cara a cara con los otros, porque esta dinámica se ha sustituido por el uso de dispositivos como computadoras, equipos móviles como la tableta, teléfono, aplicaciones de voz o audio que han posibilitado estar en continua conexión.

Por otra parte, han aparecido formas de encuentro virtual, así encontramos software, plataformas y otros recursos, que buscan la interacción entre alumnos y docentes en modalidades sincrónicas y asincrónicas.

Explorando nuevos métodos y nuevos retos

Las reflexiones en torno a esta nueva realidad han llevado a los dirigentes de distintas naciones a intercambiar experiencias para ayudarse mutuamente en sus procesos, de esta manera han impulsado iniciativas que se puedan poner en marcha. Entre las que encontramos, están cursos online, lecciones por televisión con programas educativos, plataformas digitales, radio.

Así, los docentes, alumnos y padres de familia se enfrentarán al reto de garantizar el aprendizaje masivo con el uso de recursos y destrezas poco o nada utilizados hasta hoy. De la misma manera, los procesos de evaluación se miran poco eficientes y de dudosa calidad. No se busca la obtención de aprendizajes, sino la entrega de consignas y el cumplimiento de los planes de estudio a como de lugar.

Las primeras evidencias nos muestran que existen limitaciones y resistencias tanto de docentes como de alumnos. Por otra parte, se han vuelto más evidentes las desigualdades del sistema educativo y se pone en duda, nuevamente, la capacidad de otorgar las mismas posibilidades a todos aquellos que no pueden acceder a estos medios. La enseñanza y el rol de la escuela se ven obligados a ajustarse y a generar planes alternativos para disminuir los efectos de la situación actual de pandemia.

Por su parte, la unesco plantea algunas reflexiones al respecto, en las que señala que la educación es el punto donde confluyen las fuerzas políticas, tecnológicas y educativas en constante cambio que, a su vez, tendrán un impacto significativo sobre la estructura de los sistemas educativos de todo el mundo en los próximos años. Muchos países están impulsando iniciativas que intentan transformar el proceso de enseñanza-aprendizaje, al formar ciudadanos que serán parte de la sociedad de la información y la tecnología. El Informe Mundial sobre la Educación (1998) de la unesco expresaba que las nuevas tecnologías constituirían un desafío a los conceptos tradicionales de enseñanza y aprendizaje, pues redefinirían el modo en que profesores y alumnos accederían al conocimiento y, por ello, deberían tener la capacidad de transformar radicalmente estos procesos. Las tecnologías de la información y la comunicación (tic) contienen un sinfín de herramientas que pueden ayudar a transformar las clases actuales —centradas en el profesor, aisladas del entorno y limitadas al texto de clase— en entornos de conocimiento ricos, interactivos y centrados en el alumno. Para afrontar estos desafíos con éxito, las escuelas deben aprovechar las nuevas tecnologías y aplicarlas al aprendizaje. También deben plantearse como meta transformar el paradigma dominante del aprendizaje.

Sociedad y educación

En la reflexión sobre la orientación de los cambios educativos, se pone de manifiesto que la educación no puede por sí sola resolver los problemas sociales, sino que exige para ello que, paralelamente, se produzcan determinadas transformaciones en otros ámbitos de la sociedad.

No es suficiente con que la educación apueste por los valores democráticos, la justicia, la participación y la equidad si, al mismo tiempo, no existen iniciativas políticas, económicas y sociales que avancen en la misma dirección en otras esferas de la vida social. No es posible una educación equitativa en una sociedad tan desigual como la latinoamericana. Y tampoco es posible avanzar hacia sociedades más justas, sin una educación equitativa, en la que estén garantizados los servicios básicos para cualquier sociedad.

Cabe destacar el análisis que hiciera Latapí (Educación y justicia…, 1964) respecto a la desigualdad que se vive en algunos países:

Aun en el supuesto de que haya escuelas suficientes, la desigualdad económica de la sociedad seguirá influyendo en la desigualdad educativa, la cual, a su vez, cerrará el círculo vicioso determinando una ulterior desigualdad en la capacidad de ingresos de la siguiente generación. A una sociedad de fuertes desigualdades económicas, corresponde un sistema escolar de fuertes desigualdades educativas (Educación y justicia…, 1994, p. 8).

El hincapié, por tanto, se sitúa en las políticas globales, capaces de plantear estrategias convergentes en las esferas económica, social y educativa, con el objetivo de avanzar en la construcción de sociedades justas, cohesionadas y democráticas.

Bajo esta mirada, se debe atender el compromiso desde las políticas públicas para fortalecer las instituciones relacionadas con el ámbito educativo. Los procesos de descentralización, desarrollados en la década de 1990, pusieron de manifiesto la necesidad de establecer una eficiente coordinación entre el poder central y los poderes regionales y locales, así como la urgencia de crear un sistema de gestión eficiente y estable, en el que la evaluación, la supervisión y la rendición de cuentas sean procedimientos habituales y confiables. Parece necesario, en consecuencia, diseñar y desarrollar sistemas de evaluación que permitan conocer los logros de los alumnos en la adquisición de sus competencias básicas, pero también que favorezcan la eficiencia de las instituciones educativas, la coordinación interinstitucional, su funcionamiento, el trabajo de los docentes y la participación social en la actividad educativa.

No debemos olvidar que una buena coordinación de las políticas públicas en el nivel gubernamental, debe conducir a concreciones específicas en el ámbito territorial. Las políticas educativas serán más eficaces en la medida en que participen diferentes sectores sociales y culturales, y sean capaces de impulsar sus iniciativas en proyectos sistémicos e integrados, que se desarrollen en determinados territorios previamente establecidos.

Infraestructura y recursos educativos

Es indispensable que todo sistema educativo cuente con la infraestructura y los recursos necesarios para operar de manera adecuada. En efecto, los espacios escolares en los que se encuentren los estudiantes pueden incidir positiva o negativamente, de acuerdo al tipo de condiciones con que cuente el establecimiento educativo.

A su vez, los recursos educativos son también muy importantes para el desarrollo de los procesos de enseñanza y aprendizaje. Estos procesos necesitan de condiciones, como los servicios básicos de agua y electricidad, y medios adecuados para poder lograr un impacto positivo en el aprendizaje. Según la evidencia del Segundo Estudio Regional Comparativo y Explicativo (serce), llevado a cabo por el Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (llece) de la unesco, realizado en 2006, tanto los servicios básicos como la infraestructura se asocian positivamente con el desempeño en las pruebas de lectura y ciencias tomadas a estudiantes de tercer y sexto grado del ciclo primario. La infraestructura escolar —que abarca oficinas administrativas, salas de profesores, instalaciones deportivas, comedores, laboratorios, salas de computación y bibliotecas, entre otras— es el segundo factor con mayor incidencia en el desempeño relacionado con el establecimiento educativo, solo superado por el ambiente escolar (unesco/orealc, 2008).

Para aquellos niños de nivel socioeconómico bajo, cuyos hogares carecen de material bibliográfico y computadoras, resulta altamente significativo que los establecimientos escolares dispongan del mínimo de estos recursos.

En este ámbito, las tecnologías de la información y la comunicación (tic) han ido ocupando un lugar de importancia como recurso educativo de indispensable incorporación en el sistema educativo. Las tic y, especialmente el acceso a la computadora y la conexión a internet (acceso y conectividad), son recursos innovadores que han demostrado ser indispensables, además, como herramientas para desenvolverse en un mundo posmoderno y globalizado.

Otra discusión es aquella que plantea la pertinencia en el uso y la importancia de reconocer la información a la que se puede acceder desde ella. Actualmente, la inclusión social se vincula, cada vez más, con el acceso al conocimiento, por la participación en redes y por el uso de las tic (Hopenhayn, 2002).

La llamada brecha digital, vinculada con las diferencias de acceso y uso de tic dentro y entre los países, se manifiesta marcadamente tanto entre los distintos grupos socioeconómicos como entre generaciones. El promedio de acceso a tecnología en los hogares de estatus económico, social y cultural de países desarrollados pertenecientes a la ocde —incluyendo España y Portugal— es bastante más parejo que el de los de América Latina, donde las diferencias son muy altas.

La mayor dificultad estriba en el esfuerzo de la política pública para invertir en la adquisición y manutención de este equipamiento por parte de los países latinoamericanos. En cambio, el establecimiento escolar cumple una función privilegiada, en tanto compensa las dificultades de acceso que tengan grupos sociales más desfavorecidos respecto de estas tecnologías dentro del hogar. Es por eso que la cantidad de alumnos por computadora se vuelve un dato clave a la hora de evaluar los avances que han hecho los países en esta materia.

Adicionalmente, contar con una computadora es un primer paso —que debe acompañarse de los sistemas operativos, una conexión a redes locales, el internet y las actualizaciones necesarias— para que el uso que le puedan dar los estudiantes sea significativo, relevante e infinito. El avance tecnológico en este campo es veloz y, por tanto, el tipo de inversión que se haga debe realizarse con suficiente apoyo de equipamiento y capacitación docente para que su aprovechamiento sea óptimo. Las transformaciones educativas con tecnología no van a ocurrir si el docente no se integra y se posiciona en el centro. El nivel de avance de los países de la región en este sentido es muy heterogéneo y, está muy lejos de los indicadores de países desarrollados.

Sin embargo, y a pesar de los avances en la región, la desigualdad social se reproduce a nivel del sistema educativo, pues presenta diferencias marcadas de acceso entre escuelas privadas y públicas. Una vez más se evidencia que los grupos más vulnerables tienen mayores dificultades para acceder a las nuevas tecnologías, así como los países más pobres presentan mayores deficiencias y carencias en la democratización del uso de las tic.

Sociedad del conocimiento y la información

Actualmente, se ha denominado a la era en que vivimos como del conocimiento y la información, descripción que otros destacan como un “más allá de lo moderno”. Esto, en el marco de referencia de la globalización —que a su vez se está configurando y— que implica una serie de transformaciones económicas, políticas y culturales para las diferentes sociedades del mundo, que han llevado a replantear el papel de lo establecido, como son las estructuras organizacionales, las propias interacciones sociales, los procesos de producción de bienes y servicios, y por supuesto, la educación. Los adelantos tecnológicos han favorecido muchos campos, tanto en la producción de bienes como de servicios y, sobre todo, han favorecido la construcción, el procesamiento y la difusión de información, al grado de llegar a denominar a la sociedad actual como “la sociedad de la información”. La información se ha convertido en una forma de poder, como señala Giroux:

Un Estado incapaz de cambiar al ritmo de los rápidos procesos de cambio tecnológico se hará Estado débil interna […] y externamente […] porque la habilidad de fomentar el cambio tecnológico bajo las nuevas condiciones de información de revolución tecnológica, están relacionadas directamente con la habilidad de una sociedad para difundir e intercambiar información y relacionarlo con el resto del mundo (Giroux, 1994, p. 31).

Otro aspecto, que también ha resultado importante para asignar una denominación a la sociedad actual, es la amplia producción de conocimientos, por ello se le denomina como “sociedad del conocimiento”, esto:

Gracias a un interesante fenómeno de realimentación, en el cual los avances en el conocimiento posibilitan nuevos desarrollos tecnológicos que a su vez permiten el manejo eficiente de la información —y valga la redundancia— del conocimiento, formándose así un ciclo de vertiginoso desarrollo y producción de nuevo conocimiento (An y Restrepo Rivas, 2003, p. 1).

Los conocimientos son un bien sin límites de disponibilidad, aunque ciertamente con límites de acceso por las mismas restricciones a las tecnologías. Este aspecto hace referencia a un cambio en las formas culturales. La construcción y uso del conocimiento es un hecho eminentemente cultural. Como podemos ver, el uso intensivo del conocimiento ha trastocado el campo de la educación, por ello, Rodríguez señala atinadamente que:

Los procesos educativos, como expresiones culturales y estructurales de nuestra sociedad, han sido inevitablemente influidos por la globalización. Y aquí debe entenderse por educación no únicamente la que se imparte en las escuelas, sino también la que concretamos día a día la sociedad civil y las otras instituciones y medios de comunicación a través del intercambio cotidiano de información, de interacciones, de modos de organizarnos y muy importante, de entender el mundo y nuestro papel en él (no formal) (Rodríguez, 1998, p. 1).

Debemos señalar con oportunidad que, la escuela no es el único espacio en donde se concreta la educación. La labor educativa de la escuela precisa reconocer los elementos de otros espacios en donde se sintetizan formas de cultura popular, tan eficientes en el sentido de educar o mucho más, como la escuela. En este sentido, se considera que:

La pedagogía como práctica cultural crítica necesita abrir nuevos escenarios en los que los estudiantes puedan experimentar y definir qué significa ser productores culturales, capaces de leer textos diferentes y producirlos, de emprender y abandonar discursos teóricos, pero sin perder nunca de vista la necesidad de teorizar por sí mismos (Giroux, 1994, p. 122).

Y por supuesto, que los estudiantes sean capaces de leer su realidad y participar en su transformación. Otro elemento de la educación informal son los medios masivos de comunicación, indispensables para llevar la educación a otras latitudes y contextos. De entrada, es importante reconocer en la historia de la humanidad la relevancia que la comunicación en sí tiene en el pensamiento. El mero hecho de escuchar otras perspectivas, explicaciones de la realidad y otras reflexiones acerca de lo que puede ser, afecta nuestro propio pensar. Cuando estas posibilidades de intercambio de ideas se vieron favorecidas —primero con la escritura, luego con la impresión de libros, más tarde con las transmisiones radiofónicas y televisivas y, actualmente con el uso del internet, es decir, cuando se da la masificación de la información— la capacidad de influencia de algunos sobre otros se hizo más común. Este escenario ha obligado a replantear la incorporación de plataformas tecnológicas educativas, que entre otras cosas, facilitan que los demandantes de información tengan acceso a niveles de conocimiento en los que antes era casi imposible su participación, así, se desarrolla el concepto de especialización (Jiménez, 2017, p. 55).

Autores como Nava, señalan que:

Existe coincidencia en algunos grupos de científicos, en que el uso de la tecnología es ante todo una herramienta que facilita la comunicación, agiliza la discusión y se eliminan distancias espaciales, a través de comunidades de discusión, correo electrónico, chat, página web, revistas virtuales y señales satelitales, con lo cual se ha podido llegar a crear un modelo pedagógico capaz de garantizar que alumnos, profesores e instituciones puedan coincidir en este nuevo escenario (Nava, 2003, p. 498).

Esta es una nueva realidad que platea muchas aristas y, origina cambios en la forma de operar de las instancias responsables del uso de las nuevas tecnologías.

Retomando algunas de las reflexiones de Thomas Khun, es importante reconsiderar varios aspectos, este autor señalaba que las revoluciones científicas se producen cuando las viejas teorías y métodos ya no pueden resolver los nuevos problemas. A estos cambios de teorías y de métodos los llamó “cambios de paradigma”. Las condiciones actuales bajo las cuales los sistemas educativos tienen que modificar sus estrategias de actuación, han provocado una preocupación generalizada en cuanto a que las experiencias educativas que se proveen actualmente desde la función tradicional del docente, no sean suficientes para formar alumnos capaces de afrontar el futuro. Es por ello que educadores y personalidades del mundo político y empresarial están convencidos de que un cambio de paradigma en la concepción del proceso de aprendizaje, junto con la aplicación de las nuevas tecnologías de la información, tendrán un papel importante en el proceso de adaptar los sistemas educativos a una sociedad basada en el conocimiento y el acceso a una mayor información.

Impacto en el sistema social

El uso de las tecnologías de la información es parte de una realidad inevitable y estas herramientas presentan importantes beneficios para quienes las utilizan. Por otra parte, el uso de las tic también reporta saldos desfavorables con efectos negativos sobre el sistema social.

La desventaja más evidente ha sido la polarización creciente de las distancias económicas y culturales entre las sociedades integradas al desarrollo tecnológico y aquellas excluidas del mismo. La discusión se coloca en la necesidad de crear políticas económicas sociales y educativas dirigidas a mitigar las desigualdades en el uso de las tecnologías de la información como una tarea imperiosa, si se aspira a que la sociedad del conocimiento sea de acceso universal.

Por otra parte, no podemos perder de vista que la nueva gestión del conocimiento está experimentando transformaciones profundas con la incorporación de las tecnologías de la información y de la comunicación (tic). En este proceso, es importante prestar atención a la evolución de las formas de producción de contenidos y recursos, y su respectiva integración en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Actualmente se plantean nuevas reflexiones sobre los mecanismos de intercambio que se producen durante la transformación pedagógica, con el uso de herramientas tecnológicas y recursos educativos digitales.

La nueva realidad demanda considerar los aspectos de diseño pedagógico y cognitivos sobre los contenidos y medios disponibles, como una aptitud para analizar la transformación de los roles de estudiantes y docentes en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

No se puede perder de vista que la comunicación ha sido uno de los procesos fundamentales que marcan el principal rasgo de la interacción social del ser humano. Resultado de un proceso complejo que no solo consiste en un envío intencionado de un mensaje entre emisor y receptor, la comunicación también es un proceso de creación de sentido e identidad entre seres. En un sentido más amplio, la comunicación, como sugieren Frey et al. (1987), implica una gestión de mensajes con el objetivo de crear sentido. Siguiendo esta reflexión, la educación es, en esencia, un proceso comunicativo, en el que la finalidad está asociada con un proceso informativo y formativo. Los actores centrales en este proceso —estudiantes, maestros, medios— son interlocutores que construyen mensajes y generan conocimientos.

El discurso contemporáneo afirma que el uso de las tic en cualquier campo de la actividad humana (económico, político o social) es imparable y que su utilización ha provocado cambios profundos en la sociedad y mejora en la calidad de vida de las personas. Y se ha llegado a afirmar que entramos a otra etapa en el desarrollo de la sociedad: la sociedad del conocimiento y la información (mientras otro sector asegura que se ha originado un mayor desconocimiento y desinformación. A estos suele considerárseles fundamentalistas ideológicos).

Por su parte, Zubero (1996) señala que el discurso dominante sobre el uso de las tecnologías —tanto en la economía, la política y los medios de comunicación de las sociedades occidentales— exalta las bondades de sus efectos sobre el futuro hacia donde caminamos y su necesidad. Esta es una visión que deja poco margen a la crítica y el análisis sobre los efectos sociales, económicos y culturales de estas herramientas.

Este mismo discurso ha logrado impregnar el campo educativo y, específicamente didáctico, en los últimos tiempos. Se ha descubierto que el uso de las tecnologías facilita y potencializa el aprendizaje humano y, con ello, incrementan la eficacia de los procesos de enseñanza. Sin embargo, ha hecho falta un verdadero análisis que vaya más allá de la mejora de los procesos de enseñanza y aprendizaje, debemos centrarnos en cómo el alumno logra desarrollar más habilidades cognitivas para el acceso a nuevas formas de almacenar, procesar y crear mayor información, mientras se motiva el interés para su uso y aplicación. Un discurso pedagógico global sobre el uso generalizado de las nuevas tecnologías y la educación debe incorporar reflexiones sobre los efectos perjudiciales en la misma sociedad.

Las desigualdades regionales

De acuerdo con el planteamiento de Asuad (2004), uno de los principales retos para la política económica y social en México, es el problema de la desigualdad en el desarrollo regional.

Los cambios recientes en la economía nacional a partir de la apertura de la economía mexicana, a finales de la década de los ochenta, se han caracterizado por reforzar las diferencias y desigualdades económicas y sociales entre entidades federativas. Por lo que sin duda el problema principal radica en conciliar la orientación externa del modelo de desarrollo económico con las necesidades internas del país (Asuad, 2004, p. 137).

Con la promoción del modelo globalizador se han generado nuevas formas de relación espacial entre las regiones, los gobiernos subnacionales y los actores locales. Actualmente nos encontramos ante un mundo globalizado que genera efectos dispares en la organización del territorio, profundizando los desequilibrios regionales y agudizando las desigualdades entre los distintos sectores de la sociedad.

Para entender mejor la actual situación, proponemos realizar un breve recorrido por los distintos enfoques que caracterizan las condiciones actuales de la relación entre globalización y el nuevo papel de los estados y la sociedad.

  1. Autores como Ulrich Beck (1998), señalan que la globalización ha producido un redimensionamiento de las relaciones entre los estados y la sociedad, que emergen conflictos y entrecruzamientos entre, por una parte, unidades y actores del mismo estado nacional y, por otra, situaciones, procesos y espacios sociales que traspasan este orden (trasnacionales).
  2. Milton Santos (1996) por su parte, caracteriza a la fase actual de la globalización destacando que los territorios nacionales dejan de ser el escenario y referente principal de la sociedad. Afirma que el espacio trasnacional da paso a la trasnacionalización del territorio, donde surgen nuevas identidades y también se construyen otros espacios sociales, ahora de dimensiones trasnacionales, con un carácter distinto a los que tradicionalmente se conocían en décadas anteriores.
  3. Gatto (1990) destaca la convergencia de dos lógicas, por una parte, la conformación de un tejido productivo, apoyada por el despliegue de redes productivas internacionales y de transacciones financieras en tiempo real, cuya base organizativa se explica por la nueva división internacional del trabajo.

Y la otra lógica es el escenario que tiene que ver con la dimensión territorial, que mira a la globalización como un proceso que no incluye países en su conjunto, sino espacios subnacionales, regiones, ciudades y localidades que podrían representar los nuevos ejes articuladores de la economía mundial.

De acuerdo con los planteamientos anteriores, cabe destacar la pregunta de algunos autores sobre si nos encontramos ante una nueva configuración espacial que reestructura lo ya existente o, si asistimos a la coexistencia de diversos modelos en un mismo país y en diversas partes del mundo (Delgadillo, 2001).

Sin lugar a dudas, nos encontramos ante dos procesos territoriales en una misma fase histórica, mismos que obedecen a lógicas diferentes, estableciéndose una estructuración territorial más compleja y diversificada. Se perfilan en el futuro dentro de los territorios nacionales y subnacionales, diferentes formas y capacidades de inserción y articulación a un mundo global.

Por lo tanto, podemos afirmar hasta aquí que, existe una clara diferencia entre las regiones avanzadas y las regiones atrasadas, cuya relación es más compleja cada vez, sobre todo en la medida que puedan coexistir, en una misma área geográfica, formas de inserción productiva de diferente naturaleza económica y tecnológica, es por ello que, la opción de “modernidad” no está abierta para todas las regiones y sociedades, de la misma manera que no todas las regiones parten de la misma línea de salida.

Una de las alternativas que se presentan para disminuir las desigualdades regionales, corresponde a las tres funciones básicas de la planeación en un sentido básico del desarrollo, las cuales permiten promover una política territorializada del desarrollo nacional. Tal y como lo define la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (cepal) (2001), estas funciones descansan en los siguientes aspectos:

  1. Impulsar un esfuerzo sostenido de prospectiva para incorporar previsión, coherencia, unidad y reducción de la incertidumbre, todo ello acompañado de una asignación eficiente y equitativa de los recursos fiscales, a fin de atender con prioridad los servicios, la infraestructura y las obras que demanda la reducción de la pobreza y la desigualdad.
  2. Fortalecer la condición intersectorial, con la consecuente compatibilidad entre presupuesto y programas y la regulación de los mercados, para darle dirección al proceso social y orientación coherente al cambio, mientras también se asegura una asignación eficiente y equitativa de los recursos, en consonancia con las prioridades que demanda un estado moderno y competitivo.
  3. Promover el seguimiento y evaluación de planes, programas y proyectos como labor fundamental de un modelo de gestión pública orientado a resultados, y el establecimiento de un sistema de indicadores de desempeño.

Al respecto, coincidimos con Delgadillo (2004) en reconocer que cualquier duda del gobierno federal en la formulación de políticas regionales, que permita trasladar a los niveles subnacionales los conflictos no resueltos en lo económico (empleo, salario, bienestar), en la preservación ambiental (desarrollo sustentable) y, sobre todo, en la inclusión social (pobreza creciente), corre el riesgo de ver revertidos no sólo los magros avances macroeconómicos alcanzados en los últimos años, sino también los esfuerzos de democratización y esperanza de cambio, producto, entre otros factores, de la alternancia en el poder. Sobre todo porque ha quedado demostrado que el interés de varios gobiernos locales se ha circunscrito a establecer acciones encaminadas a tratar de mantener el control de los recursos económicos en sus respectivas jurisdicciones, mientras dejan de atender las tareas esenciales de gobierno, al hacer de lado las verdaderas necesidades de la sociedad civil.

Evidenciando las desigualdades en el sistema educativo

Los efectos de las crisis —ya sean económicas o sanitarias— se pueden apreciar a través de las desigualdades sociales que suelen manifestarse con mayor énfasis, aunque éstas no hayan sido producidas por la propia crisis, sino que ya existían con anterioridad (Rogero-García, 2020). En las condiciones actuales, uno de los sectores más afectados ha sido el de la educación, debido a que se pudo evidenciar que un alto porcentaje del alumnado no cuenta con los mismos recursos (económicos o sociales) que aquéllos que pertenecen a sectores socioeconómicos más altos. El trabajo educativo ha continuado su operación de manera virtual (a distancia), lo que hizo más evidente las limitaciones, tanto tecnológicas como socioeducativas, que presentan muchas familias en México. También se pusieron de manifiesto la brecha y la desigualdad de oportunidades educativas, ampliando las distancias socioeducativas donde las tecnologías integradas a la educación no lograron incluir en el sistema educativo a todo su alumnado, es decir, quienes acudían de manera presencial a las escuelas (Cabrera, 2020).

En el contexto del confinamiento, se incrementa la brecha digital que se vive en los hogares y en las familias más desfavorecidas, debido a que es en estos espacios donde se cuenta con el menor número de recursos económicos, materiales y culturales para hacer frente a la pandemia.

La poca accesibilidad al uso de las tecnologías y plataformas imposibilitó el aprendizaje digital a un amplio sector. Así, la continuidad de la formación educativa de los alumnos se interrumpe, en tanto que el resto del alumnado que tiene un mejor acceso a dichos recursos sí la puede continuar (unesco, 2020). Como ya se ha comentado anteriormente, la falta de recursos económicos y el bajo conocimiento para utilizar los dispositivos electrónicos, son las principales causas por las que diferentes sectores de la sociedad no ha podido acceder a la formación educativa de sus respectivos niveles. A esta condición se vinculan las condiciones culturales y formativas de las familias.

Las condiciones de crisis sanitaria obligaron al sistema educativo a migrar de manera abrupta hacia el uso de las tecnologías y la virtualización de sus modelos. Alumnos, docentes y familias no estaban preparados para enfrentar este cambio radical en tan corto plazo.

De acuerdo con Albalá et al. (2020) “la crisis actual no deja tiempo ni espacio para la planeación y el diseño de las experiencias de aprendizaje que caracterizan una auténtica educación online”. Por lo tanto, la necesidad de reflexionar en cómo se evaluarían los aprendizajes en el momento se convirtió en un nuevo reto, pero sobre todo, el desafío consistía en encontrar qué decisiones deberían tomarse en relación con la promoción de los cursos, para no agravar aún más las desigualdades —ya de por sí—recurrentes en México.

Surge a partir de estas reflexiones un tema que igualmente se ve expuesto y, es el de la desconexión entre los centros educativos y la sociedad, ya que no todas las escuelas —públicas o privadas— realizan una educación virtual homogénea, principalmente porque no existía información básica que pudiera aplicarse a estas situaciones de emergencia coyuntural.

Pobreza, vulnerabilidad y acceso a la educación

Las dos características más profundas y lacerantes de la región son la pobreza y la desigualdad. Aunque los datos apuntan a una disminución de la pobreza desde 2003, en estrecha relación con el crecimiento económico, los niveles absolutos y relativos de la pobreza siguen siendo alarmantes (cepal, 2005). En este contexto, es relevante crear las condiciones sociales necesarias para revertir la desigualdad de oportunidades y reforzar el acceso de la población socioeconómicamente más vulnerable al sistema educativo. Por lomismo, se ha desarrollado una serie de programas de política pública que focaliza los recursos en las poblaciones más vulnerables. Son los denominados programas de transferencias condicionadas o con corresponsabilidad, la mayoría de los cuales exige a los potenciales beneficiarios el cumplimiento de ciertas condiciones para recibir los subsidios estatales ofrecidos, como, por ejemplo, la cobertura universal de educación básica.

Estos programas se caracterizan, en general, por otorgar entregas en efectivo a familias en situación de vulnerabilidad social y económica y, exigir de estas una determinada contraprestación (corresponsabilidad) en áreas vinculadas al desarrollo del capital humano (principalmente, educación, salud y nutrición). Con esto se pretende, por una parte, mejorar la situación presente de las familias beneficiarias (al incrementar los recursos disponibles para el consumo tendiente a cubrir las necesidades básicas) y, por otra, contribuir al desarrollo de activos y capacidades (capital humano) que posibiliten —en el largo plazo— la creación de estrategias sustentables para la superación de la pobreza.

Estos objetivos asumen como premisa que la condición de pobreza ubica a las familias en las situaciones de mayor vulnerabilidad social, esto es, que los pobres tendrían poco acceso a instrumentos y capacidades adecuadas para manejar riesgos sociales (falta de inversión en capital humano), encontrándose en peores condiciones para afrontar períodos de crisis económica o acceder a los servicios sociales públicos. Esto implicaría que, ante la imposibilidad de acceso a la oferta pública de bienestar o frente a perturbaciones económicas, las familias pobres optan por desarrollar estrategias de sobrevivencia (por ejemplo, sacar a los niños de la escuela e incorporarlos al trabajo) que reducen aún más —y de modo irreversible— su capital humano, perpetuando así la reproducción intergeneracional de la pobreza.

Por ejemplo, Schmelkes (2007) señala a México como un país altamente desigual en materia educativa; en su opinión, el imponer modelos uniformes de educación que no consideran las diferentes realidades del país, reproduce y acrecienta dichas desigualdades. Considera, además, a la pobreza como una variable fundamental que afecta el acceso a la escuela, la permanencia, la transición, el aprendizaje y la utilidad de dichos aprendizajes. Apunta también que, en México se ha dado prioridad a incrementar la cobertura educativa y se ha dejado en un segundo plano el incrementar su calidad.

En síntesis, los programas que condicionan las entregas en efectivo a la realización de determinadas contraprestaciones de los beneficiarios, tienen su fundamento en el logro de la superación de la pobreza en el largo plazo, e intervienen en las causas y no exclusivamente sobre sus síntomas. Esto marca una importante distinción en comparación con los programas tradicionales de asistencia social, que buscan reducir la pobreza en el corto plazo y que tienden a centrarse en la redistribución de recursos materiales, más que en la promoción del capital humano.

Normalmente, este tipo de programas es gestionado por instancias de planeación o desarrollo social, ligados a la máxima autoridad de la república, y suelen tener un carácter multisectorial. En este sentido, a pesar de su estrecha relación con la esfera educativa, no suelen situarse bajo su directa competencia y responsabilidad, razón por la que el costo financiero de este objetivo se distingue del presupuesto del sector educativo, pese a que su intervención puede llegar a ser sumamente relevante para favorecer avances en el acceso,progresión y conclusión educativa de los grupos más pobres.

Los sectores marginados ante las nuevas tecnologías de la información

Una característica de los países iberoamericanos es la marcada división entre sus habitantes, esta realidad se ve exaltada ante las condiciones de la actual pandemia. Parece que las autoridades no reconocen las desigualdades, debido a que han impulsado las actividades de corte digital, a pesar de las condiciones persistentes entre los entornos rurales, donde la brecha y pobreza digital persiste y parece pasar inadvertida.

A mediados del mes de marzo de 2020, las condiciones del sistema educativo se vieron transformadas ante la aparición del COVID-19. La actividad educativa presenta condiciones distintas a partir de la emergencia sanitaria. Las instituciones más afectadas son aquellas ubicadas en entornos desfavorecidos y con falta de infraestructura física (como las rurales, en zonas marginadas de las ciudades, entre otros). Situación que ha llevado a estos sectores a enfrentar retos, pero también se les han presentado oportunidades ante la brecha y limitaciones digitales de profesores y alumnos que habitan estos entornos.

Como ya se señaló, tanto en educación básica como en el resto de los niveles educativos en México, existen desigualdades regionales. Las principales características de las escuelas ubicadas en entornos desfavorecidos, regiones de bajos ingresos y con infraestructura insuficiente, son la falta de recursos tecnológicos y la baja capacitación en el manejo de las tecnologías. La mayor evidencia se encuentra en la falta de recursos, tecnología e internet disponible en los hogares.

Las primeras evidencias señalan que los medios más usados han sido el Whatsapp y el correo electrónico. Por otra parte, el uso de plataformas electrónicas y recursos libres. En cuanto al cumplimiento de las tareas asignadas, un 50% de los alumnos ha participado con la realización de las actividades encomendadas. Mientras que sólo 40% de los docentes ha logrado cumplir con sus tareas. En ambos casos, 75% de las tareas asignadas.

Una de las principales expresiones de la contingencia para el sistema educativo, ha sido la posibilidad de generar mayores lazos de comunicación entre alumnos, docentes y tutores, así como el aprendizaje acelerado del uso de las tecnologías y la formulación de nuevas estrategias de enseñanza y aprendizaje. Para aquellos que han desarrollado su función, se ha fortalecido el uso de las competencias docentes y directivas, toda vez que los estudiantes han logrado mostrar sus habilidades en el uso de las tecnologías y, así, disminuir la brecha digital. En cambio, una buena parte de los docentes aún no están preparados para diseñar estrategias de enseñanza- aprendizaje acordes a esta nueva realidad.

Un modelo educativo para el futuro y sus implicaciones para el desarrollo

Un nuevo modelo de educación, como impulsor para el desarrollo de la sociedad del futuro, nos lleva a plantearnos nuevos sistemas educativos enfocados en el aprendizaje permanente, tanto en sus ámbitos formal como no formal. Replantearse nuevos sistemas educativos que atiendan a las nuevas vertientes será de suma importancia para formar a los individuos y a los países para asumirse como competidores en un mundo globalizado. No podemos perder de vista que el modelo económico globalizado actual se sustenta en los conocimientos y, esto conlleva a nuevas reflexiones en torno a la educación y a las principales demandas políticas.

Los estudios nos demuestran que existe una estrecha relación entre el acceso a la educación y el crecimiento económico, así como también con el nivel de ingresos devengado. Diversos estudios han señalado que un año adicional de escolaridad puede motivar un crecimiento económico de 0.44% anual (Barro, 2007, citado en Baelo Álvarez y Cantón Mayo, 2009). Pero aún vale la pena cuestionarse si esta condición da por hecho que cursar un año más de estudios se vería reflejado en ese crecimiento o que, en realidad, son varios factores los que influyen para alcanzar un mayor desarrollo y, en este caso, sería necesario incluir aspectos como el de la calidad de los modelos.

Dos perspectivas se vislumbran en este momento, la primera es que, en el caso de los países ricos y bajo las condiciones actuales, cada uno de ellos podrá desarrollar sus sistemas educativos gradualmente y a lo largo de los años, al tomar como referencia sus propios contextos. La segunda perspectiva es que los países en desarrollo tienen el reto de llevar a cabo una evolución acelerada, en un tiempo menor y en situaciones mucho muy adversas y de mayor competitividad.

Un reto más para los países en vías de desarrollo de América Latina es el de seguir las iniciativas de reforma educativa que les imponen los países ricos que, por cierto, les son impuestas por los propios organismos de financiamiento internacional como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, con el fin de mantener sus propias ventajas competitivas en los mercados internacionales (unesco, 2004).

Al respecto, una de las reflexiones más lúcidas sobre las tendencias mundiales de la educación, es la que presenta Hoyos (2003), donde destaca que:

[…] los diversos estudiosos y expertos en prospectiva plantean las tendencias en educación en pos de una educación auténticamente humanizante, donde la civilización debe apuntar al equiparamiento de oportunidades para todos, con una visión solidaria, de trascendencia, apoyo y progreso del mundo. En esta perspectiva se presentan a modo de resumen algunos estudios a fin de mostrar el panorama sobre tendencias en educación (Hoyos, 2003, pp. 14-15).

Un primer estudio —de los más recientes y rigurosos— es el Millennium Project de la Federación Mundial de las Asociaciones de Naciones Unidas, titulado Estado del Futuro (2007). Este estudio mide las perspectivas de los próximos 10 años del futuro global en general. Se construye sobre la base de las variables relevantes y los pronósticos relacionados con las oportunidades y los desafíos globales que han surgido de un proceso participativo sobre el futuro más grande de la historia en curso, a saber:

  • Conocimiento sobre el mapeo completo del cerebro humano, para descubrir cómo se produce el aprendizaje, y otros métodos que podrían incrementar dramáticamente la inteligencia personal y la longevidad hacia el año 2030. En el futuro, los cerebros podrían ser mejorados genéticamente y microorganismos de diseño podrían hacer que las células cerebrales trabajen de forma más eficiente.
  • Educación personalizada y evaluación continua del proceso de aprendizaje individual, diseñado para evitar que las personas crezcan inestables o resulten mentalmente enfermas que —junto con programas que apuntan a la eliminación del prejuicio y el odio— podrían darnos un mundo más hermoso y lleno de armonía.
  • Medios para mantener los cerebros adultos saludables por períodos de tiempo más largos, y química para la mejora cerebral.

La función cerebral se vería dramáticamente optimizada al mejorar la nutrición personal y los medicamentos para la mejora del cerebro.

  • Uso de simulaciones globales en línea, como herramienta principal de investigación en ciencias sociales.
  • Uso de las comunicaciones públicas para reforzar la búsqueda del conocimiento.
  • Dispositivos de inteligencia artificial portátiles.
  • Sistemas de aprendizaje integrados de por vida.
  • Enseñanza virtual. Las personas podrían ganar acceso al conocimiento mundial que ha sido integrado por la Web 17.0 para “el conocimiento y aprendizaje just-in-time”, utilizando simulaciones con interfaz de realidad virtual, adaptadas a sus necesidades únicas a lo largo de sus vidas.

A pesar de estos desafíos, cabe la discusión sobre el futuro de la educación y sus implicaciones en el desarrollo de la sociedad. Las megatendencias en educación proyectadas al año 2025, según el Foro Consultivo Científico y Tecnológico, plantean que la educación post-moderna se orienta hacia modelos flexibles caracterizada por:

  • La intensificación de la vinculación escuela-empresa en forma de redes de colaboración.
  • La flexibilización del currículum enfocado a normas de competencia.
  • El modelo universitario actual estará en crisis.
  • La orientación de la oferta por necesidad de contar con mano de obra calificada, a partir de procesos formativos definidos por la escuela.
  • El educador como tutor que facilita el aprendizaje.
  • La educación para la polivalencia y la multifuncionalidad.

En el mismo documento, los expertos visualizan la educación, los avances en la tecnología y la revolución del conocimiento en los próximos años, de acuerdo con la forma en que aprendemos. Y describen los pasos abajo propuestos para construir una sociedad de aprendizaje:

  • Cada estudiante tiene su propia computadora portátil con accesibilidad a internet. De igual manera, cada hogar tiene acceso a su propia pantalla combinada de computadora y televisión a un costo muy bajo.
  • Cada persona, a cualquier edad, puede tener acceso instantáneo a los mejores educadores del mundo en cualquier materia y, de igual manera, seleccionar al azar entre las mejores bibliotecas, museos interactivos de ciencia y galerías de arte.
  • Cada uno se enlaza regularmente con otras personas alrededor del mundo y diseña sus propios juegos electrónicos, para enseñar sus propias materias favoritas.
  • Cada nuevo padre de familia recibe capacitación para poder desarrollar el inmenso potencial temprano de cada niño, mientras identifica los diferentes temperamentos y los distintos estilos de aprendizaje y de pensamiento.
  • Cada persona puede planear su propio programa de estudios a cua quier edad, y tiene acceso a los recursos para aprender los conocimientos requeridos, rápida y fácilmente. De igual forma, todas las personas que han dejado la escuela, han desarrollado una competencia aún más elevada que antes, en materias básicas como lectura, escritura, matemáticas, ciencia, geografía, historia y conocimientos generales, lo que algunos llaman Cultura básica. Las tres materias principales que se enseñan en la escuela son Aprender cómo aprender, Aprender cómo pensar y Aprender cómo convertirse en un administrador del propio futuro con iniciativa propia. Sin embargo, no se enseñan como materias, sino que estos conocimientos están integrados como módulos de trabajo en todos los estudios.

Dependiendo de la ubicación geográfica, cada escuela puede muy bien tener sus sistemas ecológicos, su propia área de cultivo, su propia área de reforestación, su propio criadero de especies, sus medios de comunicación y, ciertamente, sus propias empresas piloto, donde los estudiantes pueden poner a prueba cualquier cosa y, con frecuencia, hasta pueden vender susresultados.

Todos aquellos que quieran trabajo, estarán empleados en su totalidad. En la mayoría de los países desarrollados, sólo la minoría, trabaja de nueve a cinco para corporaciones importantes. El mayor porcentaje trabaja por su cuenta en algo que le gusta hacer, vende sus bienes y servicios a través de internet en nichos de mercado alrededor del mundo. Casi todas las compañías son organizaciones inteligentes que aprenden. Su papel principal es organizar personas, no necesariamente emplearlas, ya que la mayoría de la gente es su propio jefe y contrata, ya sea a una sola persona o a grupos pequeños, para manejar proyectos específicos.

En medio de todo ello, los modelos flexibles modificarán la oferta educativa y se tenderá a investigar, enseñar y difundir solamente lo requerido en el entorno del sector productivo, mientras se corre el riesgo de reducir la función sustantiva de la educación (unesco, 2005).

A partir de estas reflexiones, se puede reconocer la importancia del uso y acceso a las tecnologías de la información y la comunicación. Al respecto, destacamos que el uso de las tic es un área de gran incidencia en los procesos educativos y obliga a revisar los planteamientos pedagógicos del currículo. Los cambios que se están produciendo en la sociedad de la información y de las tecnologías, reubican tanto el papel de la escuela como el de la familia en los procesos de socialización.

Por otra parte, las nuevas formas de relación e interacción generadas por las innovaciones tecnológicas y de la comunicación, demandan de las instituciones educativas la integración a sus procesos de formación de elementos clave como la gestión del conocimiento, el trabajo cooperativo y las tecnologías, no sólo para mejorar la efectividad de la formación, sino también como una estrategia competitiva de la institución. De igual modo, ser parte de una sociedad del conocimiento mediada por la tecnología conlleva la necesidad de reconocer y profundizar en las nuevas maneras de aprender, suscitadas por el contexto de la tecnología, pues el aprendizaje como motor del cambio, precisa de procesos y resultados explícitos, a fin de no perder de vista el principal objetivo de la educación: el desarrollo humano.

La unesco (2005) refiere que la importancia de la educación y del espíritu crítico pone de relieve que, en la tarea de construir auténticas sociedades del conocimiento, las nuevas posibilidades ofrecidas por el internet o los instrumentos multimedia, no deben hacer que nos desinteresemos por otros instrumentos auténticos del conocimiento como la prensa, la radio, la televisión y, sobre todo, la escuela. Además de las computadoras y el acceso a internet, la mayoría de las poblaciones del mundo necesitan los libros, los manuales escolares y los educadores que enseñan a aprender.

El mismo informe señala que las competencias que le corresponde desarrollar a un educador de calidad, son las siguientes:

  • Organización de las oportunidades de aprendizaje del estudiante.
  • Gestión de los progresos del aprendizaje del estudiante.
  • Aceptación de la heterogeneidad del estudiantado.
  • Fomento de la voluntad de trabajo y aprendizaje del estudiante.
  • Trabajo en equipo.
  • Participación en el plan de estudios y el desarrollo de la organización de la escuela.
  • Promoción del compromiso de los padres y la comunidad con la escuela.
  • Uso cotidiano de nuevas tecnologías.
  • Capacidad de hacer frente a los deberes profesionales y los dilemas éticos.
  • Gestión del propio desarrollo profesional.

La capacidad del educador para mejorar la calidad de la educación, viene determinada, en general, por la capacidad de evaluar su propia labor educativa, examinar con pensamiento crítico los métodos empleados y plantearse otras modalidades de enseñanza. Para que la evaluación sirva a los educadores en la mejora de la calidad de la educación, hace falta determinar y proponer métodos alternativos de evaluación, que permitan integrar las variables tecnológicas complejas del entorno escolar y ofrezcan a los educadores la posibilidad de tomar un mayor protagonismo en el proceso (Jiménez, 2017).

Los retos para el docente en la era del COVID-19

A partir de las reflexiones anteriores, queremos destacar la importancia del trabajo docente para atender las contingencias actuales. La primera de ellas es el papel de la comunicación y la interacción, ya que consideramos que son centrales en un modelo educativo no presencial, es decir, en un modelo mediado por el uso de las tecnologías. Cobra una importante relevancia la capacitación y el acompañamiento docente para lograr altos niveles de interactividad con los alumnos, aspectos que ayudarán a fortalecer los procesos de comunicación. De acuerdo con las condiciones actuales, estos principios juegan un papel central para lograr una rápida y mayor adaptación al modelo virtual, que se basa principalmente en la acción docente para generar actividades relevantes y una mayor retroalimentación formativa.

Una de las principales ventajas que se miran en el uso de la educación a distancia es su flexibilidad, porqueu puede adaptar propuestas educativas más apropiadas a la realidad contemporánea.

Cabe destacar las principales características de la modalidad a distancia paraidentificar su aplicación en el ámbito educativo contemporáneo, ya que es posible que las estemos viviendo y experimentando en estos momentos de manera positiva, pero posiblemente también en otras circunstancias puedan no ser percibidas como tales. En el contexto actual, se está aprendiendo a ser docente en un nuevo entorno, y no se puede perder de vista que los estudiantes también están aprendiendo a ser “estudiantes virtuales”.

Es por ello que el sentido de la planeación en el uso de su tiempo cobra una nueva dimensión, esto implica la realización de tareas, revisar sus avances individuales y re-direccionar su proceso de aprendizaje. Por ello el desarrollo de la responsabilidad autodidacta se vuelve fundamental.

Los rasgos esenciales de la pedagogía se integran al modelo virtual, que son las actividades de aprendizaje y la evaluación. En el primero, no se pueden perder de vista tres componentes: los recursos para el aprendizaje, el trabajo colaborativo y el acompañamiento docente.

Además de un nuevo componente que se vuelve prioritario, el papel del docente con adaptación al contexto tecnológico actual. Se debe buscar alcanzar altos niveles de interactividad a través del uso de los nuevos procesos de comunicación. Centrar la función docente en la atención del diseño de espacios y situaciones de aprendizaje que involucren al alumno.

En cuanto a la evaluación, debe adaptarse con instrumentos que respondan al ¿qué?, ¿cómo?, ¿cuándo? y ¿para qué?

Ante este contexto, cobran suma importancia las actividades que fomenten la reflexión y la discusión, en contextos que motiven el intercambio y la participación informada. La pregunta que orientará estas acciones es, ¿cuáles son las estrategias y recursos necesarios para trabajar en un entorno virtual?

El concepto de retroalimentación fortalecerá los procesos para adquirir información tanto sobre la enseñanza como del aprendizaje, ofreciéndole al estudiante y, al propio docente, la posibilidad de conocer los logros y también las necesidades para mejorar y transitar con menos incertidumbre la actual situación de “virtualización educativa”.

El papel de internet en la educación

El uso del internet ha sido determinante en los distintos modelos educativos en el mundo. Sin embargo, el primer obstáculo que han tenido que librar las instituciones educativas, los docentes y los alumnos es sin duda el de la conectividad. En el año 2010 se calculaba que en el caso mexicano, 15% de los hogares contaba con equipos de cómputo y que cerca de 70% tenían acceso a dispositivos móviles. Otro dato aún menos favorecedor señalaba que en el caso de acceso a computadoras, sólo 8% contaba con conectividad y, sobre los dispositivos, sólo 40% tenía conectividad con internet.

Sin dudar, podemos decir que estos datos se han incrementado debido a las transformaciones derivadas de la pandemia por el COVID-19. Aumentaron las cifras tanto en accesibilidad como en conectividad. No obstante este avance, la tecnología no ha podido contribuir a que la educación cumpla con sus objetivos primordiales. Aún se presentan limitaciones para incorporar las tic como parte de las herramientas tecnológicas cotidianas.

Las actividades docentes se han limitado a generar espacios (reservorios) en los que los estudiantes sólo acuden para observar las tareas asignadas por el maestro, en tanto que las posibilidades de intercambio se han limitado a recibir algunas observaciones respecto al cumplimiento de las asignaciones. Lo que algunos llaman la educación a través de un modelo asincrónico.

La figura docente debe transitar de un modelo pedagógico tradicional a uno apoyado en medios informáticos y telemáticos, lo que implica un cambio en su rol en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Así, los profesores pasaron de desempeñar una función de proveedor del conocimiento, a uno de facilitador, asesor, motivador y consultor del aprendizaje (Cardona, 2002).

Aquí cabe destacar la aseveración que plantean instancias como la oei, de acuerdo a reflexiones de Zubero (1996):

Las experiencias internacionales sobre las tic en la educación, que han intentado incorporar planes y programas para educar por medio de las tic, están basados en estándares propuestos por diferentes organismos internacionales, como la Organización de Estados Iberoamericanos (oei), que señala que no basta con tener la infraestructura tecnológica: el problema para avanzar hacia una Sociedad de la Información y el Conocimiento se encuentra en capacitar adecuada y continuamente a los docentes, tanto en formación como en funciones sino en la formación de habilidades y competencias utilizando las tic de manera pedagógica innovadora.

Reflexiones finales

A modo de reflexiones que permitan continuar el debate sobre el uso de las tecnologías y las desigualdades regionales en el mundo contemporáneo, haremos los siguientes comentarios.

El debate actual en torno al uso de las nuevas tecnologías (computadoras, plataformas, televisión, multimedia, video llamadas, telefonía celular) afirma que su incorporación a la vida de la sociedad (economía, política, educación, cultura, tiempo libre, comunicación, actividades del gobierno, entre otras) es irreversible y que la utilización de las mismas ha generado cambios en las conductas del ser humano y mejoras en su calidad de vida. Por otra parte, existe un amplio sector que duda de sus beneficios debido a que, en muchos casos, aún se puede reconocer un acceso bajo y una conectividad nula de acuerdo con las estadísticas más recientes.

Por otra parte, la medición del efecto del uso de las nuevas tecnologías debe analizar el verdadero impacto en los procesos de enseñanza a través de los cuales el estudiante desarrolla mayores posibilidades cognitivas, que le permiten acceder a nuevas formas de almacenar y procesar ese conocimiento, mientras desarrolla paralelamente una mayor motivación hacia su dominio.

El discurso pedagógico debe discutir las posturas que consideran que el uso de las nuevas tecnologías generan un efecto pernicioso sobre la sociedad. La reflexión desde esta perspectiva nos invita a pensar sobre el hecho de que el uso de la tecnología ha llevado a la sociedad por caminos de mayor desigualdad. Así lo consideran autores como (Area, 2002), quien señala que “las nuevas tecnologías son un nuevo factor de desigualdad social debido a que las mismas están provocando una mayor separación y distancia cultural entre aquellos sectores de la población que tiene acceso y quienes no”. Es así que se mira la necesidad de que actores centrales como el estado, deban participar generando iniciativas de acceso y manejo de nuevas tecnologías en la mayoría de la población.

En los países altamente desarrollados (Europa, América del Norte y Pacífico Oriental) se ha impulsado una profunda transformación de las estructuras y procesos de producción económica, de las formas y patrones de vida de sus habitantes y de su interacción social.

Se ha demostrado que el acceso a las tecnologías demanda de un tipo de personas con un nivel de conocimientos distinto al requerido hasta el día de hoy. Esas nuevas habilidades deben ayudar a las personas a desenvolverse de manera crítica, para darle significado a la información encontrada en este escenario. Es decir, que aprehendan a desenvolverse de manera autónoma en esta era digital. En este contexto, un individuo analfabeta tecnológicamente, queda al margen de los procesos de desarrollo y de las formas de comunicación que predominan con el uso de las nuevas tecnologías. El analfabetismo tecnológico provocará, desde esta mirada, mayores desigualdades para acceder al mercado laboral, mayor posibilidad de vulnerabilidad informativa e incapacidad para el uso de las tecnologías digitales. Las tic han cambiado la naturaleza del trabajo y el tipo de habilidades necesarias en la mayoría de los oficios y profesiones.

Otra reflexión que nos permite mostrar la realidad contemporánea es el hecho de que, la desigualdad tecnológica trae consigo una mayor desigualdad cultural y económica entre los distintos grupos de la sociedad, por lo tanto, se producen mayores desigualdades regionales.

Las nuevas tecnologías pueden separar más que unir. Amplían las posibilidades de comunicación entre quienes las usan y las reducen entre quienes aún no logran incorporarlas a su vida laboral, profesional y cotidiana. Reiteramos la importancia de las iniciativas gubernamentales —a través de las políticas públicas y educativas— como medio para promover el aprendizaje y el uso de las tic entre los grupos de la sociedad menos favorecidos culturalmente (se deben aprovechar otros contextos como bibliotecas, espacios de promoción juvenil, migrantes, mujeres, cultura, municipios, entre otros), como escenarios con un alto potencial de desarrollo en esta tarea.

Las condiciones actuales en las que vivimos debido a la pandemia, obligan al gobierno a replantearse algunas preguntas como ¿hacia dónde se quieren dirigir los esfuerzos en materia de alfabetización digital de la población?, ¿qué modelo de sociedad digital se debe construir?, ¿qué proyecto político es el que se quiere desarrollar a través de la digitalización de los programas educativos? Es importante reiterar que ningún proyecto educativo puede mantenerse neutral ante el tipo de sociedad que desea construir.

Dada la dificultad de responder a los cuestionamientos anteriores, se reconocen dos posturas que pudieran representar visiones contrapuestas respecto a la necesidad de formar a la población en el uso de las tecnologías digitales. Una que se orienta hacia la lógica del mercado y las organizaciones económicas y la otra que se funda en el discurso político que apuesta a un proyecto más democrático y participativo de los ciudadanos (Area, 2001).

Desde esta perspectiva, se reconoce que el papel de la educación debe ser de emancipación y desarrollo colectivo de la sociedad, y no como un recurso para el aumento de la productividad económica. Pero, ¿cuáles deben ser las acciones políticas para paliar y compensar las desigualdades que vive nuestra sociedad? Sin lugar a dudas, es fortalecer un estado democrático que vele por el equilibrio y la cohesión social. El estado debe intervenir a través de la planeación y de políticas educativas que compensen las desigualdades tecnológicas de los grupos más desfavorecidos.

Las iniciativas deberán sustentarse en varios rubros:

  1. Desarrollar acciones para todos los ciudadanos (niños, jóvenes y adultos), que les permitan acceder a una educación o formación para el uso de las nuevas tecnologías.
  2. Integrar a los trabajadores en el manejo de las tic en el ámbito laboral.
  3. Fomentar programas para que desde el ámbito local y comunitario se brinden oportunidades de capacitación y manejo de las tic, para evitar, así, una mayor marginación.
  4. Fortalecer la disposición de las tic en los espacios escolares y la capacitación de la planta académica para usarlas y aprovecharlas.

Ante este panorama, se deben reconocer tres grandes ámbitos que acompañarían estos procesos:

  1. El sistema escolar.
  2. La formación para el trabajo.
  3. Y el campo de la educación no formal.

Desde la perspectiva sociopolítica, el mayor problema se centra en el acceso a los recursos tecnológicos más avanzados, ya que ser usuario de esta red virtual tiene consecuencias laborales y culturales entre los implicados. No podemos dar respuesta a la interrogante de cómo lograr una mayor integración a través de un modelo democrático y, mucho menos, de la función de la educación. Pero quisiéramos plantear algunas interrogantes que pudieran servir de guía para tales fines, por ejemplo, ¿cuáles deberían ser las metas y contenidos de los planes curriculares para la formación tecnológica? ¿Qué papel juega el sistema escolar, la formación para el trabajo y la educación no formal? ¿Cómo garantizar un mayor acceso a las tecnologías y la cultura digital para aquellos sectores más marginados? ¿Qué tipo depolíticas públicas deben desarrollarse para promover contenidos culturales que fortalezcan las identidades locales? ¿Cómo fortalecer el servicio de internet como una propuesta de comunicación y educación democrática para la mayoría de la población? La sociedad contemporánea y las desigualdades regionales demandan una actuación más comprometida de parte del estado y de los mismos ciudadanos. La educación será siempre el mejor instrumento.

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