7. Los homicidios dolosos y feminicidios en Oaxaca desde una mirada territorial
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7. Los homicidios dolosos y feminicidios en Oaxaca desde una mirada territorial
Heriberto Ruiz Ponce*
Daniela Gómez Leyva**
DOI: https://doi.org/10.52501/cc.202.07
Resumen
El presente artículo tiene como objetivo realizar un análisis de las consecuencias derivadas de la violencia —en forma de homicidios dolosos y feminicidios— que se vive hoy en día en el estado de Oaxaca. De igual forma, se describe el rol de la mujer, que según cuestiones de género, desempeña en la sociedad y la connotación que esta imagen ha originado hacia su integridad. Por lo anterior, se implementó una búsqueda sistemática de la información y un análisis de los datos estadísticos obtenidos de investigaciones coordinadas con la Fiscalía General del Estado de Oaxaca (fgeo). No obstante, a la luz de estas descripciones, se expresan las limitantes para llevar a cabo un estudio con enfoque territorial que permita visualizar la gravedad que tiene este fenómeno social. Finalmente, se concluye que estos crímenes de lesa humanidad han sido naturalizados por la sociedad y se requieren de posteriores líneas de investigación para seguir avanzando en la comprensión y prevención de este fenómeno social.
Palabras clave: homicidios dolosos, feminicidios, cuerpos, crimen.
Introducción
Hablar de los conceptos cuerpo y territorio es tan complejo como la realidad social, pues desde el punto de vista epistémico, dependen de distintos enfoques y dimensiones para entenderlos. Aunado a la complejidad teórica-conceptual, se suma la violencia como eje transversal de estos términos. Desde la mirada sociológica, los homicidios dolosos y feminicidios en Oaxaca deben estudiarse, comprenderse y analizarse en el territorio para generar propuestas acordes con las necesidades que se tienen a nivel estructural. Si bien, desde la geografía es difícil el estudio del cuerpo mapeado en el territorio, a esta dificultad se le suma la falta de interés de los gobiernos en la creación, desarrollo e implementación de políticas públicas que resuelvan este problema social. Ante lo cual, la violencia se ha intensificado con el paso de los años, y hoy es considerada un problema de interés público que impacta a todas las capas de la sociedad.
En este sentido, el complejo debate entre los cuerpos, el género y el territorio, permiten cuestionarse, ¿cuál es el papel que juega el género y el territorio?, ¿cómo se expresa la violencia en el territorio? y ¿cómo impacta la violencia en lo social?
Asimismo, observar territorialmente la violencia de homicidios dolosos y feminicidios es complicado, porque los datos no se encuentran mapeados en el territorio. Esta carencia vuelve aún más obscuro su estudio. La cartografía, a su vez, permite localizar los puntos del territorio que requieren atención. Cartografiar a las víctimas que han sido invisibilizadas es, en otras palabras, resaltar los puntos de terror y miedo para ser atendidos en lo social. Por lo anterior, en el presente estudio se realiza una reflexión sobre la problemática social que implican los hechos de los homicidios dolosos y feminicidios en Oaxaca desde una mirada territorial a los que no se puede ser ajeno.
Los homicidios dolosos y feminicidios en Oaxaca desde una mirada territorial
En primer lugar, es imprescindible mencionar que Oaxaca es uno de los estados de la República mexicana que no está exento de la violencia, incluidos los homicidios dolosos y feminicidios. La violencia afecta tanto a hombres, mujeres y grupos no binarios. Sin embargo, existe una diferencia marcada de espacios evidentemente para hombres y mujeres, que revelan problemas y carencias sociales. Es por ello que, ubicarnos territorialmentepermite reconocer la importancia geográfica de los cuerpos como lugares de significados y códigos establecidos que son interpretados socialmente.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (inegi, 2021) en su comunicado de prensa número 389/21 reveló que “En 2020 registraron 36 579 homicidios en México. Es decir, una razón de 29 homicidios por cada 100 000 habitantes a nivel nacional, tasa que es igual a la registrada en 2019”. (párr. segundo) Cifras que desde la pandemia por el virus Sars-CoV-2 en 2019 no han disminuido. Sin duda, estos datos muestran los problemas estructurales que siguen sin resolverse.
Por otra parte, la Información de Quadratín (2021) menciona que, respecto a los homicidios dolosos a nivel nacional, Oaxaca:
Ocupa el lugar 14, con 2 510 registros, con una media nacional de 2 645. En Fuerzas Federales de seguridad, cuenta con 6 638 elementos del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos, 3 147 de la Secretaría de Marina, 5 344 de la Guardia Nacional, 6 500 de las Fuerzas Estatales y 7 159 Policías Municipales; en total cuenta con 28 788 efectivos (párr. segundo y tercero).
Los homicidios continúan presentándose pese a que se cuenta con personal de seguridad, por esta razón habría que preguntarse si los elementos de seguridad son suficientes o se encuentran localizados en puntos inadecuados para combatir esta problemática. La información sobre los homicidios dolosos en Oaxaca es escasa y no está cartografiada por medios oficiales, por lo que su estudio se vuelve turbio.
Es por ello que la visibilización de las víctimas en mapas es necesaria para colocarlos como parte importante en la georreferenciación. “Un territorio es un espacio definido y delimitado por y a partir de relaciones de poder que no se restringen sólo al Estado” (Sousa, 2009, citado en Cruz et al., 2020, p. 9). El poder no sólo viene del Estado para la sociedad civil, sino de los mismos sujetos en sus relaciones con otros, que se dan en espacios específicos, como las calles, los hogares, entre otros, donde se les genera un ambiente de miedo a las víctimas, porque los agresores las controlan, las violentan y dominan, convirtiéndolas en un sujeto vulnerable.
Asimismo, al revisar las cifras, se observa que los homicidios no simplemente son cifras, son personas con un cuerpo que se vuelve un sitio y que están vinculados al territorio marcado por sus características históricas. El Código Penal Federal (1931) en su artículo 302 considera como homicidio “el que priva de la vida a otro” (párr. primero). Los homicidios, en particular los dolosos, son los que consideran alguna acción dolosa contra la víctima; es decir, supone conocimiento y voluntad de realizar la acción o intención de matar a otra persona; es deliberado, premeditado e intencional.
Al comenzar con la búsqueda de información, se encontró que la Fiscalía General del Estado de Oaxaca (fgeo) no cuenta con ningún análisis socioespacial público en sus bases de datos, tampoco tiene información disponible de acceso abierto. Por lo que Ruiz (2020) realizó la primera propuesta socioespacial de los homicidios dolosos y feminicidios en Oaxaca durante el año 2020 con fuentes primarias.
Y como parte de las investigaciones se identificaron las distintas regiones del estado donde se han cometido crímenes de homicidios dolosos y feminicidios. Los resultados obtenidos fueron los siguientes:
La Costa (194) y el Istmo de Tehuantepec (193); le siguen la Cuenca del Papaloapan (132), Valles Centrales (130). Estas cifras contrastan con las regiones que tienen menos registros, como la Sierra Sur (87), Mixteca (69), Cañada (31) y la Sierra Norte (28). El 12% (125) de los homicidios, muertes violentas de mujeres y feminicidios en el periodo, se concentraron en los municipios de los Valles Centrales. El 11% (115) de los homicidios en el periodo se registraron en los municipios de Tehuantepec, Salina Cruz y Juchitán; y el 9% (90) se concentraron en el municipio de Tuxtepec (Ruiz, 2020, p. 15).
La información plasmada en las líneas anteriores se puede observar en la figura 7.1 del estado de Oaxaca.
En este sentido, se observa que la violencia sigue siendo un problema generalizado y público que está presente a nivel nacional, incluido el estado de Oaxaca. Toda conducta delincuencial no es innata sino más bien adquirida, es decir, se aprende como cualquier otra conducta. Los agresores se forman en un punto territorial, no siempre actúan en su zona, sino también en zonas cercanas o bordes marginales con poca vigilancia y en espacios donde les es posible cometer el delito. Los agresores, como seres sociales, se relacionan en distintas esferas, laboran en los ámbitos políticos, públicos e institucionales, velados por una máscara. Tal como lo menciona Goffman (1997), los atacantes interpretan un papel cual actores en una puesta en escena, donde desempeñan varios roles dependiendo del público al que desean llegar, en este caso, de la víctima a la que acechan.
Figura 7.1. Oaxaca, visualización puntual de los patrones de distribución espacial de los homicidios dolosos de hombres, mujeres y feminicidios con datos de la FGEO: 2020
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Fuente: Elaborado por Ruiz (2020).
Los agresores se encuentran inmersos en distintas clases sociales, desde bajas, medias hasta las altas. Algunos se relacionan con personalidades que ocupan cargos de poder en las instituciones, como políticos y jueces, también hablan su mismo lenguaje, siguen sus mismos patrones de consumo, de estatus, entienden sus códigos y hábitos; todo, a modo de ocultarse dentro de la red social en la que se mueven.
El cuerpo como un lienzo de manifestación, expresióny mensajes de los agresores
El cuerpo es un elemento fundamental para entender los crímenes cometidos, pues ocupa en sí mismo un espacio que se sitúa en el territorio. Los cuerpos “están situados en un espacio y producen y reproducen las estructuras sociales de dominación que existen en sus territorios” (Cruz et al., 2020, p. 11). Los sujetos se constituyen en la dinámica social, de tal forma que cuando se analizan los crímenes, no deben estudiarse únicamente de manera particular, sino de forma colectiva y jurídica. Pero ¿cuál es el fin del crimen?, ¿cuál es el fin de las consecuencias jurídicas?, ¿por qué se incumplen las normas morales? y ¿para quién es el mensaje? Cuando alguien incumple una norma existe una reacción que rebasa el campo de lo individual, lo histórico, económico y social. Pero se debe comprender que las formas de vida de cada territorio donde suceden los delitos, tanto los homicidios dolosos de hombres, mujeres y feminicidios, son diferentes; algunos suceden en espacios particulares sin respuesta, sin culpables, sin carpetas de investigación.
Los cuerpos y “su forma de presentarse ante los demás y de ser percibidos por ellos varía según el lugar que ocupan en cada momento” (McDowell, 2000, p. 59). De esta forma, los cuerpos permiten comprender no solo aspectos individuales, sino colectivos de las relaciones sociales. Es un lugar que posee no sólo características físicas, sino también de expresión y conexión con los otros. Los cuerpos se convierten en espacios que, con el lenguaje corporal y las prácticas cotidianas, son elementos que constituyen las identidades. Por lo anterior, lo individual no está separado de lo colectivo, porque impacta en la violencia que desvincula la vida.
El cuerpo como medio de expresión se constituye socialmente por las relaciones con el alter, el consumo, sus prácticas, la movilidad, desarrollo y por los medios de comunicación, creando imaginarios de lo que debería de ser lo natural y lo patológico. El cuerpo se convierte en un lienzo de manifestación, expresión y mensajes de los agresores. El lenguaje cumple un papel fundamental de relaciones comunicativas, ¿qué quieren expresar los agresores? y ¿qué lenguaje o códigos tendríamos que comprender? Son interrogantes que darán pauta para comenzar con las investigaciones sobre los procesos sociales de los crímenes ocurridos en el estado de Oaxaca.
Un cuerpo, aunque no todos los estudiosos de la geografía lo crean, es un lugar. Se trata del espacio en el que se localiza el individuo y sus límites resultan más o menos impermeables respecto a los restantes cuerpos. Aunque no cabe duda de que los cuerpos son materiales y poseen ciertas características como la forma y el tamaño, de modo que, inevitablemente, ocupan un espacio físico, lo cierto es que su forma de presentarse ante los demás y de ser percibidos por los otros varía según el lugar que ocupan en cada momento (McDowell, 2000, p. 59).
Por consiguiente, el cuerpo va cambiando a lo largo de su vida biológica y social, al presentarse ante el otro es percibido de alguna manera, transmitiendo sentimientos, emociones y sensaciones que son captados, positiva o negativamente a través de su conducta, acciones y expresiones corporales, por prácticas cotidianas y un contexto en particular. El cuerpo “nunca es una entidad fija, sino plástica y maleable” (Ortiz, 2012, p. 119). En analogía con una obra de arte, el cuerpo sirve de lienzo para dar mensajes —como se mencionó en líneas anteriores— y algunas veces estos mensajes ya no son expresados en la plena libertad, sino a través de los agresores que someten a la víctima dejándola a su disposición, privada física y psicológicamente de la vida. El agresor, como ser social, muestra que tiene el poder al romper con las normas legitimadas en un espacio específico. De igual forma, controla la situación y el cuerpo de la víctima, mandando un mensaje al resto de la sociedad, incluida la familia cercana, el vecindario, el gobierno y los medios de comunicación.
La violencia es un hecho social que repercute en todas las capas de la sociedad y se manifiesta tanto en hombres como mujeres. En 2020 en el estado de Oaxaca se registraron homicidios dolosos de hombres en los diferentes meses del año:
Enero con 90 víctimas registradas, seguido de los meses de abril (87), mayo (87) y marzo (84), mientras que septiembre se ubica como el mes con menor número de casos, con 47, noviembre (54), octubre (60). En el caso de homicidios dolosos de hombres, la ocupación que predominó fue la de campesinos en la Costa, con 93 delitos, seguido por 74 casos en el Istmo, de los cuales se desconoce su ocupación. Las ocupaciones de hombres más frecuentes son: estudiante, comerciante, chofer, empleado particular, empleado, taxista, mecánico automotriz y obrero (Ruiz, 2020, p. 15).
Los crímenes ocurren en dos regiones principales, que son la Costa y el Istmo, ambos suceden en un ambiente de violencia física, psicológica, estructural y simbólica, con connotaciones complejas. El entorno en el que se desenvuelven la víctima y el agresor es un territorio determinado, no son seres aislados, sino sociales, y el crimen acarrea repercusiones en el contexto al que pertenecen. A continuación, se muestra la figura 7.2 del estado de Oaxaca en relación a la violencia de los homicidios dolosos de hombres, mujeres y feminicidios durante el año del 2020.
Figura 7.2. Oaxaca, mapa de calor de los concentrados de clúster de homicidios dolosos de hombres, mujeres y feminicidios en Oaxaca con datos de la FGEO: 2020
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Fuente: Elaborado por Ruiz (2020).
En la figura 7.2 se observan los límites territoriales geográficos del estado de Oaxaca, las zonas en color rojo representan los sitios en los que más se concentra la violencia. El primero de ellos es la región de Valles Centrales, dentro del centro de la capital oaxaqueña; en la región del Papaloapan, se concentra mayormente en Tuxtepec; en el Istmo, en Tehuantepec; en la Costa, Pochutla y Juquila; y en Sierra Sur, específicamente en Miahuatlán.
Los datos nos refieren a personas con cuerpos cuya violencia no solo se manifiesta en cifras, sino que también se visibiliza en mapas, pero “pluralizar no es sólo hacer una cuantificación, un listado, de las violencias. Es algo mucho más denso: es un modo de cartografiar su simultaneidad y su interrelación” (Gago, 2019b, p. 66). La georreferenciación es fundamental para comprender los hechos sociales, consciente en ver el conglomerado de los casos y su repercusión en zonas específicas.
La clasificación por parte de las autoridades sobre los crímenes es compleja, el homicidio doloso se da en cuerpos de hombres y mujeres recogidos, excluyendo a los desaparecidos. Las cifras de los reportes, al igual que la violencia, se mantienen constantes, todos los días se presentan casos de homicidios, erróneamente normalizando lo intolerable. Los números en los mapas territoriales representan a personas con un nombre, un rol social y un contexto histórico determinado. Al georreferenciarse la violencia de homicidios dolosos y feminicidios, se pueden entrever los cuerpos encontrados en sitios determinados. Los hechos no son aislados del contexto, pues están relacionados con las formas de vida de acuerdo a la localización.
La invisibilidad de la mujer en la sociedad
No solo los hombres han sido violentados, sino también las mujeres. Ellas han sido vulneradas históricamente por el patriarcado que se ha encargado de dominarlas, invisibilizarlas e incluso matarlas. Las tareas y roles que les ha asignado la sociedad a las féminas ha sido muy diferente al de los hombres; no solo por sus características físicas sino también por sus características biológicas, por ejemplo “los atributos biológicos de la mujer, en especial la menstruación, la lactancia y la crianza de los hijos constituyen el origen supuestamente evidente de su diferencia y su inferioridad respecto al hombre” (McDowell, 2000, p. 73). Las mujeres han quedado invisibilidadas, como si los aspectos naturales determinarán lo social, asignándoles tareas serviles en función del otro.
Las mujeres en cuestión de género son construidas en la sociedad, en relaciones de poder, con opresión del hombre sobre ellas; mismas acciones se siguen reproduciendo y aprendiendo por las características impuestas por la colectividad. El cuerpo de las mujeres se ha sexualizado con implicaciones sociales de lo que significa ser femenino y masculino, pues se considera que “las mujeres y las características asociadas a la feminidad son irracionales, emocionales, dependientes y privadas, y más cercanas a la naturaleza que a la cultura; mientras que los atributos masculinos se presentan como racionales, científicos, independientes, públicos y cultivados” (Massey, 1994, p. 26). Los roles de género no tienen el mismo peso, el varón ha sido constituido en cuestión de jerarquía como de mayor importancia, por sobre la mujer. Se suele mirar de mejor manera al varón con gran expectativa de virilidad, fuerza y poder sobre sus roles, marginando a las mujeres. Los moldes han sido impuestos, tanto para mujeres como para hombres, normando y amalgamando el comportamiento social.
La oleada de crímenes ha sido generalizada, las jóvenes oaxaqueñas han muerto en la invisibilidad, el silencio y la impunidad. Los homicidios de mujeres considerados muertes violentas en la fgeo para el año 2020, en el estado de Oaxaca, sucedieron en cifras y regiones de la siguiente manera:
Istmo de Tehuantepec (24), la Mixteca (16) y los Valles Centrales (9). Las regiones con menos incidencias son la Cañada (2), la Costa (1) y Sierra Norte (0). Es importante mencionar que los casos clasificados inicialmente por las vicefiscalías regionales del estado como muertes violentas de mujeres, son susceptibles de reclasificarse como feminicidios, una vez avanzadas las investigaciones ministeriales (Ruiz, 2020, p. 16).
Partiendo de lo anterior, el Istmo de Tehuantepec presenta más casos a nivel territorial, siendo una de las regiones con más violencia en los crimines de mujeres. Sin embargo, es interesante que este mismo espacio territorial sea considerado, culturalmente y públicamente, como un sitio de empoderamiento de la mujer, lleno de mujeres zapotecas transmisoras del matriarcado; cuando la realidad, al igual que en cualquier otra parte de la República mexicana, es que las relaciones se caracterizan por la desigualdad entre hombres y mujeres.
En menor medida, pero no menos importante, es que en el resto de las regiones del estado de Oaxaca sigue permaneciendo la violencia, considerándose un problema de seguridad pública que debe atenderse. Esto significa que existe un problema fuerte sobre la clasificación exacta de los crímenes por parte de las autoridades, confusión al categorizar los delitos, falta de apego a la norma, desconocimiento, ausencia de todo lo siguiente: pistas, detenidos, castigos y carpetas de investigación, con evidente presencia de corrupción e impunidad.
Dentro de las clasificaciones y categorías del delito cometido contra mujeres con connotaciones de violencia, resalta el término feminicidio. Según el artículo 325 del Código Penal Federal (1931), última reforma publicada (dof, 12-11-2021) libro segundo, título decimonoveno capítulo V; denominación del Capítulo reformada (dof, 14-06-12) se menciona que:
Comete el delito de feminicidio quien prive de la vida a una mujer por razones de género. Se considera que existen razones de género cuando ocurra alguna de las siguientes circunstancias:
- La víctima presente signos de violencia sexual de cualquier tipo.
- A la víctima se le hayan infligido lesiones o mutilaciones infamantes o degradantes, previas o posteriores a la privación de la vida o actos de necrofilia.
- Existan antecedentes o datos de cualquier tipo de violencia en el ámbito familiar, laboral o escolar, del sujeto activo en contra de la víctima.
- Haya existido entre el activo y la víctima una relación sentimental, afectiva o de confianza.
- Existan datos que establezcan que hubo amenazas relacionadas con el hecho delictuoso, acoso o lesiones del sujeto activo en contra de la víctima.La víctima haya sido incomunicada, cualquiera que sea el tiempo previo a la privación de la vida.
- El cuerpo de la víctima sea expuesto o exhibido en un lugar público.
- A quien cometa el delito de feminicidio se le impondrán de 40 a 70 años de prisión y de quinientos a mil días de multa.
Además de las sanciones descritas en el presente artículo, el sujeto activo perderá todos los derechos con relación a la víctima, incluidos los de carácter sucesorio. En caso de que no se acredite el feminicidio, se aplicarán las reglas del homicidio.
El género en el feminicidio es el punto de partida, en tanto no es lo mismo que el sexo, pues no se refiere a lo biológico, sino más bien a lo social. El género como construcción sociocultural e histórica asigna roles de comportamiento a hombres y mujeres que determinan sus prácticas cotidianas. En ese marco:
No nacemos mujeres, nos hacemos mujeres. No existe ningún destino biológico, psicológico o económico que determine el papel que un ser humano desempeña en la sociedad; lo que produce ese ser indeterminado, entre el hombre y el eunuco, que se considera femenino es la civilización en su conjunto (Beauvoir, 2000, citado en Massey, 1994).
No existe una esencia femenina, la sociedad y la cultura hacen ser a la mujer lo que es. Así el género es una construcción; por medio de la reproducción social se les otorgan roles legitimados tales como el de esposa, madre, hija. Por ende, la mujer y el hombre se encuentran en una relación asimétrica de poder, dominación y opresión, que le impide a la mujer trascender hacia su libertad.
Los feminicidios son hechos suscitados a las víctimas por el solo hecho de ser mujer, motivados por el odio y el placer. Colectivamente rompen con las normas morales y legales que la sociedad determina, motivo por el que son vistas estas acciones como anormales; crímenes que no son particulares, excluidos o aislados. Son más bien transgresiones violentas que se dan en sociedad, cuyo lenguaje y códigos son comprendidos por la víctima y por el resto de las estructuras.
Las cifras de feminicidios para el caso de Oaxaca, según datos de la fgeo en el año 2020 van así: las regiones con más casos fueron “el Istmo de Tehuantepec (9), la Mixteca (7) y los Valles Centrales (6) de Oaxaca. Las regiones con menos casos registrados con feminicidios son la Cañada (3), la Costa (3), y el Papaloapan (2)” (Ruiz, 2020, pp. 16-17). Se han hecho modificaciones en el código penal ante la necesidad de una normativa que se acople a las condiciones en las que son hallados los cuerpos de mujeres. La localización específica ayuda a dar seguimiento y construir una carpeta de investigación, considerando los factores internos y externos que irrumpen lo establecido, en otras palabras, a la impunidad que existe en los crímenes y asesinatos; razón por la que los actos judiciales no son llevados a las últimas consecuencias.
Tal como expresa Segato (2013), los criminales “no actúan en soledad, no son animales asociales que acechan a sus víctimas como cazadores solitarios, sino que lo hacen en compañía” (p. 19). Este autor mira a los sujetos agresores como seres sociales motivados por el poder que pueden sentir al someter a una mujer para mantener su dominio. Segato (2013) considera que “las violaciones [son] verdaderos actos que acontecen in societtate” (p. 20). Al actuar en sociedad, el criminal deja pistas en el cuerpo y el territorio donde sucedió el delito, marcado por los registros de sus hechos, ocupa el cuerpo de la víctima para dar a conocer su mensaje disciplinario de poder y violencia explícita.
Los homicidios dolosos y los feminicidios tienen como característica “el acto de violencia, como un gesto discursivo, lleva una firma. Y es en esta firma que se le conoce la presencia reiterada de un sujeto por detrás de un acto” (Segato, 2013, p. 22). Los criminales pueden ser organizados o desorganizados en la escena del crimen. Los primeros intentarán provocar confusión en los investigadores, mientras que los segundos dejarán rastros evidentes de la escena del crimen como una forma de operar al realizar algún acto delictivo. Hay que distinguir que el modo de operar es distinto al de la firma. La firma tiene el objetivo de imprimir un sello de originalidad en la consumación de los delitos, exterioriza en el cuerpo de la víctima el mensaje que desea dar a la sociedad, ahí exterioriza sus sentimientos, emociones y pensamientos, refleja, pues su conducta social.
Conclusión
Frente a los datos que se han expresado en párrafos anteriores acerca de la violencia que acontece en México y específicamente en el estado de Oaxaca, se observa que es una situación lamentable que no sólo afecta a la víctima, sino a los familiares y a la sociedad en general.
Sin embargo, normalizar la violencia ha traído consecuencias graves que estructuralmente arrastra lo que ha sido evidente históricamente: la falta de interés, la inexactitud de acciones y la ausencia de apego a la normativa contra los criminales. Todo esto genera que las víctimas y las familias sean las más afectadas, dejándolas sin respuesta ni justicia. Es importante mencionar que existe un vacío entre lo ideal y lo real en la aplicabilidad de las normas, códigos y leyes que ayuden a capturar a los agresores de las víctimas. Incluso, existe una deshumanización por parte de las autoridades estatales en el cifrado de las víctimas, no reconocen que se requieren respuestas a los hechos sociales que suceden en la realidad, y que estas respuestas son sustanciales para reflexionar que los homicidios de hombres, mujeres y feminicidios no son hechos aislados.
Las cifras que muestra la fgeo son verdaderamente críticas. Asimismo, las zonas donde ocurre el mayor número de crímenes de homicidios dolosos y feminicidios es alarmante debido a las principales actividades que se desarrollan ahí y a la perspectiva de género que predomina en esos lugares.
Al adentrarnos en el estudio de este fenómeno tan complejo desde diferentes perspectivas sociológicas y análisis cualitativos, se obtienen diversos mensajes de interpretación de lo que se vive a diario en el territorio mexicano y a nivel internacional, por ejemplo, los cuerpos de los sujetos encontrados, en analogía con los lienzos del arte, son abstractos, dinámicos y maleables. El cuerpo manifiesta la construcción social y, por medio de él, se transmite a las personas distintos códigos, expresiones, sentimientos y pensamientos. Este reflejo del mensaje se puede dar en la plena libertad física y cognitiva o puede ser utilizado como catalizador de misivas dominantes de los criminales para dar a conocer su poder en determinado tiempo y territorio.
En definitiva, considerar el tratamiento de los cuerpos de las víctimas como lienzos de mensajes permite descifrar a las autoridades la cadena del seguimiento de los procesos judiciales. El contexto oaxaqueño de los homicidios dolosos de hombres, mujeres y feminicidios, se ve atravesado por la ética del actuar de las estructuras de poder. La relación de lo legal y la problemática institucional estructural se manifiesta en la falta de transparencia en las investigaciones. Este panorama expresa vacíos en el manejo de la información de los casos, es decir, no se conocen exactamente los datos de las víctimas, ni tampoco los del agresor; plasmando de manera velada la realidad en la tesitura de la violencia. Así, encontramos que las instituciones que pretenden combatir la violencia, acaban fortaleciéndola, porque ocultan su impacto en la sociedad.
Por lo anterior, para esclarecer los datos referentes a estos crímenes es indispensable mapear las áreas más violentas en el territorio oaxaqueño, con la finalidad de puntualizar las zonas de miedo, considerando que el territorio no es un espacio neutral. Es reconocer que existen sitios determinados para hombres, mujeres, grupos no binarios y sectores vulnerables vinculados a las prácticas cotidianas en el sentido de reconstrucción o deconstrucción del tejido social. En tanto que los espacios son excluyentes e impactan de manera distinta de un género a otro y determinan, así, sus relaciones con el alter. En caso de no atenderse la problemática de los homicidios dolosos de hombres, mujeres y los feminicidios, provocaría disrupciones y conflictos sociales en el territorio como acontece hasta el día de hoy.
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