I. (In)seguridad alimentaria, violencia hacia la mujer y crisis económica en hogares mexicanos. ¿Qué nos deja la pandemia por COVID-19?

https://doi.org/10.52501/cc.107.01


Roberto Ariel Abeldaño Zúñiga

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I. (In)seguridad alimentaria, violencia hacia la mujer y crisis económica en hogares mexicanos. ¿Qué nos deja la pandemia por COVID-19?

Roberto Ariel Abeldaño Zúñiga*


DOI: https://doi.org/10.52501/cc.107.01




Resumen

La inseguridad alimentaria, definida como el acceso limitado o incierto a suficientes alimentos nutritivos para una vida activa y saludable, ha aumentado en muchos países debido a la pandemia por COVID-19. Esto ha dado como resultado que las personas afectadas se salten comidas o mueran de hambre debido a los desafíos para acceder a las necesidades alimentarias básicas. La experiencia de la inseguridad alimentaria es estresante y se asocia con una peor salud mental a corto y largo plazo; también hay evidencia de que esto es peor para los hogares liderados por mujeres. La inseguridad alimentaria es la forma predominante de incertidumbre, a nivel de nutrición poblacional, experimentada en la vida diaria en muchos países de América Latina. El objetivo de este estudio fue identificar factores asociados con la inseguridad alimentaria en hogares mexicanos, a través de las Ensanut 2012, 2018 y 2020. En México, como en muchos otros países, se han perdido importantes logros en materia de seguridad alimentaria debido a la pandemia, los cuales se habían alcanzado tras muchos años de esfuerzos a nivel sanitario, económico y social. La prevalencia de seguridad alimentaria en 2012 fue del 30.1 % de los hogares, en 2018 aumentó al 44.5 % de los hogares, mientras que en 2020 cayó al 40.6 %. Los resultados indican que los impactos económicos de la pandemia y la violencia en el hogar son factores determinantes de la inseguridad alimentaria. El panorama es sumamente complejo para 20 millones de hogares mexicanos.


Palabras clave: seguridad alimentaria, violencia contra la mujer, COVID-19, salud poblacional.



Abstract

Food insecurity, defined as limited or uncertain access to enough nutritious food for an active and healthy life, has increased in many countries due to the COVID-19 pandemic. This has resulted in affected people skipping meals or starving due to challenges in accessing basic food needs. The experience of food insecurity is stressful and is associated with poorer short and long-term mental health, and there is evidence that this is worse for female-headed households. Food insecurity is the predominant form of uncertainty at the population nutrition level, experienced in many Latin American countries daily. This study aimed to identify factors associated with food insecurity in Mexican households through the Ensanut 2012, 2018 and 2020. In Mexico, as in many other countries, important achievements in food security have been lost due to the pandemic. The prevalence of food security in 2012 was 30.1 % of households. In 2018 it increased to 44.5 % of households, while in 2020, it fell to 40.6 %. The results indicate that the economic impacts of the pandemic and domestic violence are determining factors of food insecurity. The panorama is highly complex for almost 20 million Mexican households.


Keywords: Food Security, Violence against Women, COVID-19, Population Health.




Introducción

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ods) representan una llamada a mejorar la nutrición humana y la seguridad alimentaria, en interconexión con varios objetivos y metas. Así, el ods 2, “hambre cero”, está íntimamente relacionado con el ods 1, “fin de la pobreza”, con los ods 5, “igualdad de género”, y 10, “reducción de las desigualdades”, al tiempo que con el ods 6 “agua limpia y sanitización” (United Nations, 2015).

En décadas recientes, los países de la región latinoamericana tuvieron progresos significativos en materia de seguridad alimentaria, a través de políticas de inclusión social orientadas hacia la protección de la salud de las personas y la reducción de las desigualdades (fao et al., 2019).

En el año 2020 se cumplieron los primeros cinco años de la puesta en marcha de los ods y sus respectivas metas. Pero también, el año 2020 impuso grandes retos sanitarios a nivel global con el surgimiento de la pandemia por COVID-19. La seguridad alimentaria no se mantuvo ajena a los impactos de la pandemia, ya que desde 2020 hasta la actualidad se ha generado evidencia en este sentido (Folayan et al. , 2021; Folayan, Ibigbami, El Tantawi et al., 2021) La pandemia, en sinergia con la crisis económica, el confinamiento y la violencia pueden representar una amenaza muy sera en materia de seguridad alimentaris (ia), sobre todo para los hogares con presencia de menores de edad y encabezados por mujeres (Ávila-Arcos et al., 2021).

La equidad y la igualdad de género son asuntos siempre presentes cuando se habla de seguridad alimentaria, ya que también existe evidencia de que los hogares con jefatura femenina son más propensos a tener problemas de inseguridad alimentaria que los hogares con jefatura masculina. En ese sentido, Marmot y Bell (2018) expresaron que la equidad en salud está implícita en el principio general de los ods de no dejar a nadie atrás y el imperativo moral implícito de la justicia social. La equidad en salud y la igualdad de género también han sido descritas por la Comisión de Determinantes Sociales de Salud (Csdh) de la oms. Ahora bien, con un evento global como es la pandemia por COVID-19, que amenaza seriamente los avances logrados hasta este momento, es necesario analizar los impactos de esta pandemia en la seguridad alimentaria y repensar las políticas para mitigar estos impactos.

México se caracteriza por tener una alta desigualdad económica y social que se refleja en las dificultades físicas y económicas que los grupos poblacionales vulnerables tienen para acceder a una alimentación saludable. Por tal motivo, México está catalogado como un país con las más altas tasas de prevalencia de sobrepeso y obesidad en la población general, y de obesidad en población infantil (Aguirre-Becerra et al. 2017).

Para entender la relación de la seguridad alimentaria con la pandemia por COVID-19, es necesario señalar que la región latinoamericana tuvo que enfrentar los impactos más significativos de la pandemia por COVID-19 en todo el mundo. Desde el diagnóstico del primer caso, el 26 de febrero de 2020, en Brasil, más de 35 millones de personas se han infectado y más de 1.5 millones de personas han perdido la vida en la región (Our World in Data-University of Oxford, 2021). México ha sido uno de los países con mayores impactos, con más de 6 millones de casos, más de 326 000 defunciones y una crisis económica con pérdidas de empleos, disminución de salarios y aumento generalizado de los precios 2020 (Our World in Data University of Oxford, 2021). Otra dimensión que se vio fuertemente agravada por el confinamiento fue la violencia hacia la mujer en los hogares (Fogstad et al., 2021). La intersección de todos estos problemas sanitarios, económicos y de violencia estructural han sido analizados por separado, pero no se han analizado de manera conexa en estudios en México.

Los estudios, principalmente, se han enfocado en estimaciones generales de la inseguridad alimentaria generada por la crisis sanitaria y económica asociada con la pandemia (Folayan, Ibigbami, Brown et al., 2021; Folayan, Ibigbami, El Tantawi et al., 2021). Los estudios que vinculan el impacto diferencial de la pandemia en hogares con jefatura femenina y su interrelación con la situación de violencia son escasos.

Los objetivos de este estudio fueron: 1) estimar la prevalencia de inseguridad alimentaria en hogares mexicanos entre 2012 y 2020; 2) determinar la prevalencia y tipos de violencia hacia la mujer en hogares mexicanos en 2020, y 3) identificar factores asociados con la inseguridad alimentaria en el año 2020.




Contexto teórico

Seguridad alimentaria

La seguridad alimentaria es un concepto que ha ido evolucionando a lo largo del tiempo. En la década de los setenta se concebía con manejos de stocks y la existencia de alimentos de manera física. En esos momentos, la fao recomendaba que, para hacer frente a una emergencia, se necesitaba contar con al menos tres meses del consumo promedio de los productos alimenticios básicos (Ghattas y fao, 2014). Esta idea surgió en el marco de la Conferencia Mundial de la Alimentación de 1974, la cual se llevó a cabo precisamente durante la crisis alimentaria de 1972, que había sido causada por una disminución significativa en la producción mundial de alimentos, lo que, a su vez, causó un declive en las reservas alimentarias de los países. De cierta forma, este evento extendió más la idea malthusiana de que una escasez global de alimentos era inevitable, ya que el aumento tan acelerado de los habitantes a nivel mundial había rebasado el ciclo productivo de los alimentos (Comité de Seguridad Alimentaria Mundial, 2012).

En la actualidad, de acuerdo con la definición de la fao, se asume que existe seguridad alimentaria “cuando todas las personas, en todo momento, tienen acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos que satisfagan sus necesidades dietéticas y preferencias alimentarias para una vida activa y saludable” (Food and Agriculture Organization of the United Nations [fao], 2008). Desde esa definición se pueden analizar cuatro dimensiones: la disponibilidad, la accesibilidad, la utilización biológica y la estabilidad de las otras tres dimensiones en el tiempo (Food and Agriculture Organization of the United Nations [fao], 2008).

La disponibilidad refiere a mecanismos de producción, stock y comercio neto. Por su parte, la accesibilidad es un concepto económico, ya que la disponibilidad de alimentos no garantiza un acceso seguro, sino que está relacionado a los ingresos y gastos de las personas y familias, y a los precios de los alimentos determinados por los mercados. La utilización biológica debe entenderse como la manera en la que el cuerpo utiliza los nutrientes aportados por los alimentos. Por último, la estabilidad puede afectar las otras tres dimensiones, si por ejemplo existe un periodo de fuerte inestabilidad económica con shock de los mercados y aumentos de precios (lo cual impediría el acceso a los alimentos), o eventos climáticos extremos que arrasen con los cultivos (por ejemplo, una granizada extrema), o factores relacionados a la inestabilidad política (lo cual impactaría en la disponibilidad).

La inseguridad alimentaria puede clasificarse en dos tipos: crónica o transitoria. Cuando ocurre de manera estacional constituye un punto intermedio entre ambas categorías, se asemeja al fenómeno crónico porque normalmente puede predecirse, y sigue un orden de eventos conocidos (Saray, 2020). No obstante, dado que también tiene una duración limitada, puede pensarse como una inseguridad alimentaria transitoria recurrente. El fenómeno estacional, suele ocurrir cuando se da un patrón cíclico por la disminución o falta de la disponibilidad y el acceso a los alimentos. Este tipo de inseguridad coincide con la variabilidad climática en los patrones de las cosechas y las estaciones del año, por otro lado, se relaciona con las oportunidades de empleo y las incidencias de enfermedades (Comité de Seguridad Alimentaria Mundial, 2012).




Escenarios de crisis durante la pandemia por COVID-19

Si bien la pandemia por COVID-19 tuvo muchas y muy diversas implicancias en distintas dimensiones de la vida cotidiana de México, este capítulo se centra específicamente en dos escenarios de crisis generadas por el impacto de la pandemia por COVID-19, la crisis económica y la crisis de violencia de género.

En un documento de trabajo publicado por expertos técnicos del Banco de México, asumen que la pandemia de COVID-19 ha afectado gravemente a la economía mundial y, por supuesto a México, con efectos generalizados en las actividades productivas y un gran impacto en los mercados financieros (Carrillo y García, 2021).

El escenario económico durante la pandemia se ha caracterizado por una alta incertidumbre en los indicadores económicos. El escenario identificado por el documento de trabajo del Banco de México ha sido descrito a partir de tres shock macroeconómicos bien identificados (Carrillo y García, 2021).

El primer shock se gestó a medida que los países implementaron medidas de contención y las cadenas de valor se interrumpieron, lo que provoca un shock de oferta que se atenuó lentamente con el tiempo. El segundo shock se dio cuando las medidas de contención de la pandemia se hicieron más estrictas y un gran confinamiento se apoderó de las actividades cotidianas. Esto hizo caer la demanda asociada con la incapacidad de los consumidores para gastar en sectores donde las operaciones estaban restringidas. El tercer shock se dio como consecuencia de los anteriores. Al incrementarse la incertidumbre, se incrementó el riesgo y esto disparó los precios (Carrillo y García, 2021).

De esa manera, la crisis sanitaria trajo consigo una crisis económica que afectó a los hogares en su día a día, con una caída en la actividad económica, pérdida de empleos, reducción de horas trabajadas y de salarios, y un aumento generalizado de los precios. En estos contextos de crisis económica, los hogares suelen contraer sus gastos en alimentos (entre otras dimensiones de gastos en el hogar) como una estrategia para sobrellevar la crisis económica (Abeldaño Zuñiga et al., 2022). Esto, indudablemente impactó en la seguridad de los hogares en México, como se ha visto en otros países.

Por otra parte, durante la pandemia por COVID-19 se ha gestado otra “pandemia silenciosa”, o una “pandemia en las sombras” como la llaman algunos autores (Fogstad et al., 2021). El aumento de la violencia contra las mujeres se ha incrementado drásticamente durante el confinamiento. Esto está relacionado con los cierres y otras restricciones de movimiento impuestas debido a la COVID-19, que obligan a mujeres y niños a permanecer en casa con sus abusadores. La violencia contra las mujeres y las niñas ya era un gran problema en México antes de la pandemia (Valdez-Santiago et al., 2021). Sin embargo, los estudios recientes sobre las tendencias de la violencia contra las mujeres y los niños encontró evidencia de aumento durante la pandemia de covid-19 (Fogstad et al., 2021).

Algunos factores de riesgo comunes que aumentan la probabilidad de que los perpetradores cometan violencia se han intensificado durante la pandemia. Por ejemplo, las condiciones de hacinamiento; movilidad limitada; y una mayor inseguridad en materia de salud, empleo y dinero. Fuera del hogar, los espacios públicos desiertos hicieron que las mujeres y los niños fueran aún más vulnerables a las agresiones y el acoso (Fogstad et al., 2021).

Este estudio parte del supuesto que indica que la inseguridad alimentaria se incrementó durante la pandemia y que esta situación está asociada a factores socioeconómicos estrechamente relacionados con la crisis generada por la pandemia. También se asume el supuesto que indica que, en los hogares donde las mujeres sufren algún tipo de violencia, la inseguridad alimentaria es mayor. Todo esto, supone un escenario de recuperación pospandemia muy complejo para los hogares más vulnerables.




Métodos

Se realizó un estudio con fuentes de datos secundarias, correspondientes con las Encuestas Nacionales de Salud y Nutrición (Ensanut) desarrolladas en México en los años 2012 (Instituto Nacional de Salud Pública, 2013), 2018 (Instituto Nacional de Salud Pública, 2019) y 2020 (Instituto Nacional de Salud Pública, 2021), por el Instituto Nacional de Salud Pública de México.

Se trata de una encuesta de hogares que se realiza a intervalos regulares y que tiene el propósito de obtener estimaciones de la situación de salud, principalmente orientada a los factores de riesgo de enfermedades crónicas no trasmisibles en hogares mexicanos (Romero-Martínez et al., 2013; Romero-Martínez et al., 2019). Concretamente, el objetivo general de la Ensanut es cuantificar la frecuencia, distribución y tendencias de las condiciones de salud y nutrición de la población y sus determinantes (Romero-Martínez et al., 2013) para el diseño y evaluación de las políticas e intervenciones sanitarias en la población de México.

El diseño muestral de la Ensanut es multietápico y estratificado, y se basa en los marcos muestrales nacionales que se construyen para las encuestas poblacionales. La Ensanut tiene dos tipos de unidades muestrales para las cuales se pueden realizar estimaciones: las personas (nivel individual) y los hogares (nivel agregado). La muestra de la Ensanut tiene una representatividad nacional y, a partir de la aplicación de factores de expansión longitudinal (o ponderadores), se pueden obtener estimaciones para toda la población del país (Romero-Martínez et al., 2013; Romero-Martínez et al., 2019).



Medición de la seguridad alimentaria

Para medir la experiencia de seguridad/inseguridad alimentaria en los hogares mexicanos, la Ensanut incluye un módulo completo para esta dimensión. El módulo de seguridad alimentaria aplica la Escala Latinoamericana de Seguridad Alimentaria (Elcsa) (Carmona et al., 2017). Se trata de un cuestionario que revela la experiencia de falta de acceso a los alimentos en el hogar en los últimos tres meses, por falta de dinero u otros recursos. Este cuestionario incluye ocho preguntas que se aplican a los hogares conformados exclusivamente por personas adultas, y siete preguntas adicionales que se aplican en los hogares con presencia de menores de 18 años.

Todas las preguntas se contestan por sí o por no, y se asigna un puntaje de cero a cada respuesta negativa y un puntaje de uno a cada respuesta positiva. Con esto, el puntaje de la Elcsa puede tener un rango de 0-8 en hogares conformados por adultos, y de 0-15 en hogares con presencia de menores de 18 años.

A fin de operacionalizar la variable de seguridad alimentaria, se establecen puntos de corte definidos para clasificar a los hogares de acuerdo con el detalle que se muestra en la tabla I.1 (Carmona et al., 2017).

Tabla I.1. Clasificación de los hogares según la Elcsa

Categoría

Hogares con integrantes menores
de 18 años

Hogares sin integrantes menores
de 18 años

Seguridad alimentaria

0

0

Inseguridad leve

1-5

1-3

Inseguridad moderada

6-10

4-6

Inseguridad severa

11-15

7-8

Con la Elcsa, se obtuvieron estimaciones para los años 2012, 2018 y 2020 en todos los hogares mexicanos (muestra expandida), con la finalidad de visualizar los progresos y posibles retrocesos en términos de seguridad alimentaria y, específicamente, para observar el impacto de la pandemia por COVID-19 en los hogares de México.



Estimaciones sobre la violencia contra las mujeres en hogares mexicanos

Para identificar este problema, la Ensanut 2020 incluyó en su diseño metodológico un set de preguntas dirigidas exclusivamente a mujeres de 20 y más años, para indagar la experiencia personal de cuatro tipologías de violencia durante el confinamiento por la pandemia de COVID-19, ejercidas por algún integrante del hogar: violencia psicológica, violencia física, violencia sexual y violencia económica (Instituto Nacional de Salud Pública, 2021).

Estas preguntas indagaron si durante el periodo de confinamiento, la mujer de 20 o más años de edad vivió hechos de violencia o agresiones por algún integrante de su hogar como gritos, insultos o amenazas (violencia psicológica), empujones, jalones o golpes (violencia física), actos de carácter sexual o violaciones (violencia sexual) y agresión económica (violencia económica). Además, la Ensanut 2020 indagó si la mujer consideraba que estos hechos de violencia o agresiones entre los integrantes de su hogar aumentaron durante el confinamiento (Instituto Nacional de Salud Pública, 2021). Este tipo de preguntas se realizan bajo la forma de “autorreporte” por parte de las mujeres encuestadas.



Factores asociados a la inseguridad alimentaria

Para identificar factores asociados a la inseguridad alimentaria en la Ensanut 2020, se incluyeron en el análisis de los datos las variables de caracterización socioeconómica de los hogares y las variables de autorreporte de enfermedades crónicas no trasmisibles, por parte de las personas que encabezan los hogares mexicanos (Instituto Nacional de Salud Pública, 2021).

Las variables de caracterización socioeconómica incluidas fueron: sexo biológico de la persona que encabeza el hogar, nivel educativo alcanzado, presencia de menores de 18 años en el hogar, reducción de los gastos generales del hogar, reducción de los gastos en alimentación en el hogar, reducción del salario de algún integrante del hogar y pérdida de alguna fuente de empleo de algún integrante del hogar. Respecto de las últimas dos preguntas se asume que una persona pudo haber experimentado una reducción en sus ingresos, aunque no necesariamente haya perdido su fuente laboral. Todas estas preguntas tienen la forma de autorreporte en la Ensanut 2020 (Instituto Nacional de Salud Pública, 2021).

Respecto a los antecedentes de enfermedades crónicas no tranmisibles, que podrían comprometer la seguridad alimentaria del hogar, se asume que estas podrían tener un impacto en los gastos de bolsillo del hogar por motivos de salud/enfermedad de alguno de sus integrantes (Abeldaño, 2017). Las enfermedades autorreportadas en las personas que encabezan el hogar fueron: diabetes, obesidad, hipertensión arterial, enfermedad cardiovascular, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, cáncer y VIH. Así también se incluyó en los análisis el autorreporte de haber tenido un testeo positivo de COVID-19, por parte de la persona que encabeza el hogar (Instituto Nacional de Salud Pública, 2021).




Análisis estadístico de los datos

En el presente estudio, se consideró para el análisis la muestra de personas que encabezan un hogar y que tuvieran datos completos en las variables de interés en este estudio. De esa manera, la tasa de no respuesta fue del 1.3 %. Todos los análisis presentados en este estudio remiten a la persona que encabeza el hogar y a la muestra expandida de hogares a fin de obtener las estimaciones para todos los hogares de México.

Para el primer objetivo “Estimar la prevalencia de inseguridad alimentaria en hogares mexicanos entre 2012 y 2020” se calcularon prevalencias de los niveles de seguridad alimentaria para los años de relevamiento 2012, 2018 y 2020.

Para el segundo objetivo “Determinar la prevalencia y tipos de violencia hacia la mujer en hogares mexicanos en 2020”, se calcularon prevalencias de violencia psicológica, violencia física, violencia sexual y violencia económica, autorreportadas durante el confinamiento, para el año 2020.

Para el tercer objetivo “Identificar factores asociados a la inseguridad alimentaria en el año 2020”, se realizó una exploración multivariada de los datos para obtener perfiles de hogares con inseguridad alimentaria a través de un análisis de correspondencias múltiples. Luego, se definió un primer modelo de regresión logística binaria para estimar la variable dicotómica seguridad alimentaria (y = 0, seguridad alimentaria; y = 1 inseguridad alimentaria). La categorización de esta variable se realizó agrupando, por un lado, cualquier nivel de inseguridad alimentaria y, por otro lado, la situación de seguridad alimentaria en los hogares. Las variables regresoras fueron las de caracterización socioeconómica y las de autorreporte de enfermedades crónicas no trasmisibles. Aquí se utilizó el dataset completo con un n expandido de 33 382 404 hogares. Luego se definió un segundo modelo de regresión logística para definir la misma variable dependiente, en donde las regresoras fueron las cuatro tipologías de violencia contra la mujer. En ella se utilizó el dataset de hogares encabezados por mujeres de 20 o más años con un n de 5 787 473. Todos los análisis se realizaron para un nivel de significación de p < 0.05. Se utilizaron softwares SPSS e Infostat.



Consideraciones éticas

Este estudio utilizó bases de datos secundarias disponibles de manera pública a través del sitio web del Instituto Nacional de Salud Pública de México. Este organismo ha codificado los datos individuales para proteger la información de las personas encuestadas, la cual previene la identificación del perfil específico de cualquier persona, sin mermar la potencia estadística de los datos. No se incluyeron seres humanos en el estudio.




Resultados

Se analizaron datos de las Ensanut 2012, 2018 y 2020 a nivel agregado para todo el país. Se identificó una mejora en la seguridad alimentaria de los hogares entre 2012 y 2018, con un aumento de más de 14 puntos porcentuales. Esto, consecuentemente implica que hubo un descenso entre 2012 y 2018 de la situación de inseguridad alimentaria en los hogares mexicanos, tanto a nivel leve, moderado y severo (figura I.1).

Sin embargo, el impacto de la pandemia hizo perder grandes logros en materia de seguridad alimentaria. En 2020 se perdieron cuatro puntos porcentuales de seguridad alimentaria, que inmediatamente se trasladan a la inseguridad alimentaria leve (figura I.1). A nivel agregado, no se observa que las categorías moderada y severa fueran impactadas de inmediato en el año 2020, pero esto no implica que no lo hubiese a nivel desagregado.

En el año 2020, el 59.4 % de los hogares mexicanos estaba en algún nivel de inseguridad alimentaria. Así, 12.8 millones de hogares se encontraban en inseguridad alimentaria leve, 4.3 millones de hogares en inseguridad alimentaria moderada y 2.6 millones de hogares en inseguridad alimentaria severa.

Figura I.1. Prevalencias de seguridad alimentaria en México en 2012, 2018 y 2020.

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A continuación, se presentan los datos de los análisis descriptivos univariados con los datos de la Ensanut 2020. Estos datos reflejan la situación de 33.3 millones de hogares mexicanos.

Aquí se observó que los hogares con mayores cifras de inseguridad alimentaria son aquellos encabezados por mujeres, en donde la persona que encabeza el hogar tiene un nivel educativo máximo de escolaridad primaria, y en aquellos hogares donde hay presencia de menores de 18 años (tabla I.2).

En cuanto al impacto económico y la inseguridad alimentaria, se observó que la inseguridad alimentaria se expresa en aquellos hogares que tuvieron una reducción en los gastos generales, y en los gastos en alimentos. También se expresa en aquellos hogares donde hubo pérdida de empleos y reducción de salarios en algún integrante del hogar (tabla I.2). Esto implica que, ante las dificultades económicas de los hogares, los gastos en alimentos se reducen y esto impacta directamente en la seguridad alimentaria.

Respecto de los antecedentes de comorbilidades autorreportadas por las personas que encabezan los hogares, haber tenido un test positivo COVID-19, tener antecedentes de diabetes, obesidad, hipertensión arterial, enfermedades cardiovasculares, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, cáncer y VIH incrementan la inseguridad alimentaria en los hogares (tabla I.2). Esto se debe principalmente al gasto de bolsillo de los hogares asociados con los tratamientos para esas enfermedades.

Estos resultados descriptivos univariados permitieron reconstruir un perfil de hogares, a través de una técnica de exploración multivariada con un análisis de correspondencias múltiples que se observa en la figura I.2. En el gráfico de cuadrantes se observan dos patrones muy nítidos que permiten visualizar el impacto económico de la pandemia en la seguridad alimentaria de los hogares.

En el cuadrante inferior derecho se observa que se agrupan aquellos hogares en situación de seguridad alimentaria, o donde los hogares están encabezados por varones y donde no hubo una reducción de los gastos generales del hogar. Por otra parte, en el cuadrante izquierdo se observa que se agrupan aquellos hogares en situación de inseguridad moderada y severa, que principalmente están encabezados por mujeres, en donde sí hubo reducción de salarios, de gastos generales y de gastos alimentarios dentro del hogar (figura I.2).

Figura I.2. Análisis de correspondencias múltiples: seguridad alimentaria, antecedentes patológicos y factores socioeconómicos (n = 33 382 404)

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Tabla I.2. Prevalencias de seguridad alimentaria según variables socioeconómicas y antecedentes de comorbilidades en las personas que encabezan los hogares (n = 33 382 404).

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Respecto a las formas de violencia hacia la mujer, los análisis se centraron en el sub-dataset conformado por los hogares encabezados por las mujeres de 20 y más años de edad (n = 5 787 473). Se trata de 5.7 millones de hogares que, a pesar de estar encabezados por mujeres, registran formas de violencia en donde el perpetrador aún tiene contacto con la mujer violentada “desde fuera” del hogar. Los datos de la Ensanut muestran que el 5.2 % de las mujeres autorreportaron violencia psicológica (n = 298 585), el 2.3 autorreportó violencia física (n = 131 948), el 0.6 % autorreportó violencia sexual (n = 32 371), y el 1.7 % autorreportó violencia económica (n = 100 270). Así, se confirma que la violencia con insultos o amenazas, los golpes, los actos de carácter sexual y la agresión económica pueden existir desde afuera. Una de cada cuatro mujeres víctimas de estos tipos de violencia reportó que esta situación aumentó durante el confinamiento.

En la tabla I.3 se muestra la asociación que existe entre las cuatro tipologías de violencia y la inseguridad alimentaria. Aquí se observa que hay asociación entre las violencias psicológica, física, sexual y económica con la inseguridad alimentaria moderada y severa (p < 0.001). Además, se observa que el 84.4 % de los hogares donde la mujer sufre violencia psicológica está en alguna situación de inseguridad alimentaria, como también lo está el 86.2 % de los hogares donde la mujer es víctima de violencia física, el 83.9 % de los hogares donde la mujer es víctima de violencia sexual y el 94.8 % de los hogares donde la mujer es víctima de violencia económica.

Tabla I.3. Seguridad alimentaria y violencia de género (n = 5 787 473)

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El primer modelo de regresión logística se corrió con los 33 382 404 de casos del dataset completo para encontrar los factores asociados a la inseguridad alimentaria en los hogares mexicanos. La tabla I.4 muestra estos coeficientes de Odds Ratio ordenados de manera creciente. Se observa que, salvo la edad de la persona que encabeza el hogar, todas las demás están asociadas con la inseguridad alimentaria. El hecho de que la persona que encabeza el hogar tenga enfermedades como VIH, diabetes, cardiovasculares, hipertensión, EPOC, COVID-19 o cáncer incrementa el riesgo de inseguridad alimentaria en esos hogares. Que la cabeza del hogar sea mujer y que haya presencia de menores también incrementa el riesgo. Condiciones como el bajo nivel educativo, la reducción de gastos generales duplican el riesgo de caer en inseguridad alimentaria, mientras que la reducción de gastos alimentarios en el hogar cuadruplica el riesgo de caer en situación de inseguridad alimentaria (véase tabla I.4). Por su parte, el segundo modelo de regresión logística se corrió con los 5 787 473 del sub-dataset de mujeres de 20 o más años que contestaron las preguntas sobre violencia. La violencia psicológica y la violencia sexual triplican el riesgo de caer en situación de inseguridad alimentaria para esos hogares, mientras que la violencia física cuadriplica ese riesgo. En tanto, la violencia económica incrementa el riesgo de caer en situación de inseguridad alimentaria en 11 veces para esos hogares (tabla I.5).

Tabla I.4. Odds Ratio para los factores de riesgo clínicos y socioeconómicos (n = 33 382 404)

Categorías de referencia

OR

OR (IC 95 %)

p value

Lim. Inf.

Lim. Sup.

Edad de la persona que encabeza el hogar

0.999

0.999

1.001

>0.05

Autorreporte de VIH

1.022

1.001

1.044

0.043

Autorreporte de DBT

1.040

1.038

1.043

<0.001

Autorreporte de ECV

1.069

1.064

1.075

<0.001

Hogar encabezado por mujer

1.086

1.084

1.088

<0.001

Autorreporte de HTA

1.089

1.086

1.091

<0.001

Obesidad

1.153

1.150

1.157

<0.001

Autorreporte de EPOC

1.232

1.226

1.239

<0.001

COVID-19 test positivo

1.277

1.268

1.286

<0.001

Reducción de salarios en el hogar

1.406

1.403

1.409

<0.001

Presencia de menores en el hogar

1.616

1.613

1.619

<0.001

Autorreporte de cáncer

1.693

1.677

1.710

<0.001

Alguna persona en el hogar perdió su empleo

1.740

1.736

1.744

<0.001

Educación hasta primaria

1.926

1.923

1.930

<0.001

Reducción de gastos generales

2.331

2.326

2.336

<0.001

Reducción de gastos alimentarios

4.601

4.591

4.610

<0.001

Tabla I.5. Odds Ratio para los tipos de violencia en hogares encabezados por mujeres (n = 5 787 473)

Variables

OR

OR (IC 95 %)

p value

Lim. Inf.

Lim. Sup.

Violencia psicológica

3.508

3.473

3.544

<0.001

Violencia física

3.937

3.876

4.000

<0.001

Violencia sexual

3.223

3.129

3.321

<0.001

Violencia económica

11.491

11.175

11.817

<0.001




Conclusiones

Este estudio permitió obtener estimaciones de la prevalencia de inseguridad alimentaria en hogares mexicanos en los años 2012, 2018 y 2020, como también obtuvo estimaciones de la prevalencia y tipos de violencia hacia la mujer en hogares mexicanos en 2020. Finalmente identificó los factores asociados con la inseguridad alimentaria en el año 2020.

Los resultados permiten concluir que, en el año 2020, como consecuencia directa de la pandemia, se han perdido logros y avances importantes ganados entre 2012 y 2018, en relación con la seguridad alimentaria de los hogares mexicanos. Así, el impacto de la pandemia en México también se expresa en la alimentación de los hogares, ya que seis de cada 10 hogares se encontraron en situación de inseguridad alimentaria en el año 2020. Además, dos de cada 10 hogares estuvieron en situación de inseguridad moderada y grave. La inseguridad alimentaria leve representa la preocupación por no tener recursos para acceder a los alimentos, mientras que la inseguridad moderada representa el hecho de que la calidad y la variedad de la alimentación están seriamente comprometidos por el hecho de reducir cantidades o saltearse comidas. La inseguridad alimentaria grave ya implica la experiencia directa de sentir hambre por falta de acceso a los alimentos.

La inseguridad alimentaria durante el año 2020 en México estuvo fuertemente vinculada a factores socioeconómicos como la pérdida de trabajo y salarios con reducción de gastos. Esto, también como consecuencia directa de la pandemia por COVID-19. Las mujeres que son víctimas de violencia psicológica, física, sexual y económica están en riesgo de inseguridad alimentaria, y con ello sus hogares, lo cual implica un riesgo importante para niños, niñas y adolescentes de esos hogares.

El escenario pospandemia es sumamente complejo, ya que, a la emergencia sanitaria, se le suma un escenario económico complejo, marcado por un contexto internacional adverso y con un fuerte impacto en la economía nacional; todo esto en coexistencia con un problema estructural en México (y en toda la región latinoamericana), como es la violencia contra la mujer.

La inseguridad alimentaria, definida como el acceso limitado o incierto a suficientes alimentos nutritivos para una vida activa y saludable, ha aumentado en muchos países debido a la pandemia (Folayan, Ibigbami, Brown et al., 2021). Esto ha dado como resultado que las personas afectadas se salten comidas o pasen hambre debido a los desafíos para acceder a las necesidades alimentarias básicas. La experiencia de la inseguridad alimentaria es estresante y se asocia con peores niveles de salud a corto y largo plazo (Gundersen y Ziliak, 2015). Asimismo, hay evidencias que señalan que esto es peor para personas con comorbilidades (Jones, 2017). La inseguridad alimentaria es la forma predominante de incertidumbre experimentada en la vida diaria en muchos hogares vulnerables (Folayan, Ibigbami, Brown et al., 2021).

Sobre la inseguridad alimentaria hay evidencias que indican que esta es un importante indicador de riesgo de violencia de pareja entre las mujeres (Hatcher et al., 2019). Comprender los factores que ponen a las mujeres en mayor riesgo facilita el desarrollo de la intervención (Ricks et al., 2016).

La perpetración de la violencia por parte de hombres en contra de las mujeres es un problema social, económico y estructural complejo, de múltiples niveles, arraigado en normas de género y sistemas de poder desiguales. En la mayoría de los contextos culturales, existe un orden de género que favorece el dominio estereotípicamente masculino de los hombres sobre las mujeres, así como sobre otras masculinidades marginadas. La incapacidad de proporcionar alimentos para el hogar podría interpretarse como un incumplimiento de las normas masculinas estereotipadas, lo que obligaría a los hombres a utilizar estrategias alternativas (como la violencia) para demostrar su hombría. Los problemas de salud mental (depresión o ansiedad), que ocurren cuando las preocupaciones sobre la disponibilidad de alimentos van acompañadas de mecanismos de afrontamiento deficientes (como el consumo de alcohol), pueden conducir aún más a la violencia, como lo señalan autores de países africanos (Awungafac et al., 2021). Los mismos autores han señalado que, si bien las mujeres tienden a tener menos control sobre el presupuesto del hogar, a menudo se las responsabiliza de alimentar a la familia y se las culpa si no hay comida en la mesa, lo que lleva a diferentes estrategias de afrontamiento dañinas, como los golpes o el sexo transaccional, que a su vez aumenta el riesgo de infecciones de transmisión sexual (Awungafac et al., 2021).

Una de las fortalezas de este estudio es el análisis amplio que se realizó a partir de los datos de una encuesta poblacional con posibilidades de brindar estimaciones para todos los hogares del país. También se debe resaltar la vinculación lograda entre la inseguridad alimentaria, la violencia hacia la mujer y los impactos socioeconómicos de la pandemia en México.

Entre las debilidades de este estudio, se debe mencionar que la escala utilizada por la Ensanut, la Elcsa, únicamente mide un solo componente de la seguridad alimentaria: el acceso. Esta escala no releva dimensiones de los otros tres componentes. Sin embargo, esta es una escala fiable y válida para las estimaciones que se presentan en este estudio. Además, la misma escala ha sido utilizada de forma consistente a lo largo de varias ediciones de las Ensanut en México (como también en otros países) (Instituto Nacional de Salud Pública, 2013, 2019, 2021; Romero-Martínez et al., 2013; Secretaría de Salud de México, 2018; Shamah-Levy et al., 2021). Otra de las debilidades se debe al diseño transversal del estudio, que no permite identificar de manera temporal si las formas de violencia preceden a la inseguridad alimentaria o si sucede al revés. Se podría asumir que la violencia económica precede a la inseguridad alimentaria (Bapolisi et al., 2021), pero esto no está tan claro en las otras tres formas de violencia. Por ello, lo correcto es aceptar que hay una asociación, pero no una relación de causa-efecto.

Finalmente, este estudio comprueba que, en México, la inseguridad alimentaria se incrementó durante la pandemia y que esta situación está asociada a factores socioeconómicos estrechamente relacionados con la crisis generada por la pandemia. También se comprobó que, en los hogares donde las mujeres sufren algún tipo de violencia, la inseguridad alimentaria es mayor. Todo esto supone un escenario de recuperación pospandemia muy complejo para los hogares más vulnerables. El mismo escenario requiere de políticas e intervenciones integrales, a mediano y a largo plazo (sanitarias, económicas, de derechos humanos y de justicia) enfocadas en los hogares más vulnerables.




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