Introducción

En su tiempo (1798), Thomas Robert Malthus auguraba los males del incremento de la población pues el aumento en la producción de alimentos no crecía al mismo ritmo. No obstante, al no dimensionar el papel del avance tecnológico sus principios no tuvieron tanto efecto como la alarma que presagiaba poco antes de la memorable Revolución Industrial. El siglo xix fue testigo de la duplicación poblacional y, en el siglo xx una triplicación hasta llegar a los 6 mil millones en el año 2000. Hoy (2022) la población alcanza los 8 mil millones de habitantes y para el 2030 se estiman 8.5 mil millones. A pesar del avance tecnológico en todos los aspectos de la vida, existen 700 millones de personas viviendo en pobreza extrema (onu, 2020).

A pesar de los grandes avances tecnológicos y la incorporación gradual de las tecnologías de la información y disruptivas en la producción de bienes y servicios, el incremento de la población como fenómeno demográfico sigue representando un reto para el desarrollo, debido a la necesidad del aumento en la producción de alimentos seguros, nutritivos y suficientes para cubrir con los requerimientos nutricionales que aseguren un sano desarrollo. Dicha situación presiona al cambio climático desde diferentes vertientes:

  1. El uso intensivo de los recursos naturales, que provoca un déficit, al consumirse cada año un 20 % más de lo que se puede regenerar.
  2. La necesidad de usar nuevas tierras de cultivo en áreas naturales, invadiendo ecosistemas y provocando la pérdida de la biodiversidad biológica (reduciendo la diversidad de flora y fauna).
  3. Alteración del clima debido a la actividad humana y al uso de gases que provocan el efecto invernadero por el uso del transporte y producción de bienes, servicios, así como el sistema de movilidad de las personas.

El aumento de la población y su intensa actividad económica y social han provocado alteraciones en el medioambiente, como la variación a largo plazo de la temperatura y de los patrones climáticos, estos cambios pueden ser naturales, pero desde el siglo xix, las actividades humanas han contribuido de manera significativa a su alteración, principalmente por la generación de gases de efecto invernadero, que provocan a su vez variaciones en los patrones climáticos y desequilibrios en los ecosistemas.

Un claro ejemplo de cómo el cambio climático y las malas prácticas con la naturaleza afectan la propia subsistencia de la humanidad es la preservación de las especies polinizadoras, como las abejas, mariposas, avispas, escarabajos, entre otras, las cuales son responsables de polinizar casi el 90 % de las plantas silvestres con flores y contribuyen a la producción de alimentos, medicamentos, fibras, maderas, biocombustibles, etc. Es decir, inciden de manera positiva en la calidad de vida de las personas. No obstante, el crecimiento de la población y la invasión de áreas naturales a través del cambio de uso de la tierra, ya sea para uso residencial o producción intensiva de cultivos, la introducción de plaguicidas, especies invasoras o el cambio de los patrones de lluvia, representan una amenaza para los polinizadores (16.5 % a nivel mundial), lo cual es crítico, pues la producción de cultivos que dependen de los polinizadores ha registrado un aumento en 300 % Tal situación puede comprometer la productividad agrícola y la autosuficiencia alimentaria (IPBES, 2016).

Los efectos de la acción humana sobre la habitabilidad en el planeta los explican bien el grupo de expertos internacionales en biodiversidad y cambio climático, quienes reconocen que las condiciones de vida de los seres humanos están estrechamente relacionadas con el clima y la biodiversidad, por lo que un cambio negativo en estás, compromete las condiciones de habitabilidad en el planeta.

De tal manera que, la actividad humana, al hacer uso de los recursos naturales de manera indiscriminada y generar contaminantes, provoca afectaciones físicas y químico-biológicas tanto en el territorio y en los ríos-océanos, como en el aire, que resultan en alteraciones en la flora y fauna que ahí habitan, e incitan cambios ecológicos en los ecosistemas (reducción de la diversidad biológica, cambio en los patrones de lluvia, alteración en la intensidad de los vientos, aumento de la temperatura, etc.), lo que a su vez afecta negativamente al ser humano. A estos fenómenos se les identifica como cadenas de causas y respuestas debidas a la interacción entre los sistemas humanos y los ecosistemas naturales, descritos como impactos en cascada. La figura 1 representa los impactos que las actividades humanas ejercen sobre el clima y los ecosistemas y cómo, a su vez, estos muestran respuestas al medioambiente que resiente la población dada su interdependencia.

Figura 1. Efectos en cascada

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Estas interacciones permiten explicar la complejidad de los riesgos emergentes del cambio climático, la degradación de los ecosistemas y la pérdida de biodiversidad, pero, al mismo tiempo, ofrecen oportunidades para enfrentar el futuro en términos de resiliencia, adaptabilidad y mitigación de los problemas derivados del cambio climático en la sociedad y los ecosistemas.

Entre los problemas más sensibles que se resienten a nivel global están:

  • La pobreza, con su cauda de marginación, desigualdad social y económica de las personas, desnutrición, mala calidad de vida y limitación de acceso a las oportunidades de desarrollo.
  • La disposición de infraestructura (física, humana, tecnológica, financiera y de insumos), suficiente y moderna, que permita una cobertura para la atención de servicios públicos como la salud, la educación y la seguridad y que incida positivamente en el desarrollo integral de los individuos y su estilo de vida.
  • Las desigualdades hacia las personas debido al género, raza, grupo étnico, religión, discapacidad, edad, situación económica, orientación sexual o aspectos como empleos informales y de mala calidad, que minan las oportunidades potenciales de desarrollo.
  • El uso eficiente y óptimo del agua y energías alternativas menos contaminantes.
  • Ciudades como centros que propicien la prosperidad, la estabilidad social, el desarrollo inclusivo, seguro, resiliente y sostenible que favorezcan el aumento de la calidad de vida de las personas, debido a que en ellas se registra más del 50 % de la población, pero con 828 millones de personas que viven en barrios marginales.
  • Los modelos de producción, recolección, transporte y consumo de bienes y servicios que registran una demanda intensiva de recursos naturales y energía, acompañados de estilos de vida poco saludables y sostenibles, que propician el consumo masivo, la contaminación, la cultura del desecho y el uso de materiales poco degradables.
  • El desequilibrio de los ecosistemas por la invasión de hábitats naturales, contaminación de ríos, selvas, lagos, océanos, cuna de una gran variedad de especies animales y vegetales, y de generación de oxígeno, así como de retención de bióxido de carbono, necesarios para mantener condiciones habitables para la vida.

Como es evidente, los efectos de la población, su crecimiento y la forma en cómo se organiza y convive, ya sea en comunidades, ciudades o países, se han reflejado en impactos sobre el medioambiente que se hacen evidentes por el cambio en la temperatura, los patrones de lluvias, vientos y la intensificación-magnitud de los fenómenos meteorológicos. Estos problemas que se han vuelto de impacto mundial tienen poca viavilidad de ser resueltos en el mediano plazo, tanto por ciudadanos como por empresas o gobiernos municipales, estatales o nacionales, pues su ámbito de acción es limitado y territorial. Lo anterior precisa redefinir los modelos de convivencia, así como nuevas normas de conductas que hagan posible que el incremento de la población y todos los productos, bienes y servicios que se requieren para un desarrollo pleno en sociedad puedan ser generados de una manera que minimice el impacto sobre los recursos naturales, el cuidado de los ecosistemas y la disposición de una infraestructura de desarrollo social y productiva.

Si bien la política internacional busca mantener el aumento de la temperatura global por debajo de 1.5° C (respecto a los niveles preindustriales), un grupo de expertos estiman que este podría alcanzar 2.7° C para el año 2030 (unep, 2021), lo que amenaza aún más las condiciones de habitabilidad del planeta para la especie humana y el resto de los seres vivos (ipcc, 2022). En este sentido se busca que la atención de estos problemas se realice en un marco de cooperación internacional y que retome los principios de la política de la planificación con un enfoque de largo plazo para definir estrategias, líneas de acción, herramientas y metodologías apropiadas a las regiones (Carter, Tye y Aguilas, 2022).

Parte de las estrategias políticas contra el cambio climático deberán orientarse a la identificación y medición de los riesgos climáticos, definir acciones para adaptarse y mitigarlos, así como avanzar en la restauración y conservación de los ecosistemas para recuperar los servicios ecosistémicos que benefician y protegen a la especie humana.

Estas nuevas normas deben también estar contempladas en grandes principios globales de desarrollo sostenible, lo cual requiere de un plan mundial que defina grandes objetivos y metas sobre condiciones ideales de habitabilidad de largo plazo, lo cual demanda también nuevas instituciones que permitan coordinar las políticas macrorregionales entre países y puedan ser aterrizadas a nivel gobierno, instituciones, empresas y ciudadanos, desde sus territorios y en apego a sus condiciones climáticas propias, lo cual demanda además la disposición de presupuestos internacionales (Bárcena et al., 2021).

Más allá de estas predicciones, la humanidad tiene un reto por delante: minimizar el impacto del crecimiento poblacional y, por ende, su impacto negativo sobre el cambio climático. Para evitar llevar al planeta a una situación límite, se torna necesario trabajar conjuntamente en la reducción de la huella de carbono, la construcción de infraestructuras y edificios en línea con un desarrollo urbano sostenible, la promoción de una movilidad inteligente y sostenible, la apuesta por una economía circular y un consumo responsable, el impulso de las energías renovables, entre otras muchas iniciativas innovadoras.

Esta obra, Objetivos del Desarrollo Sostenible y su estrategia de implementación. Estudios de caso en empresas, gobierno e instituciones de educación superior, busca atender inquietudes sobre cómo las instituciones aportan desde lo local al cumplimiento de objetivos regionales de desarrollo sostenible y la posibilidad de replicar experiencias de caso exitosas, para lo cual se da cabida a la exposición de diversas propuestas realizadas por expertos y que representan un punto de referencia para incentivar nuevas iniciativas.

Los capítulos incluidos, representan obras de investigación que han sido sujetas a un riguroso proceso de arbitraje a doble ciego a cargo de un comité científico y forman parte de la Colección Investigación Regional para la Atención de Necesidades Locales en su número 13, como un trabajo intelectual multidisciplinario coordinado por la Universidad Politécnica de San Luis Potosí en el marco de la Red de Investigación Regional, la cual realiza un trabajo colaborativo entre diferentes Instituciones de Educación Superior del país. Las aportaciones se enlistan a continuación:

Martha A. De la Rosa, Xóchitl Hernández, Juan C. Neri y Guadalupe del S. Palmer nos presentan el estudio de caso Canastas Solidarias San Luis Potosí, una organización que opera bajo la filosofía de la Economía Social y Solidaria como un modelo económico-productivo alternativo de desarrollo, que permite beneficiar a productores y consumidores con productos locales de alta calidad que favorece el desarrollo regional y la creación de ingresos propios en zonas marginadas, en favor del desarrollo sostenible.

Roberto A. Abeldaño nos presenta una investigación que permite mostrar evidencias de que, entre los efectos negativos provocados por la pandemia de COVID-19 está el incremento en la inseguridad alimentaria a nivel mundial, lo que repercutió doblemente en la salud de la población y cuyos impactos trascienden hacia la salud mental y emocional, con mayor intensidad en hogares que son sostenidos por mujeres en países de América Latina.

Marisol Reséndiz, Sandra P. Méndez y Araceli Flores nos muestran cómo el cambio climático amenaza la seguridad alimentaria, lo cual es resentido aún más por la población de bajos recursos, por lo que es necesario identificar alimentos alternativos derivados de productos locales con opción de explotación sustentable. Debido a esto, nos presentan el caso de la vaina del mezquite que permite obtener harina con propiedades saludables.

Juan J. Rojas nos enseña cómo las Instituciones de Educación Superior pueden llevar a cabo acciones que permitan hacer frente a los retos que enfrenta la humanidad, tales como la pobreza, la desigualdad social, la atención a las necesidades de grupos vulnerables, los desastres naturales, la contaminación, entre otros, para lo cual nos muestra el caso de la Universidad del Valle de Atemajac campus Zamora, como un modelo sostenible de gestión.

Juan G. Esquer y Marisela Hernández nos presentan una estrategia para atender el problema del desabasto alimentario en habitantes de comunidades étnicas de bajos recursos de diferentes regiones del estado de Sonora. La estrategia en cuestión se basa en la implementación de huertos de traspatio comunitarios que promuevan la producción de flora endémica comestible y permitan fortalecer la gastronomía, a fin de recuperar sus costumbres culinarias, lo cual propiciaría una alimentación sostenible ante el cambio climático.

Carlos R. Balderas, por su parte, nos expone cómo la promoción del desarrollo de las regiones puede hacerse con criterios de preservación de los ecosistemas y el desarrollo sostenible, por lo que aborda el caso del Código Ético Mundial definido para el sector turístico y toma como referencia su cumplimiento (o no) en el caso del destino turístico Playa del Carmen, municipio de Solidaridad, Quintana Roo, bajo un enfoque de revisión de los documentos de planeación y regulación turística.

Margarita Castillo, Marisol Reséndiz y Eduardo Hernández reconocen el problema de la autosuficiencia alimentaria, por lo cual nos presentan una propuesta de alternativas de alimentación para la población de bajos ingresos en comunidades vulnerables. Con esto en mente, proponen la reproducción del caracol (Helix aspersa) como alternativa de alimentación, que contribuya al aprovechamiento de los recursos naturales y una alimentación de alto valor nutritivo y de bajo costo.

Cinthya G. Ortega y Marisol Reséndiz aportan a los estudios sobre ciudades y comunidades sostenibles, a través de un estudio de caso sobre la gestión integral de los residuos sólidos urbanos para el municipio de Tepeji del Rio de Ocampo, en Hidalgo. Su propuesta de solución óptima al problema del incremento en la generación, tratamiento y disposición de estos, a partir de su origen, coadyuva a reducir el impacto ambiental negativo sobre la población y el medioambiente.

Irma Guadarrama presenta los resultados de su investigación en la Universidad Tecnológica de la Riviera Maya sobre cómo abordar contenidos prácticos en el programa educativo de Turismo bajo un Modelo Aprendizaje Servicio para incidir positivamente en la conducta del estudiante. A través de aspectos como la responsabilidad social, la sostenibilidad y la promoción de aprendizajes basados en la interacción con el medio busca resolver problemáticas de su entorno bajo un enfoque con el “saber ser”.

Myrna D. López, Alonso Contreras, Lorena Zalthen y Antonia M. Carrillo nos muestran los resultados de su investigación en empresas localizadas en Ciudad del Carmen, Campeche, sobre las estrategias empresariales y acciones que han adoptado para contribuir al cumplimiento de los ods, como parte de su responsabilidad con la sostenibilidad y como agentes que inciden fuertemente en la alteración del medioambiente.

Marco A. Medina, Ixchel N. Medina, Juan C. Neri y María A. Venegas nos presentan el caso del análisis del programa de la materia de Desarrollo Sustentable de la licenciatura en Administración en la Universidad de Guadalajara sobre la formación de los estudiantes y cómo el uso de los recursos educativos abiertos (rea) pueden aportar en la calidad de la educación y el desarrollo de los objetivos del desarrollo sostenible. El resultado positivo deriva en una propuesta de consolidación del programa educativo.

Óscar O. Núñez, José A. Molina, y José A. Molina Ramírez nos ofrecen la propuesta de creación de la Comisión Intersecretarial para el Desarrollo de los Bioenergéticos sustentables y sostenibles en México como un activo institucional gubernamental que incida en la mitigación de las empresas en el deterioro del impacto ambiental, a través de la canalización de recursos públicos y el diseño de políticas para la generación de biocombustibles y para así compensar la explotación de los recursos naturales.

María de L. Cárcamo y Ma. C. Alvarado nos permiten conocer los resultados de su investigación sobre cómo una política promotora de la reforestación representa una estrategia oportuna y altamente impactante para reducir los efectos negativos del cambio climático, el cual amenaza la seguridad y existencia de la humanidad por la pérdida de la diversidad de sus ecosistemas y las condiciones de vida en el planeta.

Sin duda, estas aportaciones serán un punto de referencia para el diseño de estrategias institucionales para llevar a cabo acciones, conscientes y consecuentes, para la preservación del medioambiente como requisito indispensable para continuar con el progreso social, económico y tecnológico.

La frase que sentenciaba la Revolución francesa, “libertad, igualdad y fraternidad”, como un punto en la historia que antepone el desarrollo del ser humano y la democracia sobre el desarrollo económico y la concentración de la riqueza, se vería hoy limitada como insignia de desarrollo y puede ser completada con otra divisa más “Libertad, igualdad, fraternidad y sostenibilidad”, que incluya el reconocimiento y respeto al medioambiente y el equilibrio de la biodiversidad, como una promesa de futuro.

El mensaje es que se requiere avanzar en la construcción de una visión futura de desarrollo, que parta de reconocer la importancia de la interdependencia entre la convivencia humana y la preservación del medioambiente para hacer de este mundo un lugar más seguro, resiliente y habitable.

Juan Carlos Neri Guzmán

Diciembre de 2022

Referencias

Bárcena, A., Torres, V. y Muñoz Ávila, L. (2021). El Acuerdo de Escazú sobre democracia ambiental y su relación con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Editorial Universidad del Rosario.

Carter, R., Tye, S. y Aguilar, S. (2022). Planificación de la adaptación a largo plazo en América Latina y el Caribe. Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Agencia Francesa de Desarrollo (AFD).

IPBES. (2016). The assessment report of the Intergovernmental Science-Policy Platform on Biodiversity and Ecosystem Services on pollinators, pollination and food production Secretariat of the Intergovernmental Science-Policy Platform on Biodiversity and Ecosystem Services. https://doi.org/10.5281/zenodo.3402856

IPBES-IPCC (2021). Biodiversity and climate change. The Intergovernmental Science-Policy Platform on Biodiversity and Ecosystem Services (IPBES), Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC).

IPCC (2022). Climate Change 2022: Impacts, Adaptation, and Vulnerability [Contribution of Working Group II to the Sixth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change] Cambridge University Press.

ONU (2020). 17 objetivos para transformar nuestro mundo. 1: Fin de la Pobreza ONU.https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/.

UNEP (2021). Emissions Gap Report 2021: The Heat Is On – A World of Climate Promises Not Yet Delivered. United Nations Environment Programme. Nairobi.