Movilidad social y migración internacional: un análisis exploratorio - Eduardo Fernández Guzmán, Carmen Castrejón Mata
Dimensions
Movilidad social y migración internacional: un análisis exploratorio
Eduardo Fernández Guzmán*
Carmen Castrejón Mata**
DOI: https://doi.org/10.52501/cc.121.01
Resumen
Las diferentes aristas que presenta la movilidad social, ascendente, descendente, intra e intergeneracional, de grupo o individual se han analizado en muchas partes del mundo. Y las ciencias sociales se han enfocado en develar, de manera metódica, el estudio de sus causas e impactos. Reveladoras contribuciones teóricas y empíricas dan testimonio del progresivo interés en las últimas décadas por ahondar en este fenómeno. Sin embargo, el análisis de la movilidad social en los estudios migratorios no es abundante. Los estudiosos de la migración en México no lo han explorado lo suficiente. El objetivo de esta investigación es inquirir cómo teóricamente el concepto de movilidad social se ha trabajado y hacer un estado del arte desde los estudios migratorios, y proponer algunas líneas para futuras investigaciones. Se busca de esta forma, invitar a explorar varios aspectos del migrante que desde la academia mexicana ha sido poco examinada.
Palabras clave: Migración internacional, movilidad social, movilidad geográfica.
Introducción
Ha resultado demasiado controversial el comentario vertido por el presidente Andrés Manuel López Obrador cuando se refirió a los que buscan un ascenso social como aspiracionistas. Esta expresión tomó por sorpresa a los estudiosos de la movilidad social, atizó el fuego de los que tildan de conservadores a sus opositores, y movió a la profunda reflexión conceptual y sistémica. Conceptual porque la acepción es compleja y multifacética, y sistemática, porque la esencia de la sociedad capitalista es de una movilidad social permanente y fluctuante. Las democracias más acendradas fomentan la meritocracia, las reglas de juego y las instituciones que permiten que la movilidad amplíe los modos y se extiendan los índices de movilidad. La aspiración a ascender en la estructura social es un tema legítimo de los individuos de las sociedades liberales, en la sociedad de consumo donde se ve con buenos ojos el “éxito” obtenido, a través de los títulos universitarios, los empleos mejor retribuidos, el reacomodo residencial, el poder de compra grandilocuente. En el imaginario colectivo se busca cambiar en la posición social, por estatus, poder y pertenencia. Resulta ser una representación psicológica y simbólica de gran calado.
Y es alimentado cotidianamente por varios referentes. El abanico es diverso y enorme. Muchas figuras deportivas, empresarios, académicos, actores, artistas, comerciantes, líderes religiosos, periodistas, intelectuales, políticos, científicos, directivos de empresas, agricultores, ganaderos, etc., famosos o de bajo perfil, han experimentado en carne propia la movilidad social (Ebaugh, 1993; Sack y Thiel, 1979). Escalan, descienden (Binhammer, 2020) o se mantienen, pero diversas vicisitudes y realidades como lo son el medio ambiente, las herencias familiares y capacidades particulares, son ejemplos, aun con muchas limitaciones, en muchos y en otros no tanto, de la fluidez y el cambio social del mundo actual (Breen y Müller, 2020). Abundantes biografías patentizan este asunto.
Hablar de la historia, contexto y el proceso de la migración internacional es muy vasto y complejo (Sennett, 2016) y al introducirnos en sus experiencias vividas, sus memoria —de muchos migrantes donde afloran sus carestías y logros— indica aspectos esenciales de la movilidad social en sus diferentes manifestaciones. La migración misma es una búsqueda explícita del anhelo de movilidad social. Es desear un mejor estatus, mayores ingresos, un mejor trabajo, acceso a una mejor calidad de vida, una casa más amplia, bienes materiales diversos y, por ende, mayores consideraciones sociales y poder. No todos lo logran, unos parcialmente, otros de plano no logran consumarlo y descienden por vicios, enfermedades y desadaptación. Como fenómeno, la migración es un campo de análisis muy rico sobre la movilidad social.
Las diversas caras de la movilidad social, ascendente, descendente, intra e intergeneracional, de grupo o individual, vertical y horizontal, han sido estudiadas en muchas partes del mundo. Y diversas ciencias han contribuido de manera metódica a estudiar sus causas e impactos. Reveladoras contribuciones teóricas y empíricas, por parte de científicos sociales, y otros estudiosos, dan testimonio del progresivo interés en las últimas décadas por ahondar en este fenómeno. Sin embargo, el análisis de la movilidad social en los estudios migratorios no es muy profuso. Desde la academia en México no se ha explorado lo suficiente. El objetivo de esta investigación es inquirir cómo teóricamente el concepto de movilidad social se ha trabajado, hacer un estado del arte desde los estudios migratorios y proponer algunas líneas para futuras investigaciones. El trabajo está estructurado en dos partes; la primera trata sobre la problematización y la definición del concepto de movilidad social; y en la segunda, se hace un estado del arte de la movilidad social en la migración. Se busca de esta forma invitar a explorar varios aspectos del migrante que no han sido ampliamente examinados.
Problematización del concepto de movilidad social. Noción general de la movilidad social
Antes de analizar lo que se ha investigado sobre movilidad social en estudios migratorios es importante recurrir a un planteamiento general y global del tema. Iniciemos con una previa problematización para posteriormente analizar en el concepto, las variables y sus paradigmas teóricos. Hay estudiosos que consideran que los datos de la movilidad son de suma relevancia en diferentes contextos (Cornacchia y Pappalardo, 2021). En particular, algunos mencionan (Sun, Lei y Liu, 2021; Dribe, Helgertz y Putte, 2015) que el desarrollo a largo plazo de la movilidad social ha sido un tema de investigación central por mucho tiempo en la ciencia económica y la sociología. Les ha llamado poderosamente la atención los regímenes de movilidad social y cómo difieren entre países de diferentes niveles de desarrollo o con una estructura institucional disímbola, y si estos patrones han permanecido estáticos o han evolucionado a partir de la revolución industrial hasta nuestros días.
El fenómeno de la movilidad social. Resulta de suma importancia para el estudio de la estratificación. En sociedades donde los estratos están jerarquizados, lógicamente se observa que tanto los individuos como los grupos cambian y se mueven de posición (Dietrick, 1974). Matras (1980), en un importante estudio al respecto, refiere cómo los estudios de la movilidad social —a partir de la segunda mitad del siglo xx— se han enfocado sobre los índices y la tasa de movilidad en una sociedad, comunidad o población, vinculados a la apertura de la estructura social y las oportunidades sociales en esa sociedad.
Y hay, para algunos investigadores como Hammel y Yarbrough (1973), evidencias de que nuestro mundo contemporáneo favorece la movilidad, ya que consideran que la urbanización y la industrialización se muestran, frecuentemente, como procesos destructivos de la vida familiar y de relaciones de parentesco. Por su parte, Mendels (1976) define la industrialización moderna como una etapa de incremento de la renta per cápita, vinculada a un crecimiento demográfico y cambios estructurales. Este despegue favorece la movilidad y crea las condiciones para que una sociedad inicialmente rural cambie con el tiempo, en una donde la mayoría de la gente resida en ciudades y labore en los sectores industriales y de servicios. En esta misma postura, otros investigadores (Breen y Müller, 2020; Leeuwen y Maas, 2010) afirman que —desde la segunda mitad del siglo xix— las sociedades occidentales han consolidado una inercia hacia el decrecimiento y la pérdida de vigor de la ocupación por herencia. En las sociedades actuales se hace patente que los porcentajes de la ocupación transmitida por herencia, de padres a hijos, tiene mucho menos importancia que en la antigüedad o la Edad Media (Sharma, 2019; Herlihy, 1973; Lorenzo, 1966).
Pero, no todas las sociedades actuales muestran las mismas condiciones, índices y modos de movilidad. Hay quienes la frenan, y otras que las estimulan. Así lo afirma Viáfara (2017), quien asevera que las sociedades más progresistas permiten que el ascenso ocupacional de los hijos no esté condicionado por el nivel socioeconómico familiar, y sí da mucha relevancia a la educación y las políticas gubernamentales, para contrarrestar las desigualdades vinculadas a la clase social de origen. De ahí que las concepciones funcionalistas y neoclásicas —refieren Vidal y Miret (2014)— resalten la importancia del capital humano como determinante central de las diferencias individuales en el logro del mercado laboral. Por ende, según estos modelos, dentro de las sociedades y los mercados laborales no existe una estructura o segmentación que restrinja la movilidad social o laboral.
El desarrollo histórico de la movilidad social no es unidimensional, pero sí multifactorial. Como en periodos anteriores, el componente más obvio que influye en el desarrollo de la movilidad social es el cambio ocupacional, y para ello el desarrollo de las profesiones fue crucial. La rápida expansión convirtió a las profesiones en una importante porción de la fuerza de trabajo, y su crecimiento tuvo una impronta en las tasas generales de movilidad social. Otro factor que eleva las tasas de movilidad social en la sociedad postindustrial fue la expansión de la educación. Y un tercer factor de influencia en la movilidad social es el auge del Estado de Bienestar, ya que —a través del pago por enfermedad o desempleo, becas para estudiantes y las pensiones de vejez— provocó un aumento en las tasas de movilidad ocupacional y social (Díaz, 2021; Gil, Marqués y Fachelli, 2017; Kaelble, 2015; Kaelble, 1984; Leeuwen y Maas, 1977).
Hay una cantidad considerable de investigaciones que indagan la movilidad social y su relación con el bienestar social y múltiples aspectos de la salud física y mental (Lin, Hua y Li, 2022; Salmela, et al., 2021, Gugushvili y Präg, 2021; Veenstra y Vanzela-Yang, 2021; Gosselin, Boccanfuso y Laberge, 2021; Morrissey y Kinderman, 2020; Hoven, et al., 2019; Chan, 2018; Silverwood, et al., 2012; Fox, 1990; Kerckhoff, 1989; Hollingshead, Ellis y Kirby, 1954) e, incluso, con la política (Weakliem, 1992). Otro aspecto a resaltar es lo que analiza Castillo (2016), quien pone en el centro de la discusión un elemento intangible al afirmar que todo proceso de movilidad social tiene una carga dolorosa en la dimensión subjetiva. Y otras investigaciones ven los claroscuros. Al respecto, Paskov, Präg y Richrds (2021) dicen que toda arista de la movilidad es negativa si conlleva a un detrimento de redes y conocimiento práctico. Y positivo, si involucra inéditas convenciones de sociabilización y obtención de conocimientos.
Clark, Cummins, Hao y Díaz (2015) son enfáticos en por qué poner atención a la movilidad social. Y afirman que cuanto más bajos sean los índices de movilidad, más hijos heredarán las características de los padres y más clasista es la estructura social. Y, a la inversa, mientras más altas son las tasas de movilidad, cada dos o tres generaciones, la sociedad se restructura en términos de la jerarquía social, y los aspectos de casta, clase y etnia no tendrán una importancia superlativa. En sí, veamos de cerca cómo se conceptualiza.
Concepto de movilidad social
La movilidad es un concepto complejo, y abarca varios aspectos tanto espaciales como temporales. En el espectro de la movilidad convergen los desplazamiento rural-rural, urbano-urbano, rural-urbano, nomadismo y refugiado en una gran variedad desde lo local a lo global. La movilidad es un fenómeno histórico, y tiene que ver con la vida diaria y las experiencias de las personas, y con otras variables psicosociales como impulsos, apetencias y obligaciones. No sólo se refiere al movimiento a través de la geografía, también implica el movimiento en la sociedad. Por eso encontraremos investigaciones de movilidad que abarcan temas como el transporte, la movilidad residencial y la movilidad económica y social (Gough, 2008).
Hay quienes señalan que la movilidad social es un recurso y un privilegio que está presente de forma desigual entre países y al interior de los mismos países (Chan y Zhang, 2021; Westh, 2014). La movilidad social en las ciencias sociales como tema de investigación tiene sus orígenes desde la primera mitad del siglo xx. Para Uribe (2005), la agenda de investigación de la movilidad social implica ir a la esencia de los mecanismos de acceso a las distintas esferas jerárquicas de la sociedad y qué tan flexibles o herméticos son. Y, por ende, esto tiene un vínculo muy fuerte con la justicia social y con las condiciones objetivas para que los logros, esfuerzo, méritos personales sean los ingredientes nodales del ascenso social. La rigidez o inmovilidad social alimentan una sociedad muy desigual.
Desde los orígenes, a principios del siglo xx, el estudio de la movilidad social no ha separado de su análisis la articulación de los sistemas de movilidad social y los sistemas económicos (Foote y Hatt, 1953). Esta relación está presente en los estudios precursores sobre movilidad social, en Estados Unidos, que realizó Sorokin (Cortés y Escobar, 2005; Heberle, 1928). El pionero del concepto de movilidad social fue el sociólogo Pitirim Sorokin, quien lo definía como “toda transición de un individuo, objeto o valor social de una posición social a otra” (Sorokin, citado por Uribe, 2005). Atinadamente también Sorokin se refiere a la movilidad horizontal y vertical, con base en hacia dónde se dirige el movimiento. En la movilidad ascendente, el individuo incrementa su posición original; en la horizontal, no hay avance o deterioro, y en la descendente, hay un declive. El enfoque teórico de Sorokin se distancia del marxismo al afirmar que la existencia de capas sociales no implica la lucha de clases. Por el contrario, las capacidades y el talento son las condiciones que impulsan la movilidad (Uribe, 2005).
En la actualidad, hay varios autores a quienes se les ha dado un espacio para sus definiciones. Para Vélez (2014), el concepto de movilidad social se refiere a la capacidad de un individuo o grupo social para cambiar de posición en el sistema social. Se puede comparar la profesión, el nivel de ingresos, la educación u otras medidas de clase o estatus socioeconómico. Díaz (2012) la define como cualquier transición que realiza una persona de una posición social a otra, o también puede decirse que la movilidad social es la capacidad de un individuo o estrato para incrementar ostensiblemente su posición. Para Leeuwen y Maas (2010), la movilidad social puede ser definida como cualquier cambio en el estatus ocupacional o de empleo en el curso de la vida, mucho más en específico, la definición se ha focalizado sobre la movilidad ascendente.
Vélez, Campos y Fonseca (2015) la definen como los cambios que experimentan los individuos de una sociedad en su posición en la distribución socioeconómica. Y una condición medular para lograr una sociedad móvil es garantizar la igualdad en las condiciones de competencia. Y para lograr lo anterior es fundamental, por una parte, brindar a todos los integrantes de una sociedad instrumentos y condiciones esenciales como educación y salud, y, por otra parte, asegurar las condiciones de igualdad de competencia en el mercado laboral. Si se afianza lo anterior, la consumación de vida de las personas dependerá en gran proporción de su talento, méritos y esfuerzo. Para Palomar y Lanzagorta (2005), la movilidad social es la transición de una persona de una posición social a otra de diferente condición. Es el movimiento de las personas en un sistema social que permite cierta fluidez en la estratificación de clases.
Vélez, Campos y Fonseca (2015) dan una clasificación muy sucinta y orientadora de los conceptos básicos para entender la movilidad social. Definen a la movilidad intergeneracional como el cambio en la posición con relación al hogar de origen. La movilidad intrageneracional es el cambio en la posición socioeconómica a lo largo del ciclo de vida de las personas. La movilidad horizontal se refiere a cambios en la posición de un individuo al interior de un mismo estrato socioeconómico. Y la movilidad vertical se define como el paso, ascendente o descendente, de un individuo de un estrato a otro. En particular, se dice que la movilidad vertical refleja el nivel de fluidez entre los estratos sociales. Los autores también enfatizan que la movilidad social se mide en términos absolutos y relativos. La movilidad absoluta se restringe a la comparación intergeneracional del “nivel” de vida. En particular, se refiere a las transformaciones de la estructura de clases, resultado de factores exógenos como los avances tecnológicos, cambios económicos y demográficos, entre otros. Ésta permite identificar la dirección en que ha cambiado la estructura social en su conjunto durante cierto periodo. Por su parte, se dice que hay movilidad relativa cuando la posición en la escala socioeconómica de un individuo es distinta a la de su hogar de origen. La movilidad relativa describe las oportunidades con las que cuentan personas con orígenes distintos, una vez considerada la movilidad absoluta.
Continuando en esta introducción conceptual, Vélez, Campos y Fonseca (2015) afirman que para especificar qué concepto de movilidad se estudia se identifican dos niveles, la macro-movilidad y la micro-movilidad. La primera se refiere a la movilidad de un país en su conjunto, ya sea con respecto a otros periodos (movilidad absoluta) o con respecto a otros países (movilidad relativa). Y también señalan el concepto de Regímenes de Movilidad para estudiar las variaciones históricas y entre países, de los patrones de estratificación.
Las formas de movilidad social —nos dice Palomar y Lanzagorta (2005)— pueden tipificarse, entre otras cosas, según la dimensión o variable en que se produce, en ocupacional, socioeconómica, política, religiosa; según la dirección o sentido, en horizontal, vertical ascendente o vertical descendente; y con relación al tiempo, en intrageneracional (experimentada por el individuo en comparación con el mismo) o intergeneracional (generalmente se compara el estado actual del individuo con el que tuvieron o tienen sus padres en línea ascendente). La movilidad socioeconómica básicamente incluye la movilidad educativa y ocupacional, mismas que dan lugar a un incremento en el ingreso y en la calidad de vida de los individuos. La movilidad vertical es ascender o descender de una posición social a otra de distinto rango, mientras que la movilidad horizontal es la transición de una posición social a otra del mismo rango. Otra interesante clasificación se puede obtener del estudio de Díaz (2012) que analiza estas mismas variables. El análisis de la movilidad social —nos dice Fichelli y López-Roldán ((2015)— considera una matriz de transición entre el origen y destino.
En un estudio muy interesante, Matras (1980) relataba que los estudios de movilidad social se han centrado tradicionalmente en rasgos ocupacionales que reflejan las características sociales generales de los individuos; en categorías ocupacionales o de grupo, generalmente, ordenadas jerárquicamente, como reflejo de estratos, grupos de estatus o clases importantes; y sobre movilidad ocupacional intergeneracional, movilidad profesional y matrimonio de mujeres de determinados orígenes ocupacionales a hombres de determinados rasgos ocupacionales actuales. Sin embargo, estudiosos de la movilidad social han concebido varias dimensiones alternativas de la movilidad social, por ejemplo, la educación, ingresos, reputación, prestigio, poder, influencia, comunidad, participación, consumo, conocimiento, propiedad, ejercicio de derechos de propiedad, control de recursos, acceso a individuos, grupos u organizaciones ubicadas favorablemente con respecto a tales atributos o recompensas.
Otra perspectiva también muy sugerente es la que hacen Vélez, Campos y Fonseca (2015) que señalan que independientemente de cómo se estructure el análisis sobre la movilidad social, el objetivo clave de su examen es el observar el impacto del cambio estructural a través del tiempo, como resultado de la inercia misma del proceso de la movilidad. En términos de la instrumentación de su estudio, la movilidad social debe analizarse desde una perspectiva multidimensional (ingreso, educación, ocupación, riqueza, y movilidad subjetiva). Vale señalar, que la movilidad subjetiva es una arista que abre vetas muy interesantes de análisis en la actualidad (Ming, et al., 2021).
Es importante destacar las dos necesidades que —según Vélez, Campos y Fonseca (2015)— brotan en el debate sobre la movilidad social. Por un lado, se deben cimentar las razones por las cuales es fundamental promoverlas. Y, por la otra, es imprescindible instituir las condiciones para fortalecerla. Los criterios nodales en lo que se refiere a las razones son en relación a la justicia, eficiencia e integración social. Para Solís (2011), en Europa y Estados Unidos se ha dado un significativo avance en los estudios de movilidad social, lo cual ha creado sustantivos aportes metodológicos en sus mediciones y una rica discusión sobre las tendencias recientes en la fluidez de los regímenes de estratificación social en las sociedades más industrializadas. En la última década, el asunto de la movilidad social ha logrado atrapar el interés en México y América Latina (Pla, 2016), en el ámbito de la discusión de las ciencias sociales sobre los modelos de desarrollo, para la equidad y los contextos y las dimensiones que dan cuenta de diferentes patrones de igualdad/desigualdad.
Si el concepto es complejo y polivalente, la problematización se ahondó a la hora de analizar las perspectivas teóricas alrededor de su abordaje y análisis. El consenso no es general cuando de entender la realidad, índices y modos de movilidad se refiere. Como todo fenómeno social, depende del cristal epistemológico, ontológico y metodológico del cual eche mano el investigador para encontrar resultados disímbolos. Analicemos las dos grandes corrientes de pensamiento que lo escudriñan.
Abordajes teóricos y metodológicos en el análisis de la movilidad social
Según Cortés y Escobar (2005), desde sus orígenes a inicios del siglo xx, las investigaciones de la movilidad social han puesto como punto neurálgico la articulación entre los sistemas de movilidad social y sistemas económicos. Desde la década de 1970, muchos estudiosos de esta temática se han adherido al modelo de la “hipótesis FJH” (Featherman, Jones y Hauser), que tiene como preceptos básicos el establecer que los sistemas de movilidad social de las sociedades industriales son en esencia fluidos y homogéneos. Esta aseveración ha enfrentado teóricamente a los sociólogos liberales y a los marxistas. Los primeros establecen que la estructura económica industrial y posindustrial cimentada en el mercado, per se, garantizan mayores y constantes oportunidades de movilidad social. Los marxistas, por su parte, rechazan que esta tendencia sea real, no existe, para ellos, tal igualdad de oportunidades. Asevera Payne (1989) que, desde la perspectiva marxista, la movilidad social y su estudio son indeseables, ya que se centran en el individuo en lugar de la estructura social y crean una falsa conciencia.
Desde la perspectiva liberal, Nennstiel (2021) refiere que la movilidad social es un elemento que refleja la apertura y equidad de oportunidades en una sociedad. En esa misma lógica, Clark (2014) reflexiona cuando se refiere a lo flexible o fluido que es el mundo capitalista. Lanza una pregunta y en seguida lo argumenta: ¿Qué tan fuerte es la correlación entre el estatus social de padres e hijos? Y señala que una fuerte correlación refleja que la movilidad social es limitada y que las oportunidades en la vida dependen de dónde vienes en detrimento del mérito. Y enfatiza que estudios recientes de este tipo, generalmente, concluyen que: a) el estado al nacer es una pieza clave de una persona en la edad adulta (la movilidad es limitada); b) la movilidad varía entre países capitalistas, y c) países con distribución de ingresos relativamente iguales (por ejemplo, países escandinavos) tiende, a disfrutar de mayores tasas de movilidad.
Lo contario a ello son las sociedades cerradas donde la rigidez de castas y clases son demasiado herméticas. Ejemplo de ello es el estudio en Pakistán (Jacoby y Masuri, 2015) donde se analiza la relación castas, educación y motivación a la movilidad socioeconómica. Ahí, los autores encontraron que el estigma social desalienta, en gran medida, la matriculación escolar entre niños de castas bajas, el grupo más desfavorecido educativamente.
Otros argumentos adscritos al liberalismo establecen que para entender la movilidad social es crucial conocer los contextos históricos donde convergen espacios de participación democrática, instituciones sólidas (Midtbøen y Nadim, 2021), desarrollo y crecimiento económico en el que las oportunidades crezcan y se de paso al talento —meritocracia—, al esfuerzo y la creatividad, independientemente de las ideas, posición socioeconómica y creencias cívico-políticas. Rocha (2007), por su parte, señala que para la evaluación de la movilidad social es factible recurrir a los indicadores de pobreza o bien del bienestar económico, también pueden ser utilizados algunos indicadores económicos, como ingresos, egresos, logros ocupacionales, sean individuales o familiares. Cuando se emplean ingresos o egresos, se evalúa per cápita. Cuando son empleadas unidades monetarias para su cálculo, se hacen en moneda real, ajustada a la inflación. Otros indicadores de tipo social que pueden emplearse en estudios de movilidad, los constituyen los grados académicos alcanzados, los ascensos en el trabajo y otros acontecimientos de la vida de los sujetos o de las familias.
Visto lo anterior, hay claras diferencias entre liberales y marxistas en el abordaje teórico. Ahora bien, el abordaje metodológico también tiene cuestiones muy profundas a resaltar para investigar la movilidad social. Uribe (2005) se remite a Lipset y Bendix, cuya propuesta metodológica para estudio de la movilidad social se sustenta en cuatro ejes: 1) la relación, en la trayectoria de la persona, entre el punto de partida y el actual que experimenta la persona; 2) la relación entre herencia social (o posición de partida) y los medios de la movilidad, que incluyen la formación académica, el acceso de los cargos y posiciones, la inteligencia y la motivación; 3) el análisis sobre el proceso de movilidad, es decir, una genealogía de lo que aconteció en el proceso; y 4) el análisis de las consecuencias de la movilidad. Esto se logra a través de una metodología mixta, utilizando una encuesta con representatividad, y las entrevistas a profundidad y las historias de vida para profundizar en cada arista.
Uribe (2005) hace énfasis en que, en los estudios que versen sobre la movilidad social, la perspectiva dependerá de lo que se pretenda analizar. Si se pretende analizar el capital humano, como tamiz principal, la educación, la comparación de la formación y grados académicos entre hijos y sus padres es el sendero más factible. Si la movilidad social se estudia como el cambio en el trabajo de los hijos en relación a sus papás, el enfoque intergeneracional también es aplicable. Si la movilidad social se examina a través del crisol de sus ingresos y bienes acumulados, o en relación a estos aspectos con sus padres, el acceso de bienes y servicios es la medida más factible. Y si la movilidad social explora el desplazamiento espacial, el método más conveniente es inquirir el desplazamiento en un área geográfica específica (barrio, ciudad, país), en un periodo explícito o en más de una generación. Dicho esto, el método manejado se alimenta de la perspectiva temporal y de las experiencias de las personas con relación a sus padres. Esta posición de inicio es el lugar social en el cual estaba inserto a la hora de nacer.
En fin, tenemos que —conceptual, analítica, teórica, empírica, y comparativamente— la movilidad social ha sido ampliamente estudiada (Uribe, 2005; Chan, Lui y Wong, 1995; Matras, 1980). Desde diferentes enfoques teórico-metodológicos, disciplinas y temporalidades, ha estado presente este debate. Sigue presente la clásica disputa de los paradigmas marxistas y neoclásicos en la actualidad, en relación a movilidad social (Chen y Qin, 2014; Pla, 2013), y la importancia que para ello tiene en la movilidad el asunto de la urbanización, industrialización, el desarrollo económico, los niveles de ingreso la migración, las democracias sociales, el talento y la meritocracia (Yaish y Andersen, 2012; Yaish, 2000).
También, hay investigaciones que buscan el vínculo entre movilidad social intrageneracional e intergeneracional y educación (Plewis y Bartley, 2014; Iannelli y Paterson, 2007), los estudios desde la Sociología entre movilidad intergeneracional y la inequidad socioeconómica (Kourtellos, Marr y Tan, 2015; Torche, 2005; Bian, 2002), o la relación entre procesos demográficos y movilidad social (Dribe, Bavel, Campbell, 2012), entre otros temas. La migración y la movilidad social no escapan a su radio de análisis; veamos su panorama de manera general.
La movilidad social analizada desde los estudios migratorios
El concepto de movilidad social, analizado en los estudios migratorios, ya tiene una literatura respetable, aunque —consideramos— no tan abundante. Hay investigaciones que afirman que la migración tiende a relacionarse positivamente con el crecimiento económico y el desarrollo, factores que inciden para incrementar la movilidad. Sin embargo, también es posible que la migración promueva la movilidad intergeneracional y la intrageneracional (Yaish y Anderson (2012; Yaish, 2002).
Para Akerman (1977), la migración, la movilidad social y el cambio social son cuestiones que han suscitado un punzante debate en la investigación internacional. A lo largo de esta discusión, la migración con frecuencia se considera el mecanismo de activación para la movilidad social ascendente y el cambio social en el ciclo de vida de los individuos. Richmond (1964), en un análisis de la movilidad social de los inmigrantes en Canadá, examina algunos de los problemas operativos que surgieron en el estudio de la movilidad social de los inmigrantes de Posguerra en Canadá, y sugiere que el proceso de movilidad social intergeneracional estuvo relacionado a la cuestión del lenguaje y de las calificaciones profesionales en ese país a inicios de la década de 1960. Koo (1976) describe que, observando una profusión de pequeñas actividades empresariales en las ciudades de los países en desarrollo, esta investigación examina la importancia social de estas actividades ocupacionales. Los datos recopilados de una ciudad en Corea sugieren que el espíritu empresarial proporciona nichos ocupacionales para trabajadores migrantes marginales, así como una alternativa al canal burocrático de movilidad social para una proporción significativa de residentes urbanos.
Erie (1978) realizó un estudio de corte histórico al analizar la movilidad social de los irlandeses inmersos en la política y el sector público, en la ciudad de San Francisco en Estados Unidos a finales del siglo xix. Por su parte, Sassler y White (1997) afirman que, en la década de 1960, Stephan Thernstrom y otros historiadores comenzaron a estudiar a la movilidad social de una manera más ambiciosa que lo que se acostumbraba a realizar. Estos autores antes citados analizaron los índices de movilidad de los inmigrantes en varias ciudades de Estados Unidos como Boston, Detroit, Cleveland, Pittsburgh y Nueva York a inicios del siglo xx, y explican algunos de los factores que contribuyeron a la movilidad socioeconómica. Fue a través de un análisis estadístico que los investigadores lograron documentar el grado de estatus transmitido de padres a hijos, y explorar la movilidad social intergeneracional de género.
Yaish (2002) sostiene, en su investigación en Israle, que una opinión común sostiene que la migración es una fuerza importante que impulsa la movilidad social. Ya que, por definición, el proceso de migración implica una separación de las personas de sus comunidades. Se argumenta que existe una asociación relativamente débil entre la posición social del inmigrante (en su país de origen) y el de su descendencia (en la nueva sociedad).
Niekerk (2004), en un estudio comparativo de dos grupos étnicos que migraron de un país caribeño a Holanda, nos dice que la movilidad social de los inmigrantes depende no sólo de la estructura de oportunidades de la sociedad receptora, sino además de las experiencias el repertorio sociocultural que los migrantes traen consigo en su arribo. Gough (2008) señala que las poblaciones africanas siempre han sido móviles, pero se sabe poco sobre la movilidad de las poblaciones urbanas y en particular de los jóvenes. Esta investigación explora la movilidad cotidiana y residencial de los jóvenes en Luzaka, Zambia, basándose en entrevistas realizadas con jóvenes de ingresos bajos y medios. Por su parte, Park y Miers (2010) establecen que el concepto de movilidad de los inmigrantes depende del seguimiento de los cambios a lo largo del tiempo. Sin embargo, los estudios sobre movilidad de los inmigrantes no siempre han clarificado la dimensión del cambio. Estos mismos autores nos dicen que los primeros estudios sobre los migrantes y sus hijos de principios del siglo xx se basó principalmente en la concepción de fundirse a la corriente principal de Estados Unidos, pero comparaciones de estatus más explícitos de la primera y segunda generación comenzaron con Warner y Srole, en 1945, y continuaron en el periodo posterior a 1965. Y con base en un estudio estadístico, Alaminos, Albert y Santacreu (2010) analizan este mismo concepto de movilidad social ascendente de españoles en Europa.
Por su parte, Jasso (2011) muestra elementos de análisis centrales para el análisis de la movilidad social de los migrantes; realizando un análisis de los inmigrantes y los cambios de vida de sus hijos y su impacto en la estructura de estratificación de Estados Unidos, afirma que la migración y la estratificación están cada vez más entrelazados. Ambos implican cambios de vida.
Yaish y Anderson (2012) afirman que un argumento muy común es que la migración estimula la movilidad social. La migración directamente influye en la movilidad inter e intrageneracional. Muy interesante resulta su análisis de la movilidad intrageneracional bajo dos modelos teóricos. Y afirman también que la movilidad social está positivamente relacionada con el nivel de migración en un país. Álvarez, Correa y Florencia (2013) comentan que en Argentina se hicieron estudios de movilidad social por parte de Germani, en la segunda mitad del siglo xix. En esa época histórica existía una elevada movilidad social ascendente en la sociedad argentina, y que las posibilidades de ascenso social estuvieron más al alcance de los inmigrantes que de los nativos. Y también en Argentina, Dalle (2013) estudia las condiciones, recursos y experiencias, alrededor de los procesos de movilidad social ascendente de familias de clase popular —durante la segunda mitad del siglo xx y a la primera década del siglo xxi— de tres corrientes migratorias al Gran Buenos Aires: la de Europa, del interior de Argentina y de un país vecino.
Chen, y Qin (2014), en un estudio en China, establecen que la industrialización y la urbanización han propiciado el repunte de la clase media. Aseveran que a un nivel macro, la emergencia de la clase media en Asia puede ser vista en la mejorada movilidad social junto con la transición de la sociedad tradicional a la moderna. Y eso se da debido también a una gran escala de migración rural-urbana y al repunte industrializador. Para estos autores, la migración rural-urbana lleva a una mejora en la movilidad social.
Alcántara, Chen y Alegría (2014) analizan la relación salud, estatus social y movilidad social de latinos en Estados Unidos. Para estos investigadores los migrantes hacen una valoración sobre el status social en el país de origen, si se quedan, y su status social en el país de destino, y migran más frecuentemente cuando la posibilidad de movilidad social ascendente es más alta con la migración que cuando no se migra. Y hay investigaciones (Yankow, 2003) que se centran en los motivos de migrar, como una búsqueda de movilidad que es, incluso, una razón más de peso que de lo que podrían ser los motivos familiares, el estilo de vida, la salud o cuestiones climáticas.
Fernández-Macías y Poveda (2015) estudian la movilidad ocupacional entre inmigrantes en España en dos etapas distintas, primero, comparando el primer empleo de esos migrantes en España con su profesión en el país de origen; y segundo, comparando su estatus ocupacional actual con el estatus ocupacional del primer trabajo que tuvieron en España. Se analiza a los inmigrantes que arribaron a España entre 1997 y 2007. Zuccotti, Ganzeboom y Guveli (2015) comparan la movilidad social y la obtención de estatus de los turcos de primera y segunda generación en nueve países de Europa Occidental, con los nativos y con la de los turcos en Turquía. Muestra que los hijos de inmigrantes de clase baja tienen más probabilidades de adquirir una educación superior que sus homólogos en Turquía, teniendo ellos mayor movilidad educativa. Además, convierten con éxito esta educación en el mercado laboral de Europa Occidental, teniendo mayor movilidad social ascendente que la primera generación. Al comparar los resultados, en el mercado laboral de segundas generaciones, en relación con los turcos en Turquía, los resultados muestran que el mismo nivel de educación conduce a una mayor ocupación en Turquía.
Conclusión
En relación a la amplísima literatura mundial sobre migración internacional, el asunto de la migración y la movilidad social no sido profusamente abordado. Estados Unidos —como otras áreas del conocimiento sobre migración— es el país donde se ha generado mayor investigación en relación a ello. Los temas más examinados son la movilidad social intergeneracional, la movilidad social ascendente, los índices de movilidad, los factores que contribuyen a la movilidad socioeconómica, las experiencias y repertorio sociocultural de los migrantes, movilidad social y jóvenes migrantes, la movilidad social y los cambios a través del tiempo, migración y el impacto en la estructura de estratificación, industrialización y urbanización y el repunte de la clase media, relación salud, estatus social y movilidad social, la variable educativa en la movilidad social. La veta y áreas de oportunidad para ahondar en esta materia son abundantes.
En concreto se puede analizar el concepto de la movilidad social en la migración internacional en varios asuntos. Se podría recurrir al análisis de los índices de movilidad en periodos históricos o coyunturas, por ejemplo, la etapa previa y posterior al Programa Brasero, local, regional o nacionalmente. O hacer estos grados de comparación para ciclos de la migración México-Estados Unidos, como puede ser el Programa Brasero y el Periodo Indocumentado. Otro podría ser ver las tasas de movilidad local, regional o nacional por siglos donde el fenómeno migratorio es más visible, por decir, siglo xix, donde la migración internacional en México es escasa, y el siglo xx, donde el fenómeno toma más solidez y extensión.
Otras variables —como la movilidad ascendente intergeneracional e intrageneracional— se observan tanto en la fuga de cerebros (los migrantes empresarios) como en los migrantes de segunda y tercera generación que han obtenido un título universitario o se que han convertido en empresarios. Para los talentos fugados, la movilidad es patente en sus grados académicos, trabajos desempeñados e ingresos, posición socioeconómica en relación a padres y abuelos. Los migrantes empresarios tienen niveles de ascenso diferentes como miembros de una familia; unos se hacen empresarios y otros mantienen los mismos trabajos e ingresos, radican en vecindarios de diferente valor inmueble, y además tienen la posibilidad de invertir en los estudios universitarios de sus hijos de segunda generación. Y aquí radica otra manera de ascenso que es a través de la certificación universitaria que posibilita trabajos de mejor ingreso, o también el convertirse en empresarios; esto facilitado por sus conocimientos académicos adquiridos en su trance universitario. La fuga de talentos, empresarios migrantes y los profesionistas universitarios migrantes mexicanos, en Estados Unidos, de segunda y tercera generación son manifestaciones de la movilidad social ascendente intergeneracional ocupacional, socioeconómica y educativa, y sin perder de vista la comparación de los migrantes con sus padres y abuelos que por generaciones no pudieron ascender. Pero, además, se puede analizar a los migrantes, en general, y compararlos con sus padres que nunca fueron migrantes para obtener la variable intergeneracional. La movilidad social individual se puede rastrear muy bien a través de las historias de vida, y así indagar el recorrido y los ascensos o descensos que han presentado a lo largo de sus existencias.
Otra veta de análisis es la comparación de la movilidad social de grupo de los migrantes en Estados Unidos. Los hay empresarios, académicos, científicos, hasta carcelarios y lumpen proletariados. Quienes trabajan como ejecutivos, intelectuales, hasta las trabajadoras domésticas, lavaplatos o limosneros. Aquí se observa con toda nitidez la movilidad social ascendente y descendente. También se puede comparar a los migrantes con los que se quedan en la comunidad de origen, vista desde la perspectiva de la movilidad de grupo e individual. La movilidad subjetiva del antes y después de migrar, y sin omitir los diferentes componentes de la movilidad en la migración de retorno y la remigración, donde se observa que algunos han regresado o remigrando transitando de trabajadores a empresarios, y el impacto de las remesas y los negocios remeseros en las familias en su calidad de vida, consumo, educación y negocios construidos a partir de esos envíos. O también, de los migrantes internos (profesionistas, empresarios, comerciantes, científicos, universitarios) y de los inmigrantes (de diversa trayectoria, formación) que han llegado de otros países a vivir a México. Sin olvidar lo estudiantes mexicanos que hicieron licenciaturas y posgrados en el extranjero que han regresado o simplemente se han quedado en ese país por mayores garantías materiales, entre otras líneas de investigación que bien pueden ser explotadas individual, comparativa, teórica, global o empíricamente.
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