Capítulo 1. Aproximación a la ética

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Marina del Pilar Olmeda García


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Capítulo 1. Aproximación a la ética

1.1. La presencia cotidiana de la ética

La ética es una realidad que se encuentra presente en nuestra vida y por ello acudimos a ella de manera permanente hasta en el lenguaje coloquial: “estoy en lo correcto, porque es un buen acto”, “es el mínimo ético que puede exigirse”, “esto es conforme a la ética”, “no es ético el cobro tan alto de este servicio público”. Así, se tenga o no conciencia de ello, la ética está presente siempre en nuestra existencia.

La ética se presenta como una realidad que de forma constante consideramos y nos guía cuando realizamos un acto o cuando omitimos algo en la interacción con los demás. Por esta razón, cuando decimos: “esto es conforme a la ética”, estamos considerando que podemos actuar en forma determinada, es decir, haciendo referencia a acciones que son buenas, que se justifican o legitiman con apego a parámetros que nos indican lo correcto de esa acción.

La presencia cotidiana de la ética se ratifica por el significado de origen de esta disciplina como “doctrina de las costumbres”. Efectivamente, esta disciplina en sus inicios se planteó como “una reseña de las costumbres” que formulaba observaciones y recomendaciones oportunas sobre lo que debería ser el comportamiento y los hábitos de vida, dependiendo sobre todo del medio y la época en que se presentan. Además de este concepto empírico de ética, está el concepto teórico que permite comprender a partir de principios, teorías y doctrinas la formulación de normas reconocidas con un valor propio independiente, más allá de toda época y lugar.

La distinción entre hecho y valor adquiere para la ética una significación básica, constituyéndose en el centro de su desarrollo doctrinal, que aporta para la comprensión de esta ciencia a través del reconocimiento de los principios morales como valores en sí mismos y dependientes de la realidad. Esto no significa que lo fáctico y lo axiológico sean irreconciliables: una de las preocupaciones de la ética tiene como objeto de estudio acercar cada vez más el mundo teórico de los valores al mundo real de los hechos. Una de las más altas finalidades de la ética es lograr que los hechos se sustenten en los valores y que los valores se materialicen en acontecimientos reales.

En el libro primero de la política (cap.1), Aristóteles (1981) afirma que

lo propio del hombre con respecto a los demás animales es que él sólo tiene la percepción de lo bueno y de lo malo, de lo justo y de lo injusto, y de otras cualidades semejantes, y la participación común de estas percepciones es lo que constituye la familia y la ciudad (p. 21).

Por su parte, Nicolás Abbagnano (1978), en el prólogo de su obra Historia de la filosofía, expone que

el punto de partida de toda reflexión en esta materia es la convicción de que nada que sea humano es ajeno a la filosofía y, más aún, de que es el hombre mismo, en cuanto se plantea el problema de sí mismo y busca las razones y el fundamento de su propio ser. (p. VI)

Efectivamente, hay una esencial conexión entre la filosofía y la ética y el ser humano; dicho en otras palabras: la ética compenetra las aspiraciones y las necesidades de la sociedad.

Raúl Gutiérrez Sáenz (2000), para referirse a esta constante manifestación de la ética en nuestras vidas, sostiene que:

La existencia de normas morales afecta íntimamente a la persona humana, que desde pequeño cada individuo capta, por diversos medios y circunstancias, la existencia de estas normas. Las normas morales existen de hecho en el ámbito de toda persona, siempre es afectado por ellas: en forma de consejo, en forma de orden, o como una obligación o una prohibición, pero siempre como una norma o ley que influye, orienta, asesora o determina la conducta humana (p. 12).

Las personas que no reconocen la importancia de las normas morales en su vida viven como si éstas no existieran, e incluso algunas se jactan de que con normas morales o sin ellas viven como les place. Debe considerarse que aun estas personas reconocen su existencia desde el momento en que declaran ser ajenas a ellas. La humanidad está frente a un hecho universal: la presencia de normas morales, seamos conscientes o no de su existencia, es una realidad de naturaleza social, que se acrecienta en la medida que sea mayor la trascendencia de nuestros actos. Es evidente que la ética no es el patrimonio de una casta privilegiada, sino de todo hombre que desee actuar con apego a la bondad, a la verdad y a la justicia.

Por su parte, Jaime Balmes (1983) expone que “se denomina ética a la ciencia que tiene por objeto la naturaleza y el origen de la moralidad. Por tanto, lo jurídico ya no es materia propia de la ética profesional”, y añade:

En todos los hombres hay ideas morales: bueno, malo, virtud, vicio, lícito, ilícito, derecho, deber, obligación, culpa, responsabilidad, mérito, demérito, que son palabras que emplea el ignorante como el sabio en todos tiempos y lugares… que la razón, el sentido común, la conciencia, no son exclusivo patrimonio de los filósofos; pertenecen a todos los hombres; por lo que la filosofía moral debe comenzar interrogando al linaje humano para que de la respuesta pueda sacar qué es lo que se entiende por moral o inmoral y cuáles son las condiciones constitutivas de esas propiedades (pp. 73-76).

Se identifica así que la ética tiene como fuente a la costumbre, la tradición, que para la ciencia llega a ser una confirmación. Esta confirmación sustenta su valor en la fuerza racional del proceso científico-filosófico.

La ética o filosofía moral es la ciencia que, a la luz de la razón, reflexiona sobre el sentido, la licitud y validez, bondad o maldad de los actos humanos. Se requiere, sostiene Víctor Manuel Pérez Valera (2001) “de una justificación racional del modo de proceder que oriente al hombre a que se rija por principios éticos de manera coherente y armónica con su naturaleza racional y libre”. Los actos humanos, sigue afirmando el maestro Pérez Valera (2001),

[…] no pueden regirse por el instinto, la arbitrariedad o el capricho. La ética, por tanto, tiene como finalidad establecer una plataforma valoral que supere lo arbitrario y caprichoso en las actuaciones humanas. La espontaneidad y el instinto no pueden ser los guías decisivos en el camino de la vida del ser humano. Existen encrucijadas que se bifurcan en antivalores y valores, y éstos, en ocasiones, no son optativos, sino que imponen una obligación. En determinados momentos es de suma importancia el “debe ser” para llegar a ser (p. 44).

En el más alto nivel de conciencia descubre el mundo de la moralidad y de la autoidentidad; Bernard Lonergan (1985) expone que:

Depende de nosotros decidir lo que vamos a hacer de nosotros mismos: cuando nos enfrentamos decididamente al reto de ese descubrimiento, cuando nos apartamos del grupo de los que van a la deriva, porque éstos todavía no se han encontrado a sí mismos, no han encontrado aún lo que tienen que hacer, y así se contentan con escoger lo que todos los demás escogen (p. 208).

La ética es una guía interior del ser humano que orienta sus intenciones, que sustenta la conciencia, por esto se ha comparado con un faro que ilumina el camino y da sentido a la vida. Así, con este breve inicio, se puede afirmar que la ética compenetra la conciencia del ser humano, guía su comportamiento y trasciende su vida.

1.2. Orígenes y significado de la ética

1.2.1. Orígenes de la ética

Al estudiar a los clásicos se reconoce a la cultura griega por su gran aportación a la filosofía y con ello a la propia ética, aunque no se pueden dejar en el olvido las grandes aportaciones de las culturas orientales, como las doctrinas hebraicas, egipcias, babilónicas, hindúes y chinas. Nicolás Abbagnano (1999) está de acuerdo en que “la sabiduría oriental es esencialmente religiosa, pero esto no le quita su aportación” (p. 4). Efectivamente, si la filosofía griega es investigación racional, el fundamento de la sabiduría oriental es la tradición, sin que ello demerite su importancia.

La historia reconoce a Sócrates como el fundador de la ética, cuyos principios fueron expuestos por Platón, quien además aportó nuevas concepciones. Más adelante, Aristóteles desarrolló nuevas visiones que en el presente nos permiten conformar el origen de la ética. En los diálogos platónicos, Sócrates propone y discute problemas como “qué es la justicia”, “qué es el deber”, “qué es la virtud”, “por qué obligan las leyes”; temas fundamentales en el terreno moral y que constituyen verdaderos problemas éticos. El problema ético fundamental para Sócrates (470-399 a. C.), es el conocimiento acerca del hombre, que lo explicó a través de su máxima “conócete a ti mismo, que se caracteriza por ser un conocimiento moral, un conocimiento internacional válido y un conocimiento práctico, “conocer para obrar correctamente”. Más adelante Platón (427-347 a. C.), con su teoría de las ideas y estilo literario, desarrolla toda una doctrina que ha permanecido vigente en las diferentes manifestaciones del pensamiento filosófico. Este autor plantea como fin supremo del hombre alcanzar el bien a partir de la idea de Dios, ideal que sólo se puede obtener por medio de la educación, que le permite superar sus errores y limitaciones humanas.

Aristóteles, a partir de la estructuración de las ramas filosóficas como la metafísica, la lógica, la psicología racional (384-322 a. C.), la política y la propia ética, fue quien creó el término ética para calificar y distinguir el bien del mal y definiéndola como “la disciplina que dicta las reglas a que debe someterse la conducta humana”. Para este autor, la virtud es el objeto de la ética y la moralidad es el objeto de la filosofía práctica. Considera que “el bien sólo se obtiene desarrollando la propia esencia; y el bien en el hombre se obtiene actualizando sus facultades racionales” (Gómez Robledo, 1981, p. 125).

Cicerón aportó en Roma la ética con el término moral y tradujo la palabra griega ético a la latina moralis. Así lo sostiene Miguel Martínez Huerta (2001) cuando afirma:

Fue Cicerón quien introdujo la ética en Roma y la denominó philosophia morum de mosmoris costumbre, de donde ha derivado el término moral. Sin embargo, el uso ha venido imponiendo o sugiriendo diferencias entre ética y moral, según el contexto, tiempo y lugar (p. 14).

Para Martín Heidegger, citado por Gustavo Escobar Valenzuela (1992),

[…] la ética aparece por primera vez con la lógica y física en la escuela de Platón, pero él mismo afirma que Sócrates es el creador de la ética, a la que le dio su nombre a partir del término griego ethos que se refiere a lugar o morada y por ello dice que la morada del hombre es el ser. Si la ética es el “lugar de habitar” o “morada”, habría de entenderse la ciencia del carácter o virtudes de los hombres (p. 22).

1.2.2. Significado de la ética

Respecto de la definición de ética, se debe considerar que al inicio de un libro o un curso es difícil dar su significado con una idea relativamente satisfactoria del objeto de estudio mediante una definición. Esta afirmación, que en menor o mayor grado puede ser válida para cualquier ciencia, tiene especial aplicación en el estudio de la ética por la característica de su origen, su desarrollo, la discusión crítica sobre su objeto, sus contenidos y métodos y por su importancia en el presente. Sólo por razones de organización de contenido decidimos ocuparnos de la definición de ética en este apartado.

El Diccionario de la lengua Española (2003) establece que “la palabra ética proviene del vocablo latino éthica y éste a su vez del griego éthos y la define como la parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre” (p. 652).

En su Diccionario de Filosofía, Nicolás Abbagnano (1989) establece que la ética proviene del latín ethica y que en otros idiomas se identifica con los siguientes términos: en inglés, ethics; en francés, éthique; en alemán, ethik; en italiano, etica. Existen dos concepciones fundamentales de esta ciencia: como ciencia del fin al que debe dirigirse la conducta de los hombres y de los medios para lograr tal fin y derivar, tanto el fin como los medios, de la naturaleza del hombre; como la ciencia del impulso de la conducta humana e intenta determinarlo con vistas a dirigir o disciplinar la conducta misma (p. 466).

Por su parte, el Diccionario Espasa (1988) define la ética como el “conjunto de reglas morales que regulan la conducta de las personas, en general o en un campo específico” (p. 727).

La ética fue el centro de especulación filosófica en la cultura griega y romana. En la filosofía griega se encuentra que para Sócrates, la ética se centra en la virtud como un bien absoluto. Sócrates llamó virtud a lo que era común a toda la humanidad y en todas las circunstancias como la justicia y la valentía. Para Platón, la ética descansa en el planteamiento de que la virtud es conocimiento, que éste puede ser aprendido y que el fin último es la idea de Dios, que es la idea que guía hacia la decisión moral; “la idea de Dios y el conocimiento de esa idea es la guía en el trance de adoptar una decisión moral. Mantenía que conocer a Dios es hacer el bien” (Friedlander, 1989, p. 84). Para Aristóteles la ética reside en el bien; plantea que el hombre actúa en la búsqueda de un bien determinado, que el bien supremo es la felicidad y la felicidad es la sabiduría mediante el desarrollo de las virtudes, en particular la razón.

El cristianismo sustentó en Dios los principios éticos. A partir del Renacimiento se formularon diversas teorías tales como las de Maquiavelo, Hobbes y Spinoza. Kant fundamentó la ética en el imperativo categórico. Hegel identificó la moral como política. En el siglo xx se han analizado el lenguaje y los valores morales y se estudia la conducta desde una perspectiva existencial.

Según Adolfo Sánchez Vázquez (1999) “la ética es la teoría o ciencia del comportamiento moral de los hombres en sociedad. O sea, es ciencia de una forma específica de conducta humana” (p. 22). Para Pedro Chávez Calderón (2001),

[…] la ética es la ciencia que estudia las costumbres obligatorias, o sea, las normas, y la ciencia que estudia el modo de ser de los seres humanos; que existen otras definiciones que prescinden de la etimología, por ejemplo: la ética es la ciencia que estudia la bondad y la maldad en la conducta humana; la ética es la ciencia que estudia los valores morales; la ética es la ciencia que estudia los actos humanos, dirigidos a un fin último. Las tres definiciones son correctas porque la ética sí estudia lo que cada una afirma; sin embargo, son falsas si se tiene en cuenta que, en sentido estricto, la ética analiza también otros problemas fundamentales (p. 9).

Para Gutiérrez Sáenz (2000) la ética es “la ciencia que estudia la bondad o maldad de la conducta humana” (p. 17).

De lo revisado se puede afirmar que la ética es una parte de la filosofía que estudia los actos morales, sus fundamentos y su vinculación en la determinación de la conducta humana. Esta ciencia proporciona los principios o criterios que permiten decidir, juzgar o evaluar para determinar el comportamiento moral. Es el área de la filosofía que proporciona los principios válidos para orientar correctamente la conducta humana de los valores éticos como bondad, justicia, felicidad y amor, entre otros. La ética, como filosofía de la moral, se constituye como el último grado de la sabiduría que orienta la conducta humana y que decide qué es virtuoso y qué es incorrecto.

1.2.3. La ética como ciencia

La ética como disciplina tiene un carácter científico porque responde a la necesidad de un tratamiento científico de los problemas morales. Se reconoce que uno de los mayores problemas de la ética es demostrarse como ciencia, porque tradicionalmente se le ha otorgado un papel especulativo limitado a la discusión de los valores morales o el desempeño práctico de fomentar las virtudes en el ser humano. Sin embargo, la dualidad de la ética pura y la ética concreta revela el doble sentido que tiene esta disciplina como ciencia, derivada de la ciencia filosófica en general y verificada a partir de su concreción específica.

Para Kant (1983), “las leyes son: o leyes de la naturaleza, o leyes de la libertad, la primera llámese física; las de las segundas ética; aquella también suele llamarse teoría de la naturaleza y a ésta teoría de las costumbres” (p. 15). Por otra parte, para Nicolai Hartmann (1975) “la ética puede sin duda llamarse ciencia, siendo la ciencia de la moral” (p. 444). Conforme a este tratamiento, la ética tiene como objeto propio el área de la realidad humana que integra la moral, constituida por actos humanos. Como ciencia, la ética analiza estos actos humanos con el objetivo de descubrir sus principios morales. Así, aunque parte de datos empíricos, de la existencia de un comportamiento moral real, la ética como ciencia no se mantiene al nivel de una simple descripción o registro de hechos, sino que los trasciende con sus conceptos, hipótesis y teorías. En este sentido, sostiene Adolfo Sánchez Vázquez (1999), “en cuanto conocimiento científico, la ética ha de aspirar a la racionalidad y objetividad más plenas, y a la vez ha de proporcionar conocimientos sistemáticos, metódicos y, hasta donde sea posible, verificables” (p. 22).

Estamos de acuerdo en que ciertamente el análisis científico de los problemas morales no es lo satisfactorio que se quisiera, que se tiene mucho camino por recorrer para superar corrientes especulativas y llegar a un tratamiento de mayor rigor científico. En este sentido, para Gutiérrez Sáenz

[…] la ética es una ciencia. Esto significa que propone un paradigma o modelo de los actos humanos. La conducta humana se debe ajustar a dicho modelo que supuestamente encarna el valor moral. El estudio de la ética incluye, por tanto, una incursión en el estudio de los valores y, en especial, del valor moral (p. 17).

A partir de la revisión doctrinal expuesta, se puede afirmar que la ética es la rama de la filosofía que estudia la conducta humana a partir de los límites de su bondad. Dentro de las ramas de la filosofía es una de las más estudiadas a lo largo de los siglos, su importancia estriba en la función rectora que esta ciencia adquiere por sus aportes para encontrar soluciones fundamentadas. Conjuntamente a este aporte se encuentran interconectados los temas de la libertad, la categoría de los valores, el de las virtudes, el de la autonomía y su relación con la heteronimia, entre otros.

Para ubicar a la ética como disciplina filosófica debe recordarse que entre las ramas especulativas de la filosofía se encuentran la metafísica y la antropología filosófica, y entre las ramas prácticas se encuentran la ética y la estética. Así, la ética, como disciplina filosófica, es tal vez la rama con mayores aplicaciones en la vida humana.

Los actos humanos constituyen el tema directo de la ética, porque esta ciencia estudia las condiciones para que se dé un acto propiamente humano, en el que la principal condición es la libertad. Cuando no se da esta condición, los actos que ejecuta una persona se llaman “actos del hombre”, los cuales carecen de valor moral y, se dice, por eso, que son amorales.

Aunque varias ciencias se dedican a estudiar la conducta humana, como la historia, la sociología y la psicología, entre otras, la ética se distingue de ellas porque estudia sólo el aspecto moral de los actos humanos, es decir, la bondad o maldad de ellos. Este ángulo o enfoque especial de la conducta humana es lo propio del estudio de la ética. Aunque varias ciencias pueden estudiar el mismo objeto material, en este caso los actos humanos se distinguen por su diferente objeto formal (la bondad o maldad de los actos humanos en el caso de la ética).

La ética es una guía para la conducta humana que proporciona un criterio para orientar nuestros actos en una línea valiosa. A la ética como ciencia le interesa proporcionar los argumentos racionales que justifican una determinada línea de conducta. La ética estudia las buenas costumbres, las conductas valiosas, los criterios para orientar la conducta humana en el campo de los valores. La ética es el área de la filosofía que estudia la conducta humana, desde el punto de vista de su bondad o maldad. Como rama de la filosofía, la ética ha sido, posiblemente, la más conocida y comentada por el género humano. Así, la ética, como rama de la filosofía, participa de las características de esta disciplina; esto significa que su carácter filosófico la coloca en un puesto muy relevante.

En este apartado se puede concluir que la ética en cuanto a su naturaleza es una disciplina filosófica, porque su objeto de estudio lo integran los problemas fundamentales de un campo, que es el de la moral. La ética es axiológica, porque todos los problemas que aborda giran en torno de un valor: la bondad moral. La ética es normativa, porque aunque no elabora normas, las conclusiones de lo que investiga se aplican como criterios y fundamentos para que otras disciplinas formulen sus normas.

El objeto de estudio de la ética lo constituye un tipo de actos humanos: los actos conscientes y voluntarios de los individuos que afectan a otros, a determinados grupos sociales o a la sociedad en su conjunto. El objeto de la ética se centra en los actos humanos; los actos conscientes y voluntarios de la persona, en relación a ella misma, con otras personas, con la familia, con determinados sectores sociales o con la sociedad en su conjunto.

1.3. Trascendencia de la ética y los valores

En su raíz etimológica la palabra ética tiene su origen en el griego ethos, que significa “costumbre”, “hábito”, aunque debemos considerar que para los griegos “costumbre” era aquello aceptado como correcto por una comunidad. En su origen latino, para identificar la eticidad se aplicó la palabra moral, de raíces etimológicas mos, moris que significó también “costumbre”. A la ética le incumbe, en cuanto es una ciencia, proporcionar los argumentos racionales que justifican una determinada línea de acción. Se trata de la conducta vital permanente de autorrealización y de búsqueda de la felicidad, como parte de la libertad: “la libertad no se puede renunciar porque estamos condenados a ser libres” (Sartre, 2006, p. 37).

En el desarrollo científico, la ética surge como una rama de la filosofía desde el origen mismo de la ciencia, su campo teórico es amplio y diversificado, encontrando sus postulados desde los griegos, sin olvidar las primeras culturas humanas, hasta la filosofía contemporánea. Aristóteles (12981), a partir de la estructuración de las ramas filosóficas, como la metafísica, la lógica, la psicología racional, la política y la propia ética, creó el término ética para calificar y distinguir el bien del mal y la definió como “la disciplina que dicta las reglas a que debe someterse la conducta humana” (p. 125). Para este autor, la virtud es el objeto de la ética y la moralidad es el objeto de la filosofía práctica.

La ética, costumbre o ethos, orienta al ser humano hacia una finalidad y le permite autodeterminarse para dar sentido a su vida, toda vez que las normas que sustenta la ética tienen como valor fundamental lo bueno y lo justo. Para Adela Cortina (1997) “la ética como filosofía moral lleva a cabo tres tareas esenciales: dilucidar en qué consiste lo moral, intentar fundamentar lo moral e intentar una aplicación de los principios fundamentados a los diferentes ámbitos de la vida social” (p. 17). En estas tareas esenciales la ética integra elementos que las personas comparten dentro de una comunidad, más allá de su familia, religión, profesión u oficio. Se trata de componentes que favorecen a la sociedad para vivir en armonía conforme a principios de justicia, libertad, igualdad y solidaridad con la finalidad de hacer más satisfactoria la convivencia humana.

Por su parte, los valores en la ética trascienden por su grado de importancia con el objetivo de ayudar a elegir la mejor acción a realizar; es decir, el alcance o trascendencia de realizar una conducta. Se trata de la conducta correcta en el sentido de que una acción relativamente valiosa puede considerarse como éticamente “buena”, y una acción de bajo valor, o por lo menos de relativamente bajo valor, puede ser considerada como “mala”.

Los primeros trabajos sistemáticos sobre los valores se realizaron en Alemania a finales del siglo xix. Uno de los más antiguos es el de Windelband, publicado en 1884. Poco después se desarrollaron las investigaciones de Ehrenfels y Meinong. Las dos obras que culminaron este desarrollo teórico se publicaron en el siglo xx, y son las que corresponden a Max Scheler cuyo trabajo se difundió en su libro Ética en 1913, así como la obra de Nicolai Hartmann publicada más de una década después, en 1926. El maestro Eduardo García Máynez (1997) afirma que la obra de este autor es considerada “el mejor tratado sobre cuestiones axiológicas escrito en este siglo” (p. 205).

La axiología es la disciplina que tiene por objeto el estudio de los valores.

Esta disciplina se ha enfrentado a grandes obstáculos en su investigación, entre los que se encuentran: la ambigüedad y generalidad con que se ha aplicado el concepto de valor; los prejuicios y dudas sobre la posibilidad de su investigación; las dificultades para cuantificar y medir el fenómeno; la falta de tradición investigativa sobre el tema, así como un inicio también en la investigación formal. Los campos en los cuales la axiología ha logrado sus mejores conquistas es en el de la ética y en el de la estética (Olmeda García, 2013, pp. 82-83).

La teoría de los valores es un tema de la ética y a su vez la ética es un subcampo de la filosofía, por lo que el valor ético puede considerarse como un subgrupo del valor filosófico más amplio. En este sentido, el estudio de los valores ha alcanzado el rango de una disciplina especializada: la axiología o teoría de los valores. Respecto de la ética, cuyo objetivo es el bien o la bondad, se procura sustituir este último término con el de la idea de valor, es decir, la ciencia de los valores.

1.4. Problemas de la ética

Como parte de sus contenidos, a la ética le interesa investigar la esencia de los actos humanos. Estudiar los actos humanos en su esencia significa tratar de esclarecer cuáles son las características propias de todo acto humano.

Acorde con esto, se estructuraron los contenidos de esta obra, se abordaron las características de los actos humanos diferenciándolos de los actos del hombre, así como de la libertad como condición indispensable del valor moral de todo acto humano. Como otro contenido propio, la ética estudia la esencia de los valores, en especial de los valores morales: en qué consiste un valor, cuáles son sus propiedades y qué es lo propio de un valor moral.

Estudiar la ética es, en otros términos, filosofar sobre los actos humanos, investigar las causas supremas de los actos humanos, escudriñar en lo más íntimo de la conducta del hombre, en la esencia de las acciones humanas, en sus aspectos de bondad, perfección o valor que integran su naturaleza y en su calidad de creación humana.

Como toda teoría, como cuerpo de conocimiento, la tarea fundamental de la ética es investigar, analizar, explicar y esclarecer una realidad dada, proponiendo los conceptos correspondientes. Para Sánchez Vázquez (1999),

[…] la ética es teoría, investigación o explicación de un tipo de experiencia humana, o forma de comportamiento de los hombres: el de la moral, pero considerada en su totalidad, diversidad y variedad. Lo que en ella se diga acerca de la naturaleza o fundamento de las normas morales ha de ser válido para la moral de la sociedad griega, o para la moral que se da efectivamente en una comunidad humana moderna. Esto es lo que asegura su carácter teórico y evita que se le reduzca a una disciplina normativa o pragmática. El valor de la ética como teoría está en lo que explica, y no en prescribir o recomendar con vistas a la acción en situaciones concretas (p. 20).

Como reacción a los excesos normativistas de las éticas tradicionales, algunas doctrinas contemporáneas han intentado restringir el campo de la ética a los problemas del lenguaje y del razonamiento moral, renunciando a abordar cuestiones como las de la definición de lo bueno, la esencia de la moral, el fundamento de la conciencia moral, entre otras. No obstante que el análisis acerca del lenguaje, la naturaleza y el significado de los juicios morales reviste una gran importancia, lo que justifica que sean estudiados de un modo especial, explicar estas cuestiones no puede ser lo único de la ética, ni tampoco pueden ser abordadas al margen de los problemas éticos fundamentales que plantea el estudio del comportamiento moral; es decir, de la moral efectiva en todas sus manifestaciones. El comportamiento moral se presenta como una forma de conducta humana, como un hecho, y a la ética le corresponde su análisis, haciendo de la práctica moral de la humanidad en su conjunto el objeto de su reflexión. La ética, como toda teoría, es explicación de lo que ha sido o es, y no simple descripción.

La ética no puede identificarse con ninguna moral en particular; su análisis se inicia con el reconocimiento de la historia de la moral, parte de la diversidad de la moral en el tiempo, con sus correspondientes valores, principios y normas. Como teoría, no se sitúa en una actitud indiferente o ecléctica ante ellos, sino que busca los principios para su comprensión en su desarrollo y proporciona la explicación de sus diferencias.

Como otras ciencias, la ética se enfrenta a actos, estos actos son humanos, lo que implica que son actos valiosos. Esto le plantea mayores exigencias en su estudio objetivo y racional. Afirma en este sentido Sánchez Vázquez (1999):

La ética estudia una forma de conducta humana que los hombres consideran valiosa y, además, obligatoria y debida. Pero nada de eso altera en absoluto la verdad de que la ética tiene que dar razón de un aspecto real, efectivo, del comportamiento de los hombres (p. 21).

Los filósofos de la moral coinciden en que los principales problemas éticos son tres: el problema de la esencia del acto moral, el problema de la obligatoriedad moral y el problema de la valoración moral.

El primer problema, que trata sobre la esencia del acto moral, se centra en el análisis de los elementos que caracterizan dicho acto. La principal nota del acto moral es que es consciente, si no lo fuera, no sería moral.

El segundo problema es sobre la obligatoriedad moral, se ubica en el alcance de la exigencia que tienen las normas morales. Ante este problema, la investigación ética parte de la siguiente pregunta: ¿las normas morales son obligatorias en todo tiempo y lugar?

El tercer problema fundamental de la ética es el relativo a la valoración moral, es decir, la aplicación de un criterio válido para calificar los actos morales como buenos o malos.

Un enfoque particular para caracterizar los problemas de la ética es el que presentan, entre otros autores, J. L. Aranguren, J. R. Sanabria y Miguel Martínez Huerta. Estos estudiosos proponen tres clases de problemas éticos: “problemas éticos concretos; problemas éticos capitales; y el problema ético fundamental” (Martínez Huerta, 2001, p. 17).

Los problemas éticos concretos son problemas específicos, particulares, a que se enfrenta la humanidad. Se proponen, entre otros, los siguientes problemas en esta caracterización: fecundación artificial, esterilización, aborto, eutanasia, suicidio, homosexualidad. Se ubican aquí también algunos problemas sociales como la justicia social, el colonialismo económico, el problema racial y xenofóbico, el de la juventud y de la mujer, el problema de la culpa colectiva o corresponsabilidad, el de la pena de muerte, el de la guerra, el de la democracia real, el desempleo y la relación entre la Iglesia y el Estado.

Entre los problemas éticos capitales, Martínez Huerta (2001) propone los siguientes:

[…] el de la valoración moral; el de la obligatoriedad moral; el de la esencia del acto moral; el de la libertad; el del origen de la moral; el de la realización de los valores morales; el de las virtudes morales; el axiológico; el del fin y los medios; el de la validez universal de las normas morales (p. 18).

En un último plano, pero no por eso de menos importancia, se encuentra el problema fundamental de la ética, que se centra en el misterio de la existencia: qué es el mundo y nuestra relación con él, para qué estamos en él, cuál es el fin del hombre. Para este autor,

[…] el problema fundamental de la ética, que esclarece ampliamente los otros dos conjuntos de problemas, es el enigma de la existencia, que nos mira en todas las épocas con el mismo rostro misterioso. En este enigma se encuentran siempre radicalmente entrelazados el misterio de qué es este mundo y la cuestión de qué es lo que yo tengo que hacer en él, para qué estoy en él, cuál ha de ser mi fin. Ésta es, de todas las cuestiones, la más universal y la que más importa (Martínez Huerta, 2001, p. 17).

Por su parte, Sanabria (1987) sostiene que “no se ha de preguntar qué es ser hombre, sino, más bien, qué significa ser hombre, cómo ser hombre, qué tareas hay que realizar para llegar a serlo” (p. 338). En este sentido, para Max Scheler (1974):

[…] todo hombre, en el desarrollo de su personalidad y, al mismo tiempo, en el despertar de su conciencia, formula una pregunta radical que da sentido y movimiento a todo el dinamismo de su acción: ¿Qué debo hacer? ¿Qué es el hombre y cuál es su puesto en el ser? (p. 19).

El hombre, expone Bergson (1996),

[…] es el único animal cuya acción es poco segura, que duda y tantea, que hace proyectos con la esperanza del éxito y el temor al fracaso. De todos los seres que viven en sociedad [escribe más adelante], el hombre es el único capaz de desviarse de la dirección del comportamiento social, cediendo a preocupaciones egoístas en momentos en el que el bien común se halla en peligro. En conclusión: El hombre no puede ejercer su facultad de pensar sin representarse un futuro incierto que despierta en él temor y esperanza (p. 258).

El problema ético por excelencia, concluimos, es entonces el enigma de la existencia, el entendimiento de la existencia, el entendimiento de la vida. Existen otros problemas de la ética, como el de la libertad y el de la responsabilidad, los cuales no los presentamos en forma individualizada, porque necesariamente tienen que ubicarse en alguno de los puntos anteriores, como son el problema de la libertad y de la responsabilidad.

1.5. Ética y moral

En este punto expondremos la relación entre la ética y la moral. Ética y moral se vinculan por su relación; la primera como una ciencia específica y la segunda por su objeto. Una y otra mantienen una relación que no tenían propiamente en sus orígenes etimológicos; moral procede del latín mos o mores, “costumbre” o “costumbres”, en el sentido de conjunto de normas o reglas adquiridas por hábito. La moral se refiere al comportamiento adquirido, o modo de ser conquistado por el hombre. La ética, por su parte, proviene del griego ethos, que significa “modo de ser” o “carácter”, en cuanto forma de vida también adquirida o conquistada por el hombre. Se encuentra así que originariamente ethos y mos, “carácter” y “costumbre”, significaban un modo de conducta que no surgía en forma natural, sino que se adquiría o conquistaba por hábito. Precisamente esa no naturalidad de actuar del ser humano es lo que en la Antigüedad le daba su dimensión moral.

En el presente, los significados etimológicos de moral y de ética no tienen la misma connotación, pero sí nos ubican en el terreno específicamente humano, en el que se hace posible y se funda el comportamiento moral. En palabras de Sánchez Vázquez (1999), ya citado, “el comportamiento moral sólo lo es del hombre, en cuanto que sobre su propia naturaleza crea esta segunda naturaleza, de la que forma parte su actividad moral” (p. 22).

No igual a lo anterior, aunque muy relacionado, se identifica que los problemas prácticos de la realidad no son lo mismo que los problemas teóricos morales, tampoco debe confundirse la moral y la ética. En este sentido, la ética no crea la moral, sino que la estudia, analiza y sustenta porque toda moral efectiva supone principios, normas o reglas de conducta: no es la ética la que en una comunidad específica dada establece esos principios o normas. La ética, sostiene Sánchez Vázquez (1999),

[…] se encuentra con una experiencia histórico-social en el terreno de la moral, o sea, con una serie de morales efectivas ya dadas, y partiendo de ellas trata de establecer la esencia de la moral, su origen, las condiciones objetivas y subjetivas del acto moral, las fuentes de la valoración moral, la naturaleza y función de los juicios morales, los criterios de justificación de dichos juicios y el principio que rige el cambio y sucesión de diferentes sistemas morales (p. 21).

Así, se puede afirmar que las proposiciones de la ética deben ser proposiciones científicas, por lo que deben tener rigor, coherencia y fundamentación. En cambio, los principios, normas o juicios de una moral determinada, no revisten ese carácter científico, sino que la experiencia histórica moral demuestra que en muchas ocasiones son incompatibles con los conocimientos que aportan las ciencias naturales y sociales. Por ello, es correcto hablar de una ética científica, mientras que no puede decirse lo mismo de la moral. No hay una moral científica, pero sí hay —o puede haber— un conocimiento de la moral que pueda ser científico. Aquí, como en las demás ciencias, lo científico radica en el método, en el tratamiento del objeto, y no en el objeto mismo. Al respecto, Sánchez Vázquez afirma:

De la misma manera puede decirse que el mundo físico no es científico, aunque sí lo es el tratamiento o estudio de él, por la ciencia física. Pero si no hay una moral científica de por sí, puede darse una moral compatible con los conocimientos científicos acerca del hombre, de la sociedad y, en particular, acerca de la conducta humana moral. Y es aquí donde la ética puede servir para fundamentar una moral, sin ser ella por sí misma normativa o prescriptiva (p. 22).

La moral, por tanto, apegándonos a esta teoría, no es ciencia, sino objeto de la ciencia, y no puede reducirse a un conjunto de normas y prescripciones. La ética, por su parte, tiene como misión explicar la moral efectiva, y de esta manera puede influir en la moral misma.

Para concluir este punto, debemos afirmar que los problemas éticos se caracterizan por su generalidad, y esto es lo que los distingue de los problemas morales de la vida cotidiana, que son los que nos plantean las situaciones concretas. Pero desde el momento en que la solución que se da a los primeros influye en la moral vivida —sobre todo cuando se trata no de una ética absolutista, apriorística, o meramente especulativa—, la ética puede contribuir a fundamentar o justificar la forma del comportamiento moral. Así, si la ética revela la existencia de una relación entre el comportamiento moral y las necesidades e intereses sociales, ayuda a poner en su verdadero lugar a la moral efectiva, real, de un grupo social, que pretende que sus principios y normas tengan una validez universal, al margen de necesidades e intereses concretos. Si, por otro lado, la ética al tratar de definir lo bueno, rechaza su reducción a lo que satisface nuestro interés personal, propio, es evidente que influirá en la práctica moral, al rechazar una conducta egoísta como moralmente valiosa.

1.6. Ética y progreso

Se cree que los problemas graves del presente sólo pueden ser resueltos por la ciencia y por la técnica, que éstas salvaron al hombre y al mundo. Efectivamente, las potencialidades de la ciencia y la técnica son enormes, pero si no tienen un sustento valoral, pueden propiciar situaciones reales de alienación, manipulación y degeneración del ser humano. Para Pérez Valera (2001):

[…] es cierto que es parte de la tarea del hombre el vivir cada vez de modo más pleno una vida más humana, y luchar por el auténtico progreso de la humanidad en todos los ámbitos: material, técnico y espiritual. Esto es parte del verdadero comportamiento ético y del auténtico ordenamiento moral. En efecto, sería inmoral que el hombre se comportara con indiferencia ante el progreso humano, lo desdeñara o se negara a cooperar en él. Sin embargo, existe el peligro de cultivar un progreso aparente, o de fascinarse por un progreso parcial, o peor aún, por un progreso inhumano. Existe la tentación real de que el afán de progreso excluya al hombre o no esté a su servicio (p. 6).

Bergson (2001) sostiene que “la humanidad gemía semiaplastada por su propio progreso. La ausencia de fuerzas éticas que encaucen el progreso técnico desbordante pueden conducir a desastres como el generado por las bombas nucleares” (p. 165).

Por su parte, Montaigne afirmaba que “la ciencia sin conciencia no es sino la ruina del alma”, efectivamente, todos los esfuerzos para construir un mundo más humano, más justo y más fraterno en la solución de los problemas sociales, va más allá de la técnica y de la ciencia; éstas proporcionan el material para el progreso humano, empero se requiere más. No basta el recurso de las leyes y preceptos jurídicos, ni procesos psicológicos o sociológicos. Se pueden multiplicar las leyes y los reglamentos, pero si no existe conciencia, responsabilidad ética, no serán respetadas. Así lo reconocían los romanos: guid leges sine moribus. Ahora bien, una ética sola tampoco basta. Hans Küng alude a los intentos de fundamentación de la ética de Apel y Habermas y concluye que para reforzar la ética es imprescindible la religión. Pretender excluir el fenómeno religioso es dar la espalda —afirma Küng— a un aspecto esencial de la historia y la vida humana. Ni podemos vivir más allá del bien y el mal, ni es suficiente el imperativo categórico. La afirmación del pensador suizo es contundente: “Sólo lo incondicionado puede obligar incondicionalmente” (Rung, 1992, pp. 66-75).

Preocupados, tanto líderes académicos como políticos cuestionan que la principal contradicción en el presente es la inconsistencia entre el gran avance científico y tecnológico de la humanidad y lo limitado del desarrollo moral y espiritual. Mikhail Gorbachov, citado por Pérez Valera (2001), afirmó en el aspecto político: “Democracia es sinónimo de progreso, pero ella es inconcebible sin valores éticos. Sin éstos degenera en regímenes dictatoriales y autoritarios. La democracia supone respeto a la ley, predominio del derecho sobre la fuerza, cultivo y respeto por la libertad” (p. 7).

Muchos pensadores más hacen hincapié en la relevancia de la ética para afrontar los difíciles retos del siglo que iniciamos. Para Nelson Mandela (citado por Gardels, 1996),

[…] los filósofos enseñan que los derechos de la ciudadanía parten del compartir los valores en la causa común, conforme nos preparamos para el nuevo siglo, cada país necesita elaborar un conjunto de propiedades comunes orientadas a afianzarlo dentro del ámbito de un orden mundial legítimo (p. 143).

Se reconoce así la función de la ética y se admite su gran importancia. Algunos consideran que los grandes problemas de nuestra época sólo serán resueltos por la ciencia; estamos de acuerdo en que es innegable la importancia de la ciencia, pero sin la ética la ciencia se podría utilizar para degradar o poner en peligro la vida humana; este riesgo se corre en materia de ambiente, ingeniería genética o en el empleo de la energía nuclear, por mencionar algunas áreas. Es obvio que la ética no está limitada a lo científico, todas las decisiones, incluyendo las políticas, económicas y personales de la humanidad, deben sustentarse en valores éticos.