14. La experiencia social de las cuidadoras no remuneradas frente al cuidado de las personas mayores del estado de Coahuila. Aportes para la política pública

https://doi.org/10.52501/cc.081.14


Blenda Guadalupe Castañuela Sánchez


José Manuel Rangel Esquivel


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14. La experiencia social de las cuidadoras no remuneradas frente al cuidado de las personas mayores del estado de Coahuila. Aportes para la política pública

Blenda Guadalupe Castañuela Sánchez*
José Manuel Rangel Esquivel**

Resumen

Hasta hace unas décadas el tema de los cuidados a través de la perspectiva de género se ha colocado en la mesa de las reflexiones y de la discusión desde la academia y desde las organizaciones sociales con miras a la igualdad y a la equidad de género en la región. Arroyo (2010) señala que la situación de las mujeres cuidadoras de ancianos refleja una realidad insuficientemente valorada y poco visible a la familia, a la sociedad, a las instituciones y a la política social. Ante este panorama se plantea el objetivo general de investigación que es justamente comprender la experiencia social del cuidado que llevan a cabo las cuidadoras de las personas mayores. La perspectiva metodológica que se toma en este estudio parte de una propuesta teórica analítica que se focaliza en los procesos de construcción de la experiencia de los sujetos. Es por ello que hemos considerado que la sociología de la experiencia de Dubet (2010) contiene el potencial analítico para comprender la experiencia social del cuidado. Los hallazgos empíricos nos muestran que la experiencia social del cuidado se ordena y articula desde las normas, las relaciones sociales, la subjetividad y las cualidades morales del cuidado.

Palabras clave: cuidados, experiencia social, cuidadoras y personas mayores.

Introducción

El trabajo no remunerado de cuidados de las personas mayores es un trabajo que se ha mantenido oculto, invisibilizado y desvalorizado en las sociedades capitalistas. De acuerdo con Carrasco, Borderías y Torns (2011), la actual organización social del cuidado y su valoración contemporánea se gestó en un largo proceso histórico en la transición de la sociedad preindustrial a la sociedad industrial. Las familias en las sociedades preindustriales llevaban a cabo tanto actividades de producción y reproducción, trabajo doméstico y trabajo de cuidados de las personas mayores. En la sociedad industrial se gesta una nueva forma de organización social enmarcada en la división sexual del trabajo con miras al aumento del capital que modificó y transformó las dinámicas de cuidado.

Federici (2013) refiere que el trabajo de cuidados de las personas mayores en la sociedad capitalista siempre ha estado en crisis debido a dos factores; por un lado, la devaluación del trabajo reproductivo por el modelo capitalista y, por otro, la devaluación de los ancianos como seres no productivos, en vez de ser depositarios de la memoria colectiva y de la experiencia, tal como se les consideraba en las sociedades precapitalistas.

A pesar de ello hasta hace unas décadas el tema de los cuidados de las personas mayores ha sido centro de preocupación de diversos organismos internacionales como onu Mujeres y la Organización Internacional del Trabajo (oit), entre otros, por el envejecimiento de las poblaciones y el incremento de la esperanza de vida de este grupo poblacional, así como las desigualdades de género.

No obstante, la tendencia actual es que aún se considera el trabajo de cuidados no remunerado de las personas mayores una cuestión privada y propia de los hogares, de las familias y específicamente una labor de las mujeres por los estereotipos y mandatos de género en que se cree que las mujeres son las cuidadoras naturales por excelencia, aunado a la falta de políticas públicas de cuidado.

En este marco, en que el cuidado se convierte en el tema social a discusión, el objetivo de este estudio fue comprender la experiencia social del cuidado de las personas mayores realizada por las cuidadoras desde la perspectiva del cuidador y desde la sociología de la experiencia. Dicho estudio se llevó a cabo por medio de entrevistas a profundidad aplicadas entre el año 2020 y 2021 en la Ciudad de Saltillo, Coahuila. Los hallazgos empíricos nos muestran que la experiencia social del cuidado se ordena y articula desde las normas, las relaciones sociales, la subjetividad y las cualidades morales del cuidado.

De la condición humana y su labor de cuidado

Desde que nacemos e incluso unos meses antes de ello no escapamos a nuestra condición humana que nos exige cuidado. Una vez que nacemos el cuidado es de una u otra forma una constante que en los extremos de la vida —niñez-vejez— se intensifica.

En este sentido la condición humana es un trayecto de cuidados y el trayecto de cuidados refleja la condición humana y la dependencia. Sin embargo, el ideal de la autonomía ha traído consigo que la dependencia en sus diversas facetas sea considerada como una cuestión negativa. Nuestra sociedad venera el ideal del ser humano autónomo, independiente y autosuficiente (Fineman, 2012). Todas las personas que no entran en tal ideal ficticio son mal vistas, se espera y se supone que todas las personas sean autónomas y autosuficientes incluso con la condición humana que está vinculada a la dependencia no sólo física, sino a la dependencia afectiva. De ahí que en la condición humana la dependencia inevitable es universal. Por dependencia inevitable y universal Fineman (2012) considera la dependencia vinculada con el desarrollo.

Dicha dependencia al ser universal e inevitable requiere de los tiempos de la labor del cuidado. Tiempos que se tensan al considerarse el cuidado de las personas mayores como una actividad no productiva que no genera riqueza para el modelo capitalista. Arendt (2003) menciona que el desprecio hacia la labor del cuerpo originalmente surge de la apasionada lucha por la libertad mediante la superación de las necesidades.

En la Antigüedad, según lo refiere Arendt (2003), laborar significaba estar esclavizado por la necesidad y esta servidumbre era inherente a las condiciones de la vida humana. Si bien los cuidados requieren de trabajo, la labor de cuidado de las personas mayores que llevan a cabo las cuidadoras no puede desligarse de la condición humana que lo solicita. Es decir, refiere a la sostenibilidad de la vida en que se considera la multidimensionalidad de las necesidades humanas.

El cuidado en el marco de la sostenibilidad de la vida: sus aportes sociales y económicos

Pese a que en las diversas vejeces se pueden requerir o no requerir cuidados o sólo necesitar algunos de éstos, es cierto que ante la condición humana todas las personas necesitan del cuidado. De acuerdo con Legarreta (2014), en el enfoque de la sostenibilidad de la vida todas las personas tienen el derecho y la capacidad tanto a prestar cuidados como a recibirlos.

Por lo anterior, es importante, como ha destacado la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (cepal, 2021), que las políticas públicas se dirijan hacia el derecho a cuidar y ser cuidado, en donde uno de los desafíos es la democratización, al pensar en la actuación de la redistribución del cuidado entre Estado-Mercado-Familias-Comunidades, además del balance entre hombres y mujeres. De ahí la relevancia de situar a los cuidados desde la participación esencial de estos componentes esenciales de los regímenes de bienestar (Esping-Andersen, 2000).

No obstante, el cuidado se considera dentro de una de las clasificaciones dualistas que señala Durán (1996), que es la que divide a los fenómenos sociales en económicos y no económicos. El trabajo de cuidados no remunerado se considera como un fenómeno social no económico a pesar de que es base de la producción y reproducción de la sociedad.

En el 2019, para el caso de México, el valor económico del trabajo no remunerado en labores domésticas y de cuidados registró un nivel equivalente a 5.6 billones de pesos, lo que representó 22.8% del producto interno bruto (pib) del país (inegi, 2020). Federici (2013) concuerda en que el trabajo de cuidados de las personas mayores sufre una doble devaluación cultural y social, pues el cuidado de los mayores está estigmatizado como una actividad que absorbe valor, pero que no genera ninguno.

No obstante, la labor del cuidado que realizan las cuidadoras de las personas mayores es base de la sostenibilidad de la vida, por lo cual debe ser reconocido, revalorizado y redistribuido, por ello se requieren políticas de cuidado que coadyuven a la erradicación de la feminización del cuidado. Al respecto de la discusión desde este marco, en el siguiente apartado se abordan algunos puntos que invitan a la reflexión.

Feminización del cuidado: cuidados, vejeces y desigualdades de género

La mujer se ha considerado como el sujeto por excelencia para el cuidado, se cree que por sus características biológicas y por su capacidad de procreación, aunada a su identidad femenina, es la más apta para ello debido a que la feminidad debe contener las cualidades de la sensibilidad, paciencia, comprensión, tolerancia, delicadeza, sacrificio, abnegación y del saber natural del cuidado.

Lagarde (2005) refiere que existe una homologación de las actividades de la mujer con su capacidad de procreación, hecho que trae consigo la definición del trabajo femenino. De manera que su trabajo no es sólo trabajo, sino es sexualidad femenina.

Al mismo tiempo la relación cuidadora y cuidado de las personas en vejez constituye un hecho normalizado en el que el cuidado de ancianos se considera un trabajo femenino y en el que se considera que la feminidad es la característica necesaria por excelencia para ello, pues se cree que la vejez es deterioro físico y pérdida de las facultades mentales, estereotipos que afectan a las personas en vejez. Las personas ancianas son vistas como personas tercas, necias, lentas y sin razón a las que todas las facultades mentales las han abandonado, por tanto, se cree que cuidarlas conlleva grandes esfuerzos de comprensión y tolerancia, cualidades que se piensa que ostentan las mujeres.

El resultado es que la feminización del cuidado de las personas mayores se vincula con el paradigma de la vejez enmarcada en la decrepitud. Así que la creencia es que se considera a la vejez como decrepita que requiere de la identidad femenina que conlleva la abnegación, el sacrificio y la compasión que es un atributo que las mujeres deben de tener más desarrollado en comparación con los hombres de acuerdo con los estereotipos de género que han contribuido justamente a las desigualdades de género.

En este marco de las desigualdades de género precisamente nos dan cuenta los datos las Encuestas Nacionales sobre el Uso del Tiempo (enut) que se han aplicado desde 1996 en México, las cuales han tenido como uno de sus objetivos visibilizar al trabajo de cuidados no remunerado y el uso del tiempo entre los géneros.

De acuerdo a la enut 2019, en lo que respecta específicamente al trabajo de cuidados1 de los integrantes con enfermedad crónica, temporal o con discapacidad, las mujeres emplean para su cuidado 12.2 horas de cuidados directos2 y los hombres 6.7 horas semanales, sin incluir los cuidados pasivos3. Ante estos usos de tiempos desiguales entre los géneros la vida de las mujeres y las cuidadoras se reparte para los otros a pesar de que ha habido avances en materia legislativa y normativa en el reconocimiento de la igualdad y la equidad entre los hombres y las mujeres.

Para el caso de México, el 18 de noviembre de 2020 la Cámara de Diputados aprobó elevar a rango constitucional el derecho al cuidado y a cuidar, a través de un dictamen que reforma y adiciona a los artículos 4° y 73 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos el derecho a cuidar y ser cuidado que tienen todas las personas. En lo referente a Coahuila, la Constitución Política del estado sólo menciona en relación al cuidado que son obligaciones de los habitantes del estado que los menores que están bajo su potestad o cuidado adquieran la educación hasta la educación media. Asimismo, sólo se hace referencia al cuidado del medio ambiente.

No obstante estos avances, la convergencia evidente cuando se piensa en el trabajo de cuidados de América Latina —y también para el caso mexicano— es el hecho de que aun cuando varíen las formas de cuidado y por distintas que sean las sociedades en las cuales ese trabajo se imparte son siempre las mujeres sus principales proveedoras (Guimaráes, 2020). Esto trae consigo diversas desigualdades de género ante la no distribución del trabajo de cuidados no remunerado en las sociedades en las que la experiencia social del cuidado constituye un entramado entre el deber, el querer y el bienestar. Es decir, entre la norma, la subjetividad del individuo y el bienestar que proporciona el cuidado.

La experiencia social del cuidado

La experiencia social del cuidado es la experiencia del sujeto, por ende, es la experiencia de las cuidadoras de las personas mayores. Dubet (2011) señala que la noción de experiencia posee un significado doble; el primero se refiere a lo vivido, el flujo de emociones, sentimientos e ideas. El segundo designa técnicas de medición, verificación y resolución de problemas. Cabe señalar que ésta fue la noción que se tomó para el presente estudio, puesto que consideramos a la práctica del cuidado como una actividad reflexiva que orienta los cursos de acción.

El sujeto es un individuo que si bien se encuentra dentro de la estructura social, económica y política, por ello tiene límites, sin embargo, por medio de su subjetivación no es totalmente reductible a la estructura si no verifica, mide, reflexiona de acuerdo a sus intereses, deseos u objetivos.

En este sentido fue necesario un método que profundizara en la complejidad e hiciera justicia al objeto de estudio del cuidado por medio de abordajes profundos y de sensibilidades que rescataran el caleidoscopio de las experiencias concretas.

En consecuencia, se optó por la perspectiva teórica metodológica de la sociología de la experiencia de Dubet (2010) que, de acuerdo con Guzmán (2016), es una teoría intermedia que no se encuentra dentro de las macroteorías estructurales de origen funcionalista, pero tampoco dentro de las teorías fenomenológicas que hacen hincapié en el sujeto, debido a que no son satisfactorias las teorías macrosociales ni las teorías microsociales, porque considera que ni el sujeto puede ser el centro de la atención ni analiza los fenómenos sociales centrándose únicamente en el sujeto.

A la sociología de la experiencia le interesa analizar los trabajos que realizan los individuos y la vinculación del mundo social con sus cursos de acción (Villagómez, 2019). De este modo, el objeto de estudio del cuidado requiere de las reflexiones para dar cuenta no sólo del “qué”, del “cómo”, sino del “por qué”. Es decir, ¿por qué hacen las personas lo que hacen?, que es una de las preguntas a las que responde la sociología de la experiencia según lo señala Dubet (2011).

Dubet (2011) menciona que los actores son actores que reflexionan, actúan, nunca son totalmente adecuados para sus funciones e intereses y la teoría debe explicar su reflexividad y su crítica. De ahí que se pensó y se consideró a la cuidadora de personas mayores como la actora clave para este estudio.

De igual modo, para este estudio se optó por un muestro de casos con base en lo que menciona Flick (2007), el muestreo se relaciona con los diversos estados de la investigación. Uno de los primeros estados de la investigación es la recolección de los datos que se vincula con el muestreo de casos que se refiere a la decisión sobre qué personas entrevistar.

En este aspecto el cuidado de las personas mayores es llevado a cabo en su mayoría por mujeres y en el interés de rescatar estas experiencias de cuidado se consideró a las cuidadoras que se encargan específicamente de las personas en vejez. Tal decisión derivó a raíz de la problemática del envejecimiento de la población que se avecina en el contexto mexicano. En este sentido los criterios de inclusión del muestreo de casos fueron los siguientes:

  • Ser cuidadoras principales de personas mayores con alguna enfermedad o cuidado por vejez avanzada.
  • Cuidadoras mayores de 18 años y del contexto urbano.
  • Cuidadoras con residencia permanente en la ciudad de Saltillo.

Y a su vez los criterios de exclusión del muestreo de casos fueron:

  • No ser cuidadoras principales de personas mayores.
  • Cuidadoras menores de 17 años.
  • Cuidadoras que no residan en el contexto urbano.
  • Padecer alguna demencia senil.

Por consiguiente, se analizaron seis estudios de caso en que se recolectaron los datos por medio de entrevistas a profundidad en la ciudad de Saltillo, Coahuila, a cuidadoras de personas en vejez, con diversos padecimientos entre el año 2020-2021.

Las entrevistas a profundidad se llevaron a cabo en dos etapas por cada participante con una duración de una a dos horas por cada etapa para que se rescatara la información referente a la lógica de la integración, la lógica estratégica y la lógica de la subjetivación que establece la sociología de la experiencia de Dubet (2010). Los estudios de caso son los que se muestran en la siguiente tabla.

Tabla 1. Estudios de caso

Estudio de caso Edad de la cuidadora Relación de parentesco Edad del receptor de cuidado Condición de salud/enfermedad del receptor de cuidado/persona mayor
C1-Trini 68 años Cónyuge 72 años Padecimiento neurológico
C2-Doris 48 años Hija 63 años Padecimiento neurológico
C3-Isabela 50 años Hija 72 años Hipotiroidismo Pericarditis
C4-Martina 53 años Hija 78 años Diverticulosis
C5-Estrella 44 años Hija 64 años (la madre) 72 años (el padre) Una persona mayor con parkinson y otra persona mayor con demencia senil no especificada
C6-Gema 57 años Hija 87 años Cuidados sólo por vejez avanzada/sin enfermedad aparente

La técnica utilizada fue el análisis narrativo de las entrevistas. De acuerdo a Kavle (2011), el análisis narrativo se centra en las historias contadas durante una entrevista y desarrolla sus estructuras y sus tramas. De igual forma el análisis de los datos se realizó por medio de la metodología de la sociología de la experiencia de Dubet. Para analizar la experiencia social de acuerdo con Dubet (2010) es necesario llevar a cabo tres operaciones intelectuales fundamentales; la primera es de tipo analítico y consiste en aislar y describir las lógicas en cada experiencia concreta, la segunda es una operación comprensiva en la cual se identifican la manera en que el sujeto combina, articula o jerarquiza las lógicas en su curso de acción y la tercera operación, denominada “ascenso”, reconoce los puentes que se tienden entre la experiencia y los componentes del sistema.

De acuerdo con Dubet (2006, citado en Martinic y Stecher, 2020), en el mundo del trabajo se pueden identificar las tres lógicas de la acción. En este sentido se presenta a continuación cómo se articulan las lógicas desde la perspectiva de los cuidados.

La lógica de integración al rol del cuidado

En la lógica de integración se define la identidad integradora del sujeto, es decir, y según lo señala Dubet (2010), es la manera en que el actor interioriza los valores institucionalizados por medio de los roles, es la faceta subjetiva de integración del sistema. La experiencia social de acuerdo con Dubet (2011) no es algo vivido que corresponde a una simple descripción comprensiva, es un trabajo, es una actividad cognitiva, normativa y social. En lo que respecta a la condición normativa del trabajo de cuidados podemos mencionar lo que refiere Lagarde:

Se ha especializado a la mujer de manera exclusiva en la reproducción privada y personal de los otros, de la sociedad y la cultura. Se le ha confinado a espacios, a tiempos y a territorios exclusivos, a disposición de los otros (Lagarde, 2005, p. 100).

Desde esta lógica el actor ve a la sociedad como integración, en la cual ocupa un rol y sostiene una identidad que define el modo adecuado de actuar (Martinic y Stecher, 2020). En la lógica de la integración los cuidados forman parte del rol social adjudicado a las mujeres, por medio de la integración de normas y valores provenientes de la familia, la cultura, la Iglesia, la escuela, el Estado y la comunidad.

Desde la infancia las mujeres son socializadas en el rol del cuidado a través de los juegos, valores, tareas, enseñanzas e interacciones y de lo que se espera en el ser mujer. A las mujeres se les socializa para el cuidado de los otros. De lo anterior nos dan cuenta las narrativas de los estudios de caso en que se advierte el rol social de cuidadora desde las etapas infantiles o en etapas juveniles en todos los casos de estudio que fueron entrevistados.

Estrella.es una mujer de 44 años que cuida actualmente a su padre con parkinson y a su madre con una demencia senil. Desde la etapa infantil no sólo adquirió receptores de cuidado con sus hermanos menores, sino que tuvo conciencia sobre las deficiencias y carencias de cuidado que existían en su hogar por la enfermedad de su madre y que, por tal razón, ella solventó.

En este caso de estudio además se hace presente la cualidad moral en el “Cuidado que importa”, señalado por Tronto (2019), como una de las primeras fases del proceso del trabajo de cuidados que implica el reconocimiento de una necesidad de cuidados y de la cualidad moral de atención que se muestra en su relato.

[…] desarrollé desde muy chica ese ojo clínico de lo que hacía falta.y de lo que se iba necesitar, porque sí había una deficiencia de cuidados, de los cuidados que recibíamos de mi mamá […]. (Estrella, 44 años, abril de 2021)

Los relatos de las cuidadoras de las personas mayores dan cuenta de que desde niñas hubo una enseñanza en los cuidados y en las labores domésticas que se necesitan para los cuidados. Izquierdo (2003) considera que la socialización del cuidado ocurre por dos caminos fundamentales: la identificación con las personas significativas de nuestro entorno, especialmente nuestros padres: queremos ser y hacer lo que son y hacen. Además de que nos socializa la práctica misma de vivir, particularmente las actividades que realizamos en la producción de nuestra existencia.

Gema, quien actualmente es cuidadora de su madre de 87 años por vejez, narra sobre esta identificación con su madre cuando era niña derivada de la práctica de cuidado que recibió.

[…] yo vi a mi mamá llegando con las botas, es un detalle de chiquita que te acuerdas de que hay alguien que se acuerda de ti, que te está cuidando, que está preocupado de tus necesidades […]. (Gema, 57 años, septiembre de 2020)

De igual forma Trini.es cuidadora de su cónyuge de 72 años, quien tiene una enfermedad neurológica sin diagnosticar. Ella relata que desde niña sus abuelos fueron quienes le enseñaron a dar cuidados. Al respecto Tronto (2019) señala que .recibir cuidados” es una etapa del proceso de cuidados que necesita la cualidad moral de la reciprocidad.

[…] aprendes a dar, verdad, porque si tú recibes cariño, aprendes a dar cariño, “cuidados”, sí, de mis abuelos, sí desde… bueno, creo que desde entonces traigo un así: soy muy sensible muy sensible soy , este… emmm, muy sentimental para todo, me gusta, siento un gran gozo cuando puedo ayudar, cuando puedo dar algo de mí. Dar un poquito de lo que yo, de lo mucho que yo había recibido. (Trini, 68 años, junio de 2020)

Las narrativas anteriores refieren que las mujeres fueron integradas al cuidado de los otros desde niñas en todos los casos de estudio, en donde se identifica lo que necesita cuidado. Además, en su existencia vivida y cotidianidad fueron cuidadas por sus familiares, principalmente por su madre o abuelas en el marco del rol social establecido para las mujeres.

Este rol social continúa en las cuidadoras actualmente al cuidar de las personas mayores, como en el caso de Martina, quien es una mujer que se hace cargo del cuidado de su madre de 78 años. Ella padece diverticulosis y ha tenido cirugías frecuentes y por tanto ha requerido de la asistencia de procedimientos médicos, incluso Martina se jubila para poder prepararse para cuidar a su madre ante la inminente necesidad de cuidados, por tanto la cualidad moral de “Cuidado que importa” y “Cuidar a “, se hace presente.

[…] muy a gusto verdad porque cumplí, hice lo que quería y, bueno yo dije ya me voy a dedicar a mí, a mis hijos, quiero más tranquilidad y quiero estar lista cuando mi madre me requiera […]. (Martina, 53 años, mayo de 2021)

Por su parte, Gema menciona en sus relatos que asume el cuidado de su madre de 87 años, en éstos también el deber ser mujer y la cualidad moral de “un cuidado que importa” y de “yo voy a cuidar a” se muestra en su narrativa.

[…] porque no hay otra persona que pueda hacerlo, sí y, y que lo pueda hacer de una manera, o sea que lo asuma como algo que tiene que hacer. A mí me va cambiar mucho mi modo de vida, pero yo lo asumo y al asumirlo, pues estoy tranquila. (Gema, 57 años, septiembre de 2020)

De acuerdo con Tronto (2019), una vez que el cuidado ha finalizado se han creado las condiciones para próximos cuidados. Las cuidadoras de las personas mayores no adquirieron el cuidado de pronto, sino el cuidado fue un proceso que surgió poco a poco y que aumentó de acuerdo a las necesidades de cuidado de las personas ancianas. En el caso de Isabela, quien cuida a su madre, por medio de su narrativa se visualiza lo mencionado anteriormente.

[…] bueno cuando se enfermaba antes de gripa o así vea, este, me la traían, siempre me la traían, ya se aliviaba, se componía, se la llevaban y ya se iba a su casa, pero a partir de la fractura y la costilla, pues ya la tuve aquí, ya desde entonces, hace ya algunos años[…]. (Isabela, 50 años, octubre de 2020)

De igual forma las necesidades de cuidados tienen que ser constantemente reiteradas, pues al presentarse se crean las condiciones para que las personas lleguen a anticipar que sus necesidades sean atendidas por otro en que el “Cuidar con” requiere de la cualidad moral de la confianza hacia el cuidador y la solidaridad con las personas con quien se construyen relaciones de cuidado (Tronto, 2019). Confianza y solidaridad que se muestra en el caso de Martina.

[…] al principio visitas nada más los sábados, verdad, de ¿le hace falta algo?, no pues que el garrafón, después como que acarréale el mandado, fue aumentando un poco más porque ya ella se sentía más cansada, más agotada, seguía trabajando, no quería retirarse de trabajar… y mamá, pues fue enfermando, un poco más, cada vez necesitaba un poco más de mí […]. (Martina, 53 años, mayo de 2021).

Los fragmentos de las narrativas anteriores nos dan cuenta de la complejidad de la experiencia social del cuidado y su integración que se construye no sólo en el momento del cuidado de las personas mayores, sino en etapas anteriores en que la persona que cuida es la persona que proporcionó cuidados a otros en el pasado. Igualmente, en la integración al cuidado por parte de las cuidadoras se visualiza la socialización del trabajo de cuidados desde años anteriores por medio de las normas y ordenamientos de género para las mujeres. En la integración al cuidado se muestran las cualidades morales del cuidado “Un cuidado que importa”, “Cuidar a”,Dar cuidados”, “Recibir cuidados” y “Cuidar con”, señalados por Tronto, (2019), como fases del proceso de cuidados que completan la integración de las cuidadoras al trabajo de cuidados.

En suma, Gilligan (2013) menciona que el cuidado es el único trabajo en que se establecen vínculos emocionales y afectivos, pues contiene un componente ético que permite que las personas se cuiden unas a otras. Un cuidado en que las cuidadoras son estrategas en sus cursos de acción.

La lógica estratégica del cuidado

La acción estratégica no puede explicarse sino a partir de la posición de los actores en los mercados (Dubet, 2011). Los actores se colocan en el plano social como estrategas dentro de un mercado de competencia para asegurarse recursos de acción donde éstos no deben reducirse a una suerte de utilitarismo, trivial, amoral y de corto plazo (Dubet, 2011).

En el trabajo de cuidados las cuidadoras, si bien no se encuentran en el mercado social de la competencia con otras personas, movilizan diversos recursos en que buscan convencer, adquirir, conseguir, planificar lo necesario para el cuidado de las personas mayores al ser las responsables y cuidadoras principales. Habermas (citado por Dubet, 2010) define la lógica estratégica como la “acción orientada al éxito”, en este caso la acción orientada al buen cuidado y a la vinculación entre lo subjetivo y el sistema.

El cuidado no sólo es la acción de ayudar a las personas dependientes en la cotidianidad para su bienestar, sino el cuidado es una actividad dinámica en que las cuidadoras tienen injerencia, más allá de lo que establece la socialización y la institucionalización. Destacamos que el cuidado es una labor en donde las cuidadoras toman decisiones y reflexionan sus cursos de acción para garantizar el cuidado y por tanto organizan sus prácticas (Castañuela y Rangel 2021).

En este marco los relatos de las cuidadoras de las personas mayores nos señalan que se movilizan un sinfín de recursos en forma de estrategias para cuidar y para proporcionar un buen cuidado o un cuidado de calidad en la medida de lo posible.

Estrella en su práctica de cuidado a su padre con parkinson implementa un sinfín de estrategias.

[…] él ya tiene mucha dificultad, él ya no se puede bañar solo, yo lo baño con su ropa interior y así lo baño yo, o sea que le aseo su espalda, la barba, las piernas, mi mamá le asea esa parte privada, aunque ella también tiene una demencia, pero batalla mucho, pero mi papá le va diciendo… se tardan mucho, aunque yo estoy ahí afuera. También busco ideas que le facilitan la vida a mi papá, por ejemplo: su café se lo doy en una tácita de plástico muy ligera, le doy media taza de café porque si se la doy llena es muy pesada, por ejemplo: una cuchara de hierro y una de plástico para él hace la diferencia, es muy pesada, también le doy mucha comida que él pueda agarrar con las manos, porque una manita la tiene sin movimiento, siempre estoy buscando cosas que le faciliten, para su digestión, le doy avena, hay cosas que compro por mes, por mes compro ocho cajas de cereal y tres de avena […] (Estrella, 44 años, mayo de 2021)

Estrella es una cuidadora que planifica todo el cuidado de su padre, pues el sentido que le da a su experiencia de cuidado se enmarca en lazos de reciprocidad. Por otro lado, en el caso de estudio de Isabela son múltiples los recursos que orientan el curso de acción del cuidado y su práctica, debido a que Isabela es una mujer que tiene problemas de salud en su columna vertebral, por lo cual cuidar de su madre representa grandes esfuerzos que conllevan estrategias.

[…] yo ya batallaba, para estar mucho tiempo parada, o sea ya me dolía mucho, entonces a mí se me hizo muy difícil, yo decía “a ver cómo le hago pero yo la llevo a la consulta médica”, y cuando nos subíamos en el elevador yo la cambiaba , o sea hacía el esfuerzo verdad, pos’ como iba yo apoyada en la silla no había problema, sí, porque en la silla nos atienden rápido, porque para que sea más rápido, porque es que mientras más me desocupaba, si yo duro mucho, así sentada en la silla ya en la tarde yo ando muy inflamada de las coyunturas de las cadera, es que tengo desgaste de cadera también, nos cambiábamos, entonces ella me empujaba la silla, a veces me empujaba o nos cambiábamos la silla, nos cambiábamos y luego pos’ nos pasaban y ya le hacían sus análisis […] (Isabela, 50 años, octubre de 2020)

En suma, las cuidadoras de las personas mayores son estrategas que verifican, miden, reflexionan, planifican y sistematizan la labor del cuidado en el marco de los lazos humanos y el bienestar, en que el cuidado es eje rector de sus cursos de acción, aun con las dificultades derivadas de la no distribución del cuidado y de la no corresponsabilidad del Estado para con el cuidado de las personas mayores. Sin embargo, en algunos casos la labor del cuidado se teje en el entramado del .deber-conflicto” y las tensiones en que las cuidadoras desean ser el centro de su acción, es decir, ser sujetos propios que deciden sobre su propia vida. Dubet (2011) menciona que el actor es a la vez un sujeto ético según normas percibidas como auténticas y personales, un actor racional que tiene la capacidad de optimizar sus intereses.

La lógica subjetiva en la labor del cuidado

De acuerdo con Dubet, (2011), el actor social no es un sujeto real, sino que se define por su deseo de ser el sujeto de su vida, aunque nunca lo logre totalmente. Esta lógica, según lo señala Dubet (2010), aparece en la actividad crítica en que el actor adopta un punto de vista distinto al de la integración y al de la lógica estratégica, no puede reducirse ni a sus roles ni a sus intereses.

En su relato Doris,.quien es cuidadora de su madre de 63 años, reconoce que el cuidado de su madre ha trastocado su vida afectándola en sus intereses propios con relación a sus estudios de nivel doctorado.

[…] me siento irresponsable, me siento culpable, me siento tonta, porque ciertamente es como si en la casa todos ganaran banderitas a costa de mi esfuerzo y la que se quedará sin banderitas… claro, me trae enojo, frustración, preocupación, porque al fin de cuentas yo no he dejado mis estudios, o sea todo acumulado, es como entrar a una habitación, donde está todo desordenado y entras y se te cae todo encima y tú quisieras ordenarlo, pero no puedo, no, no, no tengo el tiempo a veces no tengo la energía, ya estoy agotada y sí me frustra y sí me preocupa, y sí lloro y sí mil cosas. terrible para las mujeres lo que tenemos que vivir […]. (Doris, 48 años, septiembre de 2020)

En el caso de Trini.ella refiere que el cuidado dirigido a su cónyuge, si bien ha sido una labor difícil en algunas ocasiones, dota su experiencia de un significado diferente al caso anterior en que cuidar es todo o nada, en que no existe la actividad crítica como en el caso anterior.

[…] si vamos a dar cuidados, si vamos a ofrecer nuestros cuidados a alguien, debe estar sobre todo, porque vas a darlo todo o nada pienso que eso ya se trae en el corazón el dar, el brindar, o sea amar a alguien desinteresadamente, no hablo del amor eehh, hombre o mujer, hablo del amor universal, del amor fraterno, de lo humano, amor fraternal, sí desde que nace del corazón, sin dobleces, leal, ese amor, fue el que me ha sostenido y me ha ayudado en este camino, en el que ando […] (Trini, 68 años, junio de 2020)

Reflexiones en materia de política pública de cuidados

Las recomendaciones de la cepal (2021) han destacado el derecho a cuidar y a ser cuidado, los desafíos centrales para las políticas públicas implican la desfamiliarización, la desfeminización, la democratización y la desmercantilización de los cuidados. Esto, a la postre contribuiría a su visibilización, coadyuvando a una organización social de los cuidados orientada a reconocer, reducir y redistribuir el trabajo de cuidados. Como se ha analizado en los apartados anteriores, bajo las lógicas de la experiencia social del cuidado, se destacan aspectos que implican centrar la acción de las políticas públicas respecto a los cuidados en miradas amplias que ubiquen a éstos como procesos, como acto y como acontecimiento, donde el acento está en la parte micro política (Batista y Elias, 2013), es decir, en el encuentro de dos vidas: el cuidador/quien es cuidado.

Como se observó, las lógicas de la experiencia social del cuidado contribuyen a las políticas de cuidado al considerar las diversas experiencias concretas, en donde la sostenibilidad de la vida se centra en la salud/enfermedad/atención de las personas que portan alguna enfermedad crónica degenerativa, condición de salud mental, o bien, por la misma situación de vejez que implica el cuidado en las actividades de la vida diaria.

En este sentido, revalorizar el cuidado y sus políticas implica adentrarse en las subjetividades y en el análisis de la producción de los cuidados, más allá de la visión que considera su articulación con el mercado laboral y el desarrollo económico, pues finalmente el intercambio en los cuidados parte de los saberes (Batista y Elias, 2013) y del encuentro entre los distintos actores sociales en espacios múltiples, donde la finalidad desde la salud colectiva para quienes reciben cuidados es la recuperación de su andar en la vida o, como se abordó en Rangel (2009), la “Recuperación de la Salud” como parte del proceso Salud/Enfermedad/Atención.

Por lo anterior, se propone que, para llegar a generar propuestas en materia de cuidados se debe atender lo expuesto en el siguiente esquema:

Figura 14.1 Diseño subjetivo de las políticas de cuidado

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Asimismo, para aspirar a políticas de cuidado integrales se requiere que las experiencias sociales del cuidado, como se revisó a lo largo del documento, se reconstruyan a través de las formas en que éstas se vuelven inherentes a las mujeres a lo largo de sus diferentes etapas de su curso de vida. Es decir, destacar los momentos en que se han apropiado del cuidado, porque es allí donde se asume la postura subjetiva, cómo se practicará el cuidado a lo largo de la vida en la búsqueda del bienestar y del bien común y, a la vez, considerar las lógicas de la experiencia social de quien es cuidado. Aspecto en el que es necesario ahondar en futuras investigaciones.

Conclusiones

Los casos anteriores nos dan cuenta de que la experiencia social del cuidado se ordena desde las normas, desde lo social, desde la subjetividad y desde las fases del proceso de trabajo de cuidados y las cualidades morales que señala Tronto (2019) en un Cuidado que importa, Cuidar a, Dar Cuidados, Recibir Cuidados y Cuidar con. Los individuos no se colocan en el plano social como entes carentes de reflexividad y pensamiento crítico, no son sólo producidos por la estructura ni toman e integran todo de las reglas y ordenamientos sociales, sino que a través de su subjetivación construyen sus propias experiencias. La acción social no puede definirse sólo por las orientaciones normativas y culturales de los actores. Una acción es una orientación subjetiva y relación (Dubet, 2010).

En este marco las cuidadoras de las personas mayores construyen la experiencia del cuidado en diversas formas heterogéneas a través de sus racionalidades, reflexividades, mediciones y verificaciones que ponen en práctica en la labor del cuidado. Por tanto, el sentido del cuidado no está dado, las cuidadoras construyen su propia experiencia, por lo anterior el trabajo de cuidados es una actividad reflexiva y de racionalidad que sucede día a día y momento a momento en una multiplicidad de decisiones, mediciones y verificaciones, resolución de problemas e implementación de estrategias en que las cualidades morales del cuidado constituyen uno de los elementos primordiales en la experiencia del cuidado.

En todos los casos de estudio y sus experiencias concretas se partió de un “Cuidado que importa” que, de acuerdo con Tronto (2019), consiste en identificar algo que necesita cuidado, en este caso la persona mayor y ello conlleva la cualidad moral de estar atentos. A su vez en todas las experiencias de cuidado se presenta la fase del proceso de cuidados “Cuidar a”, en que las cuidadoras asumieron que ellas iban a cuidar y, de acuerdo con Tronto (2019), se necesita pensar bien en la naturaleza de la responsabilidad. Estas consideraciones son fundamentales para el planteamiento de políticas públicas con relación a los cuidados, es decir, para el estado de Coahuila se requiere concretizar las acciones desde un Sistema Nacional de Cuidados con base en el aporte empírico y teórico de esta investigación realizada en Saltillo.

En las experiencias concretas se observa el elemento “Dar cuidados”, que corresponde al trabajo físico de proporcionar los cuidados y para el que, según refiere Tronto (2019), se requiere de la cualidad moral de la competencia. Aspecto que también debe estar suscrito en la operatividad de las políticas de cuidados.

También en la experiencia social del cuidado se visualiza la fase “Recibir cuidados”, que implica la cualidad moral de la reciprocidad y el “Cuidar Con”, que requiere de las cualidades morales de la confianza hacia el cuidador y la solidaridad con las personas con quien se forman relaciones de cuidado, esto atañe a la búsqueda del bien común, como ha señalado Tronto (2019).

Si bien, en cada experiencia concreta la lógica de la integración, la lógica estratégica y la lógica subjetiva se articulan y combinan de manera diferente, en la generalidad de los casos de estudio podemos concluir que las mujeres están integradas al rol social del cuidado de los otros y que al estar integradas en este rol social la acción que ejecutan va orientada a la práctica del cuidado en que se lleva un sinfín de estrategias para cuidar. El cuidado es la parte subjetiva del sistema, por esto se ha propueso en el esquema como parte de las políticas subjetivas del cuidado.

En la subjetivación se identifica y se lleva a cabo la experiencia del cuidado de diversas formas como una responsabilidad y un quehacer humano significativo que trae consigo satisfacciones en el cumplimiento de la reciprocidad y solidaridad, pero también la experiencia de cuidado constituye una carga y obstáculo que impide al individuo la realización propia. La experiencia del cuidado decanta un fuerte compromiso en el que la experiencia concreta se articula en un deber-compromiso, aun a pesar de las desigualdades de género que se originan con el trabajo asistencial al no distribuirse en una organización social de cuidado justa y democrática.

Además, en las experiencias concretas podemos concluir que se presenta la vinculación de la experiencia y el sistema que en este caso socializa a las mujeres en el cuidado y en el deber ser mujer. Beauvoir (2019) señala que es difícil para las mujeres asumir su condición de individuo autónomo y su destino femenino.

Por último, los hallazgos nos dan cuenta de que no sólo la experiencia social del cuidado se ordena, articula, combina y jerarquiza desde las normas, desde las relaciones sociales, la subjetividad y las cualidades morales, como lo hemos referido, sino que estas experiencias de cuidado las hemos englobado en tres modalidades de experiencia de acuerdo a las articulaciones de las lógicas. Experiencias no aisladas, por el contrario, entrelazadas unas a otras. Los hallazgos nos muestran la experiencia del deber-compromiso, la experiencia del deber-conflicto y la experiencia de bienestar en que el cuidado corresponde a un bienestar para la persona mayor en todos los casos de estudio que se encuentran entretejidas entre sí en el gran crisol del cuidado, en la vida de las cuidadoras, en los vínculos humanos, en la sostenibilidad de la vida y en la misma condición humana.

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