8. ¿Qué es la inseguridad alimentaria y cómo se mide en México? Implicaciones y nuevas perspectivas para la medición de la pobreza

https://doi.org/10.52501/cc.081.08


Pablo Gaitán Rossi


Graciela Teruel Belismelis


Dimensions


8. ¿Qué es la inseguridad alimentaria y cómo se mide en México? Implicaciones y nuevas perspectivas para la medición de la pobreza

Pablo Gaitán Rossi*
Graciela Teruel Belismelis**

Resumen

La carencia alimentaria, una de las dimensiones de la pobreza multidimensional en México, utiliza la inseguridad alimentaria como base conceptual y de medición. La actualización de la medición de la pobreza en México abre la oportunidad para revisitar la inseguridad alimentaria, en parte, porque coexisten términos y estrategias de medición distintos que a veces derivan en prevalencias contradictorias y en conclusiones encontradas. El capítulo tiene tres objetivos: (a) precisar los componentes y dimensiones que definen la inseguridad alimentaria para explicitar qué aspectos cubre la medición actual y cuáles deja fuera; (b) describir la forma en que se mide la inseguridad alimentaria y las derivaciones que ha tenido en México para especificar las diferencias entre reportes y las nuevas oportunidades de medición; y (c) contrastar la prevalencia y las proporciones de las preguntas de inseguridad alimentaria en tres versiones de la escala y en tres encuestas poblacionales del mismo año, pero con diseños y objetivos distintos, para evidenciar las implicaciones de la decisión sobre cuál versión de la escala utilizar. Se concluye que la inseguridad alimentaria tiene sólidas bases conceptuales y de medición, por lo que se recomienda mantenerla. También se muestra que recurrir a una versión corta de la escala de inseguridad alimentaria, como actualmente ocurre con la versión mexicana, sistemáticamente subestima la pobreza en 2.5% y debería de reconsiderarse el uso de esta versión para, en su lugar, alinearse con estándares internacionales.

Palabras clave: inseguridad alimentaria, pobreza, medición, México.

Introducción

La carencia por acceso a la alimentación es una de las seis privaciones sociales que en México integran el espacio de los derechos sociales y, por tanto, compone una de las dimensiones oficiales de la pobreza multidimensional (Coneval, 2014). Una persona se considera con carencia por acceso a la alimentación si en su hogar reportan inseguridad alimentaria moderada o severa. La relación entre inseguridad alimentaria, pobreza y salud ha sido ampliamente documentada (Rivera-Dommarco y Shamah-Levy, 2018) y, sobre todo, se empieza a hacer hincapié en su papel preponderante en la conceptualización de la pobreza urbana (Vilar-Compte et al., 2021). La carencia alimentaria también es una de las dimensiones que ha probado ser más resistente al cambio, ya que desde 2008 oscila entre 20.1% y 24.8% (Coneval, 2019), aunque tiene marcadas variaciones estatales y hay países en donde esta resistencia no ha sido la misma, como Brasil (penssan, 2021).

A más de 18 años de que la inseguridad alimentaria se insertó en la conversación pública y en los debates sobre pobreza (Parás y Pérez-Escamilla, 2004), éste es un buen momento para revisitar el concepto, así como algunas actualizaciones y nuevas oportunidades. El momento es propicio, primero, porque el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social de México (Coneval) actualizó la medición de la carencia alimentaria para incorporar indicadores de calidad en la alimentación. Ello invita a revisar los componentes y las dimensiones de la inseguridad alimentaria para discutir lo que se captura y lo que se sigue dejando fuera. Segundo, es necesario precisar las diferentes formas de medir la inseguridad alimentaria en México con el fin de evitar confusiones. Mientras que Coneval —con datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (enigh)— ilustra la estabilidad de la carencia alimentaria con una reducción de 2.9 puntos porcentuales entre 2012 y 2018, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) reportó una disminución de 14.5 puntos porcentuales en la inseguridad alimentaria en el mismo periodo (Shamah-Levy et al., 2020). Si bien es positivo que la inseguridad alimentaria se recolecte de la misma manera en encuestas poblacionales como la enigh y la Ensanut, el que ambas utilicen escalas, niveles y terminologías diferentes puede conllevar a conclusiones divergentes aun con resultados similares. En tercer lugar, la ampliación de modalidades de recolección de datos —telefónica o en línea, por ejemplo— diversifican las fuentes de información sobre pobreza y no es siempre claro en qué medida son comparables. Estas nuevas mediciones deben adaptarse al medio de recolección y, con frecuencia, no se contrastan con las mediciones mejor establecidas, por lo que corren el riesgo de estigmatizarse injustamente como de menor calidad.

El presente texto persigue tres objetivos: (a) definir de manera amplia la inseguridad alimentaria para facilitar la identificación de cuáles son los elementos que logra capturar la escala de inseguridad alimentaria; (b) diferenciar las formas y fines para los cuales se utiliza la escala en México con el propósito de reducir confusiones de interpretación; y (c) comparar empíricamente las versiones de las escalas de inseguridad alimentaria —en tres encuestas recolectadas el mismo año, y con dos modalidades de recolección de datos, presencial y telefónica— para mostrar las equivalencias y las discrepancias en las estimaciones. Se concluye subrayando la importancia de precisar la definición y completar la medición de inseguridad alimentaria; se ratifica el valor de continuar con su inclusión en las estimaciones de pobreza, y se celebra que se diversifiquen las formas y contextos en que se utiliza.

¿Qué es la inseguridad alimentaria?

La seguridad alimentaria en el hogar se alcanza cuando todos los miembros de un hogar, en todo momento, tienen acceso físico, social y económico a alimentos suficientes, seguros y nutritivos para cumplir con las necesidades nutricionales y las preferencias alimentarias que permitan a un individuo llevar una vida activa y saludable. El anverso de esta definición es la inseguridad alimentaria, la cual se refiere a una limitada o incierta capacidad para adquirir alimentos nutricionalmente adecuados y seguros, de una manera socialmente aceptable (fao, 2012). La inseguridad alimentaria suele asociarse con la noción de hambre, pero estas definiciones evidencian que se trata de un concepto más amplio y, por ello, más complejo de medir.

La inseguridad alimentaria puede conceptualizarse a lo largo de dos ejes: sus dimensiones y sus componentes (Leroy et al., 2015). Las dimensiones de la inseguridad alimentaria se vinculan con los entornos alimentarios en los que se presenta y se inscriben dentro de una visión sistémica (Vilar-
Compte et al., 2020). Muchas son las dimensiones que se pueden ligar a la inseguridad alimentaria —es un campo dinámico en el que con frecuencia surgen nuevas dimensiones y marcos teóricos más sofisticados (Fanzo et al., 2020)— no obstante, aquí sólo se mencionan las que tienen una conexión próxima con el fenómeno en el hogar (véase la figura 8.1).

Primero, se espera que haya disponibilidad de alimentos en una comunidad, lo que supone que las cadenas de suministro de alimentos funcionen adecuadamente. En un segundo momento, el hogar necesita tener acceso socioeconómico, es decir, requiere poder comprar los alimentos disponibles. Más aún, los alimentos comprados deben de usarse de tal modo que cubran las necesidades calóricas de todos los miembros del hogar. Por ejemplo, es necesario que los alimentos comprados y consumidos sean suficientes y de calidad tanto para los menores de edad como para los adultos. También es fundamental que el acceso se sostenga todo el tiempo para todos los miembros del hogar, en otras palabras, el consumo de los alimentos requiere ser estable. Recientemente se ha argumentado que deberían de incluirse dos dimensiones más. Por una parte, la agencia de los individuos y comunidades ayudaría a verbalizar sus preferencias y a involucrarse en la toma de decisiones sobre los sistemas alimentarios. Por la otra, se propone incorporar la sustentabilidad alimentaria para garantizar la viabilidad social y ecológica de estos sistemas (Clapp et al., 2021).

El segundo eje corresponde a los componentes de la inseguridad alimentaria (véase la figura 8.1). A diferencia de las dimensiones que se insertan en una visión sistémica, los componentes se vinculan con el proceso de intensificación de la inseguridad alimentaria (Pérez-Escamilla et al., 2020). Análisis cualitativo realizado en hogares en pobreza mostró que había un proceso común que atraviesan las familias sin acceso suficiente y adecuado a los alimentos (Radimer y Radimer, 2002). Identificaron que primero se experimenta una preocupación por la posibilidad de quedarse sin alimentos; son hogares que viven sin la certeza de tener su alimentación asegurada. Después los hogares reducen la calidad de sus alimentos, con lo que pueden aumentar el contenido calórico, pero no el valor nutricional. Finalmente, los hogares sacrifican la cantidad de los alimentos; primero disminuyen las porciones de los adultos para salvaguardar las de los menores de edad, pero finalmente también se reducen las de los niños. Ésta es la fase del proceso de inseguridad alimentaria que se asocia con el hambre. Hay dos componentes adicionales que suelen obviarse porque no empatan directamente en ninguna de las etapas del proceso de inseguridad alimentaria. La seguridad alimentaria implica que los alimentos son seguros para el consumo humano y no están contaminados —son inocuos—. Además, se busca que el consumo de alimentos sea digno y aceptado culturalmente; un ejemplo de cuando no se cumple ocurre si una persona tiene que alimentarse de lo que encuentra en la basura.

Figura 8.1 Dimensiones y componentes de la inseguridad alimentaria en su relación con la Escala Latinoamericana y Caribeña de Seguridad Alimentaria (elcsa)

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¿Cómo se mide la inseguridad alimentaria?

Existen diversos métodos complementarios para medir la inseguridad alimentaria —calorías per cápita, gasto en alimentos, ingesta de alimentos y antropometría (Pérez-Escamilla y Segall-Correa, 2008). Sin embargo, hay un claro consenso de que las escalas basadas en la experiencia constituyen la mejor estrategia para capturar la vivencia de inseguridad alimentaria en los hogares (Cafiero et al., 2014) y por ello son la herramienta preferencial para la medición de la pobreza. Es importante recordar que, a pesar del consenso, la inseguridad alimentaria es un concepto amplio y complejo que difícilmente puede medirse de manera completa con un solo indicador y, por ello, es imprescindible identificar qué aspectos miden este tipo de escalas.

La Escala Latinoamericana y Caribeña de Seguridad Alimentaria (elcsa) es una escala basada en la experiencia de inseguridad alimentaria que consta de 15 preguntas. Las preguntas utilizan los últimos 3 meses como marco temporal de referencia y siempre solicitan que se responda desde la falta de dinero o de recursos. La escala tiene ocho preguntas dirigidas a hogares donde sólo habitan adultos y, si hay menores de edad, se realizan siete preguntas más —se repiten las mismas preguntas (salvo la primera) sólo que en lugar de dirigirse a algún miembro adulto del hogar se dirigen a los menores de edad en el hogar—. Las opciones de respuesta son Sí/No que se puntúan como 1 y 0, respectivamente. La escala se califica de forma sumativa para calcular un puntaje total y después hay puntos de corte para establecer cuatro niveles: seguridad alimentaria, inseguridad alimentaria leve, inseguridad alimentaria moderada e inseguridad alimentaria severa.1 Su importancia le ha valido la inclusión en grandes encuestas poblacionales de México, desde la enigh —con la cual se estima la pobreza— hasta la Ensanut —con la cual se vincula con resultados en salud y nutrición— y una versión corta se incluyó en el Cuestionario Ampliado del Censo de Población y Vivienda de México.

El diseño de la elcsa da prioridad a los componentes de la inseguridad alimentaria porque la noción de proceso permite la identificación de niveles, lo que facilita la comunicación del fenómeno y abre mayores posibilidades para el monitoreo y la evaluación de políticas públicas (Pérez-Escamilla et al., 2020). Aun así, conviene recordar que la elcsa también mide el acceso a la alimentación —al acotar como razón la falta de dinero o de recursos— y el uso de los alimentos en el hogar —como se aprecia en los contenidos mismos de las preguntas (fao, 2012)—. La medición de la estabilidad es limitada por los propios diseños de investigación en donde se emplea la escala, pero la elcsa la incorpora parcialmente en el marco temporal de cada pregunta; en México suele preguntarse por los últimos tres meses, pero en otros lugares se prefiere preguntar por los últimos 12 meses (Ballard et al., 2013).

No debe perderse de vista lo que deja fuera la elcsa (véase la figura 8.1). La elcsa, por sí misma y en su versión actual, no consigue distinguir si hay disponibilidad de alimentos en la comunidad, por lo que se requiere analizar en su contexto, por ejemplo, en localidades urbanas o rurales. En este sentido, tampoco consigue mostrar la adecuación cultural de los alimentos y, mucho menos, el nivel de agencia o de decisión de la persona sobre lo que prefiere comer. Para conseguirlo deberán de diseñarse instrumentos complementarios. Y, al ser una escala subjetiva, no logra identificar si los alimentos a los que se accede en el hogar son inocuos, nutritivos o socioecológicamente sostenibles. Conocer la calidad de los alimentos consumidos en el hogar continúa siendo uno de los grandes retos de medición.

A pesar de estas limitaciones la elcsa constituye un caso de éxito para la medición de la inseguridad alimentaria. Por una parte, se ha probado consistentemente su calidad y robustez psicométrica (Cafiero et al., 2014); periódicamente se pone a prueba su estructura interna con modelos rigurosos, como los de Rasch (Nord, 2014). La elcsa es una escala con propiedades smart (eSpecífica, Medible, Alcanzable, Relevante y acotada Temporalmente) que permite identificar y monitorear los niveles de inseguridad alimentaria, por lo que se ha utilizado ampliamente para evaluar políticas públicas y programas de alimentación (Pérez-Escamilla et al., 2020). Notablemente, las propiedades psicométricas se sostienen a través de diferentes modalidades de levantamiento, como las entrevistas cara-a-cara, el auto-reporte, entrevistas telefónicas (Nord y Hopwood, 2007) y, progresivamente, en modalidad en línea (Niles et al., 2021). En otras palabras, la alta calidad de la elcsa se muestra en su consistencia y versatilidad para implementarse en diversas circunstancias.

Por otra parte, abunda la evidencia sobre su validez convergente y divergente, tanto en la población general como en subpoblaciones en riesgo —hogares con niños, hogares con adultos mayores, hogares con personas sin empleo y con bajos recursos— y al mostrar relaciones de dosis-respuesta con múltiples resultados en salud, como enfermedades crónicas, problemas de salud mental y mortalidad prematura (Pérez-Escamilla et al., 2020). También ha sido uno de los indicadores clave para conocer la intensidad de desastres, como lo ha sido la pandemia por COVID-19 (Niles et al., 2021). Estas características han permitido que la elcsa se armonice en la mayor parte de Latinoamérica y el Caribe para conseguir una medición comparable de inseguridad alimentaria (fao, 2012). La elcsa es hoy por hoy un instrumento usado ampliamente para el monitoreo a distintos niveles —hogar, localidad, estado— y para hacer comparaciones —nacionales, regionales o globales. Buena parte de su éxito se debe a que presenta información valiosa, confiable y comprensible para una multiplicidad de tomadores de decisión, la sociedad civil y para la población en general (Pérez-Escamilla et al., 2020).

¿Cómo se mide la inseguridad alimentaria en México?

La elcsa ha tenido dos derivaciones importantes para su medición en México: la Escala Mexicana de Seguridad Alimentaria (emsa), desarrollada por el Coneval para incluir en la medición de pobreza, y la Escala de la Experiencia de Inseguridad Alimentaria (fies, por sus siglas en inglés), adaptada por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (fao, por sus siglas en inglés) para armonizar una versión global (véase la tabla 8.1 para una comparación de las principales diferencias.

Tabla 8.1 Comparación de la elcsa, la emsa y fies en cuatro aspectos

ELCSA EMSA FIES
Número de preguntas 15 12 8
Distinción de menores de edad No
Modalidad Múltiples Presencial Múltiples
Nivel Hogar Hogar Individuo
Encuesta Ensanut/ ENIGH ENIGH/ Coneval ENCOVID-19

Al diseñar la medición multidimensional de la pobreza, el Coneval recurrió al desarrollo teórico y empírico de la seguridad alimentaria y a la elcsa para aproximar la dimensión de carencia alimentaria. No obstante, en lugar de utilizar la versión armonizada de la elcsa, el Coneval optó por hacer su propia versión y la nombró emsa. La única diferencia entre ambas escalas está en que la emsa, para estimar la prevalencia de inseguridad alimentaria omite tres preguntas (Villagómez-Ornelas et al., 2013). La emsa excluye los ítems “Preocupación de que los alimentos se acaben en el hogar”, incluida en la sección de hogares para adultos, y las preguntas “si en el hogar dejaron de tener una alimentación saludable y variada”, en la sección de adultos y en la de menores de edad. Acertadamente, la enigh recopila las 15 preguntas de la elcsa, pero aun así, el Coneval sólo retoma 12 preguntas para realizar las estimaciones de pobreza. La emsa establece sus puntos de corte por tipo de hogar para identificar los cuatro niveles y para calcular la carencia alimentaria Coneval elimina los niveles moderado y severo para una estimación dicotómica: con carencia alimentaria y sin carencia alimentaria (Coneval, 2014).

A partir de la reforma en los lineamientos de 2018 sobre la medición multidimensional de la pobreza, Coneval agrega al indicador de “acceso a la alimentación” el carácter de “nutritivo y calidad” (Coneval, 2021a). Ahora el indicador se compone del nivel de inseguridad alimentaria (moderada o severa) y la limitación en el consumo de alimentos, la cual se determina al categorizar la dieta consumida en los hogares a partir de los 12 grupos de alimentos y los ponderadores del Programa Mundial de Alimentos (pma) de las Naciones Unidas (Coneval, 2021b).

A partir de la experiencia de la elcsa en Latinoamérica y el Caribe la fao realizó un importante esfuerzo por integrar indicadores comunes que permitieran hacer comparaciones entre países y regiones del mundo. Después de un levantamiento global y de una armonización psicométrica, la fao creó la escala fies (Ballard et al., 2013). La fies es más corta porque retoma sólo las primeras ocho preguntas de la elcsa —las que se dirigen a hogares con adultos— y descarta las siete dirigidas a hogares con menores de edad (véase la tabla 8.1). La otra modificación que realiza es que el fraseo de las preguntas modifica la unidad de análisis del hogar al individuo que la contesta. Esta modificación implica que cualquier persona puede responder sobre la experiencia de inseguridad alimentaria y no solamente un informante calificado o “jefe del hogar”. La fies se nutre de la experiencia de la elcsa, que se ha probado en múltiples modalidades, y en esta versión sigue operando de forma óptima (Ballard et al., 2013). La gran ventaja de la fies sobre la elcsa es que se obtiene información similar con la mitad de los reactivos, lo que facilita su uso y reduce costos.

Durante la pandemia por COVID-19, cuando las fuentes oficiales no podían levantar encuestas cara-a-cara debido al confinamiento sanitario, el Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad (equide) de la Universidad Iberoamericana —al que pertenecen los autores del presente texto— lanzó la encuesta “Efectos del COVID-19 en el Bienestar de los Hogares Mexicanos” (ENCOVID-19) con el objetivo de identificar su impacto en ingresos, empleo, alimentación y salud mental, entre otros (Teruel Belismelis y Pérez Hernández, 2021). El proyecto consistió en utilizar muestras transversales repetidas —mensuales y bimestrales— durante al menos un año para monitorear indicadores clave. Para ello se realizaron levantamientos telefónicos con muestras representativas de México; tanto los datos como la metodología son públicos (Teruel Belismelis et al., 2020).

En un contexto de recursos y tiempo limitados, la fies resultó una alternativa atractiva para monitorear la inseguridad alimentaria —uno de los indicadores que más preocuparon durante el periodo de pandemia— (fao et al., 2020). Análisis rigurosos de los resultados demostraron la factibilidad de medir telefónicamente en México la inseguridad alimentaria utilizando la escala fies (Gaitan-Rossi et al., 2021). Con esta medición se logró hacer un monitoreo inédito de las variaciones bimestrales en inseguridad alimentaria en el país y con ello mostrar tendencias que las encuestas bianuales no pueden revelar —como el aumento en la inseguridad alimentaria severa— (ProDEq, 2021). Más aún, al usar la fies se pudieron hacer estimaciones comparables con otros países y, por tanto, resultaron un insumo clave para las compilaciones de prevalencias globales (Bene et al., 2021). Una lección central sobre del uso de la fies es que se abre una alternativa de medición de la inseguridad alimentaria que no está supeditada a los tiempos o decisiones de las grandes encuestas del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (inegi): la fies, en su versión telefónica, facilita las mediciones independientes.

Comparación de las mediciones de inseguridad alimentaria

El hecho de que la emsa y la fies se encuentren anidadas dentro de la elcsa permite hacer una comparación de las tres versiones de la escala y examinar las diferentes conclusiones a las que se puede llegar según la encuesta que se elija utilizar. Lo anterior se facilita porque la enigh y la Ensanut consideran la elcsa completa y, a veces, en los mismos años (2018 y 2020). Más aún, durante 2020 también se cuenta con datos públicos de la ENCOVID-19, que utiliza la fies, lo que permite también hacer una comparación entre diseños de muestreo y modalidades diferentes. Primero se toma la elcsa como el criterio de referencia por ser la versión más completa y probada y, más adelante, se utiliza la fies porque es el elemento común en todos los levantamientos.

Una primera comparación de interés está entre los niveles de inseguridad alimentaria que se pueden estimar con cada versión de la escala al utilizar la enigh de 2020. Si bien las tres escalas ofrecen los mismos cuatro niveles, cada una utiliza un punto de corte diferente porque la elcsa tiene 15 reactivos, la emsa 12 y la fies ocho. La diferencia central entre elcsa y la fies es que la segunda omite todas las preguntas enfocadas a hogares con menores de edad y sólo utiliza las de adultos —por ello es importante comparar por tipo de hogar—.

Un primer aspecto que debe destacarse es que la elcsa y la fies tienen estimaciones muy similares cuando se comparan en todos los hogares sin distinción (véase la tabla 8.2); mientras que la seguridad alimentaria es igual, la fies subestima por dos puntos la leve y sobrestima la moderada y la severa por un punto, respectivamente. En los hogares donde sólo residen adultos, por definición, las estimaciones son idénticas. En los hogares donde residen menores de edad las diferencias casi se duplican; seguridad alimentaria sigue igual, pero la fies subestima la leve por 3.7 puntos y sobrestima la moderada y la severa por poco menos de 2 puntos.

El segundo aspecto que se aprecia en la tabla 8.2 es la diferencia en las estimaciones entre la elcsa y la emsa-12. Esta última arroja estimaciones de seguridad alimentaria notablemente más altas que la elcsa, con una diferencia de 12 puntos porcentuales en todos los hogares y de 13 en hogares con menores de edad. De manera correspondiente, subestima la inseguridad leve por 9.8 puntos porcentuales en todos los hogares, por 6.7 en hogares con adultos y por 12.5 puntos en hogares con menores. Las diferencias se reducen a 3 puntos en la inseguridad moderada. En la inseguridad severa la emsa-12 sobrestima por 1 punto porcentual en todos los tipos de hogares y por 2 en los hogares con menores de edad. Si la emsa sólo utilizara las seis preguntas para adultos, las discrepancias serían similares, aunque subestimaría aún más la inseguridad alimentaria moderada en hogares con niños.

Lo anterior evidencia que la elección de escala de inseguridad alimentaria tiene implicaciones directas en la estimación de la pobreza porque la carencia alimentaria se computa al sumar la inseguridad moderada y severa. Si se utilizara la elcsa la carencia alimentaria sería de 21.8%, si se utilizara la fies sería de 23.8% y con la emsa-12 sería de 19.3%.2 La emsa, al eliminar reactivos que forman parte del constructo de inseguridad alimentaria, reduce artificialmente la prevalencia en 2.5 puntos porcentuales.

Tabla 8.2 Comparación de los niveles de inseguridad alimentaria por tipo de hogar en la enigh 2020 utilizando tres versiones de las escalas de inseguridad alimentaria: ELCSA, FIES y EMSA

Versión de escala EMSA-6 EMSA-12 FIES ELCSA
Número de preguntas 6 12 8 15
Tipo de hogar Adultos Adultos y menores Adultos Adultos y menores
Todos los hogares
Seguridad alimentaria 61.18 60.43 48.09 48.09
Leve 20.56 20.28 28.08 30.10
Moderada 9.30 11.24 15.24 14.28
Severa 8.96 8.05 8.59 7.53
Sin carencia alimentaria 81.74 80.71 76.165 78.192
Carencia alimentaria 18.26 19.29 23.835 21.808
Hogares sin menores
Seguridad alimentaria 66.22 66.22 54.90 54.90
Leve 18.08 18.08 24.79 24.79
Moderada 7.72 7.72 12.69 12.69
Severa 7.98 7.98 7.63 7.63
Sin carencia alimentaria 84.297 84.297 79.688 79.688
Carencia alimentaria 15.703 15.703 20.312 20.312
Hogares con menores
Seguridad alimentaria 56.88 55.50 42.29 42.29
Leve 22.68 22.16 30.88 34.63
Moderada 10.64 14.24 17.42 15.63
Severa 9.79 8.11 9.42 7.45
Sin carencia alimentaria 79.568 77.655 73.162 76.918
Carencia alimentaria 20.432 22.345 26.838 23.082

Las diferencias entre escalas también pueden oscurecer cambios temporales. Si utilizando la fies en la enigh se compara pregunta por pregunta entre 2018 y 2020, entonces se observa el aumento en algunos ítems en el año de la pandemia por COVID-19. Nótese que las dos preguntas que omite la emsa-6 son en las que hubo mayores diferencias entre 2018 y 2020. La “preocupación” por quedarse sin alimentos en el hogar subió en 5.6 puntos porcentuales y si en el hogar dejaron de tener una alimentación “saludable” y variada aumentó en 1.8 puntos.

Gráfica 8.1 Comparación bienal con la ENIGH de las ocho preguntas de adultos de la ELCSA-FIES

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De ahí que reacciones iniciales a la publicación de las cifras de pobreza recordaran la importancia de utilizar la elcsa con sus respectivos niveles de inseguridad alimentaria, ya que la inseguridad alimentaria leve mostró los mayores cambios, y eso no se capta en la estimación de la carencia del Coneval (Villagómez Ornelas, 2021). De cualquier forma, también sorprende lo poco que cambiaron las preguntas más graves en el proceso de inseguridad alimentaria —las últimas cuatro preguntas en la gráfica 8.1—, tema que amerita un texto propio y escapa a este análisis. Otra comparación que reviste interés es cuando la inseguridad alimentaria se mide en el mismo periodo, pero con encuestas que utilizan metodologías y diseños de muestreo distintos, lo que, en este caso, también modifica la modalidad de recolección de datos. Para esta comparación la enigh es la encuesta de referencia por ser la de mayor tamaño muestral.

Al comparar la enigh y la Ensanut —ambas con las ocho preguntas de adultos de la elcsa/fies— se observa que la Ensanut reporta 7 puntos menos en seguridad alimentaria y 8 puntos más en inseguridad leve que la enigh (véase la gráfica 8.2). La diferencia se atenúa a 1 punto en la moderada y desaparece en la severa. Cuando se utiliza la emsa-6, las diferencias no son tan marcadas entre la enigh y la Ensanut —aunque la seguridad alimentaria es entre 13 y 19 puntos menos al cambiar de ocho a seis preguntas. Las diferencias en la seguridad alimentaria dejan de ser estadísticamente significativas y la leve es más alta en la Ensanut por 2 puntos. Los niveles moderado y severo, con la emsa-6, son equivalentes entre la enigh y la Ensanut. Por tanto, si se estimara la carencia alimentaria con la fies, la enigh la establecería en 23.8% y la Ensanut en 22.5%; si se estimara con la emsa-6, la carencia alimentaria sería 18.3 y 17.5%, respectivamente. En ambos casos, las diferencias son atribuibles a la variación aleatoria esperable por ser encuestas distintas; en otras palabras, las diferencias no son preocupantes.3

La comparación más interesante ocurre entre la enigh y la ENCOVID-19, ya que la ENCOVID-19 se recolectó a lo largo de todo el año —al unir las bases de datos correspondientes a todos los meses— y se utilizó una modalidad telefónica, por lo que la variabilidad de respuestas podría ser mayor que en las encuestas cara-a-cara. Las diferencias entre la ENCOVID y la enigh, al utilizar la fies, son similares a las que se observan entre la enigh y la Ensanut. La ENCOVID-19 reporta 9.2 puntos menos en seguridad alimentaria y 2.6 puntos más en inseguridad leve que la enigh (véase la gráfica 8.2). La ENCOVID-19 también reporta 2 puntos arriba de la enigh en los niveles moderado y severo. De igual manera, las diferencias se atenúan cuando se utiliza la emsa-6. Si bien la ENCOVID-19 tiende a una estimación puntual 2-3 puntos por arriba que las otras encuestas, sin importar la escala —fies o emsa-6— o la encuesta —enigh, Ensanut o ENCOVID-19— la estimación de la carencia alimentaria coincidiría al tomar en cuenta el margen de error de 3%. En otras palabras, la ENCOVID-19 sí logró estimar la inseguridad alimentaria con una precisión aceptable aun cuando utilizó un diseño de muestreo diferente y una modalidad telefónica, en lugar de una presencial.

Gráfica 8.2 Comparación de las 8 preguntas de adultos de la ELCSA-FIES en la ENIGH,
la Ensanut y la ENCOVID, todas recolectadas a lo largo de 2020.

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Una inspección más detallada de las ocho preguntas de adultos de la elcsa-fies en las tres encuestas da una perspectiva más clara de las variaciones. Primero, es importante apreciar que se obtiene lo que se espera de los resultados de cada ítem al notar que las tres encuestas siguen el mismo patrón descendente en cuanto a severidad en inseguridad alimentaria, es decir, que conforme se avanza de izquierda a derecha en la gráfica 8.3, las proporciones son menores. Segundo, la gráfica 8.3 evidencia que entre la Ensanut y la enigh no hay una correspondencia exacta entre preguntas; en cuatro de ocho preguntas hay diferencias entre encuestas, incluso al comparar los intervalos de confianza. Lo mismo ocurre con la ENCOVID-19: en cuatro de ocho preguntas no hay correspondencia con la enigh, sólo que esas preguntas son diferentes a las no-coincidencias con la Ensanut.

Gráfica 8.3 Comparación de las ocho preguntas de adultos de la ELCSA-FIES en la ENIGH,
la Ensanut y la ENCOVID, todas recolectadas a lo largo de 2020.

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Esto implica que las tres encuestas realizan un papel razonablemente bueno —mas no igual— en la recolección de datos cuando se observa pregunta por pregunta. Tercero, en la tabla 8.2 y en la gráfica 8.2 se percibe a la inseguridad leve como menos estable, pero esto no se debe a que los ítems menos severos sean más fluctuantes: las proporciones de todas las preguntas varían. La razón debe de buscarse, más bien, en la forma en que se puntúa la escala, ya que este mecanismo oscurece las variaciones en los niveles altos. Para estimar los niveles primero se suman indistintamente todas las preguntas. Puntajes totales bajos son más sensibles a variaciones entre preguntas, ya que las respuestas afirmativas provienen de cualquier pregunta. En otras palabras, hay más combinaciones de respuestas que conducen a puntajes totales bajos que combinaciones que lleven a puntajes totales altos. Si al puntuar la fies se diera un peso diferenciado a cada pregunta según su severidad en la escala de seguridad alimentaria, entonces las variaciones a nivel pregunta sí se reflejarían en variaciones a todos los niveles de inseguridad alimentaria.

Conclusiones

La revisión del concepto y de la medición de la inseguridad alimentaria reveló múltiples aspectos relevantes para la estimación de la pobreza en México. En la primera parte se mostró que la inseguridad alimentaria es un concepto amplio y complejo, con dimensiones y componentes, que puede medirse de distintas maneras complementarias, pero que existe un amplio consenso en utilizar escalas basadas en la experiencia, en este caso, la elcsa. Ésta es un caso de éxito porque consistentemente se demuestra su calidad y sensibilidad al cambio y, con el respaldo de fao, se ha ido homologando su uso —primero en Latinoamérica y luego en el mundo— ahora mediante la fies.

Sin embargo, la elcsa tampoco mide de forma completa el concepto de inseguridad alimentaria. Esta encuesta se enfoca en medir el proceso de inseguridad alimentaria (preocupación-calidad-cantidad en el consumo de alimentos) focalizando en las dimensiones de acceso, uso y estabilidad. Al mismo tiempo, deja de lado los componentes de inocuidad y adecuación cultural, así como las dimensiones de disponibilidad, agencia y sostenibilidad. Puesto de otra manera, la inseguridad alimentaria es el concepto más amplio; la medición de la elcsa es un subconjunto de los componentes y dimensiones de la inseguridad alimentaria, y la carencia alimentaria se restringe a los dos niveles más severos de la escala. De ahí que no siempre coincidan los reportes de los cambios en la inseguridad alimentaria. La innovación del Coneval al incorporar elementos objetivos de la calidad de los alimentos consumidos va en la dirección correcta al diseñar un indicador más comprehensivo, pero aún hay más elementos que quedan fuera, como es entendible dada la naturaleza del concepto de inseguridad alimentaria. Mejor complementar la elcsa con nuevos indicadores que sustituir una escala bien respaldada y establecida.

La segunda parte del texto abordó los diferentes usos de la elcsa en México con la emsa y la fies. Particular atención merece el uso de la emsa para estimar la pobreza. No se aprecia necesidad alguna para recortar la elcsa de 15 a 12 preguntas; en especial porque la enigh recolecta la elcsa completa. La consecuencia de usar la emsa sobre la elcsa es una subestimación de la inseguridad alimentaria moderada y severa por 2.5 puntos porcentuales. Por esta razón es preferible utilizar la elcsa sobre la emsa. Si en un futuro se quisiera reducir el tamaño de la escala, el uso de la fies es una mejor opción que el uso de la emsa. La fies utiliza todavía menos reactivos que la emsa (ocho en lugar de 12) y no tiene afectaciones preocupantes en hogares con menores de edad, pero, más importante aún, la fies preserva todos los elementos del proceso de inseguridad alimentaria, los cuales pueden ser clave para detectar afectaciones como las vividas durante la pandemia por COVID-19. Próximas actualizaciones de la carencia alimentaria deben corregir el uso de la emsa.

La última parte del texto explora las consecuencias de utilizar nuevas fuentes de datos, en este caso, el uso de la modalidad telefónica de la fies en la ENCOVID-19. Las tres encuestas estudiadas —enigh, Ensanut y ENCOVID-19— tienen variaciones en sus prevalencias y en las proporciones de sus ítems, lo cual se explica porque son ejercicios con diferentes objetivos, diseños de muestra y modalidad de recolección de datos. Sin embargo, es de destacar que la ENCOVID-19, aun cuando es la más distinta en cuanto a diseño y presupuesto, no se aleja de manera considerable de las otras dos. La ENCOVID-19 tiende a sobrestimar entre 2 y 3 puntos porcentuales, pero en la mayoría de los casos se mantuvo dentro de los intervalos de confianza. Éstas son buenas noticias porque significa que es viable hacer mediciones de pobreza independientes y de calidad con presupuestos modestos; siempre y cuando se mantenga un diseño de muestreo riguroso y una adecuada capacitación a encuestadores. Mediciones alternativas serán bienvenidas porque abren nuevas posibilidades de conocimiento relevante para la política social —como el monitoreo mensual de la inseguridad alimentaria—, pero requerirán un escrutinio constante para demostrar su validez y confiabilidad.

Después de 18 años de discutir teóricamente y probar empíricamente la medición de la inseguridad alimentaria se puede afirmar que es un indicador básico que goza de cabal salud. Evidencia de su relevancia y vigencia para la estimación de la pobreza, como este texto lo muestra, se encuentra en la literatura reciente que busca precisar el concepto con dimensiones nuevas; en las ampliaciones y armonizaciones regionales con la fies, en las exploraciones de nuevas modalidades de recolección, como con la ENCOVID-19, y en el interés renovado en discutir las posibilidades del indicador, como lo muestra la modernización del Coneval. Es de celebrarse que la concepción y la medición de la inseguridad alimentaria cada vez se consolida más y mejor en los debates de política social y entre la población en general, ya que sin duda es uno de los requisitos para reducirla.

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