10. La Segunda Guerra Mundial. Solución a la Gran Depresión del 29

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José Armando Pineda Osnaya


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10. La Segunda Guerra Mundial. Solución a la Gran Depresión del 29

Los Estados Unidos entraron a la Segunda Guerra Mundial a raíz del ataque a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941. Nuevamente los estadunidenses quisieron aparecer como víctimas, algunos historiadores suponen que el entonces presidente de los Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, necesitaba de un ataque externo para convencer al Congreso de participar en la guerra y no contradecir sus promesas de campaña de no intervenir. Los preparativos del ataque japonés a los Estados Unidos fueron conocidos con mucha anterioridad. Más de 10 meses antes, el 27 de enero de 1941, Joseph Grew, entonces embajador de los Estados Unidos en Tokio, había enviado un mensaje a Washington, D. C.: “Hay un rumor que sostiene que los japoneses, en caso de romper [las negociaciones] con Estados Unidos, están planeando un ataque sorpresa masivo en Pearl Harbor” (Dale, 2016). Sin embargo, se dejó caer la sorpresa del ataque con todo su peso, provocando la muerte de aproximadamente 3 000 personas. Dar la apariencia de ser atacados no impedía que se hubieran tomado algunas precauciones para evitar miles de muertes innecesarias. Desde 1936, los Estados Unidos operaban un radar que a través de impulsos electromagnéticos detectaba el paso de aviones, por lo que podrían haber instalado radares en la isla para detectar la llegada de los aviones japoneses, incluso observadores directos anunciaron la llegada de aviones japoneses, pero dichos avisos se dieron a conocer después de iniciado el ataque. La provocación debería de venir bastante manchada de sangre para enfurecer a los norteamericanos y declarar la guerra sin mayor resentimiento.

Los japoneses lograron importantes victorias al inicio de la guerra e hicieron retroceder a los norteamericanos, pero posteriormente se les acabaron las balas y la gasolina. Japón no tiene recursos minerales ni petroleros para sostener una guerra prolongada, por lo que no pudo continuar con la misma. El 7 de junio de 1942, apenas seis meses después de iniciada la guerra, Japón empezó a sufrir derrota tras derrota, a partir de ese momento limitó sus acciones militares a estacionar soldados en cuanta isla cercana encontró, muchos de ellos no disponían de suficientes armas, alimentos ni pertrechos para resistir una especie de guerra de guerrillas. Los Estados Unidos tuvieron el camino libre hacia Japón y sin mayor oposición naval y muy poca aérea, así lo demostró el bombardeo sobre Tokio, el 18 de abril de 1942, cuando 16 aviones bombarderos B 25 no encontraron resistencia alguna al realizar un ataque aéreo que incendio una tercera parte de la ciudad de Tokio y causó la muerte de aproximadamente 80 000 civiles, muchos de ellos hervidos en el río adonde se lanzaron ante la desesperación de no morir abrazados por el fuego de la ciudad. Pero en lugar de avanzar directamente sobre Tokio, los Estados Unidos prefirieron saltar de isla en isla y literalmente sacar de las cuevas a las tropas japonesas estacionadas. El asunto no era terminar la guerra, sino prolongarla el mayor tiempo posible a fin de mantener los jugosos negocios que de ella se desprendían con el consumo de equipos, pertrechos y vidas humanas. “En 1941, cincuenta y seis grandes corporaciones se hacían cargo de tres cuartos del total de los contratos militares. De los millones de dólares gastados, 400 millones fueron a parar a diez grandes corporaciones” (Zinn, 2011: 309).

Así la guerra se prolongó innecesariamente por poco más de tres años, hasta el 7 de agosto de 1945, con el lanzamiento de la primera bomba nuclear sobre Hiroshima y tres días después se lanzó otra bomba nuclear sobre Nagasaki, cuando la nación ya estaba prácticamente derrotada. Los norteamericanos argumentaron que la invasión del Japón tendría un costo muy elevado en vidas humanas, de acuerdo con la experiencia acumulada en la invasión de diversas islas mucho más pequeñas y menos defendidas, por lo que justificaron el crimen contra gente inocente, no obstante, les interesaba terminar con la guerra contra Japón para evitar la intervención del ejército soviético y evitar con ello la división de Japón entre el régimen comunista y capitalista, además lanzar por primera vez la bomba nuclear mostraría el poder norteamericano sobre el soviético, lo que no sorprendió mucho a los soviéticos porque para ese entonces ya tenían por lo menos la fórmula para construir la bomba.

La Segunda Guerra Mundial fue la época de mayor negocio vivida por la historia norteamericana, prácticamente la producción del país se volcó a satisfacer las necesidades de todo tipo de equipos, pertrechos y personal para el conflicto. En 1941 el pib norteamericano creció 19% y un año antes de terminado el conflicto, en 1944, este alcanzó 28.1% de crecimiento, algo nunca más logrado. Por su parte el gasto federal abarcó en mitad del conflicto, en 1943, 46.6% del pib, es decir, en ese año casi la mitad de la producción del país la absorbía el Estado, prácticamente era un estado socialista, pero ya desde 1942, 73% del gasto federal correspondía al gasto en defensa, porcentaje que, en el último año de la guerra, en 1945, abarcó casi 90% del gasto federal, mismo que a su vez correspondía a 41.6% del pib (cuadro 10.1).

Cuadro 10.1. PIB, gasto federal y militar durante la Segunda Guerra Mundial. Miles de millones de dólares de 1940

Año

PIB

Variación anual

Gasto federal

Variación anual

% del PIB

Gastos en defensa

Variación anual

% del PIB

% del gasto federal

1940

101.4

9.47

9.34

1.66

1.64

17.53

1941

120.6

19.0

13

37.2

1.77

6.13

269.2

5.08

47.15

1942

139.0

15.2

30.18

132.1

21.70

22.05

259.7

15.86

73.06

1943

136.4

–1.8

63.57

110.6

46.59

43.98

99.4

32.23

69.18

1944

174.8

28.1

72.62

14.2

41.54

62.95

43.1

36.00

86.68

1945

173.5

–0.7

72.11

–0.7

41.56

64.53

2.5

37.19

89.49

La guerra tuvo un costo total aproximado de 304 000 millones de dólares, de los cuales 136.8 mil millones provinieron de impuestos, los 167.2 mil millones de dólares restantes provinieron de la venta de bonos de “guerra” (Kennedy, 1999: 625). De 1939 a 1945 el número de contribuyentes obligados a pagar impuestos pasó de cuatro millones a 43 millones, con ello la recaudación pasó de 1941 a 1945, de 8.7 mil millones de dólares a 45 000 millones de dólares. En el mismo periodo los ingresos fiscales federales pasaron de aproximadamente 8% del pib a más de 20%. La tasa promedio del impuesto sobre la renta alcanzó su punto máximo en 1944 con un 20.9% (Tassava, 2008). Por su parte, en 1946, 85 millones de norteamericanos habían comprado 185 000 millones de dólares en bonos de guerra, mismos que no fueron otra cosa sino nueva emisión monetaria destinada a pagar la guerra (Kennedy, 1995: 626, citado por Tassava, 2008).

Poco después estalló la guerra de Corea, 1950-1953, que igualmente abrió grandes posibilidades de negocios no importando para ello la pérdida de vidas humanas y el aumento del déficit y de la deuda pública. En esta guerra murieron aproximadamente dos millones de coreanos tanto del norte como del sur y 50 000 soldados norteamericanos (Zinn, 2011: 318-322). Por su parte, el gasto en defensa aumentó casi tres veces, pasando de 1950 a 1953, de 5 a 14.2% en relación con el pib. Esta guerra no pretendió amenazar al socialismo, tan solo limitar su expansión. La Guerra de Corea llevó a la instalación de industrias norteamericanas en Japón desde donde se abastecieron diferentes tipos de pertrechos a las tropas. Posteriormente, los Estados Unidos entraron en guerra contra Vietnam, elevando el gasto militar entre 1964 y 1975, 57.8%, al pasar de 54.8 mil millones de dólares a 86.5 mil millones de dólares entre el primero y último año. La consecuencia inmediata de dicha guerra fue la muerte de entre cuatro y seis millones de personas, la mayoría de ellas civiles, del lado norteamericano hubo poco menos de 60 000 muertos. En esa guerra se probó todo tipo de armamento permitido y no permitido, a excepción de la bomba nuclear. Con la guerra de Vietnam los norteamericanos aprendieron el peligro que representaba llevar a cabo un enfrentamiento directo con el bloque ideológico rival. Nunca pretendieron terminar con la guerra, esta solo se limitó a eliminar focos de resistencia o de guerrillas, pero nunca procuraron conquistar el núcleo del poder militar del norte de Vietnam, pese a que tenían el equipo y la capacidad suficiente para invadir la capital del norte de Vietnam.