8. Alemania frente a la Gran Depresión

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José Armando Pineda Osnaya


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8. Alemania frente a la Gran Depresión

Alemania salió de la crisis del 29 al entrar el fascismo en 1933, el cual elevó el gasto público destinado a la producción de armas y a la construcción de infraestructura como autopistas, redes de ferrocarriles, canales, obras hidráulicas y energéticas. Se garantizó la paz social prohibiendo todo tipo de organizaciones políticas como el Partido Comunista Alemán, el Partido Socialdemócrata y los sindicatos; en 1934 se disolvió el Parlamento (Hardach, 1976). Se aseguró el crecimiento económico con las compras de armamento por parte del Estado. Las industrias del acero, el carbón, la metalmecánica, la automotriz y la química, entre otras, crecieron a ritmos por demás acelerados (Grunow, 2006: 150).

Una ayuda importante para el crecimiento del Tercer Imperio Alemán fue la ayuda recibida por los Estados Unidos, nación que no firmó el Tratado de Versalles de finales de la Primera Guerra, pero sí apoyaron al gobierno alemán para renegociar la reducción de su deuda por reparaciones de guerra. Entre 1924 y 1929 se firmó el Plan Dawes, estipulando que la deuda alemana por la guerra se saldaría con un pago inicial de 1 000 millones de marcos-oro anuales, de los cuales 800 millones serían cubiertos con un préstamo exterior y en 1929 los pagos se elevarían hasta 2 500 millones de marcos. El Reichsbank operaría bajo supervisión de los vencedores, y se le obligaba a mantener reservas de oro y moneda extranjera equivalentes a por lo menos 40% de la moneda emitida. Para garantizar el pago de la deuda se embargaron materias primas y bienes muebles fijados en el Tratado de Versalles, lo que impediría a la larga el sostenimiento de la economía alemana y que las reparaciones se financiarían con impuestos al consumo, el ingreso de aduanas y de los ferrocarriles.

Por su parte, los norteamericanos cobraron a los aliados, principalmente a Inglaterra, Francia y Bélgica, 2.6 mil millones de dólares actuales de su deuda de la guerra, a la vez que extendieron préstamos al gobierno alemán por 2.5 mil millones de dólares, mismos que fueron utilizados para pagar a los aliados por reparación de guerra de 2 000 millones de dólares. La Gran Depresión de 1929 imposibilitó la continuidad del Plan Dawes y en su lugar se firmó el Plan Young. Este plan reconoció que el total de reparaciones de guerra sumaba 26 350 millones de dólares estadounidenses a ser pagados por Alemania en un plazo de 58.5 años. El Plan Young dividió el pago anual alemán en fracciones de 473 millones de dólares estadounidenses. Un tercio de esta suma se pagaría incondicionalmente y el resto podría postergarse hasta 1988. Para este financiamiento se contaba con que el gobierno alemán utilizara su presupuesto público más un impuesto sobre los transportes.

El Plan Young se sustentaba principalmente por los préstamos otorgados por bancos estadounidenses al gobierno alemán. Pero cuando los bancos estadounidenses dejaron de tener condiciones para otorgar más créditos a países extranjeros (entre ellos Alemania), el gobierno de Berlín manifestó que no podría pagar las deudas de guerra. Por otro lado, los créditos estadounidenses habían permitido a Alemania cierta recuperación para participar nuevamente en el comercio internacional, por lo que los mayores lazos comerciales alemanes con sus antiguos enemigos (Francia, y sobre Gran Bretaña) hacía poco realista que estos países trataran de cobrar las deudas de guerra utilizando algún tipo de boicot comercial o económico. Todo ello hacía muy difícil llevar a cabo el Plan Young para garantizar el pago de deuda de guerra de Alemania.

Con el ascenso de Hitler al poder en 1933, se desconoció el pago de la deuda de guerra, provocando que los bonos emitidos por la República de Weimar quedaran repentinamente sin valor, perjudicando a los bancos e inversionistas estadounidenses que los habían comprado. No obstante, esta no fue una decisión personal de Hitler, sino más bien tuvo un fuerte apoyo empresarial; es decir, pese a que Norteamérica perdía con el desconocimiento de la deuda por parte de Hitler, porque los préstamos norteamericanos habían sustentado el pago de Alemania, los mismos norteamericanos apoyaron la suspensión de pagos a la deuda alemana seguramente porque esperaron obtener mayores beneficios con la recuperación económica de Alemania al haber una fuerte participación de capital norteamericano con el gobierno del Tercer Reich.

Alemania ideó un plan de expansión de tipo keynesiano, elevando el gasto público, aunque con el sello particular alemán de expandir la economía bajo un keynesianismo militar. Dicho modelo se financió con la creación de los bonos Mefo, a través de una empresa fantasma que hacía de intermediaria entre el Estado y las empresas de armamento, y así el país pudo esquivar las restricciones impuestas por el Tratado de Versalles. El bono Mefo funcionó como una moneda paralela al Reichsmark, permitiendo al gobierno gastar en infraestructura y armamento sin que apareciera por ello un elevado déficit público. El Mefo pudo circular sin problemas al ser aceptado por las empresas para efectuar compras y ventas entre sí. Con este mecanismo, la inversión pública creció 350% entre 1933 y 1935, y llegó hasta 800% en 1938. El gasto en armamento se elevó 2 300% en los mismos años (Arancón, 2014).

Otra fuente de financiamiento del Tercer Imperio Alemán provino de la expropiación de bienes, riquezas y propiedades de los judíos. El resultado fue un aumento de 50% del pib en los años treinta y la disminución del desempleo en cinco años, que pasó de seis millones de desempleados en 1932 (43.8% de desempleo) a menos de 800 000 (12%) en 1936 (Remo, 2012). Estos resultados económicos, aunados a la propagación de una extrema ideología nacionalista y de raza superior, conquistaron el corazón de la población, que no dudó en vitorear a Hitler.

Hitler favoreció el aumento de grandes fortunas al amparo del gasto público, privatizó gran parte de los servicios públicos, además la privatización ayudó al gobierno a recaudar fondos, representando 1.4 % de los ingresos del gobierno alemán entre 1934-1935 y 1937-1938, (Germà Bel, 2004). Con ello el gobierno dejó en manos del capital privado la satisfacción de las necesidades sociales y públicas más elementales, como el acceso a la salud, la educación, el transporte y la seguridad social misma. Al convertirse en negocio, tales actividades ofrecieron el mínimo de calidad y eficiencia requerida al mayor precio posible. Se privatizaron los cuatro principales bancos comerciales de Alemania, el Commerz und Privatbank, Deutsche Bank und Disconto-Gesellschaft, Golddiskontbank y Dresdner Bank, los ferrocarriles alemanes o Deutsche Reichsbahn, astilleros, líneas navieras, la empresa pública más grande del mundo, Vereinigte Stahlwerke AG y la Vereinigte Oberschlesische Hüttenwerke AG, compañía que controlaba toda la producción de metales en la industria del carbón y el acero de la Alta Silesia. El gobierno mejoró los servicios privados a expensas de las empresas de servicios públicos de propiedad municipal. Durante el nazismo la economía funcionó como un capitalismo monopolista. Algunos servicios públicos prestados anteriormente por el gobierno, especialmente los servicios laborales y sociales, como la educación elemental o primaria, fueron tomados principalmente por organizaciones afiliadas al partido nazi, ejerciendo así una fuerte influencia y control ideológico sobre el comportamiento en general de la sociedad. El éxito de las actividades privadas estuvo asegurado por la demanda estatal de pedidos a gran escala y al garantizar los créditos de las empresas privadas, algunos con tasas de interés cero, además del absoluto control social al prohibir sindicatos y toda forma de organización social fuera del partido nazi.

Es muy difícil precisar las causas de la Segunda Guerra, lo que se puede adelantar es una serie de hechos, circunstancias e intereses que la empujaron, y una de ellas era la depresión mundial de más de 10 años. Era necesario crear un cambio radical que abriera el mercado mundial sobre el cual pudiera encontrar un respiro de salvación al mundo de los negocios. Una corriente de opinión supone que la guerra fue planeada a la vez que necesaria, “se hallaban personajes claves: los Rockefeller, los Morgan, Lord Montagu Norman (gobernador del Banco de Inglaterra) y Hjalmar Schacht (presidente del Reichsbank y ministro de Economía del gobierno de Hitler). El programa estratégico de los Rockefeller y los Morgan era sojuzgar a Europa económicamente, saturar Alemania de inversiones y créditos extranjeros y empujarla a asestar un golpe mortal a la Rusia soviética para derrumbar el socialismo y hacerla volver al capitalismo, en calidad de colonia” (Katasonov, 2017).

Había fuertes intereses de negocios entrelazados entre empresas norteamericanas con la Alemania nazi. Ford fue el segundo productor de camiones para la Alemania nazi, el primer productor fue General Motors, y ambas empresas produjeron vehículos durante toda la guerra (Jorge Miguel, 2016), pese a que sus equipos fueron utilizados contra los propios combatientes norteamericanos. Al final de la guerra la General Motors exigió un pago de indemnización al gobierno norteamericano por los daños sufridos a su planta durante el bombardeo realizado sobre Berlín al final de la guerra. “El capital de la mayoría de las empresas alemanas estratégicamente importantes era, parcial o completamente, estadounidense. Una parte estaba bajo control de los inversionistas británicos. Los sectores como las refinerías de petróleo y el proceso de licuefacción de carbón de la economía alemana estaban en manos de Standard Oil, perteneciente a los Rockefeller. El gigante de la industria química Farbenindustrie ag pasó al control del grupo Morgan. Un 40% de la red telefónica y 30% de las acciones de Focke Wulf se hallaban bajo control de la firma estadounidense itt. La radio y los gigantes de la industria eléctrica aeg, Siemens y Osram pasaron al control de General Electric, de Estados Unidos. itt y General Electric eran parte del imperio Morgan. El 100% de las acciones de Volkswagen pertenecía a Ford, también de Estados Unidos” (Katasonov, 2015).

“El grave colapso financiero de 1929-1931 golpeó a América, Alemania e Inglaterra, debilitando a todos los gobiernos. Esto también ejerció una fuerte presión sobre Prescott Bush (abuelo del expresidente norteamericano George Walker Bush) para hacer más de lo necesario para recuperar su lugar en el mundo. Fue durante esta crisis que algunos inversionistas angloamericanos tomaron la determinación de instalar a Hitler en el gobierno “alemán” (Chaitkin, 1992: 46). Otras de las empresas del Tío Sam fue Coca Cola, que inventó el refresco Fanta para el mercado alemán después de la prohibición de parte del gobierno norteamericano de exportar productos hacia Alemania a raíz de la guerra; ibm vendió a los nazis la maquina Hollerit con la que ayudó a identificar y apresar aproximadamente a 600 000 judíos alemanes, además de proporcionar equipo para administrar los campos de concentración, lo cual no se hubiera podido realizar sin un mecanismo preciso de levamiento de datos; Kodak instaló una fábrica en Alemania aprovechando la mano de obra esclava de los campos de concentración, se estima que en 1944 el Tercer Reich dispuso de unos 7.5 millones de trabajadores esclavos (Brenman, 2016). La Standard Oil proporcionó combustible para aviones y equipo terrestre y el caucho para la producción de llantas. Los buques cisterna de la Standard suministraron combustible a barcos alemanes en Tenerife y otros puertos de la España franquista, a su vez es muy posible que la empresa haya colaborado con el consorcio alemán ig Farben en la fabricación de combustible sintético (Hernández, 2015).

El apoyo empresarial alemán y norteamericano no se concentró solo en la producción y en el financiamiento, también hubo fuerte interés en llevar a Hitler al poder. El empresario alemán Fritz Thyssen reconoció haber contribuido con 100 000 marcos alemanes para realizar el golpe de Estado con el que Hitler intentó llegar al poder en octubre de 1923 (Thyssen, 1941: 133), posteriormente las contribuciones de Thyssen continuaron realizándose, ayudó a financiar a un grupo de entre 300 000 y 400 000 terroristas mejor conocidos como los “camisa marrón” (Chaitkin, 1992: 53). En noviembre de 1932 Thyssen y Hjalmar Schacht fueron los principales organizadores para dirigir una carta al entonces presidente Paul von Hindenburg exhortándolo a nombrar canciller a Hitler. Thyssen también convenció a la Asociación de Industriales Alemanes para que donasen tres millones de marcos al partido nazi en las elecciones de marzo de 1933 (Martin, 2003: 36). “Fritz Thyssen y sus socios empresariales son universalmente reconocidos como unos de los más importantes financiadores del ascenso al poder de Hitler” (Chaitkin, 1992: 45). En 1924 Thyssen, a través del Banco voor Handel, abrió en Holanda la Union Banking Corporation (ubc) y en el mismo año el director del Banco, Hendrick J. Kouwenhoven, viajó a Nueva York para abrir en esa ciudad una sucursal de la ubc, creando con ello la Harriman-Walker Union Banking Corp. La nueva firma creada y conocida como Walker-Harriman vendió durante los años veinte alrededor de 50 000 millones de dólares de fondos alemanes que ayudaron a la recuperación alemana, mientras tanto Thyssen creó la United Steel Works, el conglomerado industrial más grande de Alemania.

George Herbert Walker, socio de Thyssen en los Estados Unidos, contrató a su yerno Prescott Bush, padre del futuro presidente de los Estados Unidos George H. W. Busch, haciéndolo vicepresidente de la Harriman and Co., a fin de supervisar la recién creada empresa Thyssen/Flich United States Works. Otra compañía del imperio de Thyssen fue la Consolidated Silesian Steel Corpporation y la Upper Silesian Coal and Steel Company, ambas ubicadas en Polonia en las cercanías del campo de concentración de Auschwitz (Bowles, 2003)

“Prescott Bush, abuelo del expresidente George W. Bush, era director de Averell Harriman’s Union Banking Corp. Virtualmente todos los negocios realizados por los nazis con los Estados Unidos se llevaron a cabo bajo la supervisión de los intereses de Harriman-Bush” (Chaitkin, 1992: 44). Bush fue también director de la empresa Hamburg-Amerika Line, la cual fue una compañía entre cuyos principales socios incluía la empresa alemana i.g. Farben, responsable de suministrar el gas venenoso para los campos de concentración; igualmente Prescott Bush fue director de la German Steel Trust’s Union Banking Corporation.

Diez meses después de haber entrado los Estados Unidos a la guerra, el 20 de octubre de 1942, el gobierno norteamericano congeló las operaciones bancarias de la Alemania nazi en la ciudad de Nueva York, las cuales estaban a cargo de Prescott Bush, y bajo la Trading With the Enemy Act el gobierno norteamericano confiscó las acciones propiedad de Bush, Roland “Bunny” Harriman, además de las de tres ejecutivos nazis y de dos socios más de Bush, de la Union Banking Corporation, en la cual Bush era director (Chaitkin, 1992: 44).

Los contratos de producción de armamento para la guerra fueron la mejor recompensa recibida por los patrocinadores del ascenso de Hitler al poder; la Unificada Industria del Acero (Vereinigte Stahlwerke), dirigida por Thyssen, fue responsable de proveer al gobierno nazi, entre otros productos, de 50.8% del acero, 41.4% de platos universales de acero, 38.5% de hoja galvanizada, 45.5% de tubos de acero, 22.1% de cable y 35% de explosivos, los cuales se utilizaron para la construcción de gran cantidad de submarinos, aviones, tanques, bombas, municiones, rifles, entre otros artículos destinados a la muerte (Chaitkin, 1992: 46). En los consorcios alemanes beneficiados con el armamentismo alemán había participación de capital norteamericano. Dos terceras partes de la empresa German Steel Trust”s Union Banking Corporation eran propiedad de Thyssen, en tanto que el resto perteneció a propietarios norteamericanos; empleó a 25 000 personas y contribuyó con 45% de la producción nacional de acero y 12% de la producción total de carbón (Chaitkin, 1992: 48).

Además de la asociación del acero Vereinigte Stahlwerke, hubo grandes beneficios para la IG-Farben, al importar keroseno de las empresas de Rockefeller y producir el gas venenoso para los campos de concentración, y AEG, del sector eléctrico. Estas últimas empresas fueron financiadas por la familia Warburg (Alemania) y por los bancos estadounidenses National City, Chase Manhattan, Morgan, Kuhn & Loeb, mismos que de 1924 a 1926 transfirieron a Alemania un total de 975 millones de dólares. Por otro lado, la ayuda material al impulso bélico de Alemania fue notable: por ejemplo, la Bendix Aviation, controlada por la Morgan Bank, envió en 1934 y 1935 miles de motores aéreos a Alemania (Leveratto, 2015).

En 1930 el entonces presidente municipal de Colonia, Konrad Adenauer, quien al final de la guerra sería el primer canciller de la nueva república alemana, atrajo a la empresa automotriz Ford para instalar una planta productora de autos ofreciéndole una amplia exención de impuestos (Rügemer, 2017: 77). Posteriormente llegaría General Motors a Alemania para comprar la empresa automotriz Opel.

Henry Ford, propietario de la empresa de autos Ford, escribió en 1920 el libro El judío internacional, el principal problema del mundo (The International Jew, the Worl’s Foremost Problem), mismo que posteriormente inspiraría a Hitler a escribir (1925) su libro Mi lucha. Henry Ford fue el primer extranjero en recibir una condecoración de manos de Hitler. Escapa a este trabajo investigar el destino final que tuvo el oro extraído por Alemania tanto de Austria como de Checoslovaquia en el momento en que ambos países fueron anexados sin oposición de ningún otro país, así como poco se sabe de la enorme riqueza extraída de los campos de concentración, del oro en dientes, joyas, dinero en efectivo que portaban los mismos prisioneros, del cabello, la piel extraída, las propiedades y demás abusos cometidos contra la población judía. No se sabe aún si el oro, el dinero en efectivo y obras de arte, entre otros objetos de valor encontradas por el ejército americano, era lo único o si existieron o existen aún hoy en día mayores riquezas ocultas o si parte de ellas fue depositada en bancos suizos, norteamericanos, en América Latina o en la misma Alemania. La deuda contraída por el Tercer Imperio Alemán para financiar la guerra no fue pagada, porque una vez derrotado el nazismo no había quién asumiera dicha deuda, pero ello no fue importante porque las empresas alemanas y extranjeras que llevaron a Hitler al poder ganaron mucho más con la guerra que con lo que invirtieron para financiar al gobierno nazi. De igual manera, los Estados Unidos no cobraron a Inglaterra el apoyo otorgado en equipo para enfrentar la guerra, pero en contraste alcanzaron el mejor momento económico jamás vivido en toda su historia. Así se podría hacer una larga lista de la estrecha colaboración realizada entre los países que militarmente se enfrentaron entre sí y los enormes beneficios obtenidos por ellos mismos con la guerra. Lo paradójico es que habiendo recibido Hitler apoyo de bancos británicos, este prefirió en los primeros años de la guerra firmar un pacto de no agresión con el régimen socialista y atacar en cambio a Inglaterra. También es paradójico que los bombardeos contra Alemania tenían la misión de aniquilar el aparato industrial y productivo del país, no obstante, una gran cantidad de ataques aéreos, por no decir la mayoría, se concentraron en las ciudades, tratando de debilitar la moral de la población, pero dejando intacta parte importante de la industria. A su vez, Hitler cometió una serie de grandes torpezas que prolongaron la guerra y terminaron por causar la derrota de Alemania. Al iniciar el bombardeo contra Inglaterra concentró los ataques contra la propia aviación inglesa estando a punto de eliminar a todos sus aeropuertos. Si Inglaterra hubiera perdido sus aeropuertos como estaba a punto de suceder por los constantes ataques aéreos, habría perdido por completo su defensa aérea y no hubiera podido detener las incursiones aéreas alemanas; pero antes que ello sucediera Hitler detuvo los ataques a los aeropuertos y se concentró en bombardear Londres, causando cientos de muertes inocentes, abriendo la posibilidad a los ingleses de debilitar la aviación alemana. Otro error que le costó prácticamente la derrota a Alemania fue haber sacrificado el ejército en la campaña contra la Unión Soviética, donde se perdió más de 60% de sus efectivos. En el sitio de Stalingrado los militares le pedían regresar y reorganizar el ataque, en cambio Hitler ordenó permanecer en el lugar, la consecuencia fue la muerte de aproximadamente 300 000 alemanes, 90 000 fueron tomados prisioneros y al terminar la guerra, solo 5 000 regresaron a Alemania. Hitler perdió la noción de los ejércitos o grupos militares diseminados en el frente contra la Unión Soviética, ordenaba la movilización de algún grupo y sus generales le tenían que aclarar que los mismos ya no existían, habían sido eliminados, por otro lado, no suministró los pertrechos necesarios para mantenerlos en operación. La 6ª División de Panzer, creada en 1939 como la primera división ligera y responsable de la invasión a Polonia y Francia, en 1945 la hizo permanecer en Hungría y Austria con el objeto de defender el espacio vital (Lebensraum), cuando en ese momento la guerra estaba ya perdida. Al rendirse dicho ejército ante los soviéticos, estos preguntaron dónde estaba la 6ª División de Panzer. La respuesta fue que esa era la sexta división porque solo disponía de seis tanques (Scheibert, 2003). En el frente de Francia, en diciembre de 1944, una reserva de aproximadamente 600 tanques y más de 200 000 soldados logró replegar el avance de los americanos e ingleses al disponer de mucho mejor equipo que el norteamericano (Scriba, 2015). Los proyectiles del tanque alemán Tiger atravesaban sin problema el blindaje del tanque norteamericano Sherman, en cambio, los proyectiles de este último no causaban daño alguno a los tanques alemanes. La contraofensiva alemana no pudo continuar y a finales del mismo mes se detuvieron simplemente porque se terminó la gasolina. Otro de los grandes errores de Hitler tuvo que ver con el desarrollo del primer avión a propulsión, el Messerschmitt Me 262, a cargo de la empresa Messerschmitt AG. Después de varias transformaciones, esta empresa opera en nuestros días como European Aeronautic Defence and Space Company (eads) Germany, con participación francesa y española. El Me 262 entró en combate en julio de 1944. Hitler ordenó usarlo para bombardear Inglaterra, pero contradiciendo las órdenes del Führer, el avión se empleó también como caza-interceptor. Se estima que de los 1 433 aviones construidos, solo unos 300 entraron en combate, derribando cerca de 509 aviones aliados, aunque otros estiman que fueron 745, con una pérdida aproximada de 100 Me 262. La mayor parte de estos aviones se perdieron estacionados en tierra por falta de combustible. No había en el momento un avión más rápido, era más rápido que las balas y era 193.2 km/h más rápido que el famoso interceptor North American P-51 Mustang. Algunas incursiones de este avión demostraron su efectividad, por ejemplo, en febrero de 1945 un solo piloto, Rudolph Rademacher, abatió dos aviones cazas y seis bombarderos, a finales de 1944 Me 262 en las afueras de Berlín, el derribó 13 Mosquito británicos. Este avión contaba con radar con un alcance de hasta cinco kilómetros, era un cazador nocturno mortal. El piloto con mayor número de victorias reclamadas en un Me 262B-1a/U1 fue Kurt Welter, con 19 derribos, entre los que se cuentan dos bombarderos Lancaster y 27 Mosquito británicos (Wikipedia). Si este avión hubiera sido utilizado para la defensa de Alemania, en lugar de destinarlo para lanzar bombas a Inglaterra, como lo ordenó Hitler, no hubiera sido posible que ingleses y norteamericanos pasaran al cielo alemán y asesinaran a miles de familias que nada tenían que ver con esa guerra, destruyendo ciudades grandes como Berlín, Hamburgo, Frankfurt, Colonia, Dresden, Kassel, Hanover, algunas de ellas no tenían soldados estacionados ni eran centros industriales importantes, como fue el caso de Dresden. Podemos suponer que para buena suerte de la humanidad la derrota del ejército alemán en la Segunda Guerra fue causada principalmente por los repetidos errores y torpezas del líder del partido nazi.

El proyecto de Hitler tuvo dos propósitos, el primero fue someter a la población para producir todo tipo de máquinas, aparatos y utensilios destinados a destruir y asesinar. El extremo fue llegar a utilizar esclavos de los campos de concentración no importando las muertes por agotamiento, hambre o enfermedades en las industrias de armas, en la minería o en la construcción; el segundo objetivo, atendiendo el interés de elevar las ganancias de las empresas que lo llevaron al poder, fue llevar a cabo la guerra mundial con la consecuente muerte de entre 50 y 60 millones de personas, la mitad de ellas civiles (Ptak, 2004: 156).

Desde sus inicios el modelo fascista alemán estaba destinado al fracaso. La producción de armas implicó una acumulación cada vez mayor de las mismas, financiada básicamente con la emisión monetaria a través de los bonos Mefo y con deuda del Estado. Llegado un punto de acumulación de la deuda del Estado y la excesiva emisión monetaria de bonos Mefo, que colocaban al gobierno al punto de la incapacidad de pagar su deuda y de desatar un aumento acelerado de los precios, se optó por declarar la emergencia de la guerra y así ocultar la insolvencia financiera del Estado, iniciando la guerra el 1º de septiembre de 1939.

El fascismo alemán, en su corto periodo de vida (1933-1945), jamás planteó una propuesta económica concreta sobre el propósito que tenía llevar la guerra a todo el mundo, únicamente se esperaba obtener elevados botines de guerra, esperando que arrebatar a las riquezas y tierras de los vecinos haría más rico y próspero al país, lo cual no ocurrió. Nunca se tuvo claridad sobre la forma en que sería conducida la economía una vez terminada la guerra y la carrera armamentista. La única respuesta que el gobierno dio a las empresas y al pueblo alemán fue producir para asesinar y controlar las demandas obreras, encerrando en campos de concentración y asesinando a los líderes comunistas, demócratas y a cualquier posible opositor y crítico del sistema. El sistema por completo estaba dedicado a la guerra y no se le concebía fuera de la misma; pero además era imposible suponer una victoria militar cuando casi todo el mundo estaba en guerra contra Alemania. En suma, el Tercer Reich no tenía futuro, desde el principio estuvo destinado al fracaso.

La esencia del modelo nazi, como ya se mencionó era mantener elevados los gastos y las acciones militares. La invasión a otra nación era el mecanismo principal que permitía sostener el gasto militar; una vez concluida la invasión a un país era necesario continuar la invasión hacia otras naciones y así acrecentar el negocio de la producción de armas. Para los empresarios que llevaron a Hitler al poder, las compras estatales de armamento eran casi la única opción de negocios. Si bien era importante apoderarse de los recursos naturales de los países conquistados, estos solo tenían valor si eran transformados y vendidos al Estado como productos militares. Llevar la guerra hasta el último rincón de Europa se convirtió entonces en la prioridad de la industria alemana en la época del fascismo.

Rápidamente aparecieron límites insalvables a la expansión del modelo de economía de Estado fascista. Por un lado, como hemos dicho, los fascistas no tenían ninguna idea de la forma de cómo dirigir la economía una vez terminada la guerra, de hecho, si los fascistas hubieran ganado la guerra, Alemania junto con los países conquistados incluyendo Noruega, Francia, Holanda, Bélgica y otros, estarían muy lejos de tener el nivel de desarrollo económico, tecnológico y social de que ahora disfrutan y se hubieran sumergido en un completo estancamiento económico, muy similar al de países que padecieron o que padecen aún hoy en día algún tipo de dictadura militar. Si Hitler hubiera ganado la guerra, Alemania habría corrido con la misma suerte que España con el triunfo de la dictadura franquista que sumergió el país en un profundo estancamiento y pobreza por varios años. En España, los latifundistas y el clero financiaron la guerra civil y solo se limitaron a conquistar el poder político sin tener ninguna idea del camino a seguir para mejorar la situación económica del país, a pesar de subyugar y silenciar a la población para someterla a condiciones de trabajo similares o peores al esclavismo. La población trabajadora sufrió hambre, enfermedades e innumerables muertes a causa de la vida miserable padecida durante el franquismo. En España ganar la guerra civil se convirtió más en un capricho militar por parte de la oligarquía en el poder que en un proyecto real de nación. El fascismo se limitó a combatir y asesinar a los comunistas, socialistas y anarquistas, aunque no tuviera ninguna idea de cómo conducir el país una vez ganado el poder. Como si el crecimiento y la obtención de grandes ganancias se garantizara automáticamente por el solo hecho de someter a los trabajadores a condiciones de completa miseria. Para sorpresa de los dictadores en el mundo, no basta con hacer miserable al pueblo para obtener mayor riqueza personal, esta no aumenta automáticamente aun sin haber protestas sociales, como fue el caso de España durante el franquismo. Como ya lo mencionamos, la creación de riqueza no depende del grado de esclavitud a que son sometidos los trabajadores, sino depende de la cantidad de trabajo humano que se invierte para producir, lo cual es muy distinto, pues una cosa es hacer trabajar a una persona y darle lo elemental para sobrevivir y otra cosa es lograr que mayor cantidad de gente trabaje y que su producción sea consumida, ahora de manera sustentable, para garantizar la continuidad y ampliación de generación de riqueza, cosa que no sucede cuando se limita la existencia de los trabajadores a recibir el mínimo indispensable para sobrevivir.

Las ideas de extrema derecha que aún perduran en el mundo se escudan en el nacionalismo, la xenofobia, la intolerancia a lo diferente sin tener de fondo ninguna propuesta alternativa de desarrollo económico, de avance tecnológico o de cualquier otro tipo. No basta con asegurar la absoluta libertad a los capitales esperando aumentar al infinito las ganancias frente a la miseria extrema de los trabajadores, porque ello significa una contradicción en sí misma. Para sostener el crecimiento de la producción y por tanto del ingreso hace falta además asegurar que la riqueza creada sea repartida entre la población para así continuar generando nueva riqueza y desarrollo. Precisamente el no tener un proyecto económico llevó a los fascistas a extender la guerra a toda Europa como único medio para sostener el crecimiento industrial, lo que en el mediano plazo encontró un límite físico insuperable ante la necesidad de sobrevivencia de la misma humanidad.