12. El Estado de bienestar de la segunda posguerra

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José Armando Pineda Osnaya


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12. El Estado de bienestar de la segunda posguerra

Se podría suponer que la consolidación de un nuevo orden mundial en favor de los intereses norteamericanos fue una de las razones principales que explican el acelerado desarrollo económico nunca antes visto en la historia del país, no obstante, las razones de su inusitado auge económico se encuentran más bien en el acelerado crecimiento de su mercado interno, el cual fue consecuencia del aumento de los salarios por encima de los precios que empujó a un inusitado incremento de las inversiones, de la innovación y del desarrollo tecnológico (gráfica 12.1).

Gráfica 12.1. Variación anual de precios al consumidor y salarios promedio por hora en manufacturas, 1929-1959

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Al incrementarse el mercado interno, la industria automotriz experimentó un nuevo auge al igual que la producción de bienes eléctricos y electrodomésticos en general. Esta etapa bien podría caracterizarse como la prosperidad más prolongada jamás alcanzada por el país, con niveles muy cercanos al pleno empleo y estabilidad casi total de precios.

Al concluir la guerra hubo un intento por elevar los precios por encima de los salarios, ello provocó la reacción inmediata de los trabajadores que se fueron al paro laboral. Así, entre finales de 1945 y principios de 1946 tuvo lugar la llamada “Ola de Huelgas” con el mayor número de huelgas en la historia norteamericana. Diferentes sectores productivos, entre ellos la industria automotriz, del acero, la eléctrica y la industria empacadora de alimentos se encontraban simultáneamente en huelga (Kleinberg, 1992: 79). En la primera mitad de 1946, tres millones de trabajadores ya estaban en huelga (Zinn, 2011: 310). El gobierno, protector del espíritu norteamericano decretó varias leyes tratando de evitar u obstaculizar las huelgas, tales como la Taft-Hartley Act (1947) y modificaciones a la National Labour Relations Act de 1935. En los siguientes años, las huelgas disminuyeron sensiblemente, pero no a consecuencia de las leyes represivas sino porque las empresas, con una visión mucho más amplia que la de los políticos, decidieron por su cuenta elevar los salarios a fin de que ninguna huelga imprudente entorpeciera los negocios que se abrían al concluir la guerra (Kleinberg, 1992: 79). Posteriormente los salarios crecieron muy por encima de los precios y ello lejos de perjudicar al país representó su mejor oportunidad para crecer. De 1946 a 1959 los salarios crecieron por encima de los precios, empujando al auge del Estado del bienestar de finales de los cincuentas y los sesenta. El aumento de salarios no provocó inflación ni afectó la rentabilidad de las empresas, como lo supone gran parte de la teoría económica vigente en nuestros días, pero sí favoreció además el avance tecnológico y el crecimiento.

Los norteamericanos son especialmente reacios a realizar reformas a favor de los trabajadores, el país se mantiene con una profunda tradición anticomunista y contra todo aquello que suene a mejoría laboral porque inmediatamente se asocia como un atentado contra el “espíritu americano”. Mientras en otros países se estaban dando incrementos salariales desde antes de terminar la guerra, los Estados Unidos dejaron pasar dos años después de la misma y solo a raíz de la ola de huelgas antes mencionada aceptaron aumentar los salarios (gráfica 12.2).

En el caso de Canadá hubo aumentos salariales más elevados que los norteamericanos, pero ello no se debió a que los empresarios y políticos de ese país hayan sido buenas personas, sucedió que Canadá fue el país que mayor población mandó a la Segunda Guerra Mundial en proporción al número total de habitantes. De aproximadamente 13 millones de habitantes en ese entonces, se enroló en el ejército más de un millón de personas, casi 8% de la población total; a su vez, las mujeres de Canadá participaron en la guerra en una proporción muy parecida a la de los hombres. “En Canadá el número de mujeres trabajadoras creció de 638 000 en 1939, a 1 millón 077 mil en octubre de 1944” (Phillips y Phillips, 2000: 34). Pero desde la primera guerra, la población no había recibido los aumentos salariales que recibieron los trabajadores de otros países excombatientes, el aumento del salario en el país fue una medida que se había aplazado por mucho tiempo (Pineda, 2011).

Gráfica 12.2. Índice de aumento del salario real en los Estados Unidos, Canadá y Suecia, 1939-1954

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Las mujeres norteamericanas igualmente tuvieron una participación muy activa durante la guerra. Se podría decir que su intervención hizo posible el triunfo militar gracias a su colaboración en la producción de equipos y armas. Pero una vez concluida la guerra, las mujeres fueron desplazadas para dar empleo a los excombatientes. Después de la guerra se ocupó a las mujeres en un programa creado especialmente para engendrar bebés, regresándolas a casa a cuidar niños y así no hubo desempleo pese al retorno de las tropas. “Empleadores que habían aplaudido el trabajo de mujeres durante la guerra, ahora acusan el trabajo de las mujeres de incompetente y malas actitudes y las despiden en tasas que son 75% más altas que la de los hombres” (Faludi, 1991: 52). En los Estados Unidos la tasa de desempleo se mantuvo hasta 1956 en alrededor de 3% (Economic Report of the President, 2002).

Durante la guerra norteamerica destinó absolutamente toda la producción de hierro y acero a la producción de armas y equipos, no se elaboró ninguna mercancía para fines civiles que requiriera de estos materiales, por lo que, al terminar la guerra, la población había aplazado gran parte de su consumo y disponía de elevados ahorros, sus autos y bienes electrodomésticos tenían una antigüedad mayor a cinco años y muchos de ellos necesitaban ser inmediatamente reemplazados. La población solo esperaba la aparición de nuevos productos para lanzarse a comprar todo tipo de mercancías en gran escala. La General Motors (gm), para evitar que el próspero negocio que se abría con el consumo aplazado durante la guerra no fuera entorpecido por alguna huelga “imprudente”, ofreció por adelantado un aumento salarial basado en los aumentos esperados de la productividad (aif, por sus siglas en inglés), e introdujo la fórmula del costo de la vida (cola, por sus siglas en inglés), que elevó el salario de acuerdo con el aumento esperado de los precios en el año. Este esquema de aumento del salario se mantuvo hasta 1979 (Kleinberg, 1992: 9). El comportamiento de la gm fue secundado por otras empresas que igualmente pagaron por adelantado con mayores salarios el aumento de la productividad y de los precios, provocando con ello junto al aumento general de salarios un auge sin precedentes de inversiones y cambio tecnológico.

Entre 1950 y 1960 la Unión Americana alcanzó las tasas más altas de producción y empleo con estabilidad de precios jamás conocidas en su historia.1 De 1951 a 1970 el pib per cápita norteamericano aumento 57%, el cual fue mayor que el 50.1% obtenido de 1970 a 1995. En esa época las empresas creían en una nueva prosperidad gracias al ahorro generado y consumo pospuesto durante la guerra, pero se equivocaron por completo, pues en realidad, sin saberlo, al aumentar los salarios provocaron un sustancial aumento de nuevas oportunidades de inversión y de empleo, a la vez que la productividad aumentó al introducir gran cantidad de cambios técnicos que redujeran el uso de mano de obra en la producción y así compensar el aumento de los salarios. El aumento salarial más grande se dio casi inmediatamente después de la guerra. De 1938 a 1944 este aumentó en promedio anual 8.1%, de 1944 a 1949, esta aumentó todavía más en promedio anual 13.4%, posteriormente el salario continuó creciendo pero a tasas más reducidas. De 1938 a 1963 el salario había aumentado 500% (cuadro 12.1).

Cuadro 12.1. Evolución del salario mínimo por hora en los Estados Unidos, 1938-1963

Año

Dólares corrientes por hora

Incremento promedio anual %

1938

0.25

1

1938-1944

0.40

8.1

1944-1949

0.75

13.4

1949-1955

1.00

7.5

1955-1961

1.15

2.4

1961-1963

1.25

4.3

En efecto, el auge económico de los años cincuenta no se debió al hecho de haber satisfecho el consumo aplazado durante la guerra, sino que el aumento de salarios ocurrido inmediatamente después del conflicto obligó a introducir nuevos equipos y máquinas que ampliaron en mucho las compras de las mismas empresas, crearon nuevas necesidades productivas y sobre todo de servicios. No fue el consumo aplazado durante la guerra lo que generó el auge norteamericano de la posguerra, sino más bien el aumento elevado de los salarios ocurridos al terminar la guerra que a su vez ocasionó nuevas inversiones en maquinaria enfocada sobre todo a ahorrar mano de obra en la producción y así poder continuar con la producción pese al aumento constante de los salarios.

De 1948 a 1973 el salario promedio por hora a precios de 1982 aumentó 5.6%, el cual estuvo por encima del aumento de la producción (pib) 3.7%, y de la productividad 2.8%. Por su parte, el costo laboral en el mismo periodo aumentó 2.7%, es decir, los incrementos en la productividad se trasladaron básicamente a cubrir el costo laboral (Anikin y Scapiro, 1988: 25). Al igual que al terminar la primera guerra, el aumento de los salarios en los años cincuenta y sesenta no afectó el empleo, por el contrario lo aumentó y propició un cambio importante en la estructura ocupacional a favor de empleos mejor calificados y de los servicios. De 1959 a 1985, disminuyeron los empleos más tradicionales en la agricultura, minería, construcción, las manufacturas, el transporte, comunicaciones y electricidad, y ganaron importancia trabajos mejor calificados y especializados en el comercio, los servicios y las actividades financieras, entre otros servicios (cuadro 12.2).

Cuadro 12.2. Evolución del empleo por tipo de actividad en los Estados Unidos, 1959-1985

Distribución porcentual

Crecimiento anual %

1959

1985

1969/59

1979/69

1985/79

Total en miles

67 754

109 937

1.9

2.2

1.3

Agricultura

8.5

2.9

–4.2

–0.8

0.9

Minería

0.9

0.6

–2.0

3.5

1.6

Construcción

6.0

5.9

1.1

3

1.2

Manufacturas

25.9

18.2

1.9

0.4

–1.3

Transporte, comunicación y electricidad

6.5

5.2

0.9

1.6

0.6

Comercio

20.6

23.1

2.1

2.9

1.9

Servicios financieros

4.5

6.0

2.7

3.6

2.9

Otros servicios

14.6

23.1

3.3

3.9

4.2

Empleados estatales

12.3

15.0

4.2

2.7

0.4

El cambio de una mayoría de trabajadores de cuello azul por trabajadores de cuello blanco era sin lugar a dudas reflejo del cambio cualitativo que experimentaba el proceso de trabajo. La línea de ensamble continuaba determinando el proceso de trabajo y la intervención de la mano de obra en la producción, pero apareció un nuevo hecho, seguramente motivado por el mayor costo de la mano de obra, que fue la paulatina introducción de procesadores de información y computadoras en la producción que dieron lugar a la aparición de procesos cada vez más automatizados y que permitían un mayor desplazamiento de trabajadores por máquinas.

El efecto de la automatización se dejó sentir en todos los sectores productivos, incluso en la agricultura. En definitiva, cada vez fue más importante la preparación de la mano de obra a nivel técnico y universitarios para poder operar los procesos cada vez más automatizados, ello disminuyó drásticamente los empleos que requerían poca o nula preparación. La participación total de trabajadores de cuello blanco compuesto por profesionales, directores, vendedores y demás prestadores de servicios aumentó su participación en el empleo total de 1948 a 1964, de 36.1 a 44.2%, en tanto que los operarios, obreros y artesanos en general disminuyeron su participación en el empleo total de 40.4 a 36.3% en los mimos años (cuadro 12.3).

Los trabajadores agrícolas disminuyeron su participación en el empleo total, pasando de 1948 a 1964, de 13.3 a 6.3% del total de la fuerza de trabajo empleada. Esto último era reflejo del acelerado avance tecnológico en la agricultura, que a su vez empujaba a los jóvenes del medio rural a no permanecer en ese medio de trabajo y preferir en su lugar seguir una carrera universitaria en busca tanto de un ascenso económico como de un estatus social diferente. La nueva composición laboral que se estaba formando en los Estados Unidos en los años sesenta no era sino consecuencia directa del atractivo ofrecido por el aumento de los salarios, de poder formar parte de la nueva generación de trabajadores calificados y preparados a nivel universitario operarios de la nueva tecnología, que era precisamente donde se encontraban los salarios más altos.

Cuadro 12.3. Porcentaje de distribución de empleados por grupo de mayor ocupación, 1948-1964

1948

1953

1957

1960

1964

Total trabajadores de cuello blanco

36.1

38.2

40.6

43.1

44.2

Profesionales, técnicos y trabajadores similares

6.7

8.8

9.9

11.2

12.2

Directores y propietarios excepto agricultores

10.7

10.4

10.3

10.6

10.6

Sacerdotes y trabajadores similares

12.5

12.9

14.1

14.7

15.2

Vendedores

6.1

6.1

6.3

6.6

6.3

Total trabajadores de cuello azul

40.4

40.4

38.3

36.3

36.3

Artesanos, capataces y trabajadores similares

13.7

13.9

13.3

12.8

12.8

Operarios y trabajadores similares

20.9

20.6

19.3

18.0

18.4

Obreros excluidos agricultores y mineros

5.9

5.9

5.7

5.5

5.2

Total trabajadores en servicios

10.2

11.3

11.7

12.5

13.2

Total trabajadores agrícolas

13.3

10.1

9.3

8.1

6.3

En los años cincuenta, en las manufacturas en particular la producción por trabajador y por hora adquirió un incremento importante, pero en los siguientes años esta descendió, y después de 1965 la productividad empezó a descender aceleradamente lo cual se debió al menor aumento de los salarios de finales de los sesenta, que, de acuerdo con nuestra hipótesis, provocó que los empresarios dejaran de introducir cambios técnicos en la misma medida en que lo hicieron al término de la guerra. Llaman la atención los casos de Japón y Alemania, que siguieron un camino de recuperación completamente diferente al norteamericano, francés, inglés o canadiense. En el periodo de 1965 a 1970 los dos últimos países disminuyeron el ritmo de aumento de la producción por empleado. Después de haber mantenido elevados niveles en los periodos anteriores (cuadro 12.4).

Cuadro 12.4. Crecimiento promedio anual del PIB por trabajador empleado y de la producción por hora en manufacturas, varios países, 1950-1978, porcentajes

Estados Unidos

Canadá

Japón

Alemania

Inglaterra

1950-1955

Producción por trabajador

2.6

3.4

6.4

6.3

2.1

Producción por hora

2.6

4.12

10.3

5.8

1.3

1955-1960

Producción por trabajador

1.42

1.81

6.19

4.53

2.0

Producción por hora

1.26

3.39

7.58

6.09

2.81

1960-1965

Producción por trabajador

2.98

2.83

8.3

4.23

2.3

Producción por hora

4.4

4.4

8.1

5.06

5.82

1965-1970

Producción por trabajador

0.97

1.79

9.91

4.5

2.8

Producción por hora

1.22

4.04

12.3

4.94

3.25

1970-1975

Producción por trabajador

1.04

1.76

4.36

3.61

1.7

Producción por hora

2.46

3.01

3.51

5.3

2.65

1975-1978

Producción por trabajador

1.52

1.58

4.47

3.05

2.4

Producción por hora

2.89

4.42

7.05

4.91

1.16

En el caso inglés el aumento de la productividad descendió en el periodo 1970-1975, mientras que en los mismos años, Japón y Alemania elevaron la producción por empleado en promedio anual 9.9 y 4.5%, respectivamente, manteniendo constante el aumento de la productividad en todos los años analizados.

En Alemania y Japón, al terminar la guerra, la ocupación americana prohibió a las empresas ejercer cualquier tipo de represión contra la organización de los trabajadores y las obligó a atender las demandas laborales, ello ocurrió en franca contradicción a la política que los mismos norteamericanos ejercían en su propio país de aguda represión sindical (Hardach, 1976). Además, una de las características fundamentales de la nueva Constitución alemana emanada en la posguerra fue la no intromisión del gobierno en las negociaciones obrero-patronales. La economía social de mercado implementada en la posguerra en Alemania exigía la negociación directa y sin intervención externa de ningún tipo entre la empresa y los trabajadores, ello llevó a finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta a que los obreros decidieran participar directamente en el consejo de administración de las empresas y con ello impusieran aumentos salariales constantes. Posiblemente los norteamericanos supusieron que esto entorpecería el crecimiento de dichos países, pero para su sorpresa, apenas 15 años después de terminada la guerra, en los años sesenta, Japón y Alemania no solo habían superado la situación de antes de la guerra sino que además competían contra Estados Unidos en la oferta mundial de tecnología, equipos de producción e inversiones internacionales.

Ambos países, al atender las demandas de aumentos de salarios, reprodujeron el esquema de la primera posguerra ya antes descrito. Las empresas se vieron obligadas a innovar a fin de compensar el aumento de salarios, lo cual elevó su grado de desarrollo tecnológico y amplió sus posibilidades de inversión.

De 1950 a 1978 Japón tuvo el aumento más acelerado de la producción por hora en manufacturas, seguido de Alemania. En 1950 los países militarmente ganadores de la guerra, los Estados Unidos, Canadá e Inglaterra tenían un nivel de producción por hora en manufacturas superior a los países militarmente perdedores: Japón y Alemania, pero después de la segunda mitad de los años sesenta esta relación se invirtió; los países perdedores de la guerra ya arrojaron niveles de productividad muy superiores a los ganadores (gráfica 12.3).

Los años cincuenta y sesenta fueron para los Estados Unidos los mejores momentos de crecimiento y estabilidad de precios con niveles muy cercanos al pleno empleo, causado todo ello porque en el periodo no se interrumpió el aumento de los salarios, el cual creció incluso por encima de cualquier otra variable económica. Para los Estados Unidos ideológicamente era muy importante esta etapa para contrarrestar el avance del socialismo en varias partes del planeta. La guerra de Corea (1951-1955) exigió la intervención norteamericana directa, posteriormente se asentó en 1959 el triunfo del socialismo en América Latina con la Revolución cubana. Era por tanto muy importante mostrarle al pueblo norteamericano que podía alcanzar un elevado nivel de vida sin escuchar las voces del socialismo, además que el bienestar norteamericano era una carta importante de apoyo de la sociedad para justificar las intervenciones del Tío Sam en el extranjero, que exigían constantes sacrificios humanos.

Gráfica 12.3. Índice de producción por hora en manufacturas, 1950-1978, 1967=100

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En las dos décadas mencionadas los aumentos de productividad se canalizaron a cubrir el aumento del costo laboral causado por los mayores salarios (Keeran, 1980) (gráfica 12.4).

Gráfica 12.4. Incremento porcentual promedio anual del producto interno, la productividad, los salarios por hora y del costo laboral en los Estados Unidos, 1948-1973, a precios de 1982

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En los nueve años de 1945 a 1954 el salario por hora norteamericano en la industria manufacturera aumentó 200%. Si consideramos el aumento de salarios en las manufacturas desde principios de la guerra, en 1939, hasta 1954, estos aumentaron 284%; le siguió en menor medida el aumento de salarios en la construcción y la agricultura, donde en el mismo periodo estos apenas y crecieron al 100%. Desde entonces la producción agropecuaria norteamericana se ha nutrido del trabajo barato de inmigrantes ilegalmente permitidos, lo que le ha permitido mantener bajos los precios sobre todo de frutas, hortalizas y en el sector de la construcción. No así la producción de granos básicos, que es realizada por grandes empresas con poco trabajo barato ilegal pero que recibe grandes cantidades de subsidios para mantener relativamente bajos los precios. Todavía en nuestros días gran parte de la población y la política conservadora del país continúa criminalizando y cazando a los trabajadores indocumentados, no obstante, ninguno o pocos norteamericanos se detienen a pensar que las naranjas, jitomates y demás productos cultivados en suelo americano que son consumidos a relativamente bajos precios están manchados de la sangre de miles de indocumentados que mueren intentando llegar al país para tratar de mejorar muy poco las precarias condiciones de vida prevalecientes en sus lugares de origen (gráfica 12.5).

Gráfica 12.5. Estados Unidos. Evolución del salario nominal por hora de trabajadores de las manufacturas, la construcción y la agricultura, en dólares americanos corrientes, 1929-1954

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Hasta los años sesenta, la mayoría de las empresas otorgó salarios muy por encima del mínimo establecido a nivel federal. En casos como en la industria minera del carbón, el margen de salarios otorgado superó en más de 250% al salario mínimo establecido; magnitudes casi similares otorgaron otras industrias como la de la construcción, la automotriz y la industria siderúrgica, entre otras.

Las empresas no necesariamente acataron la orden federal de cubrir un salario mínimo, sino que por su cuenta establecieron márgenes mucho más elevados porque sabían que ello, aparte de traducirse en mayor demanda, significaba poder contratar trabajadores mucho mejor calificados que estuvieran a la altura de las frecuentes innovaciones que la industria en su conjunto estaba realizando para operar con salarios cada vez más altos (gráfica 12.6).

Gráfica 12.6. Margen de salarios ofrecidos por diferentes industrias en relación con el salario mínimo, 1950-1964

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Un efecto importante relativamente poco discutido de las condiciones laborales se refiere a la jornada laboral. Después de 1948 hasta 1958 se aprecia una reducción importante de la jornada laboral de 40 horas a la semana a 38.5 horas promedio, posteriormente se mantiene constante la jornada promedio para iniciar en 1965 un nuevo descenso de la misma, de 38.8 horas a la semana, hasta terminar en 2009 con 33.3 horas de trabajo a la semana. A partir del último año se inició un nuevo incremento de la jornada laboral, llegando en 2015 a 34.5 horas de trabajo a la semana. Existe una gran diferencia en la reducción de la jornada laboral de los años sesenta y ochenta y el reciente incremento de la misma. En los años sesenta el sistema alcanzó el nivel más bajo de desempleo, la disminución de la jornada era una forma posiblemente de pagar el aumento del costo del trabajo. En los años ochenta se introduce el outsourcing o subcontratación, provocando una disminución del empleo que trajo menores salarios junto con el aumento de la inestabilidad laboral. Entonces la disminución de la jornada laboral en los años más recientes fue resultado del aumento del desempleo, en tanto la disminución de los años sesenta había sido consecuencia del menor desempleo. El aumento de la jornada laboral a partir de 2009 entonces se explica como un deterioro de las condiciones de trabajo. Ante el menor salario e inestabilidad laboral la gente está dispuesta a aumentar la jornada de trabajo como forma de elevar el salario (gráfica 12.7).

El avance tecnológico logrado en los años sesenta a raíz del aumento de los salarios sembró el desarrollo que actualmente disfruta el sistema al crear las condiciones materiales necesarias para que la industria iniciara la automatización de los procesos de producción e introdujera con ello de manera creciente el uso de computadoras o de máquinas procesadoras de información. Hoy en día, Dale, Mun y Kevin (2005) comprueban el efecto del uso de computadoras en la industria. Identifican “17 industrias usuarias de Tecnologías de Información (ti) y 23 industrias carentes de ti, y demuestran cómo los dos primeros tipos, las productoras y las usuarias de ti, tienen un papel desproporcionado en el resurgimiento del crecimiento americano. Estas industrias representan solo el treinta por ciento del pib de Estados Unidos, pero, sin embargo, son responsables del cincuenta por ciento de la aceleración del crecimiento económico. Según el estudio, las diferencias en la importancia relativa de las industrias productoras de ti en otros países del G7 han contribuido a crear grandes desigualdades en el impacto de las ti en el crecimiento económico”.

Gráfica 12.7. Evolución de las horas promedio trabajadas en la semana en la industria privada no agrícola, 1948-2015

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La segunda posguerra, como se mencionó, fue la época de mayor prosperidad jamás alcanzada por la economía norteamericana en tiempos de paz y parece ser que no dejó ninguna buena enseñanza, no tanto para repetir el experimento, sino más bien para comprender la necesidad de repartir la riqueza generada a través de elevar el salario y reducir la jornada laborar, para con ello generar condiciones propicias que impulsen el crecimiento de la producción y el empleo con estabilidad de precios.