Conclusiones
La industrialización de los Estados Unidos fue posible gracias a la suma de diversos factores, en primer lugar, la migración de millones de personas que en su mayoría escapaban de una pobreza extrema en Europa, entre las que además había artesanos, técnicos, emprendedores que realizaron en suelo americano lo mismo que hacían en su país de origen, impulsando así una gran cantidad de actividades productivas y de servicios; en segundo lugar la expansión de su territorio hacia países vecinos jugó el mismo papel que las colonias de ultramar jugaron para la expansión del imperio inglés, francés y otros países que, a través de su expansión territorial, impulsaron su propia industria, minera, de acero, armas, ferrocarriles, barcos y textiles dirigida principalmente al suministro de pertrechos para el ejército. La expansión del sistema bancario proporcionó la liquidez monetaria suficiente para hacer crecer la inversión que acompañaba las campañas militares de colonización; en tercer lugar, la industrialización no hubiera sido posible sin la férrea intervención del Estado, que impulsó un agresivo proyecto imperialista de invasión y posesión de colonias en apoyo a la creación de grandes fortunas, algunas de las cuales aún en nuestros días continúan decidiendo el destino de la humanidad. El Estado promovió el crecimiento y la acumulación de riqueza a través de inventar guerras contra las naciones originarias del suelo americano, contra naciones vecinas y de ultramar, promovió la construcción de infraestructura interna en canales, caminos y el ferrocarril, que finalmente atravesó todo el país. La construcción de un Estado fuerte fue fundamental para consolidar el proyecto de nación, a diferencia de lo ocurrido en casi toda América Latina. En México, por ejemplo, la Iglesia, dueña de gran parte del territorio, provocó una lucha por la posesión de tierras desde la época de la Independencia hasta finales del siglo xix. Dicha lucha dificultó formar un Estado fuerte militarmente que impusiera un proyecto único de nación, por el contrario, las constantes guerras entre grupos facilitaron la intervención extranjera, y cuando a finales del siglo xix se logró cierta pacificación, la única alternativa para elevar la producción nacional y los ingresos del Estado fue invitar al capital exterior —francés e inglés en su mayor parte— para instalar en el país lo que la burguesía local no podía hacer, como fueron el primer banco (Banco de Londres), la expansión de las líneas de ferrocarril y de diversas industrias como la textil, entre otras actividades económicas.
Al concluir la Segunda Guerra Mundial y ante la devastación económica, política y social de Europa, los Estados Unidos quedaron como único país no deteriorado físicamente por la guerra y con la suficiente capacidad económica para imponer su hegemonía mundial dirigiendo no solo la reconstrucción europea, sino gran parte del destino económico, político, cultural e ideológico de la humanidad; para ello, Norteamérica creó instituciones financieras internacionales que promovieron el financiamiento del comercio y la reconstrucción europea, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, crearon el Acuerdo General de Aranceles y Comercio (gatt), ahora Organización Mundial de Comercio (omc), las Naciones Unidas y el Sistema Monetario Internacional de Breton Woods, entre otras instituciones que posesionaron al dólar americano como moneda internacional. Gran parte del andamiaje institucional fue pagada con emisión monetaria en franca contradicción con la supuesta equidad que garantizaría la estabilidad de la paridad oro-dólar. Así se consolidó finalmente en el mundo el poder productivo, comercial, financiero y monetario norteamericano. El Estado de bienestar consolidado después de la Segunda Guerra Mundial, llegó a su fin, en parte por errores de política económica norteamericana al lograr por un lado en el mercado interno casi pleno empleo entre los años cincuenta y sesenta, mientras a la vez sostuvieron prolongadas y costosas guerras en ultramar, como fueron la Guerra de Corea y la de Vietnam, de las cuales salieron derrotados con elevados déficits presupuestales que presionaron por el aumento de precios haciendo estallar la ola inflacionaria de inicios de los años setenta. Por otro lado, el modelo solo permitía el crecimiento económico a costa de incrementar la producción manufacturera, lo cual ya era un problema por la contaminación y los excesos de consumismo, por lo que fue necesario implementar otro modelo económico capaz de elevar las ganancias sin tener necesariamente que elevar la producción de manufacturas, para lo cual el neoliberalismo ofrecía las mejores posibilidades.
La decadencia del imperio norteamericano se inició con la introducción de las políticas neoliberales cuyos propósitos fueron, entre otros, debilitar económica y políticamente a los competidores de los Estados Unidos, crear nuevos espacios de inversión financiera independientes de la producción material y, sobre todo, reducir el salario real en perjuicio del nivel de vida de la población y a favor del aumento de las ganancias. La reducción de los costos laborales fue un soborno que anuló la oposición de los empresarios no financieros a la imposición del neoliberalismo, que tenían que soportar aumentos en las tasas de interés, la disminución del poder de consumo de la sociedad y la aniquilación de gran cantidad de actividades productivas cuya oferta pasaría a ser provista por el mercado mundial. El aumento de la miseria humana provocada en la nueva etapa neoliberal obligaría a grandes masas perjudicadas de países pobres a migrar hacia el exterior, incorporarse a las fuerzas armadas y a la policía, que ofrecerían mejores opciones de vida, tal y como había sido hasta la Primera Guerra Mundial. Pero si bien aumentaron las ganancias al reducir el costo laboral y se expandió la inversión financiera, rápidamente la economía mundial profundizó su dependencia con respecto al sector financiero, cuya expansión depende del creciente endeudamiento público como el principal cliente de dicho sector, no obstante, ello ha llevado a varios gobiernos de países ricos y pobres al borde de la bancarrota fiscal.
A raíz de imponer el neoliberalismo en el mundo, los Estados Unidos crearon una contradicción insalvable que se volvió en su contra. Por un lado, enfrentan un estancamiento productivo con inflación, pero por otro, reciben del exterior el mayor cobro de intereses y utilidades del resto del mundo jamás visto en su historia y han elevado el déficit comercial, del gobierno y la deuda pública a niveles sin precedentes. Es decir, reciben el mayor nivel de ingresos del exterior reflejado en el ingreso primario de la balanza de cuenta corriente y en el elevado nivel de déficit público y de deuda del Estado, pero ello no se refleja en mayor crecimiento y estabilidad de precios, sino que, por el contrario, se acompaña de cada vez menor crecimiento y mayores precios. Los últimos aumentos de la tasa de interés deberían de traducirse en menores precios, sin embargo, sucede todo lo contrario. La razón de ello es siguiendo las ideas neoliberales, porque desde finales de los años setenta y principios de los ochenta se impuso una tasa de interés mayor a la inflación que simultáneamente elevó el déficit y la deuda del Estado. El déficit público de año con año acumuló una deuda cada vez mayor, provocando que, a la fecha, aproximadamente la mitad de déficit correspondiera solo al pago de intereses, absorbiendo por tanto una parte cada vez mayor del presupuesto público e impidiendo que este se traduzca en mayor producción interna. Adicionalmente el neoliberalismo intentó elevar las ganancias del sector financiero, el cual como sector apenas y rebasa 20% del pib, en tanto que el resto de la economía se mantiene en una cada vez mayor depresión con inflación y elevada deuda pública. Mientras los Estados Unidos no aumenten el salario y disminuyan la jornada laboral no será posible ampliar las inversiones hacia otros sectores diferentes a la estancada industria manufacturera, como serían en los servicios de educación, salud, recreación y cultura, principalmente. No es posible reactivar el crecimiento a través del aumento de la producción industrial el colapso ecológico en que se encuentra la humanidad y porque cualquier pequeño aumento de la producción requiere de incrementos más que proporcionales del ingreso y del consumo de la sociedad, lo que tampoco es viable. La única alternativa es ampliar el crecimiento del sector servicios, lo cual solo puede suceder si se eleva el ingreso y el tiempo libre de la población, lo que implicaría elevar los salarios y reducir la jornada laboral de ocho a cuatro horas de trabajo al día.
Respecto a la deuda del Estado norteamericano, esta obedece principalmente al aumento del déficit público; gran parte de dicha deuda está en manos extranjeras, la que de reclamarse o venderse podría inundar el mercado mundial de dólares, provocando su devaluación. Al respecto, las opciones para el Tío Sam serían: una, continuar como hasta ahora y esperar la progresiva pérdida de valor del dólar, lo que llevaría a su eventual desplazamiento como moneda hegemónica mundial. Una segunda alternativa es elevar los salarios y reducir la jornada laboral a fin de abrir espacios a inversiones amigables con el medio ambiente. Otra posibilidad que se impone por sí sola es no obstruir el crecimiento del mercado mundial, lo que está llevando a compartir la hegemonía mundial con China, Europa y Rusia, principalmente, además de soltar la rienda del crecimiento de los vecinos del sur.
En la globalización aumentaron sin precedentes las ganancias, la movilidad de capitales entre países, la deuda de un gran número de gobiernos y la concentración del ingreso alcanzó niveles similares a los de finales del siglo xix. En cambio, disminuyó el empleo, el ingreso real, la inversión, la producción, desencadenando la inflación con grandes desplazamientos de gente por motivos económicos, políticos, guerras u otras razones. El gobierno en su calidad de “pagador en última instancia” se convirtió en la principal fuente de enriquecimiento de inversionistas financieros y especuladores. El aumento desproporcional de la deuda pública elevó las ganancias del sector financiero; sin la deuda pública no se explica el auge del mercado de valores y en general del sector financiero. Pero la deuda estatal no es infinita y rápidamente encontró límites que le impiden avanzar más por ese camino.
Barack Obama inició un cambio de modelo económico a través del rescate de empresas, aumento de programas de salud y fortaleciendo el mercado interno como motor de crecimiento, iniciando así cierto alejamiento del mercado externo. El siguiente presidente, Donald Trump, a pesar de ser del partido opositor dio continuidad al mismo proceso, con un abierto discurso en torno a volver los ojos a Norteamérica: “volver a hacer grande a América”, cerrar las fronteras a todos aquellos países que se benefician del comercio con los Estados Unidos, iniciar una guerra tanto ideológica como comercial contra los países con los que se tiene mayor déficit comercial, fabricar adversarios como es Corea del Norte e incluso la Unión Europea y desencadenar movimientos racistas y xenofóbicos internos. Trump no utilizó la propaganda a favor de la globalización como la usaron otros gobiernos. Su gobierno no enfatizó las virtudes del comercio exterior y de la globalización, aunque tampoco declaró cambiar el modelo, trató de reducir la migración hacia suelo norteamericano, combatir el narcotráfico y reducir el déficit comercial de los Estados Unidos con otros países. El último presidente, John Biden, elevó el gasto público en infraestructura, telecomunicaciones y protección del medio ambiente, lo que implica separarse de la política neoliberal seguida por más de 40 años.
Norteamérica no hace mucho por controlar el consumo doméstico de drogas y el lavado de dinero, a la vez que se abren presupuestos millonarios para pagar en el exterior el combate al narcotráfico y al terrorismo. Este mismo modelo de elevar el gasto externo y descuidar el mercado interno ya existía desde los inicios del capitalismo en el siglo xvii y fue el mismo que llevó a la humanidad a la Primera Guerra Mundial. Hoy en día existe una situación similar en la que el sistema no encuentra alternativas para crecer que no sea el militarismo, la guerra, la delincuencia y el terrorismo mundial. Para evitar volver a caer en la miseria y estancamiento económico que caracterizó la economía mundial a finales del siglo xix y principios del xx y que hizo posible el triunfo del socialismo, la sociedad debe de encontrar un crecimiento mucho más equitativo y completamente sustentable.
En 1994, al iniciar el Tratado de Libre Comercio con América del Norte, México retiró todo tipo de apoyos a la producción agropecuaria provocando el éxodo de millones de gentes del campo hacia los Estados Unidos, mismos que provocaron la caída de los salarios sobre todo en la parte sur del país. Ahora el Tío Sam no tiene más interés en continuar con la misma política y pretende expulsar a la mayor cantidad posible de trabajadores ilegales, pero al éxodo mexicano se suman además miles de migrantes centroamericanos y venezolanos.
El retorno al mercado interno como motor del crecimiento apoyado en el gasto público solo tendrá un efecto temporal; para que el mercado interno impacte favorablemente al crecimiento este se tendría que apoyar no en el gasto público sino en el aumento del salario y en la reducción de la jornada laboral.
En los últimos años la inversión extranjera directa y de cartera ha sido la actividad de mayor dinamismo, no obstante, esta llegó a un límite insuperable; la primera presenta aumentos cada vez más lentos en tanto que la segunda no tiene muchas opciones de crecer fuera del endeudamiento público, el cual igualmente, dado su elevado nivel, no puede aportar grandes incrementos. El resto de las actividades económicas son mucho menos dinámicas debido posiblemente al estancamiento del mercado mundial. La ganancia proveniente del endeudamiento público impide al sistema utilizar las mismas ganancias para generar nuevas inversiones fuera de la compra de nuevos títulos de deuda pública. Por lo mismo la ganancia ha dejado de ser la semilla que hace florecer nuevas inversiones y se convierte en fruto de especulación y derroche financiero y monetario al no reinvertirse, sino destinarse principalmente a financiar la deuda estatal vencida. Las nuevas deudas del Estado se generan no por invertir en infraestructura o servicios, sino solo para pagar la deuda vencida más sus intereses, elevando con ello la deuda a niveles nunca antes vistos, mientras la economía se mantiene estancada. Las necesidades esenciales de salud y educación de la sociedad son privatizadas, pero la inversión en dichas actividades es limitada y más bien las encarece, haciéndolas prohibitivas para el grueso de la población. La producción depende fundamentalmente del trabajo a destajo mal pagado, por tanto, disminuyendo el mercado doméstico al reducir el salario. En suma, la globalización terminó por estancar la inversión, el consumo, la producción, elevó el desempleo, disminuyó el ingreso, generó la crisis fiscal y financiera del Estado, además de crear un excedente cada vez mayor de ganancias cuya única opción para volver a generar ganancias es invertir en bonos de deuda del gobierno.
El sistema monetario internacional enfrenta fuertes remolinos, por un lado, Europa, China, Rusia junto con países exportadores de petróleo y otros están dejando de usar el dólar como medio de reserva y en sus operaciones internacionales, no obstante, hasta el momento, solo el dólar ofrece la suficiente liquidez mundial para garantizar la realización de las operaciones económicas mundiales, lo que se logró en gran parte gracias a la expansión norteamericana basada en la emisión monetaria que ha financiado las guerras, la inversión extranjera, el déficit comercial norteamericano, los préstamos internacionales y otras operaciones más, que arrojaron al mercado mundial una abundante liquidez de dólares, por lo que pese a que gran parte de las operaciones económicas internacionales se realizan en monedas diferentes al dólar, ello no significa necesariamente que el dólar sea desplazado del mercado mundial.
La mejor alternativa no solo para los Estados Unidos, sino para la humanidad en su conjunto, es convertir al sector de los servicios en el motor del crecimiento del sistema, lo que implica subordinar el ritmo de crecimiento de la industria y la agricultura al ritmo de los servicios y no al revés, como ocurrió cuando la industria determinaba el ritmo de expansión del resto de las actividades. Ahora los servicios financieros aportan la mayor parte del valor de los servicios no obstante, es necesario elevar la participación de otro tipo de servicios como la educación, la salud, el esparcimiento, la cultura, entre otros, para convertir al sector en el motor de crecimiento del sistema en su conjunto. El error de la política norteamericana actual es tratar de impulsar el crecimiento de manufacturas basado en la producción de automóviles, armas, construcción, minería y petróleo, entre otras actividades. Para ello el actual gobierno ha impuesto aranceles a las importaciones, ha intentado atraer empresas nacionales ubicadas en el extranjero, ha tratado de elevar el empleo expulsando trabajadores ilegales, ha fomentado guerras en el exterior para mantener elevadas sus ventas de armas y recientemente elevar el gasto interno del gobierno. El error de esta política es que la producción de mercancías satura fácilmente cualquier mercado y no hay forma de elevar el consumo, a no ser que se eleve el gasto de gobierno y los salarios. Con la tecnología existente cualquier aumento de producción satura con facilidad cualquier aumento de mercado. La alternativa para revertir la tendencia hacia el estancamiento con inflación y salvar al planeta del desastre ecológico es abrir nuevas perspectivas de inversión en actividades no contaminantes, sustentables y altamente rentables, y la única posibilidad de lograr lo anterior es ampliar las opciones de inversión en los servicios, pero para ello se requiere acrecentar el acceso a los mismos ofreciendo a la población mayor tiempo libre a través de reducir la jornada laboral de ocho a cuatro horas y elevar los salarios, a la vez que permitir al Estado invertir en servicios a fin de ofrecer bajos precios, elevada calidad y amplia cobertura. El financiamiento de este nuevo modelo de crecimiento debe provenir de la emisión monetaria y no del crédito privado. Ello no le restará mercado al capital privado, por el contrario, le abrirá muevas opciones de inversión, pues el Estado no abandona su carácter asistencial —de calidad—, mientras el capital privado tiene la oportunidad de invertir en los servicios de consumo masivo, como son el esparcimiento, la recreación, la cultura y parte de la educación, además de otros.
El salario ejerce tres funciones esenciales sobre la economía, primero, como la teoría económica lo interpreta en general, es un costo para la empresa; en segundo lugar, determina el tipo de tecnología a emplear en la producción porque el aumento de los salarios obliga a elevar la tecnificación de la empresa para poder funcionar con salarios más altos, y tercero, es parte importante del nivel de consumo. Los beneficios arrojados por los dos últimos aspectos superan en mucho el costo de elevar el salario. Salarios más altos obligan a los empresarios a innovar tratando de desplazar mano de obra por equipos más sofisticados, lo que eleva la demanda de máquinas, de equipos y servicios ligados a la demanda de nuevos equipos, aumenta la productividad y la generación de valor agregado y de ganancias. El uso de más máquinas que mano de obra irónicamente no eleva el desempleo, por el contrario, lo disminuye porque la empresa crece su tamaño al emplear nuevos equipos, lo que se traduce en mayor demanda de trabajadores. solo se reclasifican los empleos: el trabajo simple se convierte en trabajo complejo y de eficiencia, derivado del uso de nuevas tecnologías; aumenta a la vez la demanda de servicios administrativos, logísticos y de manejo al interior de la misma empresa, así como también se eleva la demanda de mano de obra en las nuevas industrias que producen las máquinas y los servicios que acompañan al aumento de la producción. Al aumentar el salario simultáneamente crece la producción, la inversión, el desarrollo tecnológico, las ganancias y el empleo. Por el contrario, al bajar el salario, el sistema se estanca disminuyendo las ganancias y el empleo.
La teoría económica dominante no ofrece una solución viable al actual estancamiento económico con inflación, y ello se debe al error de interpretación del papel del dinero, del Estado y de los salarios. No concibe que la generación de riqueza y el crecimiento dependen no de reducir el salario sino de elevarlo y que la emisión de papel moneda, el crédito y el Estado son instrumentos fundamentales para ayudar al crecimiento del sistema. El nacimiento del capitalismo solo fue posible gracias a la formación del moderno Estado burgués y a la emisión de papeles usados como moneda, bonos y todo tipo de valores. Y cuando los salarios aumentaron por encima de la productividad y la inflación, el capitalismo alcanzó su máximo nivel de desarrollo económico y social.
Es un error atribuir la inflación a la emisión monetaria porque es mínima la oferta de dinero proveniente del Banco Central comparada con la mayor parte de la oferta monetaria proveniente del crédito privado; este más bien es un argumento para justificar el financiamiento del déficit público con crédito privado y no con emisión monetaria del propio Estado. La emisión monetaria en manos del Estado le evitaría tener deuda con los bancos privados y le permitiría impulsar proyectos de desarrollo y atender la asistencia social sin causar inflación. El argumento de no emitir dinero para financiar el déficit público pretende favorecer lucrativos negocios a costa de elevar la deuda del Estado. La emisión de dinero no solo se da en billetes y monedas, la mayor parte se produce de manera electrónica. El papel moneda fue el gran invento gracias al cual el capitalismo derrotó al feudalismo e hizo posible la acumulación de grandes fortunas entre los siglos xv al xix, cuando escasamente 50 años atrás Europa padecía la muerte de millones de personas por hambre, enfermedades y guerras.
No es posible suponer ninguna sociedad sin algún tipo de gobierno que organice y dirija el desarrollo de la misma sociedad, el problema no es decidir entre intervención o no del Estado, sino la dirección que este debe darle al desarrollo económico, que puede por un lado favorecer el aumento sin límite de ganancias a costa de acentuar la pobreza y el calentamiento global como lo está haciendo actualmente el neoliberalismo, o por otro lado puede impulsar un desarrollo más equitativo y rescatar al planeta. La globalización entregó el Estado al capital privado que lo utiliza para elevar las ganancias sin límite a costa de aumentar la pobreza y amenazar la vida del planeta.
Este trabajo no pretende generar una mejor receta económica, sino que tiene el propósito de enriquecer la interpretación de los problemas y obtener mejores resultados de las propuestas de solución para frenar el estancamiento, la inflación y el deterioro del planeta.
Finalmente, al imponer los Estados Unidos la globalización en el mundo en los años ochenta, no imaginaron que, en el afán de abaratar el costo de la mano de obra y elevar las ganancias, terminarían por regalar a China la hegemonía mundial, a la vez que ellos mismos se sumergirían en una creciente inflación con estancamiento y terminarían por crear un nuevo orden internacional en el que los mismos Estados Unidos serían desplazados del poder económico y político internacional. Sin los capitales y la tecnología norteamericana, los chinos no hubieran tenido posibilidades de conquistar el mercado mundial, ni hubieran alcanzado el nivel de riqueza y de desarrollo tecnológico que ahora tienen. De no haber sido por las inversiones norteamericanas seguidas por otras de origen europeo y japonés, y la estrategia estatal, China continuaría siendo ahora un país mayoritariamente agrícola, atrasado y sumamente pobre. No fue el libre mercado o la libre competencia la responsable de acelerar el crecimiento chino, sino la “economía de Estado” o el “socialismo de mercado”, como se quiera llamar, el que no aceptó la entrada incondicional de capitales externos y le impuso condiciones en favor del desarrollo del país, como fueron, entre otras, la obligación de abastecerse con productos nacionales. Ello obligó al capital externo a transferir tecnología y conocimiento a empresas chinas para que estas produjeran con las condiciones mínimas de calidad, costo y especificaciones de las fracciones de la producción integradas al mercado mundial. El Estado diseñó una política de agresiva conquista del mercado mundial. Mientras Occidente reducía el salario en el mundo para elevar la competitividad y las ganancias, los chinos se dedicaron a abastecer el consumo de los trabajadores con productos de mala calidad, pero accesibles para la población mundial. El Estado conservó el control de la emisión monetaria y de los bancos nacionales, es dueño de los cuatro bancos más grandes del mundo. En contraste están los países fieles al libre mercado, a la menor intervención del Estado, a la autonomía del Banco Central y la apertura indiscriminada al mercado externo y la entrada de capitales externos sin restricción, como sucedió por ejemplo en México, que elevó sus exportaciones y recibió grandes montos de inversiones extranjeras sin imponerles restricción o condición alguna a favor del desarrollo nacional, pero la producción, la inversión y el empleo se mantuvieron profundamente estancados. México firmó un tratado de libre comercio con América del Norte que arrojó más beneficios a Norteamérica que al mismo país. De este último casi solo se aprovecha la mano de obra, el agua y la energía barata; ni siquiera se cobran impuestos a las empresas norteamericanas.
La actual crisis es resultado de la terminación del dominio de los metales, los cuales no desaparecen sino más bien se relegan como medio de generación y acumulación de ganancias, para dar lugar a una nueva etapa de desarrollo de la humanidad basada en el desarrollo de nuevas tecnologías virtuales, de nanotecnología y transmisión de todo tipo de información, basadas en nuevas fuentes de energía renovables. El cambio tecnológico, no obstante, está limitado al consumo de pequeños grupos sociales de elevados ingresos. El cambio técnico será el motor de desarrollo de una nueva era de crecimiento cuando ocurran las transformaciones sociales necesarias que amplíen el mercado para la producción y consumo masivo de las nuevas tecnologías, para lo cual se requiere elevar el salario y reducir la jornada laboral para que el grueso de la población disponga del ingreso suficiente y el tiempo libre para consumir los servicios que ofrecerían las nuevas tecnologías, muchas de ellas de carácter virtual.