16. Aumento de salarios versus déficit público

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José Armando Pineda Osnaya


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16. Aumento de salarios versus déficit público

La privatización de los servicios públicos no disminuyó el gasto del gobierno, mucho menos su déficit, no atrajo mayores inversiones, por el contrario, la economía se contrajo y aumentó la deuda estatal. La teoría económica quedó atrapada en una polémica entre dos modelos teóricos aparentemente contradictorios entre sí. Por un lado, están los que se podrían llamar los estatistas o heterodoxos apoyados en ideas de corte neokeynesiano que privilegian la intervención del Estado en la economía para impulsar el crecimiento, y por otro lado están los neoliberales u ortodoxos, que apoyan la idea de que las fuerzas del libre mercado sin intervención del Estado son la mejor garantía para crecer con estabilidad y con el aprovechamiento pleno de los recursos. En los hechos ambas doctrinas operan simultáneamente, aunque de diferente manera e intensidad. El capitalismo no puede existir sin la intervención del Estado, nada más que este ha intervenido de diferentes maneras según ha sido el momento histórico del capitalismo. La globalización transformó al capitalismo y de igual manera transformó la forma de intervención del Estado. Suponer que el capitalismo no se transformó con la globalización equivale tanto como aniquilarlo teóricamente. Si suponemos que la globalización es un nuevo estado de desarrollo del capitalismo, entonces de igual manera la forma de intervención del Estado se transformó en función de las nuevas necesidades del capitalismo globalizado. Como ejemplo de lo anterior en la actual economía globalizada que pregona la no intervención del Estado, este tiene una deuda en proporción al pib similar a la que tenía en la Segunda Guerra Mundial de plena intervención estatal; el capitalismo en la era de la apertura comercial no puede sobrevivir sin la deuda del Estado, por lo que la polémica entre estatistas y neoliberales no tiene ningún sentido.

El déficit público en la historia norteamericana, a diferencia de lo que con frecuencia se ha pensado, no ha jugado un papel tan decisivo en comparación con el salario para impulsar el crecimiento. Cabe aclarar que en la época de mayor prosperidad económica de la Unión Americana, el Estado realizó grandes inversiones sin que ello le causara un elevado déficit, gracias al aumento constante del ingreso de la sociedad que le permitió aportar crecientes impuestos que solventaron el aumento del gasto público y evitó la aparición de un elevado déficit gubernamental. En la Guerra Civil del siglo xix, al igual que en la Primera y Segunda Guerra Mundial y otras guerras como la de Corea y Vietnam, el gasto público se elevó de manera exorbitante, alcanzando con ello el momento económico más brillante del país. En la era de la globalización, pese a la privatización de gran parte de los servicios públicos, el gasto y el déficit del gobierno pasaron a ser más altos que en épocas anteriores, pero con un pobre desempeño económico nada comparable con los peores niveles de crecimiento de antes de la globalización. Después del elevado crecimiento experimentado en las dos guerras mundiales, el crecimiento más intenso se alcanzó en los llamados dorados veinte, y en el Estado del bienestar de los cincuenta y sesenta; en dichos años el dinamismo económico dependió del crecimiento del salario y del mercado doméstico.

La caída del salario real en el mundo deprimió la capacidad de compra del mercado mundial, que paradójicamente se trató de ser compensada con una mayor intervención del Estado, nada más que ahora la intervención del Estado es diferente a la forma en que se dio en los años cincuenta y sesenta cuando este participaba como proveedor de bienes y servicios esenciales para el desarrollo y la generación de empleos. En los ochenta, con el inicio del neoliberalismo, el Estado empezó a ceder al capital privado áreas de inversión reservadas hasta entonces para sí mismo, como agua potable, vigilancia, seguridad en aeropuertos, tráfico aéreo, distribución de energía, transporte público, educación, salud y otras áreas de interés general (Stein, 1994). Pero actualmente el Estado continúa pagando por los bienes y servicios que anteriormente él mismo producía; privatizó una amplia cantidad de actividades entregando a monopolios privados el control de gran cantidad de áreas de interés público antes mencionadas. Con ello el capital privado controló el monopolio que antes tenía el Estado, y su principal cliente pasó a ser el mismo gobierno. En la globalización, el Estado no dejó de gastar, solo dejó de invertir, continuó financiando los programas sociales, asistenciales y de servicios que con anterioridad había realizado, nada más que estos fueron pagados al capital privado. Por ejemplo, el Estado dejó de proporcionar los servicios para ayudar a desempleados a encontrar un nuevo empleo a través de adquirir una nueva capacitación o adecuación al mercado laboral, pero el Estado tuvo que pagar el curso a los desempleados, por tanto, no dejó de gastar, y además se contrataron empresas privadas que a su vez subcontratan a otras para realizar el servicio que debería ser público. El Estado dejó de invertir en la realización de tales servicios, pero paga el servicio a empresas privadas, así el gasto del Estado no disminuye, solo se transfiere al capital privado. En esencia, el servicio debería de seguir siendo el mismo y el gasto del gobierno posiblemente sea el mismo o hasta mayor, lo único que cambia es que los servicios son proporcionados por empresas privadas que encuentran un nuevo nicho de ganancias pagado por el gobierno, con la salvedad de que anteriormente el Estado proporcionaba a sus propios trabajadores estabilidad laboral y prestaciones como pensiones, vacaciones, aguinaldo y demás, pero en el nuevo esquema neoliberal, el trabajador solo puede aspirar a contratos temporales de tiempo limitado y nunca forma parte de la empresa donde presta sus servicios, por lo que disminuyen sus prestaciones, si no es que son eliminadas por completo. Labores de asesoría militar en el extranjero e incluso parte de la intervención militar externa son realizadas por empresas privadas que cuentan con sus propios cuerpos de mercenarios, expertos militares, realizan entrenamiento en el extranjero y todo tipo de acciones militares (Perkins, 2005), y tales empresas son pagadas por el Estado. A través de la creación de programas como el Plan Colombia y la Iniciativa Mérida el Estado realizó contratos millonarios con empresas productoras de armas para ser donadas a los países en conflicto, las consecuencias fueron que el Estado elevó su gasto, las empresas privadas ganaron y lejos de reducir la producción de droga y la violencia relacionada con la misma, la incrementó al elevar la capacidad bélica de los cárteles de la droga, asegurando así la venta de armas en los países receptores como México.

El Plan Mérida definió el tipo de combate que se daría al narcotráfico y al crimen, terminando por elevar la venta de armas y desatar aún más la inseguridad sin posibilidad alguna para el gobierno de poder controlar la situación. El cambio de participación del Estado modificó la sociedad. Después del huracán Katrina (2005), las escuelas públicas de Nueva Orleans fueron sustituidas casi en su totalidad por escuelas privadas. “Antes del huracán Katrina, la junta estatal se ocupaba de 123 escuelas públicas; después, solo quedaron 4” (Klein, 2010: 26). Una diferencia importante de la privatización de los servicios públicos es que por ser negocio, ofrecen la mínima o una deficiente calidad a cambio de los precios más altos posibles.

En los años de mayor crecimiento e intervención del gobierno, el Estado reportó cierto superávit o un déficit pequeño. En cambio, en la etapa neoliberal de apertura comercial, con mucho menor crecimiento, el Estado elevó su déficit y la deuda al grado de solicitar una ampliación del margen tanto del déficit como de la deuda. Las leyes del mercado no pueden operar sin la creciente intervención del gasto público encargado de mantener elevada la demanda en gran número de actividades vitales para la sobrevivencia del capital privado. Las guerras de baja intensidad en el extranjero han sido un recurso frecuentemente utilizado por el neoliberalismo para impulsar el crecimiento frente al agotamiento de fuentes tradicionales de expansión, dichas guerras son impensables sin la intervención del gobierno, el cual igualmente emplea empresas privadas proveedoras tanto de equipos como de combatientes a sueldo. Este proceder del gobierno genera un elevado déficit que es cubierto con deuda privada; así la globalización creó un nicho favorable para elevar las ganancias de capitales privados a costa de aumentar cada vez más la deuda del Estado.

El mecanismo, en síntesis, es ceder al capital privado el monopolio de los servicios prestados por el Estado garantizando así el mercado cautivo, ello independientemente de que una vez privatizados los servicios estos se ofrezcan a precios más elevados, con menor calidad y cantidad. Pero además de quedar en manos del capital privado el monopolio de los servicios públicos, el Estado debe subsidiar el pago a dichos servicios o de otra manera la población no tendría acceso a los mismos, así este tuvo que pagar al público para acudir a los servicios privatizados. La globalización provocó mayor estancamiento económico y déficit público, mientras que en toda la posguerra nunca hubo una deuda y déficit público tan elevado como en los últimos años, a excepción de la Segunda Guerra Mundial y la Gran Depresión del 29.

Ni el déficit ni el endeudamiento público pueden aumentar indefinidamente, como tampoco pueden contrarrestar por completo las crisis. En los años de crisis de 1894, 1908, 1929-1939, 1982 y la de 2008 y 2009, el déficit público no logró contrarrestar la caída del pib, por el contrario, parecía ser que el mayor déficit público estimulaba aún más la caída del producto. Una vez iniciada la depresión, el déficit público es ineficiente para revertir la crisis (Ginsburg, 1983). No podemos negar que un elevado número de negocios privados depende de los contratos públicos, no obstante, el déficit público no puede reemplazar completamente el papel dinamizador de la inversión y la acumulación de capital, el déficit o el gasto público solo favorecen o apuntalan la acumulación de capital, no la sustituyen. Pero la magnitud del déficit depende del ingreso, por lo que al descender el ingreso de la sociedad en la fase depresiva del ciclo desciende a la vez el ingreso del gobierno y el déficit público tiende a crecer. Más bien, la mayor posibilidad del gasto público de incidir favorablemente sobre el pib aparece precisamente cuando el ingreso de la sociedad aumenta, no cuando este disminuye.

Tratando de medir la anterior causalidad, para el periodo de 1872 a 2009 la relación lineal del pib con respecto a los salarios y el déficit público arrojó el siguiente resultado:


PIB = –99.861 CONSTANTE + 0.0001078 DEFICIT PÚBLICO + 223.442 SALARIO

(21.301) (.000) (10.132)


R2 ajustada = .996


En los 137 años analizados el déficit público ha tenido muy poca influencia, por no decir nula, en el crecimiento del pib norteamericano, en tanto que el salario ha tenido una contribución muy significativa. Lo paradójico en las dos crisis norteamericanas más severas, la de 1929 y la de 2008-2009, es que el aumento del déficit público parece no haber tenido ningún impacto favorable sobre la crisis, por el contrario, el déficit aumentó y en contraste disminuyó el nivel de producción; en tanto que en todo el periodo analizado el aumento del salario ha tenido una influencia decisiva sobre el crecimiento.

Después de la Segunda Guerra Mundial, hasta finales de los años setenta, las finanzas públicas se mantuvieron en relativo equilibrio. El gasto público de dicho periodo se financió casi en su totalidad con ingresos propios, no fue necesario elevar el déficit público para estimular el crecimiento. A partir de 1980, con el discurso precisamente de privatizar las actividades públicas y reducir la presencia del Estado en la economía, el déficit público empezó a incrementarse, superando en mucho el déficit existente en épocas anteriores, cuando hubo mayores niveles de inversión pública. La deuda del gobierno se ha elevado a niveles apenas comparables con los de la Segunda Guerra Mundial, provocando que el gobierno no solo deje de invertir o no pueda ofrecer la misma oferta de obras públicas y servicios de los años sesenta, sino que incluso es incapaz de mantener en funcionamiento las obras ya existentes.