14. La globalización

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José Armando Pineda Osnaya


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14. La globalización

La globalización se anunció entre otras cosas como un nuevo modelo que mejoraría el nivel de vida de la población, elevaría la competitividad y garantizaría la estabilidad, cuando en realidad la disminución de los salarios, la inflación y las devaluaciones de los años setenta fueron las principales armas que derrumbaron la estabilidad del Estado de bienestar y abrieron las puertas a la globalización con nuevos espacios de inversión financiera y especulativa.

Antes de continuar es importante aclarar que la globalización no era la única alternativa por la cual podía seguir el sistema después del derrumbe del Estado de bienestar. Existía y aún existe en nuestros días la posibilidad de abrir grandes espacios de inversión sin ensuciar el planeta. Aprovechando el avance tecnológico y el nivel de vida alcanzado por la población, hubiera sido posible y sería posible reducir la jornada laboral a la mitad y elevar el salario. Ello daría mayor tiempo libre de la población con más salario para demandar todo tipo de servicios personales y colectivos, como mayor capacitación, educación, salud, esparcimiento, deporte, cultura, formación artística y otros más. El sector servicios actualmente es el más dinámico, contribuye al pib mucho más que cualquier otro sector y su crecimiento ha sido resultado del avance de la producción industrial. En 1947 los servicios contribuyeron con 55% de la producción de la Unión Americana, en 1985, los mismos aumentaron su contribución a 69.7% del pib nacional, pero en 2017 estos ya aportaban 82.5% del pib norteamericano. La mayor contribución al valor del sector la proporcionan, de mayor a menor, los servicios financieros, créditos y seguros; los servicios profesionales y de negocios; los servicios educativos, de salud y asistencia; el comercio; los servicios de información y los servicios de esparcimiento, hotelería y restaurantes, entre otros de menor aporte económico (Economic Report of the President, 2019). El predominio de los servicios es una tendencia natural empujada por el incremento de la producción, lo que no implica necesariamente abandonar la producción de manufacturas y de alimentos. El avance tecnológico alcanzado hace innecesario dedicar mayor inversión a la producción de bienes porque la demanda de los mismos en las actuales condiciones de distribución del ingreso se encuentra satisfecha en su mayor parte. El problema más bien consiste en que el sector de los servicios aún no se convierte en el motor de crecimiento del sistema, todavía la industria y la especulación financiera reflejada en el auge de los servicios financieros continúan determinando la dinámica del ciclo económico. Para que los servicios se conviertan en el motor de crecimiento y subordine a la industria a su ritmo de expansión, la sociedad requiere de mayor tiempo e ingreso para demandar mayores servicios tanto personales como sociales. Lo anterior requiere reducir la jornada laboral de ocho a cuatro horas al día y elevar el salario. Recientemente en Japón una empresa redujo la jornada laboral a cuatro días a la semana conservando el mismo salario, y ello no causó ningún daño, por el contrario, elevó 40% la productividad (Ricou, 2019). Abrir espacios de inversión hacia servicios que satisfagan todo tipo de necesidades humanas hubiera dado y daría hoy en día un nuevo rumbo al desarrollo económico mundial a favor de un sistema mucho más sustentable con niveles de bienestar mucho más altos. Pero en lugar de ello se prefirió dirigir al sistema hacia el aumento de las ganancias basándose en bajar el salario, aumentar la jornada y la inestabilidad laboral y abrir el mercado mundial a la especulación y al libre movimiento de mercancías y capitales.

Para los Estados Unidos, al igual que para el resto de la humanidad, la globalización desmanteló gran parte de la industria construida durante los años cincuenta y sesenta, sobre la cual se apoyó la expansión de los servicios públicos de salud, educación, transporte e infraestructura productiva en general. A su vez, la globalización desencadenó una inflación crónica que impactó directamente al salario real, se elevó el desempleo, la inestabilidad monetaria, el endeudamiento del gobierno, hubo mayor pobreza y concentración del ingreso además de los efectos colaterales de delincuencia organizada, drogadicción, corrupción, lavado de dinero y migración, entre otras manifestaciones de descomposición social. El sector bancario y financiero experimentó en cambio una suerte mucho muy diferente.

Es irónico que al aparecer la globalización simultáneamente surgieron nuevos fenómenos económicos nunca antes vistos, como la caída de la inversión paralela al aumento de la inflación; esta última no bajó pese al menor salario y el aumento del desempleo. La apertura comercial implicó el cierre de actividades productivas que no lograron competir con importaciones provenientes de países intensivos en mano de obra barata.

Los gobiernos de Ronald Reagan en los Estados Unidos y Margaret Thatcher en Inglaterra fueron los más activos en introducir la globalización (Stein, 1994), argumentando que dicho modelo frenaría el gasto excesivo del gobierno, trasladaría al sector privado las empresas públicas elevando su eficiencia bajo el principio de maximización de las ganancias; ello junto con la apertura comercial garantizarían el crecimiento estable y eliminaría cualquier obstáculo al libre movimiento de capitales y mercancías. Pero nada de eso pasó, justo al inicio de la globalización en los años ochenta el sistema enfrentó una severa crisis económica arrojando resultados totalmente opuestos a los esperados.

En 1980 los Estados Unidos estrenaron la globalización con una caída de la producción y aumentos de precios que se prolongaron por varios años, hasta 1984, cuando el país logró crecer por encima de 7%. La producción continuó creciendo, pero con ritmos cada vez más lentos. El crecimiento nunca alcanzó los niveles de años anteriores, al grado de que los mejores años de producción en la globalización apenas y logran igualar los peores momentos de los años sesenta. La globalización tampoco elevó las exportaciones norteamericanas, por el contrario, estas disminuyeron drásticamente. En 1980 las exportaciones eran de aproximadamente 224 000 millones de dólares y en 1986 estas se mantenían en poco más de 223 000 millones de dólares, y después de ese año volvieron a crecer. El déficit comercial iniciado en 1971, con poco más de 2 200 millones de dólares continuó creciendo en el neoliberalismo de forma más acelerada, alcanzando en 2018 más de 900 000 millones de dólares, y pese a los intentos de varios gobiernos por reducir el déficit comercial, este alcanzó en 2021 –1 086.8 mil millones de dólares (gráfica 14.1).

Gráfica 14.1. Evolución de las exportaciones, las importaciones, el balance de bienes, los ingresos, egresos de bienes y servicios y el saldo de bienes y servicios, 1964-2020,
miles de millones de dólares corrientes

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Después de la Segunda Guerra Mundual, los Estados Unidos gozaron de un superávit comercial, pero a finales de los sesenta, como hemos dicho, a raíz del error de elevar el gasto militar en una situación de casi pleno empleo, elevaron tanto los precios internos como las importaciones y apareció en 1968 y 1969 el primer déficit comercial, aumentando año tras año. No obstante, la magnitud del déficit comercial parece no preocupar mucho a los Estados Unidos, toda vez que este es pagado con la entrada de capital externo y las utilidades e intereses del exterior. La entrada de capital externo alcanzó su máximo nivel en 2007, con 1 156 billones de dólares, en tanto el déficit comercial fue de 821 billones de dólares. Al año siguiente la inversión externa disminuyó sensiblemente, no así el déficit comercial, el cual, en el último año de información disponible, 2020, estuvo por arriba de 676 000 millones de dólares, superando al saldo financiero de casi 653 000 millones de dólares. En ese año el déficit se pudo cubrir al sumar la inversión externa más el saldo positivo del ingreso primario de más de 188 000 millones de dólares. El ingreso primario está compuesto por el cobro de intereses de la deuda externa más el pago de utilidades, dividendos y regalías del resto del mundo, que en gran parte provienen de países más pobres que los Estados Unidos al imponérseles el pago de intereses más elevados que los países ricos. La inversión externa en su mayoría es deuda externa y del Estado, al ser bonos que el gobierno vende al sector privado. La crisis de 2009 redujo sustancialmente el déficit externo de la balanza comercial, afectando negativamente las exportaciones de los principales socios de la Unión Americana, pues la crisis se expandió a todo el mundo (gráfica 14.2).

Gráfica 14.2. Evolución de la balanza comercial y de la inversión externa directa y de cartera hacia afuera y dentro de los Estados Unidos, 1971-2020, miles de millones de dólares

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El aumento de la inversión extranjera coincide con la guerra del Golfo Pérsico en 1989 y posteriormente con las invasiones militares a Afganistán e Irak en 2003. Ambos acontecimientos atrajeron inversiones extranjeras hacia los Estados Unidos seguramente por el aumento del gasto militar que los ataques provocarían y el consecuente auge del mercado accionario. A su vez, desde 2001 se incrementó el gasto militar,1 elevando aún más el déficit comercial.

La deuda de países de mediana industrialización en los años setenta que colapsó gran parte de sus industrias se volvió en contra de los mismos Estados Unidos, a pesar de que ello resultó en un lucrativo negocio para banqueros y especuladores. El negocio del crédito externo con esos países no terminó en los años setenta, este se acrecentó en la siguiente década cuando los países deudores no pudieron pagar sus deudas ante la subida de la tasa de interés, obligándose a contratar nuevos créditos para pagar los adeudos vencidos. La insolvencia financiera en la que cayeron los gobiernos deudores les provocó un retroceso económico que se prolongó aproximadamente hasta por 10 años y que dio lugar a que se le llamara “la década perdida”. Ello redujo las ventas de los Estados Unidos, al igual que disminuyeron las inversiones de dicho país hacia esas regiones, afectando al crecimiento norteamericano. No obstante, el menor crecimiento norteamericano no se debió solo al contexto externo desfavorable, la causa principal provino de la disminución del salario iniciada desde mediados de los setenta, que redujo la capacidad de compra del mercado interno; este último a su vez recibió un golpe adicional con el aumento de la tasa de interés, que además elevó la deuda del gobierno. Los créditos otorgados al exterior de 1970 a 1979 son insignificantes comparados con los otorgados entre 1980 y 1982, para refinanciar la insolvencia de pagos de países como México, Argentina y Brasil, pero debido a que fueron créditos destinados para refinanciar la deuda, estos no se tradujeron en mayores ventas norteamericanas ni en mayor inversión externa, por lo que no aumentaron las exportaciones de los Estados Unidos, al igual que sus inversiones en el exterior. Pasada la insolvencia financiera de los países deudores aumentaron las exportaciones norteamericanas, así como la inversión hacia el exterior, esta última alentada en parte por los procesos de privatización de las empresas públicas de los países antes mencionados, muchas de ellas vendidas a precios de basura. Pese a la recuperación del exterior, el pib norteamericano solo tuvo una recuperación hasta 1984, posteriormente continuó su tendencia depresiva hasta la década de los noventa. Con la entrada del neoliberalismo se inició un creciente estancamiento productivo con inflación no solo en países endeudamos de América Latina sino en los mismos Estados Unidos.

El objetivo principal de la globalización y su instrumento la política el neoliberalismo no fue impulsar el crecimiento con estabilidad, mucho menos fue favorecer el intercambio comercial entre países, a pesar de ser este el argumento principal que justificó su imposición. La meta principal fue reducir el salario real y liberar el tránsito de capitales y utilidades en el mundo con la menor regulación posible de los gobiernos. La caída del poder de compra derivada de la disminución de los salarios fue sustituida por el gasto y la deuda del Estado.